domingo, 10 de noviembre de 2013

LA CORRUPCIÓN EN CANADA.

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Sin embargo, tenemos hoy en día tres casos sobresalientes y emblemáticos que envuelven a los representantes políticos canadienses. En el municipio de Toronto el alcalde de la ciudad, Rob Ford, está al borde del desafuero por ser protagonista de una grotesca cuchipanda en las oficinas del City Hall donde se consumió abundantes bebidas alcohólicas, se contrató mujeres copetineras y se fumó “crackcocaine”. En el nivel provincial de Ontario, todavía huele mal la investigación del mega proyecto por mil cien millones de dólares de la planta de gas que obligó a la renuncia al premier Dalton McGuinty; y en Ottawa la capital el escándalo de los cobros indebidos y fraudulentos hechos por tres senadores y las altas sumas en salarios y estipendios de esa cámara novelesca de notables han sacudido de arriba abajo al gobierno conservador de ultraderecha del primer ministro Stephen Harper.

En orden a la importancia nos preocupa la investigación sobre el Senado a cargo de la RCMP, policía federal, por cuanto el gobierno de mayoría parlamentaria pero de minoría popular, sólo el 39% votó por él, del primer ministro Harper ha querido remediar el problema del fraude cometido con la suspensión de tres senadores estrella nombrados por él. La ciudadanía tiene derecho a saber la verdad acerca de los gastos escandalosos del Senado, donde el esfuerzo de Harper está destinado a evitar la responsabilidad personal y la de su despacho. Recordemos que desde cuando Stephen Harper llegó a Ottawa, el proceso democrático se ha ido deteriorando hasta la pérdida de confianza en las instituciones, por ejemplo, él prometió una reforma del senado que nunca ocurrió; y este maltrato a la democracia ha ido de mal a peor luego de su tercera elección donde obtuvo una mayoría parlamentaria con una minoría de votos ciudadanos.
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LA CORRUPCIÓN EN CANADA.
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Viernes 8 de noviembre del 2013.

Carlos Angulo Rivas (especial para ARGENPRESS.info)

Los escándalos políticos en los últimos días han sido sucesivos alrededor de la corrupción en las altas esferas de gobierno en Canadá. Los medios de comunicación han estado muy activos en cuanto a las investigaciones públicas y policiales. Y como dice el proverbio popular: en todas partes se cuecen habas, ya que cuando hablamos de este tema candente de inmoralidad en los hombres públicos casi siempre pensamos o nos referimos a los gobiernos de México para abajo y casi nunca a Estados Unidos y Canadá.

Sin embargo, tenemos hoy en día tres casos sobresalientes y emblemáticos que envuelven a los representantes políticos canadienses. En el municipio de Toronto el alcalde de la ciudad, Rob Ford, está al borde del desafuero por ser protagonista de una grotesca cuchipanda en las oficinas del City Hall donde se consumió abundantes bebidas alcohólicas, se contrató mujeres copetineras y se fumó “crackcocaine”. En el nivel provincial de Ontario, todavía huele mal la investigación del mega proyecto por mil cien millones de dólares de la planta de gas que obligó a la renuncia al premier Dalton McGuinty; y en Ottawa la capital el escándalo de los cobros indebidos y fraudulentos hechos por tres senadores y las altas sumas en salarios y estipendios de esa cámara novelesca de notables han sacudido de arriba abajo al gobierno conservador de ultraderecha del primer ministro Stephen Harper.

En orden a la importancia nos preocupa la investigación sobre el Senado a cargo de la RCMP, policía federal, por cuanto el gobierno de mayoría parlamentaria pero de minoría popular, sólo el 39% votó por él, del primer ministro Harper ha querido remediar el problema del fraude cometido con la suspensión de tres senadores estrella nombrados por él. La ciudadanía tiene derecho a saber la verdad acerca de los gastos escandalosos del Senado, donde el esfuerzo de Harper está destinado a evitar la responsabilidad personal y la de su despacho. Recordemos que desde cuando Stephen Harper llegó a Ottawa, el proceso democrático se ha ido deteriorando hasta la pérdida de confianza en las instituciones, por ejemplo, él prometió una reforma del senado que nunca ocurrió; y este maltrato a la democracia ha ido de mal a peor luego de su tercera elección donde obtuvo una mayoría parlamentaria con una minoría de votos ciudadanos.

