miércoles, 13 de noviembre de 2013

LOS REVOLUCIONARIOS Y EL ERROR DE LA INOCENCIA. EL PODER QUE HACE HISTORIA.

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Una primera propuesta para definirse si estás ubicado en la derecha política o en la izquierda emergente, podemos presentarla a partir de la Democracia vigente en cada país como sistema político de gobierno. Hoy en América latina encontramos hasta tres formas de “gobernabilidad” política, alternativas democráticas, que se “mueven” y caminan en contextos múltiples de realidades complejas, turbulentas y multipolarizadas:

1.- La democracia liberal representativa, (Democracia Delegativa), que tiene como fortaleza y práctica política el proceso electoral, los partidos políticos - democracia electoral, democracia liberal representativa, hacia la democracia delegativa –debe asumir como fundamento central el reconocimiento y práctica de derechos sociales y políticos (pero no lo hacen por haber sido secuestrada por las elites financiero-exportadoras) – los mismos que han sido cercenados violentamente por el neoliberalismo como ideología y política de la globalización. “Reconocen” simplemente como teoría la Libertad de expresión como el principio de principios que legitiman la democracia, sin embargo, el sistema democrático ha logrado convertir esa libertad en “libertad de empresa”, “libertad de los poderes facticos locales y corporativos transnacionales. México, Panamá, Colombia, Perú y Chile, dicen que son gobiernos “nuevos” sin corrupción, sin miedo al continuismo político neoliberal, - sin embargo México, Colombia y Perú hoy están entre los diez países donde la corrupción se está institucionalizando, una “clase política” muy corrupta, partidarios de la imposición de los TLC como nuevas formas políticas de dominación, que definitivamente rompen la integración continental y avanzan por un camino de la división como es el caso de la Alianza del Pacífico – ALPA - ,(Modelo disfrazado de sepultada ALCA), políticamente hoy se en encuentran en una clara definición de derecha, con sistemas políticos que desconocen la Doctrina de los DD.HH, los propios principios liberales, que definen políticamente la democracia liberal y por lo general asumen prácticas políticas de una clara Democracia Delegativa.

2.- Existe hoy en América Latina otro sistema político, el de la Democracia Moderna, tiene como fundamento central el reconocimiento, vigencia y práctica, los Derechos Humanos, sociales – derechos laborales - y políticos que en el fragor de la lucha política constituye la columna vertebral del sistema, la Libertad de expresión, debe mantenerse autónoma e independiente de la libertad de empresa (Aún es muy difícil por la concentración de los poderes facticos locales). Políticamente han salido del ámbito del neoliberalismo, pero al mismo tiempo su propia Doctrina no les permite ir más allá de los linderos de la propia democracia electoral. Sin embargo, desarrollan prácticas muy fuertes de participación ciudadana, comunicación política,  rendición de cuentas, lucha en teoría contra la corrupción, la transparencia del Estado y asumen dos prácticas sociales muy importantes: la lucha continuada contra la pobreza e intensifican programas sociales en favor de la Tercera edad y los jubilados. Han sobrepasado la práctica de los TLC, como nuevas formas de dominación y supuestas prácticas de Integración continental. Esta Democracia, hoy está presente, en “Sistemas Políticos Democráticos Modernos” como Brasil, Argentina, Uruguay, Costa Rica. Existen altos nivel de de confianza social y política, credibilidad en la democracia – caso de Uruguay – y una fuerte aceptación desde la opinión pública sobre la legitimidad institucional. Al final se encuentran con un nuevo problema económico-social y político, sumamente complejo, el surgimiento de una “nueva clase media”, que reclama derechos sociales y políticos: Educación gratuita y de calidad, sistema de salud, de calidad y gratuitos, servicios públicos, transporte, recreación y deporte, pero que el propio sistema democrático no alcanza a brindarles, la gobernabilidad democrática aún es muy “ reciente e inmadura políticamente” y se produce una fractura social, explosiona el movimiento ciudadano y nace la insurgencia política de indignación. Es el modelo de centro político o de izquierda moderada, muy peligroso en lo social y políticamente violenta, porque su reacción coyuntural de no encontrar canales abiertos positivos y productivos, por lo general es muy violenta, anárquica y emergente, y muchas veces se ubica en el campo de la anti-política por carecer o desconocer cualquier tipo de organización, representación y posible identificación y/o militancia con una propuesta política.


