La Iniciativa de Infraestructura Global es el más reciente de una
serie de nuevos programas relativos a la infraestructura que
fueron anunciados en el ámbito multilateral en las últimas semanas. A comienzos
de octubre, el Banco Mundial
anunció un proyecto llamado Fondo para
la Infraestructura Mundial (GIF, en inglés), que parece tener un
mandato muy similar a la nueva iniciativa del G-20. Y a fin de ese mes, el
gobierno chino anunció la creación de un nuevo Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura (AIIB). Muchos
sugieren que los anuncios del Banco
Mundial y del G-20 estuvieron motivados por el forzado ingreso de China a
este escenario. Sin embargo, hasta ahora queda poco claro cuál es la estrategia
del proyecto del G-20. “Con tantas
iniciativas discretas que repentinamente se ponen en marcha, me pregunto si el nuevo proyecto
del G-20 no causa confusión”, dijo Morris.
“En este momento es muy
difícil
ver una división de responsabilidades entre los proyectos de infraestructura del
G-20 y el Banco Mundial. La
diferencia más notoria entre esos dos y el del AIIB es que los chinos ofrecen capital real para las inversiones”,
agregó. La idea de la nueva iniciativa se originó en una entidad empresarial asesora del G-20
y conocida como Business
20 (B-20), que dice apoyar “plenamente” la nueva Iniciativa de Infraestructura
Global. Esta “es un paso crucial en el
abordaje del crecimiento mundial y el desafío del empleo, y la comunidad
empresarial aprueba firmemente los compromisos del G-20 en cuanto a aumentar la inversiones de calidad en
infraestructura”, dijo el lunes 17 el presidente del B-20, Richard
Goyder. “El B-20 estima que
mejorar la preparación, estructura y entrega de proyectos podrá mejorar la
capacidad de infraestructura en (aproximadamente) 20 billones de dólares para
2030”, señaló. Goyder
también se comprometió a que el sector empresarial apoye “fuertemente” los
nuevos proyectos.
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- Los países
industrializados accedieron a colaborar en un nuevo programa que busca
canalizar significativas inversiones del sector privado en proyectos mundiales
de infraestructura, particularmente en naciones en desarrollo.
La Iniciativa
deInfraestructura Global, acordada el domingo 16 por los gobiernos del Grupo de los 20 (G-20) países industrializados
y emergentes, no financiará en realidad nuevos proyectos. En cambio, buscará
crear entornos de inversión que sean más receptivos a los grandes inversores
extranjeros, y ayudar a conectar a gobiernos con financiadores.
El funcionamiento de la Iniciativa
será vigilado por una secretaría en Australia, país anfitrión de la cumbre
anual del G-20, que tuvo lugar los días 15 y 16 en la ciudad de Brisbane y que
hizo de la inversión en infraestructura una prioridad clave.
Esta oficina, conocida
como Centro de Infraestructura Global, fomentará la colaboración entre los
sectores público y privado, así como con los bancos
multilaterales.
Solo en los países en desarrollo, se
podrán requerir hasta un billón de dólares al año de inversiones adicionales,
aunque actualmente los gobiernos destinan apenas la mitad de esa suma.
“Con un mandato de cuatro años, el
Centro funcionará internacionalmente para ayudar a los países a mejorar sus
climas generales de inversión, reducir barreras a las inversiones, hacer crecer
sus proyectos en ciernes y ayudar a combinar inversores con proyectos”,
señalaron el primer ministro australiano, Tony Abbott, y el titular del Tesoro,
Joe Hockey, en un comunicado conjunto divulgado el domingo.
“Esto ayudará a mejorar el
funcionamiento de los mercados de infraestructura”, agregaron.
Algunos estiman que, de
esta manera, en los próximos 15 años se podrán movilizar unos dos billones de
dólares en nuevas inversiones para infraestructura. Esta suma se destinaría a
redes eléctricas, carreteras y puentes, puertos y otros grandes proyectos.
El G-20 ha surgido como la
principal agrupación multilateral encargada de promover la colaboración
económica. En conjunto, sus miembros representan 85 por ciento del producto
interno bruto mundial.
Con el amplio objetivo de
estimular el crecimiento económico mundial, la Iniciativa deInfraestructura
Global trabajará para motivar a grandes inversores institucionales –bancos, fondos de
pensiones y otros– para capitalizar a largo plazo el creciente déficit de
infraestructura en el mundo.
Solo en los países del Sur
en desarrollo, estas necesidades podrán requerir hasta un billón (millón de
millones) de dólares al año de inversiones adicionales, aunque actualmente los
gobiernos destinan apenas la mitad de esa suma.
En los últimos años, el
sector privado se apartó de la infraestructura en los países en desarrollo y
emergentes. Entre 2012 y 2013 solamente, esas inversiones se redujeron casi 20
por ciento, pasando a 150.000 millones de dólares, según el Banco Mundial.
“Esta nueva iniciativa
refleja de modo muy positivo una lectura clara de la evidencia de que hay
cuellos de botella y obstáculos en materia de infraestructura, tanto en el
mundo en desarrollo como en el industrializado”, dijo Scott Morris, del Centro para el Desarrollo Global, un grupo
de expertos con sede en Washington, en diálogo con IPS.
