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Pero también remiten a los antecedentes
académicos de Axel Kicillof, de más larga trayectoria, con
formación y referencia en dos grandes teóricos de la Economía Política: Carl Marx (CM) y John Maynard Keynes (JMK).
Algunos pretenden fundir a uno con otro, desconsiderando épocas diferentes de
actuación y propósitos opuestos de uno y otro. Vale comentar que el británico JMK se destacó por sus análisis
teóricos y sugerencias de políticas de intervención pública para superar la crisis de los años 30 del
siglo pasado. Fue y es considerado un
intelectual orgánico que intervino en la teoría y práctica del salvataje del
capitalismo en crisis. Hay que pensar que hoy, el salvataje de bancos y empresas constituye una de las
orientaciones principales de los hacedores de políticas en el capitalismo
mundial contemporáneo, sean de culto neoliberal u heterodoxos, incluso
neo-keynesianos. Por su parte, CM fue y expresa hoy al teórico y político
asociado a los destinos de la clase
obrera, que cimentó la teoría y práctica de la crítica al capitalismo, promoviendo la
superación socialista.
En la sección de “Comentarios” de este
blog, un lector envió esta interesante reflexión de Rosa Luxemburgo,
realizada a propósito de los debates sobre el caso Millerand. Aclaremos que Alexandre Millerand fue el primer
socialista en aceptar, en 1899, un
cargo de ministro en el gobierno burgués del primer ministro René Waldeck
Rousseau, de Francia. En su momento lo hizo con el argumento de “defender a la República” frente a la
derecha. La realidad es que Millerand pasó a colaborar con la burguesía en el
mantenimiento del orden del capital. Durante años la cuestión del millerandismo
se debatió en la Segunda Internacional.
La izquierda socialista condenaba la entrada de los socialistas en
gobiernos burgueses, y el pasaje de Rosa Luxemburgo sintetiza en buena medida
esa postura: “Con la entrada de un
socialista en el gobierno, la dominación de clase sigue existiendo: el gobierno
burgués no se transforma en un gobierno socialista, pero en cambio un
socialista se transforma en un ministro burgués” (El
pensamiento de Rosa Luxemburgo, Antología).
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Su designación como Ministro de Economía en Argentina, genera excelente polémica política académica en torno a su posición política. Los resultados serán el mejor examen sobre su trabajo político en un país de economía emergente, muy bien "posicionado" en el G-20.
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¿MÁS CERCA O MÁS ALLÁ DE
KEYNES O DE MARX?: Las expectativas de política económica en la Argentina.
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Miércoles 20 de noviembre del 2013.
Julio C. Gambina.
Julio C. Gambina.
Especial para ARGENTPRESS.info.
Acaban de
designar a Axel Kicillof al frente del Ministerio de Economía de la Argentina.
La medida está acompañada de cambios, entre otros, en la titularidad del BCRA y
de la Jefatura de Gabinete, ahora a cargo del gobernador chaqueño Jorge
Capitanich. También renunció Moreno como Secretario de Comercio. Son mutaciones
resultado del nuevo escenario político emergente de las elecciones legislativas
de medio turno. Es una forma de recomponer la política de gobierno hacia al fin
del periodo en diciembre del 2015.
¿Solo cambio de nombres o correcciones en la política? ¿En qué sentido, para satisfacer las demandas de quiénes? Grandes productores y exportadores piden devaluación. Los trabajadores activos y pasivos, incrementos de sus ingresos, mejoras en las condiciones de trabajo, empleo los desocupados, regularización los precarios. En las próximas horas se le irá viendo la pata a la sota, más allá de pergaminos históricos que puedan esgrimir los nuevos protagonistas de la gestión gubernamental de CFK.
¿Solo cambio de nombres o correcciones en la política? ¿En qué sentido, para satisfacer las demandas de quiénes? Grandes productores y exportadores piden devaluación. Los trabajadores activos y pasivos, incrementos de sus ingresos, mejoras en las condiciones de trabajo, empleo los desocupados, regularización los precarios. En las próximas horas se le irá viendo la pata a la sota, más allá de pergaminos históricos que puedan esgrimir los nuevos protagonistas de la gestión gubernamental de CFK.