La lucha política por la construcción institucional de la democracia directa, participativa, ciudadana, cívica y republicana. Históricamente América latina es y sigue siendo un continente de gran desafío por la forja de una Democracia como expresión directa de los pueblos y los ciudadanos.
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3.- Finalmente está presente, la democracia política de izquierda en América Latina desde la izquierda socialista, históricamente el sistema político socialista, como es el caso de Cuba, - ejemplo de Democracia Popular, Participativa y de Ciudadanos; más allá, tenemos la revolución Bolivariana en Venezuela, la revolución Sandinista en Nicaragua, la revolución de los Movimientos Sociales en Bolivia, y la revolución ciudadana en Ecuador. Su poder hoy se sostiene en el Poder Local emergente, se fundamenta por su “juventud”, en el surgimiento de una Nueva Ciudadanía Intercultural, una Nueva Sociedad Civil, Real, emergente, democrática y popular ( en la coyuntura actual entre la crisis del sistema capitalista, y el crecimiento macro-económico de América latina (sin desarrollo económico-social) la tenemos presente en la calle, en la plaza pública, en los conflictos sociales, en las nuevas formas de comunicación política, las forja de nuevos liderazgos, etc. por ser el escenario de  escenarios de las clases y la lucha de clases; intensifican las políticas y programas sociales y políticamente avanzan hacia el desarrollo económico-social, sustentable, intenso respeto a la Madre Naturaleza. Su característica principal es que rompieron con el sistema de dominación de los TLC, pasaron las horcas caudinas, como políticas del neoliberalismo, han forjado nuevas instituciones de integración continental, más allá de la “vieja” y desprestigiada OEA. Forjan y siguen construyendo políticamente, UNASUR, MERCOSUR, ALBA, CELAC, TElesur, Petro-Caribe, ect. Su posición política anti-neoliberal, anti-imperialista hoy conduce a esta Izquierda latinoamericana, por su propio camino, sus propias experiencias levantan el carácter y la orientación de sus procesos revolucionarios, su revolución no es copia ni calco, es creación heroica de cada pueblo. Es la construcción diaria de la Democracia Participativa, Democracia de Ciudadanos, Informada, Cívica y Republicana, forjando nuevos liderazgos, reconoce las nuevas formas de Ciudadanía cultural, étnica, diferenciada, activa e institucionalizada en general. (Sexual, Ambiental, Comunicacional, Religiosa, juvenil, etc.), que en la práctica de las clases y la lucha de clases, constituye y representa la columna vertebral de los procesos revolucionarios, que hoy en la coyuntura caminan por alternativas, propuestas y vías nuevas para construir Nuestra América, como una Patria Libre en un Mundo Libre.
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Fidel y el Che en la historia revolucionaria latinoamericana son dos Líderes Históricos que consolidaron la revolución socialista en Nuestra América.
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LOS REVOLUCIONARIOS Y EL ERROR DE LA INOCENCIA.

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Martes 12 de noviembre del 2013.

Homar Garcés (especial para ARGENPRESS.info)

Quienes hacen una revolución de orientación socialista generalmente se hallan ante la disyuntiva de acabar de una vez por todas con el viejo orden establecido u optar por una alternativa gradual que permita ir desconstruyendo dicho orden mediante la puesta en vigencia de algunas reformas de leyes y medidas gubernamentales que contribuyan a ello.

De ahí que las diversas experiencias revolucionarias (aun las más radicales) estén expuestas a equivocar el rumbo y terminen por mantener inalteradas las relaciones de poder y, por ende, las estructuras del viejo Estado que se pretendía transformar y erradicar. Esto último llegó a suceder en el caso fallido de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas que, al no cambiar dichas relaciones, se produjo la entronización de una nueva casta dirigente que -excusándose en razones de Estado, en algún momento válidas- impidió y limitó la participación popular, lo que terminaría posteriormente en la restauración del capitalismo, tal como lo advirtieran tempranamente León Trotsky y el Che Guevara al estudiar su realidad política y económica.

En tal caso, lo que se requeriría es disponer de una voluntad política suficiente y de un sentido de la trascendencia histórica (tanto particular como colectiva) para asumir y llevar a cabo una revolución verdaderamente socialista, sobre todo si ésta se impone superar y extirpar las desigualdades derivadas del sistema capitalista. Tal cosa -debemos estar conscientes de ello- no es una tarea demasiado fácil de cumplir, especialmente con hombres y mujeres quienes han sido objeto desde su infancia de un proceso constante de alienación que legitima la lógica del capital, sin que unos y otras estén plenamente conscientes de esto, a pesar de evidenciarse también lo contrario. Pero, ¿será, acaso, imposible de lograr una revolución de signo socialista en medio de la realidad creada a imagen y semejanza del capitalismo? Nos respondemos que no. Lo que debe establecerse es una comprensión permanente de los múltiples obstáculos a vencer en el camino de la construcción colectiva del socialismo revolucionario y no creer jamás en que esto será producto de la visión, del ánimo y de las acciones decididas de un líder carismático que, al decir de muchas personas, sólo aparecería cada cien años. Mientras se piense en las limitaciones y desánimos particulares, el avance revolucionario se hará lento y, en muchas ocasiones, sufrirá un estancamiento definitivo que, a la larga, sabrían aprovecharlo sus enemigos históricos.

