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En América Latina, la Sociedad Interamericana de
Prensa (SIP) es una caricatura de esta postura ideológica. Más que en otros continentes, el sistema mediático se ha convertido en
un actor político de choque contra los gobiernos progresistas. En Venezuela, participó abiertamente en el
golpe de Estado del 11 de abril de 2002 contra el presidente Hugo Chávez.
En otros países, como Argentina, Bolivia
y Ecuador, está llevando campañas de desestabilización contra los
respectivos gobiernos en un intento de impedir toda democratización de la legislación del sector de la
comunicación. En estos países, en su gran mayoría, los medios privados se comportan como fuerzas de oposición y, en
ocasiones, como fuerzas golpistas. Los
Estados Unidos es otro ejemplo del papel anti-democrático del sistema mediático. La vida
política está secuestrada por las grandes corporaciones que gastan miles de millones de dólares
para comprar espacio o tiempo de publicidad en los medios a fin de derrotar a los candidatos al Congreso hostiles a sus
intereses, y elegir otros que serán entonces meras marionetas en sus manos.
La sentencia de la Corte Suprema del 21 de enero de 2010 permite a las empresas financiar
sin limitaciones las campañas electorales. Le da carácter oficial al concepto
“un dólar, un voto”.
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Los Medios Públicos no pueden abandonar el campo de
batalla cultural.
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ALAI. América latina en
Movimiento.
Viernes 22 de noviembre del
2013.
Bernard Cassen.
En lo que llamamos en
Francia el “paisaje audiovisual”, los canales públicos de radio y televisión
son sólo una fracción de importancia muy variable según el país y el momento.
En unos pocos países – digamos por ejemplo Corea del Norte – el sector público puede
ocupar la totalidad del espacio. En otros, por ejemplo los Estados Unidos, este
sector tiene una presencia muy limitada, aunque su influencia en el debate de
las ideas, la educación y la cultura va más allá de su alcance. Entre estos dos
extremos, se puede hablar de un “modelo europeo” que combina un sector público
fuerte y dispositivos de regulación que se aplican a todos los servicios de
comunicación audiovisual, ya sean públicos o privados.
En primer lugar, tenemos que hacer algunos
recordatorios para saber de que realmente estamos hablando:
- Hay que hacer la
diferencia entre medios públicos y medios de comunicación del Estado o del
gobierno. Además del Estado nacional y del gobierno, hay otras entidades de
carácter público que tienen derecho a expresarse de forma independiente: los
parlamentos; los partidos políticos; los sindicatos; los poderes locales
(regiones, municipios, comunas); los grupos y organizaciones culturales,
étnicas, religiosas y lingüísticas; las universidades y los centros de
investigación, etc.
- Incluso en los sistemas
nacionales sujetos a una regulación pública de todos los medios audiovisuales,
el sector privado tiene como objetivo principal hacer dinero. Esto había sido
formulado cínicamente por Patrick Lelay, entonces presidente del mayor canal de
televisión privado francés, TFI, en un libro publicado en 2004. Según él, su
trabajo era vender a los anunciantes “tiempo de cerebro humano disponible”.
- Sin embargo, con la
creciente concentración del sector de la comunicación – del cual las emisoras
privadas de radio y televisión son sólo un componente – el sistema mediático no
obedece únicamente a una lógica de rentabilidad. También es un poderoso vector
mundial de la ideología neoliberal que califica todas las medidas de regulación
pública en favor del pluralismo y de los bienes comunes de la sociedad de
“ataque a la libertad de información”, “a los derechos humanos”, etc.
En América Latina, la
Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) es una caricatura de esta postura
ideológica. Más que en otros continentes, el sistema mediático se ha convertido
en un actor político de choque contra los gobiernos progresistas. En Venezuela,
participó abiertamente en el golpe de Estado del 11 de abril de 2002 contra el
presidente Hugo Chávez. En otros países, como Argentina, Bolivia y Ecuador,
está llevando campañas de desestabilización contra los respectivos gobiernos en
un intento de impedir toda democratización de la legislación del sector de la
comunicación. En estos países, en su gran mayoría, los medios privados se
comportan como fuerzas de oposición y, en ocasiones, como fuerzas golpistas.
Los Estados Unidos es otro
ejemplo del papel anti-democrático del sistema mediático. La vida política está
secuestrada por las grandes corporaciones que gastan miles de millones de
dólares para comprar espacio o tiempo de publicidad en los medios a fin de
derrotar a los candidatos al Congreso hostiles a sus intereses, y elegir otros
que serán entonces meras marionetas en sus manos. La sentencia de la Corte
Suprema del 21 de enero de 2010 permite a las empresas financiar sin
limitaciones las campañas electorales. Le da carácter oficial al concepto “un
dólar, un voto”.