Hasta ahora Harper ha nombrado 59 senadores entre sus amigos de partido y tres de ellos, Patrick Brazeau, Pamela Wallis y Mike Dufy, principales máquinas de la campaña electoral a su favor están siendo investigados por la policía, han sido separados del partido Conservador y suspendidos sin goce de haber. Una salida rápida a fin de paralizar las investigaciones policiales cuyas ramas en el senado llegan a un problema de orden ético en el reparto Conservador-Liberal de una institución inservible y dispendiosa. La integridad consustancial al liderazgo de un país y la honestidad de los políticos a manera de ejemplo de los ciudadanos, han caído de su propio pedestal en medio de los escándalos.

La única solución práctica a los repetidos conflictos de intereses, a los serios inconvenientes de la corrupción, a los graves dilemas de la inmoralidad, arrastrados por el Senado desde su creación sería la abolición de este organismo antidemocrático e inútil. Observemos que el senado en Canadá no es una cámara legislativa porque no elabora ni discute ni aprueba leyes; tampoco es un órgano representativo de los ciudadanos porque ninguno de sus miembros es elegido por el voto popular como sucede en otros países; y por último no es democrático porque el reparto de los nombramientos recae en una sola persona, el primer ministro. Tenemos así la presencia de un organismo pre-histórico e inservible, inoperante y decorativo, financiado por sumas millonarias provenientes de los contribuyentes.

A pesar del disgusto mostrado por Stephen Harper, comprometido con el actual escándalo del Senado, durante el fin de semana en la convención del partido Conservador sobre políticas a seguir, varios miembros del parlamento en coincidencia con una mayoría de ciudadanos, abogaron por la abolición del Senado. Este es un sentimiento popular inocultable que debe llevarse al referéndum la próxima primavera (Abril) propuso el MP Maxime Bernier. No obstante, los defensores de este organismo de elite, representativo de las clases empresariales, propietarias, dirigentes y políticas, salieron al paso con justificaciones extravagantes ajenas al sistema parlamentario de gobierno existente en Canadá.

En las raíces del escándalo en el Senado que ha debilitado al gobierno conservador de ultraderecha de Harper, también ha renacido la exaltación adversa de los ciudadanos, los trabajadores y los jóvenes, quienes padecen en carne propia el contraste entre los privilegios, los altos salarios, los gastos de representación, secretarios y oficinas, frente a la austeridad decretada contra la población por la agenda capitalista neoliberal. Ciento tres miembros de este organismo, más la burocracia a su alrededor, cobran mensualmente espléndidos salarios sin observarse resultados positivos y útiles a la sociedad, mientras el gobierno de Harper lanza un masivo ataque a los gastos sociales y al sector público, recortando los presupuestos de salud, educación, asistencia social, desempleo, y las pensiones de retiro.

Hoy el gobierno Conservador está profundamente debilitado por una confusa “suspensión” en vez de la destitución de los tres senadores incursos en los delitos de fraude; además, enfrenta dos corrientes políticas; por un lado están los Liberales con la voz elevada para salvar el Senado, institución representativa de las altas clases dirigentes, mediante una reforma integral modernizadora dicen; por otro lado están los NDPs, los trabajadores, los jóvenes y las comunidades sociales, los analistas políticos, demandando la desaparición total del senado, anacrónica “Cámara de los Lores” canadiense. En las actuales circunstancias, el debate sobre la abolición del senado, cuerpo desacreditado e inservible, requerirá de la participación ciudadana, del aporte de las universidades, las federaciones laborales, los partidos, los centros comunitarios, las comunidades representativas, para luego ir a una consulta popular. El compromiso por la transparencia ética y moral en el parlamento y en la administración pública debe prevalecer y ser apoyado por todos.
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Carlos Angulo Rivas es poeta y escritor peruano.

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