“Desde la perspectiva de
los donantes, esto indica que se escucha mejor lo que estos países realmente
están pidiendo”, añadió.
De todos modos, según
Morris, no está claro cuáles serán exactamente los resultados de la Iniciativa
deInfraestructura Global.
“El G-20 claramente busca
priorizar las inversiones en infraestructura, pero es difícil tener una idea de
dónde están las prioridades”, dijo.
Oportunidad
lucrativa
La Iniciativa de Infraestructura
Global es el más reciente de una serie de nuevos programas relativos a la
infraestructura que fueron anunciados en el ámbito multilateral en las últimas
semanas.
A comienzos de octubre, el Banco Mundial
anunció un proyecto llamado Fondo para la Infraestructura Mundial (GIF, en
inglés), que parece tener un mandato muy similar a la nueva
iniciativa del G-20. Y a fin de ese mes, el gobierno chino anunció la creación
de un nuevo Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura (AIIB).
Muchos sugieren que los
anuncios del Banco Mundial y del G-20 estuvieron motivados por el forzado
ingreso de China a este escenario. Sin embargo, hasta ahora queda poco claro
cuál es la estrategia del proyecto del G-20.
“Con tantas iniciativas
discretas que repentinamente se ponen en marcha, me pregunto si el nuevo
proyecto del G-20 no causa confusión”, dijo Morris.
“En este momento es muy
difícil ver una división de responsabilidades entre los proyectos de
infraestructura del G-20 y el Banco Mundial. La diferencia más notoria entre
esos dos y el del AIIB es que los chinos ofrecen capital real para las
inversiones”, agregó.
La idea de la nueva
iniciativa se originó en una entidad empresarial asesora del G-20 y conocida
como Business 20 (B-20), que dice apoyar “plenamente” la nueva Iniciativa de Infraestructura
Global.
Esta “es un paso crucial
en el abordaje del crecimiento mundial y el desafío del empleo, y la comunidad
empresarial aprueba firmemente los compromisos del G-20 en cuanto a aumentar la
inversiones de calidad en infraestructura”, dijo el lunes 17 el presidente del
B-20, Richard
Goyder.
“El B-20 estima que
mejorar la preparación, estructura y entrega de proyectos podrá mejorar la
capacidad de infraestructura en (aproximadamente) 20 billones de dólares para
2030”, señaló.
Goyder también se
comprometió a que el sector empresarial apoye “fuertemente” los nuevos
proyectos.
¿Una píldora
envenenada?
A la sociedad
civil, sin embargo, le preocupa que no esté claro si la Iniciativa
deInfraestructura Global impondrá condiciones a los nuevos proyectos a fin de
minimizar sus potenciales impactos.
“Es clave (…) que la Iniciativa
y el Centro de Infraestructura desarrollen procedimientos y prácticas no solo
para promover el desarrollo de infraestructura, sino también para garantizar
que los proyectos sean ambiental, social y económicamente sostenibles para los
países y comunidades anfitrionas”, dijoLise Johnson, del Centro de Desarrollo
Sostenible de la Universidad de Columbia, entrevistada por IPS.
Destacadas políticas
multilaterales de salvaguardas, como las que usa el Banco Mundial, suelen no
aplicarse a las asociaciones público-privadas, que probablemente estarán en la
mira de la nueva iniciativa del G-20. Además, las limitaciones regulatorias
pueden resultar demasiado espinosas desde el punto de vista político para que
el G-20 forje un nuevo acuerdo.
“En la evaluación 2013 de
la iniciativa de infraestructura del G-20 que hizo el Grupo de Trabajo sobre
Desarrollo del bloque, solo se ‘estancó’ un elemento de toda la agenda: el
relativo a las salvaguardas ambientales”,
dijo a IPS la directora del programa de Gobernanza Económica en la Fundación
Heinrich Böll, Nancy Alexander.
El G-20 siempre sostuvo
que “esas políticas son asuntos de soberanía nacional”, enfatizó.
Ahora el bloque espera que
billones de dólares en gasto de infraestructura creen hasta 10 millones de empleos
a lo largo de los próximos 15 años, disparando el crecimiento económico
mundial. Pero Alexander se pregunta si este gasto será una “fórmula mágica” o
una “píldora envenenada”.
“Algunos de nosotros somos
suficientemente viejos como para recordar cuán imprudentemente se gastaban los
petrodólares de los años 70 y 80, en especial en infraestructura… Luego,
prestamistas inescrupulosos intentaron obtener ganancias rápidas sin considerar
las consecuencias sociales, ambientales y financieras, incluyendo deudas
impagables”, señaló.
“Viendo la devastación que
sembró la infraestructura mal concebida, muchos de nosotros trabajamos para
crear sistemas de transparencia, salvaguardas y recurso ante los bancos
multilaterales de desarrollo, sistemas que ahora se considera insumen demasiado tiempo, son
costosos e imperialistas”, expresó Alexander.
Editado
por Kitty Stapp
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