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El marxismo es el único método, el único instrumento de teoría
crítica capaz de inspirar una resistencia crítica contra esta ola de políticas
neoliberales desastrosas. Estas políticas se imponen en Europa, sea con la
derecha o con los gobiernos de centroizquierda. Es más o menos lo mismo. Pero
el marxismo no ofrece los instrumentos para proponer alternativas. Ahora bien,
hay una condición: que el marxismo
no se limite a repetir lo que está escrito en los libros de Marx o de Engels. Debemos ser capaces de abrirnos a los nuevos
planteos que no estaban previstos por los fundadores. Estos temas van desde la Teología de la Liberación, los movimientos
indígenas en América latina hasta, sobre todo, la cuestión ecológica. Esto es fundamental para un socialismo o un
marxismo del siglo XXI. El marxismo debe ser actualizado en función de los desafíos,
las luchas y los movimientos sociales de nuestra época.
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“El marxismo debe ser actualizado en función de los desafíos de nuestra época.”
SOCIÓLOGO
MARXISTA: “PUEDE SER QUE LA IZQUIERDA DESAPAREZCA”.
Habla el
Sociólogo y Filósofo Marxista Franco-brasileño MICHAEL LÖWY.
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Director de investigaciones en el CNRS francés (Centro Nacional de la Investigación científica), profesor en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, Löwy es autor de reconocidos libros sobre el marxismo.
Eduardo Febbro
Desde París Página /12
domingo 2 de noviembre del 2014.
Los populismos xenófobos
llenan las urnas, el desempleo se incrementa, la desindustrialización prosigue
sin piedad su trabajo de deconstrucción social y la izquierda europea se muere
en los brazos de su enemigo. Su discurso se ha vuelto tan débil que es
inaudible. Con la escasa excepción de Grecia y España donde prosperan fuerzas
de la izquierda radical, Syriza y Podemos, la socialdemocracia del Viejo
Continente está en vías de extinción. Sus sepultureros no son sólo los ejércitos
del liberalismo, sino, también, los gobiernos socialistas elegidos para llevar
adelante otra política y que hoy, como el primer ministro francés Manuel Valls,
dicen en voz alta que es preciso terminar “con la izquierda del pasado”. ¿Para
qué sirve entonces Marx, la tradición del socialismo democrático, las luchas
obreras y la injusticia que todo demuele si la izquierda europea no logra
reinventar una alternativa? A estas preguntas responde el sociólogo y filósofo
marxista Michael Löwy. Director de investigaciones en el CNRS francés (Centro
Nacional de la Investigación científica), profesor en la Escuela de Altos
Estudios en Ciencias Sociales, Löwy es autor de reconocidos libros sobre el
marxismo. Su primer libro en español, El pensamiento del Che Guevara, fue
publicado en 1971 por Siglo XXI. El último, Ecosocialismo. La alternativa
radical a la catástrofe ecológica capitalista (Buenos Aires, Ediciones
Herramienta y Editorial El Colectivo), apareció en Buenos Aires en 2011. Entre
ambos hay una extensa y metódica reflexión sobre la historia del marxismo y una
irrenunciable postura a favor de una convergencia entre todas las fuerzas
progresistas para cambiar la mecánica nefasta del sistema.
–Con un liberalismo
voraz y sin enemigo capaz de neutralizarlo, con los medios hegemónicos que
destilan el mismo argumento en casi todos los rincones del planeta, ¿cuál es el
lugar y qué utilidad tiene hoy el marxismo?
–El marxismo es el único
método, el único instrumento de teoría crítica capaz de inspirar una
resistencia crítica contra esta ola de políticas neoliberales desastrosas.
Estas políticas se imponen en Europa, sea con la derecha o con los gobiernos de
centroizquierda. Es más o menos lo mismo. Pero el marxismo no ofrece los
instrumentos para proponer alternativas. Ahora bien, hay una condición: que el
marxismo no se limite a repetir lo que está escrito en los libros de Marx o de
Engels. Debemos ser capaces de abrirnos a los nuevos planteos que no estaban
previstos por los fundadores. Estos temas van desde la Teología de la
Liberación, los movimientos indígenas en América latina hasta, sobre todo, la
cuestión ecológica. Esto es fundamental para un socialismo o un marxismo del
siglo XXI. El marxismo debe ser actualizado en función de los desafíos, las
luchas y los movimientos sociales de nuestra época.
–¿Por dónde pasa el
punto de articulación entre esta reactualización y la creación de un movimiento
político contemporáneo genuinamente de izquierda?