Las informaciones
sobre Kicillof (AK) remiten a la experiencia de gestión desde el 2009, sea en
Aerolíneas Argentinas, en la representación de los Directorios de empresas,
caso de Techint, y más recientemente en la orientación de política económica
desde el vice ministerio de economía. En este sentido destaca el
involucramiento directo en materia energética con la gestión estatal de YPF y
el acuerdo con Chevron, como con el plan de viviendas Pro.Cre.Ar. Se trata de
una imagen orientada a la producción, en un momento donde lo principal del
titular anterior del Ministerio estaba enfocado en negociar y cancelar deuda
pública, lo que define el destino de Hernán Lorenzino al frente de la “Unidad
especial de negociación de deuda” que compartirá con el cargo de embajador ante
la Unión Europea.
Pero
también remiten a los antecedentes académicos de AK, de más larga trayectoria,
con formación y referencia en dos grandes teóricos de la Economía Política:
Carl Marx (CM) y John Maynard Keynes (JMK). Algunos pretenden fundir a uno con
otro, desconsiderando épocas diferentes de actuación y propósitos opuestos de
uno y otro. Vale comentar que el británico JMK se destacó por sus análisis
teóricos y sugerencias de políticas de intervención pública para superar la
crisis de los años 30 del siglo pasado. Fue y es considerado un intelectual
orgánico que intervino en la teoría y práctica del salvataje del capitalismo en
crisis. Hay que pensar que hoy, el salvataje de bancos y empresas constituye
una de las orientaciones principales de los hacedores de políticas en el
capitalismo mundial contemporáneo, sean de culto neoliberal u heterodoxos,
incluso neo-keynesianos. Por su parte, CM fue y expresa hoy al teórico y
político asociado a los destinos de la clase obrera, que cimentó la teoría y práctica
de la crítica al capitalismo, promoviendo la superación socialista.
Es cierto
que siempre hay izquierda y derecha, o posiciones relativas en ese sentido.
Siempre se podrá estar a la izquierda de Alzogaray, de Cavallo, o de López
Murphy, por solo nombrar algunos históricos referentes de ese espectro
económico. Ello no amerita expresar pensamiento o práctica política y social de
izquierda. Algunos quieren significar en la designación de AK un giro a la
izquierda, y los “mercados” responden en ese sentido, con bajas en las
cotizaciones bursátiles. Al mismo tiempo escamotean la mención al nuevo Jefe de
Ministros, ex funcionario de Duhalde y hombre del Partido Justicialista (PJ).
¿Cuál de
las designaciones expresa el sentido principal del rumbo a seguir? Es prematuro
quizá el pronunciamiento, pero insistamos, todo se agota en conocer qué
reivindicaciones se atienden. Si se ataca la inflación, habrá que considerar
que precios se sincera. ¿Será el alza de los ingresos populares y efectivas
medidas contra el monopolio productivo y de comercialización? ¿Seguirán la
demanda de ajuste y achicamiento del gasto público social? ¿Se frena la salida
de divisas suspendiendo el pago de la deuda, investigándola y haciendo cumplir
las sentencias judiciales en ese sentido (Juez Ballesteros, del año 2000 y
otras acciones en la Justicia)? ¿Se desdobla el mercado financiero favoreciendo
depreciaciones o devaluaciones solicitadas por el poder económico?
Son demasiados interrogantes que los cambios por si solos no definen y más que esperar, la presión social debe ser mayor que la presión ideológica de los viejos nuevos referentes de las clases dominantes que vuelven a poblar los medios de comunicación solicitando ajuste, reducción del gasto, aumento de tarifas, liberación del comercio de divisas y seguridad jurídica de las inversiones externas. Cómo hemos sostenido en varias ocasiones, el gran interrogante es qué presión se ejerce con más fuerza. Una de ellas es la jornada de movilización de la CTA del 20 de noviembre, por cambios en la política económica que satisfagan las necesidades de los trabajadores y de los de abajo.
Son demasiados interrogantes que los cambios por si solos no definen y más que esperar, la presión social debe ser mayor que la presión ideológica de los viejos nuevos referentes de las clases dominantes que vuelven a poblar los medios de comunicación solicitando ajuste, reducción del gasto, aumento de tarifas, liberación del comercio de divisas y seguridad jurídica de las inversiones externas. Cómo hemos sostenido en varias ocasiones, el gran interrogante es qué presión se ejerce con más fuerza. Una de ellas es la jornada de movilización de la CTA del 20 de noviembre, por cambios en la política económica que satisfagan las necesidades de los trabajadores y de los de abajo.