Hasta el punto de que Barack
Obama, a pesar de ser beneficiario de este sistema –había recogido mas
aportaciones financieras que su competidor – calificó la sentencia de la Corte
de “gran victoria para las multinacionales petroleras, los bancos de Wall
Street, las compañías de seguros y otros grupos de interés quienes, cada día,
movilizan fuerzas en Washington para ahogar la voz del pueblo estadounidense”.
A cambio de un diluvio de
dólares, ciertos medios de comunicación se abstienen de toda crítica de los
candidatos beneficiarios de esta compra de votos. En cada elección, estamos
frente a un golpe de Estado electoral organizado por lo que podría llamarse el
complejo mediático-financiero, no ajeno al complejo militar-industrial
denunciado por Eisenhower en 1952 al abandonar la Casa Blanca. La ausencia de
regulación de la financiación de las campañas electorales y la debilidad de los
medios públicos impiden cualquier contrapeso al poder del dinero.
La situación es más
sofisticada en Europa. Por un lado, la financiación de las campañas electorales
es generalmente enmarcada en la ley; por otro lado, no existe el concepto de
canal de radio o televisión “opositor”. Debido a los dispositivos de
regulación, partidos políticos de la oposición, cualquiera que sea el gobierno,
tienen cierto acceso a los canales públicos y privados. Pero sería un gran
error centrarse sólo en este derecho de acceso. El formateo de las mentes se
hace de manera mucho menos visible a través de la estructura y del contenido de
los noticieros: sensacionalismo (crímenes, accidentes, catástrofes); reducción
de la política a polémicas superficiales; cobertura de los problemas económicos
y de las luchas sociales a través del prisma neoliberal.
El tratamiento de los
movimientos sociales obedece a cinco objetivos que el colectivo de comunicación
de la CLOC (Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo) de la Vía
Campesina, ha identificado. Se publicó en la edición de enero de 2013 dedicada
a la comunicación de la revista América Latina en Movimiento (1) producida por ALAI (Agencia Latinoamericana de Información) que recomiendo
encarecidamente la lectura . Estos son los objetivos:
- Cooptar mediante el
personalismo. Personalizar las luchas destacando los dirigentes escogidos no
por los trabajadores, sino por los medios de comunicación
- Dividir
- Criminalizar las luchas
sociales
- Imponer agendas
- Invisibilizar las luchas
Estos métodos no son
exclusivos de América Latina, también se aplican al resto del mundo,
especialmente en Europa.
Las cuestiones de control o
la falta de control de la información en la radio y la televisión, y el
contenido de los programas de noticias son sólo parte del problema. Para
evaluar el impacto político e ideológico global de las empresas de medios
audiovisuales, es también, y quizás lo más importante, tener en cuenta los
programas de entretenimiento, por el
número de horas que representan.
En Francia, las personas mayores de 4 años pasan un
promedio de 3.50 hrs por día frente a las
pantallas de televisión. Las personas mayores de 13 años escuchan la radio una
media de 2.58 hrs por día. Y eso sin contar el tiempo que pasan ahora, gracias
a Internet, frente a las pantallas del ordenador, tabletas y teléfonos
inteligentes (smartphones), fenómeno al que regresaré en un momento. Una
pequeña fracción del tiempo es la que se dedica a la información política en el
sentido estricto del término. Todo lo demás es entretenimiento, donde hay que
incluir a los deportes.
Este es uno de los
principales retos a los radiodifusores públicos para cumplir con su misión de
difusión de la cultura, de promoción de la identidad, de integración y de
defensa de las lenguas nacionales.
Las situaciones varían
mucho de un país a otro. Dejaré a mis colegas de América Latina el tratamiento
de su propio continente, y en particular el análisis del contenido y de los
resultados de las iniciativas constitucionales y legislativas en materia de
derecho a la comunicación en Venezuela, Uruguay, Ecuador, Bolivia, Brasil y
Argentina. Permítanme mencionar algunas tendencias importantes en Europa,
principalmente en Francia. Vamos a ver cómo convergen o no con los existentes
en otras partes del mundo.
De antemano, recuerdo lo
que dije al principio de esta presentación sobre la necesaria distinción entre
canal público de radio y televisión y canal de radio o televisión de Estado o
de Gobierno. Nadie en Europa defiende un monopolio estatal abolido en Francia
en 1982. Nadie en Europa tampoco defiende la idea de que una cadena pública
debe estar al servicio del gobierno. Dicho esto, se entiende que cuando los
medios privados se vuelven violentamente hostiles, es grande la tentación de
convertir a los medios de comunicación públicos en herramientas de promoción
exclusiva del gobierno.
En última instancia, sin
embargo, esta opción puede ser contraproducente, porque si hay un cambio en el
poder, por ejemplo después de una derrota electoral, la oposición controlaría
tanto los medios de comunicación públicos como los privados… La batalla a
librar es la democratización de los sectores tanto público como privado, y por
lo tanto el pluralismo interno en ambos.
