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Peter Baker, el paradigma del sabio político del The
New York Times, cuando está en vena, como
parece ser el caso ahora, nos escribe un artículo “As Russia Draws Closer to China, U.S. Faces a New Challenge” [A
medida que Rusia se acerca a China, EEUU se enfrenta a nuevos desafíos] (8
noviembre), que va directo al grano sobre la política de poder mostrando la
preocupación de Washington sobre un posible punto de inflexión en la política
mundial. Durante décadas, EEUU confió en
que China y Rusia no iban a encontrar nunca terreno común suficiente para
poder pergeñar un desafío colectivo ante la supremacía mundial estadounidense.
Y con razón: Mao y Stalin estaban
siempre enzarzados en luchas fratricidas por proclamas ideológicas rivales y
una codiciada expansión territorial. Pero esa época ya pasó, no sólo por el
cambio de dirigentes en ambos lados y por las trayectorias de desarrollo que
contienen significativos elementos capitalistas en cada una de ellas, sino
también porque EEUU, en su arrogante
búsqueda de la supremacía global, ha actuado facilitando que las dos naciones
se acercaran inevitablemente por la desconfianza xenófoba que EEUU siente hacia cualquier sistema social
que no sea una réplica del suyo. La contención estadounidense hacia Rusia y
China, de décadas de antigüedad y de hecho la piedra angular de su política
exterior cristalizada en la Guerra Fría,
tuvo siempre potencial para culminar en una guerra ante la que los otros dos
países no podrían ser nunca indiferentes. Finalmente, el matrimonio entre el borscht
y el chow mein, al igual que el cacareado matrimonio entre el hierro y
el centeno de Alemania,
tiene el predecible esplendor de anunciar una nueva configuración del poder en
el escenario mundial.
Nada de esto
aparece en el artículo de Baker (para suerte suya), excepto la preocupación
estadounidense de que esa configuración
se traduzca en el eclipse del poder de EEUU. De ahora en adelante, el
unilateralismo global es una ideología quimérica. Sin embargo, la nación parece
estar sorda como una tapia ante la realidad. Obama va a Pekín, escribe, “para renovar los esfuerzos de
reorientar la política estadounidense hacia Asia”, donde Putin, “quien últimamente ha hecho tanto para que se sienta
frustrado”, está también presente. Baker
cita también al embajador ruso en
Washington: “Vds. están pivotando hacia Asia, pero nosotros estamos ya
allí”. (Debería añadirse que el giro de EEUU fue militar en sus inicios, y en
gran media sigue aún siéndolo tanto en la concepción como en la práctica,
mientras que el giro de Rusia es
diplomático y económico, una relación fraternal en lugar de una de
confrontación). Baker reconoce lo obvio,
que Obama va a Asia “porque Rusia se
acerca cada vez más a China”, lo que “representa un profundo desafío para
EEUU y Europa”. Putin, “distanciado
de Occidente a causa de Ucrania”, está en Pekín buscando “apoyo político y
económico, tratando de CAMBIAR
DRASTICAMENTE EL ORDEN INTERNACIONAL, fabricando una coalición que resista lo que ambos países
consideran como arrogancia estadounidense”.
/////
Presidentes Obama Estados Unidos, Vladimir Putin, Rusia y Xi Jinping de China, APEC. La Cumbre Asia Pacífico. Un tango para tres. Se habla y comenta sobre una "nueva" Guerra Fría.
***
LA CUMBRE DE LA
APEC. EN PEKÍN. TANGO PARA TRES: LI, PUTIN Y OBAMA.
*****
Norma Pollack.
Counter Punch.
Rebelión lunes 17 de
noviembre del 2014.
Traducido del inglés para
Rebelión por Sinfo Fernández.
