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No luchan contra los hombres sino contra el
patriarcado, y se autodefinen como “anticapitalistas, anti-patriarcales y
socialistas”. Proponen construir nuevas
relaciones entre mujeres y hombres, democratizar
el trabajo doméstico, participar en espacios de poder y de toma de decisiones
y “avanzar en nuestra autonomía
individual, económica y política para poder tomar nuestras propias decisiones”.
La autoeducación, el autocuidado y la
autoestima alimentan el orgullo por la organización de las mujeres que
pertenecen a CONAMURI.
Esa fuerza les ha permitido superar “las campañas de otras organizaciones contra CONAMURI”,
como dice una de las mujeres mientras coloca hojas en las bolsitas en la cocina
de la organización. Perla va más lejos: “Desde
que incorporamos jóvenes, los discriminan, les dicen que van a CONAMURI
porque no tienen el perfil para ser dirigentes”. Un par de jóvenes mueven la
cabeza y asienten. “En las grandes organizaciones no nos dan participación a
los jóvenes, y vemos que a CONAMURI no la manejan entre dos o tres sino todas
juntas”, dice uno de ellos. Ña Cefe recuerda
que esos mismo “machos viejos” que mandan en las organizaciones se les
burlaban en 1998 cuando se separaron para formar CONAMURI. “Qué van a hacer estas
viejas amargadas”, les decían. Recuerda
que el maltrato que sufrieron las forzó a retirarse de la MCP (Movimiento Campesino Paraguayo,
fundado en 1980, heredero de las Ligas Agrarias y en su momento la organización
unitaria de todos los campesinos.). “No estamos contra el hombre, queremos ir del brazo. Con Lugo todos
los dirigentes campesinos se candidatearon, se pelearon entre ellos por cargos
y perdieron sus bases”, insiste Ña Cefe. “La dirigencia también entró en crisis por
haber hecho una lectura muy liviana del gobierno progresista.
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PARAGUAY: LAS
MUJERES EN EL CENTRO DE LAS RESISTENCIAS.
*****
Raúl Zibechi.
Programa de las Américas.
Lunes 25 de noviembre del 2013.
Silencio y velas. Alrededor
de una mesa, en una cocina abierta hacia un amplio patio engalanado con plantas
y árboles, mujeres de todas las edades y varones muy jóvenes colocan hierbas en
pequeñas bolsitas que sellan con el calor de las llamas. Murmullos, risas y
velas; un ambiente místico, espiritual, para una tarea colectiva que celebra la
vida.
La sede de CONAMURI, (Coordinadora
Nacional de Organizaciones de Mujeres Trabajadoras Rurales e Indígenas.) es un sitio apacible que combina el trabajo con la intimidad, como la
vida campesina que de algún modo reproduce. Las militantes están preparando
alimentos para la feria de comidas y productos agroecológicos Jakaru Porã
Haguã (“Para que podamos comer bien”, en guaraní), que pequeños productores
y productoras de varios departamentos realizan en el centro de Asunción. El
tiempo de trabajo es pausado y se interrumpe con relatos, opiniones, miradas y
silencios. Del círculo emana una energía que invita a integrarse. “Las mujeres
poseen el 8% de la tierra pero producen el 80% de los alimentos y son quienes
pasan más hambre”, se lee en un cartel.
La casa de María tiene un
fondo extenso donde antes criaba cerdos, una de las principales actividades en
los Bañados, la zona inundable de la capital donde tres generaciones le fueron
ganando espacio al río desafiando los asiduos desbordes. Nos ofrece agua fresca
y vamos acomodando sillas en las que se arrellanan mujeres del barrio, entre
ellas Carmen, fundadora de CODECO (Coordinadora de Defensa
Comunitaria.), y Patricio, el único varón del grupo. De a
poco empiezan a relatar las novedades de los Bañados, en particular las temidas
obras del proyecto Franja Costera que amenaza “urbanizar” un barrio de 150 mil
habitantes que gracias al trabajo de los vecinos ahora es apreciado por la
especulación inmobiliaria. La última inundación, dos meses atrás, fue la excusa
para que las autoridades renovaran las amenazas de desalojar miles de
viviendas. María señala la calle donde vive, que sería el límite trazado por el
municipio para expulsar y derribar. Las dos organizaciones, la rural integrada
por campesinas e indígenas, y la urbana formada por los sectores populares de
Asunción, son muy diferentes pero tienen varios aspectos en común: la vocación
de resistencia comunitaria al avance del capital sobre sus vidas (léase soja y
agrotóxicos o especulación inmobiliaria), estar integradas mayoritariamente por
mujeres y abrirse al trabajo con varones jóvenes.