–Lo que corresponde en
primer lugar a las fuerzas políticas de la izquierda radical es la urgencia de
unirse y, luego, apropiarse de la reflexión marxista y actualizarla. Algunos
movimientos lo están haciendo, por ejemplo Syriza, en Grecia, que es hoy el
movimiento de la izquierda radical más importante de Europa. Syriza es un
movimiento que logró crear la convergencia con los movimientos de protesta
social y con la juventud. Syriza también pudo apropiarse de las nuevas
cuestiones. Es entonces posible y ahí tenemos un ejemplo.
–El actual primer
ministro francés, Manuel Valls, dijo hace unos meses que la izquierda podía
desaparecer. Si uno mira el panorama de la izquierda en varios países centrales
de Europa, da la impresión de que ya desapareció.
–Efectivamente, hay un
riesgo de que la izquierda desaparezca. En este sentido, Manuel Valls tiene
razón, exceptuando el hecho de que él es uno de los responsables de la
desaparición de la izquierda. Lo que contribuye a desmoralizar a la izquierda
es la política de Valls y del presidente François Hollande. Esa política empuja
la gente a la desesperanza, a perder el rumbo. Por eso hay tanta gente que mira
hacia la extrema derecha. Pero hay que reconocer que, en Europa, la situación
no es nada buena. La extrema derecha tiene el viento en popa y la izquierda
radical está muy debilitada, con la notable excepción que es la esperanza de
Grecia y España, donde hay un movimiento nuevo como Podemos. Es apenas un
comienzo, pero esto nos demuestra que hay una alternativa a la izquierda.
–Pero ¿por qué la
izquierda se volvió prácticamente inaudible? ¿Se repitió, le faltó convicción o
simplemente acomodó su ideología para diluirse en el liberalismo?
–La socialdemocracia,
que era una parte importante de la izquierda y del movimiento obrero,
decepcionó porque se adaptó al neoliberalismo y llevó a cabo la misma política
que la derecha liberal. Hay a la vez un desencanto y una desorientación. Al
mismo tiempo, el Partido Comunista paga ahora el precio de su adhesión, durante
casi un siglo, a esa caricatura de socialismo que fue la Unión Soviética.
Cuando la URSS se derrumbó como una farsa trágica, los obreros y la gente que
respaldada esa corriente de la izquierda se desmoralizaron. Pero, por sobre
todas las cosas, lo que más influye es el peso de la ideología dominante. Los
medios, la televisión, en suma, todo eso mantiene una cultura del consumo, un
espíritu conformista y una sociedad individualista. Esa es la ideología
dominante y no es fácil luchar contra ella. En cambio, en América latina sí se
pudo combatir esa ideología, en Europa es otra historia. En América latina hay
una extensa historia de rebeliones, de movimientos y de revoluciones que
lograron hacer saltar la tapa del conformismo burgués reaccionario. América
latina se mueve, el neoliberalismo no domina más como antes.
–Esto significa que, en
América latina, la izquierda tiene eco.
–Las experiencias de
Venezuela, Bolivia y Ecuador muestran que se puede ir mucho más lejos en la
ruptura con las políticas neoliberales y la dominación oligárquica. No se trata
de una revolución socialista como en Cuba, ni tampoco del fin del capitalismo.
Sin embargo, incluso dentro de los límites del sistema, pudieron ir más lejos.
Hay una dinámica de ruptura y de enfrentamiento con la oligarquía. Como vemos,
no es imposible.
–Cuando explotó la
crisis financiera en 2008, muchos celebraron el fin del sistema capitalista
liberal. Pero sigue acá, tan vivo y corrupto como siempre. ¿En qué fase se
encuentra entonces? ¿Al final de una etapa histórica, en plena renovación, al
límite de su contradicción histórica?
–El
sistema del capitalismo neoliberal ingresó en una crisis muy profunda en los
países centrales –Estados Unidos, Europa, etc–. Esta crisis está lejos de haber
terminado. Hay rebotes, subibajas, mejoras que llevan a los gobiernos a
proclamar “salimos de la crisis” y, de nuevo, retrocesos. Por consiguiente, la
crisis se prolonga y las políticas gubernamentales actuales son incapaces de
resolverla. Pienso que no se trata de la crisis final del capitalismo, de una
forma u otra saldrá de ella y, muy probablemente, de una manera negativa para
las clases populares. Si no hay una reacción, un movimiento social, un
movimiento popular revolucionario que se oponga y pueda detener la ofensiva del
capital, el liberalismo encontrará una solución para salir de su crisis. Todo
puede pasar. Con todo, el sistema continuará mientras no haya una alternativa
radical. Ahora bien, el capitalismo ya atravesó muchas crisis, pero hoy se
enfrenta a un nuevo límite, el límite del planeta, el límite ecológico. Si seguimos así,
dentro de diez años no habrá una crisis económica, sino una crisis ecológica
catastrófica.
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