La Cumbre del Foro de
Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés) está ya en
marcha. El subtexto de la reunión es la transformación de la política
internacional y, el sub-subtexto, el acercamiento directo de Rusia y China en
medio del dominio global militar-político-económico de EEUU, potencia
hegemónica unilateral desde la II Guerra Mundial frente a una descentralización
lentamente emergente, hasta hace muy poco, que sacude los cimientos del sistema
del poder mundial e impulsa de forma rápida y veloz un cambio cualitativo hacia
un nuevo juego de poderes en el que EEUU no es ya el centro exclusivo o el
arquitecto-jefe del orden internacional. Obama, el tigre de papel, todo él
sonrisas, se mete, por sus propias obras (el Pivote de Pacífico Ante Todo Y
el Acuerdo Trans-Pacífico de Asociación Económica -TPP, por sus siglas en
inglés-; la primera en un intento de cambiar los activos militares de la
región, y la segunda, con un pacto negociado comercial que excluye a China) en
el cubil del Enemigo Público Número 1 de EEUU: China. Desde luego, Rusia sigue
de cerca a China como Número 2, y tanto Li como Putin estarán presentes en
Pekín asistiendo a la cumbre. Putin tiene ya calado a Obama. Li casi. Me temo
que no van a permitir que se una a su propio tango, el mismo que Obama y EEUU
tratan de romper; tendrá que bailar cada vez más solo mientras el mundo va
captando su rollo totalitario. (Reprende a Li por ciberespionaje en un intento
de que se pase por alto la vigilancia masiva al pueblo estadounidense, ampliada
al espionaje a los dirigentes extranjeros; reprende a Putin por Ucrania para
cambiar de tema sobre la intervención de EEUU en Iraq y Afganistán, sobre las
operaciones encubiertas de cambio de régimen –incluido el de Kiev- por todo el
mundo, y por la guinda, los asesinatos con aviones no tripulados.)
Hay mucho sobre la mesa en
Pekín, canapés de esferas de influencia, sopa de modernización nuclear (de
letalidad mejorada), el plato principal a base de contrarrevolución de
inspiración estadounidense y, de postre, la posibilidad de romper el control
del FMI y del Banco Mundial en la configuración del desarrollo mundial con la
propuesta del Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura. En todos los
casos, Obama va a encontrarse, para su propia frustración, con un frente unido
de Li y Putin, que van a intentar arrancar el eje del poder de las manos de
EEUU y Europa, con Rusia claramente mirando hacia oriente en respuesta al
régimen de sanciones EEUU-UE, a las amenazas, bravatas y toda esa hostilidad a
su alrededor. Europa necesita a Rusia más que Rusia necesita a Europa, mientras
que a EEUU, al percibir que China se ha convertido en la primera potencia
económica del mundo, sólo le cabe retorcerse sobre el militarismo, la
agresividad en todas sus formas y quizá una comprensión furtiva y llena de
zozobra de declive. Sea lo que sea lo que brotó del Siglo Estadounidense (American
Century), ahora está todo muerto y enterrado sin pesar alguno
(especialmente en Asia, Latinoamérica y quizá África).
Obama puede por tanto
sonreír, dar palmaditas en el hombro, ponerse a charlar, pero representa un
orden moribundo, amarrado al alambre de embalar de los tejemanejes financieros
y liado en el envoltorio del poder militar. China puede permitirse ser un
anfitrión caritativo y amable, pero eso sólo sirve para destacar el siguiente
mensaje: EEUU tiene que dejar de volver el mundo del revés en beneficio propio,
tiene que poner fin a los juegos y divertimentos de la CIA, a su control del
sistema financiero internacional. Ya habéis tenido vuestros bombardeos estilo
conmoción y pavor, vuestras masacres de My Lai, vuestros despliegues de
contraterrorismo como medios para conseguir conformidad frente a la maquinaria
bélica estadounidense, vuestro catastrófico record de distribución de la
riqueza (que apenas se ajusta a la definición y expectativas de una sociedad
democrática). Por tanto, ¿qué hay, Sr. Obama, es que va a ofrecer todo eso en
la cumbre de la APEC? Qué poquita cosa, mientras que Asia, a pesar de sus
acciones personales y la planificación geopolítica de su país, se está
desarrollando con Rusia, que mira ahora hacia oriente con un espíritu de
progreso cooperativo.
* * *
En cuanto al contexto,
déjenme echar primero un vistazo al artículo de opinión de Nicholas Kristof en
el New York Times: “A Changed China Awaits Mr. Obama” [Una China
cambiada espera al Sr. Obama] (9 noviembre), Kristof, paradigma del humanitario
en el periódico, que cada vez parece moverse más hacia la derecha.