Análisis sin concesiones.
“Con la feria buscamos
establecer un nexo entre la ciudad y el campo”, suena una voz desde el círculo.
“A través de nuestra comida y de los alimentos orgánicos volvemos a relacionar
lo rural y lo urbano, un vínculo que el avance del agronegocio está destruyendo”.
La población rural supera el 40% pese a la incontenible expansión de los
cultivos de soja que han expulsad,o desde 1989, cuando cayó la dictadura de
Alfredo Stroessner, a una parte considerable de los campesinos de sus tierras:
en la década de 1980 el 60% de la población paraguaya vivía en el campo. Los
sucesivos gobiernos, incluyendo al del progresista Fernando Lugo (2008-2012),
destinaron el 70% del presupuesto para agricultura a subsidiar a los grandes
agroexportadores.
Las familias agricultoras
reciben sólo el 5% del gasto público y de ellas sólo el 15% accede al crédito.
Quince organizaciones campesinas y sociales lanzaron una campaña contra
Monsanto en el día mundial de la alimentación, durante el encuentro Heñoi
Jey Paraguay (Germina de nuevo Paraguay). Desde la caída de Lugo, en junio
de 2012, se aprobaron siete nuevos cultivos genéticamente modificados. Las
grandes organizaciones campesinas están muy debilitadas y su capacidad de
convocatoria es mínima. “La hegemonía de los viejos movimientos campesinos se
terminó”, dice Perla, desde un rincón, abriendo el grifo de opiniones.
“Nosotras no nos debilitamos porque nos vinculamos a lo nuevo que surge en la
ciudad, como las ferias, y porque incorporamos jóvenes”, agrega María. Carina
tercia: “Nuestras dirigentes no se pelean por cargos ni por dinero, son
sinceras”. Vuelve María: “No vendemos a las mujeres, no hacemos pactos, no
vamos a negociar, no nos vendemos”. Y para que no queden dudas remata: “Somos
la organización que tiene menos proyectos con el Estado”. Y otra vez Carina:
“Lo que tiene realmente conocimiento y claridad es lo que da poder”. En el
ambiente flota la crítica a dirigencias que nadie nombra, quizá por el dolor o
porque siguen siendo compañeros. Ña Cefe (doña Ceferina), fundadora de
CONAMURI, reflexiona muy serena: “Hay un vicio por negociar, y salen con el
maletín cargado”.
Lentamente el panorama se
aclara: muchos dirigentes campesinos y sindicales ocuparon cargos de confianza
en el gobierno de Lugo y abandonaron las bases. Ellas no lo hicieron. El no
haberse “vendido”, las legitimó y las instaló en el centro de la resistencia al
modelo encabezado por el presidente colorado Horacio Cartes. “El sector de
izquierda en Paraguay tiene un proceso muy corto”, reflexiona Alicia. “Hay
mucho enredo, mucho autoritarismo, muchos vicios del capital. Vicios de la derecha
dentro de la izquierda”( Elizabeth
Duré, Guillermo Ortega, Marielle Palau y Luis Rojas Villagra, “Golpe de la
democracia”, BASE-IS, Asunción, 2012). La joven dirigente de
CONAUMURI pone un ejemplo: los partidos como el Frente Guasú, que aglutina a la
mayor parte de la izquierda, dejaron de ser espacios de representación de los
movimientos. “Lo único que se pensaba allí era en el poder y quién iba a ser
candidato o candidata”.