Hemos
dicho hasta el cansancio que la economía es política y que los interrogantes
que hoy pueblan las especulaciones mediáticas solo se resuelven en la correlación
de fuerzas de la confrontación de intereses. No existe el bienestar general,
sino la satisfacción de las necesidades de los sectores más desfavorecidos o
las demandas del poder dominante, la rentabilidad del capital, la concentración y la extranjerización
de la economía.
¿KICILLOF
EL MINISTRO MARXISTA?.
*****
Rolando
Astarita
El
nombramiento como ministro de Economía del doctor Axel Kicillof se está
presentando al público como el acceso de un marxista a la conducción de la
política económica. Por ejemplo, Francisco Jueguen titula una nota, aparecida
en La Nación, “Kicillof, el economista marxista que se queda con todo el
timón”. En la misma lo describe como “un marxista declarado”, que habría
interpretado “la teoría keynesiana con los conceptos de Marx”. Y Morales Solá
lo presenta como un “enamorado de Marx y de Keynes” (también en La Nación,
20/11/13). Indudablemente, esta identificación de Kicillof con la teoría
marxiana contribuye a confundir y diluir el contenido crítico y subversivo de
la obra de Marx. El objetivo de esta nota es explicar, brevemente, por qué lo
de Kicillof no tiene nada que ver con la teoría o las posiciones políticas de
Marx.
Antes de entrar en el tema, respondo de antemano una posible objeción que se me puede dirigir, y que se condensaría en la pregunta “¿desde qué posición se puede decidir quién es o no es marxista”? Después de todo, existen muchas variedades de “marxismos”. ¿”Con qué derecho usted decide que Kicillof no tiene nada que ver con el marxismo”? La objeción en principio es válida, ya que muchas veces en el marxismo se “excomulgó” a gente por el simple hecho de cuestionar tal o cual aspecto de la teoría de Marx o, peor aún, la de algún marxista “consagrado” (llámese Lenin, Stalin, Trotsky, Mao, etc.).
Antes de entrar en el tema, respondo de antemano una posible objeción que se me puede dirigir, y que se condensaría en la pregunta “¿desde qué posición se puede decidir quién es o no es marxista”? Después de todo, existen muchas variedades de “marxismos”. ¿”Con qué derecho usted decide que Kicillof no tiene nada que ver con el marxismo”? La objeción en principio es válida, ya que muchas veces en el marxismo se “excomulgó” a gente por el simple hecho de cuestionar tal o cual aspecto de la teoría de Marx o, peor aún, la de algún marxista “consagrado” (llámese Lenin, Stalin, Trotsky, Mao, etc.).
En este
respecto, pienso que nada puede suplantar el criterio que está relacionado con
la idea (dialéctica) del “salto de
cantidad en calidad”. Esto es, existe todo un espacio de matices,
disonancias y críticas a aspectos de la teoría, que se mantienen, empero,
dentro de una matriz de pensamientos que conforman un corpus teórico y político
con una fisonomía característica. Son “alteraciones cuantitativas” que no
alteran de manera la matriz básica. Pero por otra parte, existen
cuestionamientos que se colocan en un punto de ruptura cualitativo. Por caso,
dado que la teoría de la explotación constituye uno de los rasgos definitorios
del marxismo, si alguien sostiene que el modo de producción capitalista no es
explotador, no podría encajar, de ninguna manera, dentro de la corriente del
pensamiento marxista. Esto significa que en algunos puntos hay que establecer
límites que permitan determinar (y toda determinación es negación) y
diferenciar (no hay diferenciación sin determinación) las corrientes
ideológicas y políticas. De lo contrario, entraríamos en esa noche en que
“todos los gatos son pardos”, y no habría posibilidad siquiera de asumir
posiciones políticas definidas. En lo que se refiere al nuevo ministro de
Economía la primera y principal diferenciación tiene que ver con la posición
política que ocupa.
Un ministro
burgués, no socialista
En la
sección de “Comentarios” de este blog, un lector envió esta interesante
reflexión de Rosa Luxemburgo,
realizada a propósito de los debates sobre el caso Millerand. Aclaremos que Alexandre Millerand fue el primer
socialista en aceptar, en 1899, un
cargo de ministro en el gobierno burgués del primer ministro René Waldeck
Rousseau, de Francia. En su momento lo hizo con el argumento de “defender a la República” frente a la
derecha. La realidad es que Millerand pasó a colaborar con la burguesía en el
mantenimiento del orden del capital. Durante años la cuestión del millerandismo
se debatió en la Segunda Internacional. La izquierda socialista condenaba la
entrada de los socialistas en gobiernos burgueses, y el pasaje de Rosa
Luxemburgo sintetiza en buena medida esa postura: “Con la entrada de un socialista en el gobierno, la dominación de clase
sigue existiendo: el gobierno burgués no se transforma en un gobierno
socialista, pero en cambio un socialista se transforma en un ministro burgués” (El
pensamiento de Rosa Luxemburgo, Antología).