Esta batalla se da también
en Europa, aunque con formas menos espectaculares que en América Latina. Sin
lugar a dudas, en sus estatutos, el sector público no es la correa de
transmisión del poder político, pero está sometido a las presiones y a las
intervenciones gubernamentales. Podríamos citar muchos ejemplos, especialmente
en Italia y Francia. En nuestros dos continentes, por no hablar de los demás,
el deseo por la democracia y la libre expresión de las diferencias es un
componente de toda identidad nacional. Por eso no debemos temer que esta
aspiración se convierta en un requisito para el sector público.
En cualquier caso, con la
explosión del número de canales y la convergencia de las comunicaciones
audiovisuales y de las comunicaciones electrónicas, el sector público tiene que
competir con la proliferación del sector privado y no tiene a priori una
audiencia garantizada. Él debe conquistar y retener a esta audiencia. Es inútil
producir programas que nadie o muy pocas personas ven o escuchan.
La situación se complica
aún más con la nueva tendencia de los jóvenes que se apartan de la televisión
en favor de Internet. Un estudio realizado en Francia en enero de 2013 mostró
que semanalmente los jóvenes de 13 a 19 años gastan de 13.00 hrs Web contra
11.15 hrs viendo la televisión, y esta brecha es cada vez mayor. En su
ordenador, componen sus propios menús a partir de los sitios de replay, de los
canales de televisión, y sobre todo de las plataformas de intercambio de videos
como YouTube o su equivalente francés Daily Motion.
Esta migración de los
jóvenes de la televisión al ordenador (y también tabletas y teléfonos
inteligentes), y por lo tanto la migración de programas sin ningún tipo de
limitaciones físicas o de tiempo, no puede ser ignorada. Los canales de
televisión tendrán que adaptarse. No saben todavía cómo, ni los privados ni los
públicos. Pero éstos últimos tienen una responsabilidad especial para anticipar
este fenómeno si no quieren que los paquetes de programas que cada uno puede
componer de forma individual.
La cuestión del control
político de la información producida por el sector audiovisual público tiende,
con demasiada frecuencia, a eclipsar el contenido de sus programas. Sin embargo,
son ellos, mucho más que los noticieros, los que contribuyen al formateo de las
mentes. Desde este punto de vista, no vemos diferencias fundamentales entre los
canales públicos y los canales privados. Se nota en particular que las series
estadounidenses son omnipresentes en los canales privados de máxima audiencia,
y tienen también un espacio importante en las cadenas públicas, en detrimento
de la producción nacional.
Esto también es cierto en
otros países de Europa continental. Romano Prodi, ex Primer Ministro de Italia
y ex presidente de la Comisión Europea, dijo lo siguiente ante el Parlamento
Europeo el 13 de abril de 1999 : “La fuerza de la cultura estadounidense en un
sentido amplio, tal como se expresa simbólicamente por los medios de comunicación,
es vista por algunos como si pudiera constituir una referencia unitaria para
una Europa en busca de su alma. Esta suposición no es escandalosa”. La
consecuencia lógica de esta rendición incondicional de un alto funcionario
europeo es la promoción del inglés como lengua común de Europa y por supuesto,
del resto del mundo.
El gran desafío a los
canales públicos, europeos y de América Latina, es la producción de programas
que, respetando la letra y el espíritu de su misión, sean a la vez populares y
de alta calidad con el fin de atraer a una gran audiencia. Esto es a la vez una
cuestión de creatividad y de libertad de expresión cultural y una cuestión de
financiación para deshacerse de la dictadura de la publicidad.
Hay que resistir a la
tentación de limitar las producciones del sector público a unas audiencias
minoritarias. Sería abandonar el campo de batalla cultural. No debemos
encontrarnos en el dilema que el sociólogo francés Henri Maler formuló de este modo: “Para que los espectadores no
tengan que elegir entre los programas demagógicos sujetos al mercado y los
programas educativos presentados por el Estado; entre el entretenimiento comercial (y privado),
por un lado, y la formación ascética (pero pública) del otro”.
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- Bernard Cassen
es profesor emérito de la Universidad de Paris 8, ex director general de Le
Monde Diplomatique y secretario general de la ONG Mémoire des luttes (Memoria
de las luchas), París. Intervención en el panel “Integración, Cultura e
Identidad”, del Primer Festival Internacional de Radio y Televisión, celebrado
en La Habana, el 9 de septiembre 2013.
Fuente: UPEC
Boletín Entorno, Año 11
Número 94, Cubarte, 2013-11-21
[1] NdE: El texto en referencia es parte del libro "Democratizar la palabra:
Movimientos convergentes en comunicación", p. 107, disponible en versión
digital en http://alainet.org/publica/democom/
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