En su análisis, la sequía
afectó a miles de campesinos que debieron emigrar, desaparecieron comunidades
enteras, dice Alicia, al punto que “no había nada para comer en el campo”. Lugo
nunca les concedió audiencia, pero el Frente Guasú tampoco. El 6 de mayo, un
mes antes del golpe parlamentario, los movimientos denunciaron al Frente en un
comunicado diciendo que actuaba peor que la derecha. Lugo y la izquierda
estaban aislados de los movimientos. “Y
en eso vino el golpe”.
Las mujeres de CONAMURI han
construido un análisis propio de la realidad social y política, que incluye una
precisa autocrítica de las organizaciones campesinas. Entre las 23
organizaciones y movimientos sociales entrevistados en el libro “Golpe a la
democracia”, el análisis de las mujeres destaca porque no se limita a señalar a
la derecha golpista y a los grandes terratenientes, sino que también aborda los problemas y deformaciones en el campo
popular.
Resistir la especulación inmobiliaria.
Recostada en una silla
María no oculta su indignación. Las obras del megaproyecto Franja Costera
avanzan imparables. Ya se construyó el Parque del Bicentenario y la Avenida
Costanera, aunque pocos parecen entender la relación entre las obras y la mayor
inundación de las últimas décadas. Su casa está en el límite de las zonas que
serán desalojadas para “urbanizar” los Bañados. Los humedales entre la ciudad formal
y el río Paraguay fueron poblados desde la década de 1950 por campesinos
expulsados por la expansión de la ganadería. Son las zonas inundables de
Asunción, donde viven 150 mil personas, entre el 15 y el 20% de los habitantes
de la capital. El 60% tienen menos de 20 años, el 85% está asentado en terrenos
fiscales y solo el 15% tienen título de propiedad.
Todo lo que tienen los
barrios de los Bañados, calles, capillas, alumbrado público, grifos de agua,
puestos de salud, centros sociales y escuelas, fue construido en base a la
ayuda mutua. Para adecuar los barrios, “se han tenido que hacer muchas ferias
de comida, se han tenido que vender muchas rifas, organizado muchas polladas o
tallarinadas, se han debido realizar numerosos torneos, colectas”.
En los mapas oficiales no
aparecen esas 17 mil familias, pero se destacan las obras en construcción.
Desde 2007, al calor de la expansión del modelo financiero que en el campo se
traduce en monocultivos y en las ciudades en especulación inmobiliaria, se
reflotó un viejo proyecto que los vecinos aún no conocen en su totalidad, y del
que se van enterando a medida que las obras avanzan. Franja Costera propone
“recuperar” 1.000 hectáreas del Bañado Norte y 1.000 del Bañado Sur. En el Sur
se propone crear un parque industrial y construir un nuevo puerto. En el Bañado
Norte quieren rellenar la mitad para “inversiones privadas”, que incluyen: 82
hectáreas para campo de golf y resort, 20 para un parque telemático, 22 para un
centro de convenciones, 113 hectáreas para áreas residenciales. Además están
las 500 hectáreas de la reserva ecológica decidida a espaldas de la población,
porque allí se detienen aves migratorias provenientes de Canadá. La reserva
rodea al exclusivo Club Mbiguá. El Parque del Bicentenario fue inaugurado bajo
el gobierno de Lugo y en 2012 se estrenó la Avenida Costanera, cuatro carriles
sobre un gigantesco terraplén al borde del río, varios metros por encima de las
viviendas más pobres de la ciudad. Los vecinos molestan. Cuando la municipalidad
entregó 22 hectáreas a la empresa de servicios sanitarios, consideró que allí
había sólo siete familias, ignorando que en realidad eran 420 familias con más
de 20 años en la zona.