Mi idea
es que esta vieja caracterización de Rosa
Luxemburgo conserva toda su vigencia, por la elemental razón de que no se
puede estar “de los dos lados del mostrador”. Para explicarlo con un ejemplo
sencillo: es una realidad que la explotación del trabajo demanda el
apaciguamiento, por todos los medios posibles (coerción, convencimiento,
desmoralización) de la lucha de clases. Cuanto más pasivamente soporten los
trabajadores la explotación, mejores condiciones tendrá el capital “en general”
para extraer plusvalía y más animado se encontrará para reinvertirla. La “confianza” y “el clima de negocios” que
piden los capitales, tiene este contenido. El
Estado, lógicamente, depende también de que esta operación de generación y
extracción de plusvalía sea exitosa. Por lo tanto, y al margen de diferencias
coyunturales con tal o cual fracción del capital, el personal de conducción del
Estado tiene que cumplir la misión de garantizar esas condiciones generales. Y
aquí, el antagonismo de clases parte aguas. No se puede estar en el medio, y
conciliar entre explotados y explotadores no es estar en el medio.
Aclaremos
que la naturaleza del asunto no se altera si en lugar del capital privado se
trata del capitalismo de Estado. Una
empresa estatal, en la sociedad burguesa, es una empresa capitalista, como ya
lo señalaban Marx y Engels a
propósito de las estatizaciones de Bismark,
y como lo confirma toda la historia del capitalismo de Estado (ver aquí). Un
marxista colaborando desde el Estado
burgués en la explotación del trabajo “estatizado”, no tiene manera de
encajar en la matriz de la política derivada de la teoría de la plusvalía y la
contradicción entre el capital y el trabajo.
Precios
decididos desde el Estado capitalista.
Los analistas
más reaccionarios acostumbran decir que de las tesis de Marx se deriva que el Estado burgués puede manejar los
precios, y decidir en consecuencia sobre costos y ganancias de empresas. Según
esta interpretación, Marx podría
haber aconsejado emparchar el sistema capitalista a favor “del pueblo”,
mediante la administración burocrática capitalista de precios, salarios y
ganancias. También mucha izquierda
“progre bienpensante” comparte la creencia. Así, por ejemplo, el presidente
Nicolás Maduro estaría dirigiendo la
economía venezolana por los carriles de un “socialismo
siglo XXI”, inspirado, en última instancia, en el marxismo. Algo similar
podría decirse de las políticas que desplegó Guillermo Moreno, el hasta ayer Secretario de Comercio Interior,
que terminaron dando como resultado que un kilo de pan en Argentina esté más
caro que en España. Dado que Kicillof
comparte este enfoque, en lo sustancial, no habría mejor prueba de su ideología
“marxista”.
Pero lo
cierto es que la pretensión de “manejar los precios desde el Estado”, y “a favor del pueblo”, no encuentra
apoyo alguno en las ideas de Marx.
Ya en otras notas expliqué por qué los precios no son manejables por la
burocracia estatal capitalista. La
teoría de Marx del fetichismo de la mercancía se basa, precisamente, en la
idea de que la ley del valor trabajo es objetiva; se impone, en tanto exista el
modo de producción capitalista, al margen de la voluntad de los actores
económicos. Por esto mismo, las crisis
económicas son fenómenos objetivos, anclados en esas mismas relaciones
sociales.