A pesar de todo ello, la fórmula pareciera bastante simple: no caer en el error de ser inocentes al creer que sólo basta expresar unas buenas intenciones, al modo de la prédica de un nuevo evangelio que redimirá a la humanidad actualmente explotada y oprimida. Este error de la inocencia, incluso, hace que muchos revolucionarios lleguen a esperar confiados en que sus opositores serán alcanzados, en algún instante de sus existencias, por la revelación de la verdad revolucionaria, olvidando que ellos nunca estarían dispuestos a aceptar un cambio tan radical que afecte sus mezquinos intereses de clase.
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Dr. Salvador Allende. Presidente Constitucional de Chile. Víctima del fascismo y la violencia  autoritaria del imperialismo norteamericano. Construía políticamente un camino democrático autónomo en América Latina.
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EL PODER QUE HACE HISTORIA.
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Miércoles 13 de noviembre del 2013.

Homar Garcés (especial para ARGENPRESS.info)

La expresión puede sonar demasiado simplista, utopista y, hasta, demagógica para muchas personas, pero ella contiene en sí misma una -si ahondamos sin prejuicio alguno en su significado menos evidente- una enorme carga subversiva, de ser aplicada de un modo suficientemente audaz, sistemático y permanente.

Es decir, el pueblo consciente de sí mismo como actor o sujeto político de la transformación radical de su propia realidad (tanto colectiva como individual) se convierte, por obra y gracia de su voluntad creadora y re-creadora, en el poder que hace historia (copiando a Enrique Dussel), en abierta oposición a la a-historia representada por la hegemonía largamente ejercida por las minorías que lo explotan, excluyen y oprimen. Y, repitiendo el alegato de Fidel Castro al enjuiciársele por el asalto al cuartel Moncada en 1953, “Cuando hablamos de pueblo no entendemos por tal a los sectores acomodados y conservadores de la nación, a los que viene bien cualquier régimen de opresión, cualquier dictadura, cualquier despotismo, postrándose ante el amo de turno hasta romperse la frente contra el suelo. Entendemos por pueblo, cuando hablamos de lucha, la gran masa irredenta, a la que todos ofrecen y a la que todos engañan y traicionan, la que anhela una patria mejor y más digna y más justa; la que está movida por ansias ancestrales de justicia por haber padecido la injusticia y la burla generación tras generación, la que ansía grandes y sabias transformaciones en todos los órdenes y está dispuesta a dar para lograrlo, cuando crea en algo o en alguien, sobre todo cuando crea suficientemente en sí misma, hasta la última gota de sangre”.

No podrá negarse que, de hacerse cotidianidad creadora esta invocación subversiva, habría que modificarse sustancialmente todo lo relacionado al presente modelo de sociedad, produciéndose entonces un profundo cambio cualitativo en las maneras de concebir al mundo, de un modo que se beneficie a las amplias mayorías populares. Como resultado de ello, el orden de cosas que hasta ahora conoció la humanidad quedaría seriamente cuestionado y eventualmente abolido, imponiéndose el surgimiento de unos nuevos paradigmas y unas nuevas definiciones, con una inter-subjetividad anti-jerárquica que se exprese en el establecimiento de un poder abajo y no únicamente desde abajo, como suele citarse; creándose en consecuencia una nueva cultura política revolucionaria. Por supuesto, todavía habría que vencer muchas resistencias, en tanto todo esto sea algo posible e inmediato, resistencias que opondrán obviamente quienes usufructúan el poder en representación del pueblo, pero que también podrían provenir de ciertos sectores populares, de no existir entre estos últimos suficiente claridad política e ideológica para entender la coyuntura histórica que se vive, terminando por hacerle el juego a sus enemigos de clase.

Esto plantea el establecimiento de novedosas estructuras de participación popular que sirva, incluso, para fiscalizar la gestión del poder delegado, siendo dotadas de una total autonomía y autoridad respecto a éste. Aunque en muchos aspectos les caracterice algunos rasgos de dependencia en relación al estamento político e instituciones del Estado, éstas podrían acceder a mayores estadios de organización y participación democrática de mantenerse las mismas en un nivel de rebelión permanente contra todo aquello que trate de coaccionarlas y subyugarlas, destruyendo así su independencia revolucionaria. Cuando ello resulte así, entonces podríamos hablar de un poder que hace realmente historia: el poder de un pueblo revolucionario, consciente y organizado.

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