Se trata de emprendimientos
de lujo como el Centro de Eventos Talleyrand Costanera o el Complejo Barrail,
torres para oficinas y resdiencias, bancos, supermercados y todo tipo de
negocios con el atractivo adicional de la vista a la bahía. En suma, la
especulación urbana toma por asalto los Bañados poniendo en serio riesgo el
futuro de sus habitantes. “Dónde nos vamos a ir si llevamos toda la vida en
este lugar”, estalla María. Carmen, Ada y Patricio muestran la misma
convicción. CODECO nació hace 12 años vinculada al trabajo local de la iglesia
de base dirigida por los jesuitas de Fe y Alegría. Allí se formó Carmen y una
parte de los vecinos que trabajaron por mejorar el barrio y ahora pelean para
no ser trasladados. “El gran avance de las obras de la franja se dio bajo el
gobierno Lugo; como era un gobierno amigo la gente bajó la guardia”, dice una
vecina. CODECO agrupa once barrios, cada uno con su comisión vecinal que se
consideran comunidades, y la asociación de recicladores que cuenta con 50 socios
y socias que ahora trabajan con motocarros. La coordinadora abarca entre seis y
siete mil familias y, como sostiene Ada, las mujeres son las que sostienen
tanto la organización como las propias familias”.
De las 30 personas que
forman el núcleo de la coordinadora, 26 son mujeres que se reúnen todas las
semanas además de mantener sus reuniones en los barrios y con la
administración. “Hay una relación entre sostener la familia y sostener la lucha
y la organización” reflexiona Ada. Ellas salen a reciclar residuos, trabajo en
el que colabora toda la familia, y son ellas las que sostienen los animales
domésticos, consiguen comida para los cerdos y venden el cartón reciclado.
“Ellos están más alejados de la vida comunitaria, prefieran trabajar fuera como
cuidadoches o en la construcción, mientras
ellas se encargan de los hijos que trabajan con los padres después de a
escuela”.
Apostar a una nueva cultura política.
“Cuando empezamos a
trabajar con varones fue muy complicado”, dice Perla. “Por eso trabajamos sólo
con varones jóvenes”. La decisión responde a “la esperanza depositada en que
estos procesos generen nuevas relaciones de género y es en la juventud donde se
construyen”. Perla sostiene que “las metodologías con la juventud son más
vivenciales, como los campamentos, los intercambios, las prácticas”, y es en la
convivencia cotidiana donde aparece, o no, lo aprendido. Las militantes de
CONAMURI defienden un “feminismo popular y campesino” que trabajan intensamente
en sus cursos internos, en particular en los Cursos de Formación para las
Pytyvõhára (facilitadoras o educadoras). En los cuadernos de formación
sostienen que el género es una construcción histórica “que incluye a mujeres,
varones y a las diferentes opciones sexuales y por eso hablamos de géneros en
plural”.
No luchan contra los
hombres sino contra el patriarcado, y se autodefinen como “anticapitalistas,
anti-patriarcales y socialistas”. Proponen construir nuevas relaciones entre
mujeres y hombres, democratizar el trabajo doméstico, participar en espacios de
poder y de toma de decisiones y “avanzar en nuestra autonomía individual,
económica y política para poder tomar nuestras propias decisiones”. La
autoeducación, el autocuidado y la autoestima alimentan el orgullo por la
organización de las mujeres que pertenecen a CONAMURI. Esa fuerza les ha
permitido superar “las campañas de otras organizaciones contra CONAMURI”, como
dice una de las mujeres mientras coloca hojas en las bolsitas en la cocina de
la organización. Perla va más lejos: “Desde que incorporamos jóvenes, los
discriminan, les dicen que van a CONAMURI porque no tienen el perfil para ser
dirigentes”. Un par de jóvenes mueven la cabeza y asienten. “En las grandes
organizaciones no nos dan participación a los jóvenes, y vemos que a CONAMURI no la manejan entre dos o tres
sino todas juntas”, dice uno de ellos. Ña Cefe recuerda que esos mismo
“machos viejos” que mandan en las organizaciones se les burlaban en 1998 cuando
se separaron para formar CONAMURI. “Qué van a hacer estas viejas amargadas”,
les decían. Recuerda que el maltrato que sufrieron las forzó a retirarse de la MCP (Movimiento Campesino Paraguayo,
fundado en 1980, heredero de las Ligas Agrarias y en su momento la organización
unitaria de todos los campesinos.). “No estamos contra el
hombre, queremos ir del brazo. Con Lugo todos los dirigentes campesinos se
candidatearon, se pelearon entre ellos por cargos y perdieron sus bases”,
insiste Ña Cefe. “La dirigencia también entró en crisis por haber hecho
una lectura muy liviana del gobierno progresista.