¿Cuál es entonces la base teórica de las políticas “a lo Maduro-Moreno-Kicillof”? Pues una teoría ajena a la de Marx (en mi opinión, también a la de Keynes). Hasta donde alcanza mi conocimiento, su raíz se encuentra en la CEPAL. Recordemos que la primera explicación de Prebisch sobre el deterioro de los términos de intercambio se basó en la idea de que los precios se establecían, en el mercado mundial, a partir de relaciones de poder. Armando Di Filippo, un autor cepaliano, resume muy bien este enfoque: si bien los estructuralistas no niegan “el grado de verdad” que tiene la teoría neoclásica (los precios están influenciados por la escasez y utilidad) o la clásica y marxista (los precios guardan relación con el trabajo humano), sostienen que en última instancia los precios reflejan posiciones de poder de los agentes o actores sociales (véase Di Filippo, 2009, “Estructuralismo latinoamericano y teoría económica”, Revista de la CEPAL, 98, agosto). Se puede acordar o no con esta explicación, pero no hay manera de atribuírsela a Marx. Sin embargo, desde hace años Kicillof mezcla estas posiciones. Recodemos también que ya había “metido la pata” al sostener -fue su tesis doctoral- que Keynes era partidario de la teoría del valor trabajo (un disparate que critiqué aquí). De manera que el nuevo ministro de Economía ha logrado un indigesto guiso teórico, en el que se mezclan, sin orden ni concierto, Marx, Keynes, valor trabajo, Prebisch y precios “por relación de fuerzas”. A esto se le llama hoy “heterodoxia”, que por supuesto, emociona a la militancia peronista de izquierda y stalinista. Aunque todo esto es solo pantalla ideológica (más popularmente, “verso”) destinada a disimular a un saltimbanqui intelectual, posando de “radical economist”.
¿Cuál es entonces la base teórica de las políticas “a lo Maduro-Moreno-Kicillof”? Pues una teoría ajena a la de Marx (en mi opinión, también a la de Keynes). Hasta donde alcanza mi conocimiento, su raíz se encuentra en la CEPAL. Recordemos que la primera explicación de Prebisch sobre el deterioro de los términos de intercambio se basó en la idea de que los precios se establecían, en el mercado mundial, a partir de relaciones de poder. Armando Di Filippo, un autor cepaliano, resume muy bien este enfoque: si bien los estructuralistas no niegan “el grado de verdad” que tiene la teoría neoclásica (los precios están influenciados por la escasez y utilidad) o la clásica y marxista (los precios guardan relación con el trabajo humano), sostienen que en última instancia los precios reflejan posiciones de poder de los agentes o actores sociales (véase Di Filippo, 2009, “Estructuralismo latinoamericano y teoría económica”, Revista de la CEPAL, 98, agosto). Se puede acordar o no con esta explicación, pero no hay manera de atribuírsela a Marx. Sin embargo, desde hace años Kicillof mezcla estas posiciones. Recodemos también que ya había “metido la pata” al sostener -fue su tesis doctoral- que Keynes era partidario de la teoría del valor trabajo (un disparate que critiqué aquí). De manera que el nuevo ministro de Economía ha logrado un indigesto guiso teórico, en el que se mezclan, sin orden ni concierto, Marx, Keynes, valor trabajo, Prebisch y precios “por relación de fuerzas”. A esto se le llama hoy “heterodoxia”, que por supuesto, emociona a la militancia peronista de izquierda y stalinista. Aunque todo esto es solo pantalla ideológica (más popularmente, “verso”) destinada a disimular a un saltimbanqui intelectual, posando de “radical economist”.
Legitimanda “por izquierda” la colaboración con el
Estado burgués.
Por
supuesto, no se trata sólo, ni principalmente, de cuestiones teóricas. Con esa
mezcolanza de Keynes y Marx, nuestro
“académico-marxista-keynesiano” pretende justificar una intervención “a favor
del pueblo” a partir de los mandos del ministerialismo burgués. Se legitimaría
así “por izquierda” la intervención estatal en la lucha de clases. Intervención
que no puede no estar determinada por la naturaleza de clase del Estado en la
sociedad capitalista (incluso cuando se trata de capitalismo de Estado). Con el
agravante de que infunde la creencia de que los trabajadores deben confiar en
la acción “salvadora” de ese Estado; un mensaje muy apreciado por todo
burócrata, sindical o estatal.
Como
puede entender cualquiera que mínimamente esté compenetrado y comprometido con
las ideas de marxismo, todo esto no tiene nada que ver con Marx. No es casual, por eso, que la prensa más reaccionaria se
empeñe en afirmar que con Kicillof el
marxismo llegó al comando de la economía argentina. La identificación del
estatismo burgués con el socialismo siempre ha sido funcional a la propaganda
anti-socialista. El caso que nos ocupa, no constituye una excepción a la regla.
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1 comentario:
Para aportar a esta discusión, dejo la dirección electrónica del siguiente artículo:
KEYNES Y LA LEY DEL VALOR TRABAJO:
A PROPÓSITO DEL MINISTRO KICILLOF Y SU TESIS DOCTORAL,
disponible en: http://www.ips.org.ar/?p=8039
Paula Bach.
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