Ahora el movimiento
campesino no es más hegemónico, mientras la dirigencia perdió el control de las
bases y la capacidad de análisis”, reflexiona Perla. Entre los movimientos
paraguayos predomina un clima de confusión y desarticulación, de crisis e
incertidumbre en un escenario dominado por el avance avasallador de la derecha,
con proyectos de privatizaciones, de favorecer aún más a los grandes
propietarios rurales y a los grandes especuladores inmobiliarios. Predomina,
también, una sensación de que algo se ha agotado, de que ya no se puede seguir
transitando los mismos caminos que mostraron tantos límites. CODECO apuesta por
los jóvenes.
En 2012 hicieron un curso
de comunicación radial cuando la parroquia del barrio les ofreció la radio
comunitaria. Participaron 30 chicos y chicas y 10 se quedaron iniciando un
programa radial con apoyo de una mujer de la organización. “Suelen ser hijos e
hijas de personas de CODECO, algunos participaban con sus madres en las
reuniones y actividades. Entre ellos son amigos y como todos trabajan no tienen
problemas en asumir responsabilidades”, explica Ada.
La experiencia de CONAMURI,
aunque son organizaciones muy distintas, es similar. El ingreso masivo de
mujeres jóvenes y de base, y el ingreso de varones, a menudo hijos de
militantes, está generando un profundo cambio en la cultura política. En pocos
años realizaron un “ejercicio de distribución del poder”, mediante un proceso
de debates y capacitación interna realizado por ellas mismas en base a la
historia del Paraguay, de las luchas campesinas, de la dictadura. En las
familias trabajan fuerte con hijos e hijas, pero también con sus parejas,
aunque a veces se producen rupturas. Magui Balbuena, fundadora y referente de
CONAMURI, me explicó años atrás que estaba dejando el lugar central que había
ocupado en la organización. Su hija Martha adelantó que estaban empezando a
integrar varones.
Hay algo en las
organizaciones donde predominan mujeres y jóvenes que las hace diferentes. Por
algo la mitad de los zapatistas tienen menos de 20 años y muchísimas son
mujeres. Son los sectores menos “maleados” por la cultura política hegemónica.
En los Bañados atravesaron conflictos con un varón de la organización que lo
vienen superando en base a crítica, autocrítica y confianza en el otro. Manejan
el conflicto de otros modos, “incorporando al otro”. La experiencia en CONAMURI
“es grandiosa” dice una mujer que trabaja con grupos de mujeres. “Se
autoregulan, se autocontrolan, de forma educativa, sin agresión sino con
responsabilidad y compromiso; aunque duela nos decimos las cosas de frente”.
Confianza, verdad y espíritu de comunidad hacen que los conflictos no separen.
“No se guardan las críticas porque s se guardan luego estalla y todo se rompe”.
No hay un tempo reloj, sino los de cada persona. En algún momento habrá que
nombrar esta nueva cultura política que comienza a abrirse paso en espacios donde
el individualismo y el machismo están bajo control. Por ahora alcanza con
reconocer que algunos movimientos, no institucionalizados, con fuertes vínculos
con las bases, comunitarios y con formas de trabajo bastante horizontales, están renovando la
cultura política. Un paso imprescindible para redoblar las resistencias.
*****
Nota.-
Este artículo fue posible gracias a intercambios con mujeres de varias
organizaciones: Perla Álvarez, Alicia Amarilla, Ceferina Guerrero y Ana
Resquín, Carina y María de CONAMURI; Carmen Castillo y María García de CODECO;
Ada y Marta del Serpaj, y muchas otras cuyos nombres no pude retener, a las que
pido disculpas. También participaron un puñado de varones.
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