(“Humanitario”, como en la versión Samantha Power del humanitarismo liberal
extrañamente conducente a la búsqueda del egoísmo estadounidense).
Inmediatamente salta sobre China, su puñetazo a Xi es intercambiable con
nuestra habitual demonización de Putin. Antes de la visita, “ya se han burlado”
de Obama, afirmaba el estatal Global Times, “Ha hecho un trabajo
insípido, sin ofrecer nada a sus partidarios. La sociedad de EEUU ha crecido
cansada de su banalidad”. (Desearía haber dicho yo esa frase, pero el Global
Times ¡me la ha pisado!). Y Kristof exclama: “¡Menuda bienvenida! El Global
Times es a menudo gritón, pero ese tono refleja la forma en que el
Presidente Xi Jinping está remolcando su régimen en una dirección nacionalista,
firme y radical”. Como por ensalmo, nacionalista, firme y radical son términos
descriptivos estándar aplicados también a Putin y Rusia, y, presumiblemente, a
cualquiera que sea lo suficientemente grande como para llamar la atención si se
cruza en el camino de EEUU. No hay que culpar a Kristof; está en el ADN del
periodismo estadounidense actual. O estás con nosotros o contra nosotros, el
etnocentrismo entretejido en la cultura política e ideológica de EEUU.
Lamentablemente, el
artículo es también interesado: “Y hay algo un poco más personal: China no
parece querer darme un visado”. Después recupera su aplomo, lo suficiente como
para contraatacar: “Xi lleva dos años gobernando China y ha mostrado alguna
inclinación por las reformas sociales y económicas. Hace dos años, pensé que Xi
podría abrir las cosas un poco. ¡Chico, me equivoqué! En cambio, parece que Xi,
cada vez más, puede profundizar con las reformas en algunas áreas, pero, ante
todo, es un nacionalista nada sentimental que adopta una línea dura en
múltiples frentes desafiando casi todo lo que Obama defiende”. (Eso no debería
ser difícil de entender para cualquier persona en el continuo que va desde socialdemócratas
a marxistas. Sin embargo, cuando uno se aproxima al Centrismo y después gira a
la Derecha, es difícil desafiarle –y no hay razón para hacerlo así-. ¿Cuáles
son esos múltiples frentes? Una postura agresiva respecto a las disputas
marítimas en el Este de China y los Mares del Sur de China; represión de
disidentes: Xu Zhiyong y Liu Xiaobo; y control de Internet. Uno no tiene que
ser un apologista de la represión de la disidencia en China (Kristof tiene
razón), pero ¿por qué ignorar lo que hay peor o igualmente malo en EEUU, como
el Acta de Espionaje para perseguir a los denunciantes de Obama? Tal vez lo más
grave, a juicio de Kristof, sea que China no lo está haciendo tan mal: “Xi da
la impresión de ser tan arrogante y sentirse tan orgulloso de que China sea
fuerte y esté progresando, que está dispuesto a meterle el dedo en el ojo a
EEUU”.
Pobre Presidente de EEUU,
las cartas se amontonan en su contra: “Todo esto supone un reto para Obama.
EEUU no tiene muchos expertos en China en puestos importantes, y ni en Pekín ni
en Washington hay muchos funcionarios que luchen para mejorar las relaciones”.
Tenemos también una guerra cibernética, que no va a desaparecer. Kristof quiere
que China “dé un paso adelante y juegue un papel constructivo [alaba mucho su
trabajo sobre el Ébola en Liberia]… especialmente en la cuestión del cambio
climático”. Pero, a fin de cuentas, parece estar listo para la confrontación:
“Así pues, para aquellos de nosotros que amamos el Reino del Medio, es triste
ver que con Xi se encamina hacia una línea represiva y nacionalista. Obama no
puede cambiar China, pero demasiado a menudo ha comunicado debilidad en Oriente
Medio y en Ucrania. En China, debería mantenerse firme”. ¿Comunicado debilidad?
Aquí Kristof vuelve a la posición de partida sobre Rusia e, implícitamente,
respecto al acercamiento entre Rusia y China, frente al cual Obama también debe
mantenerse firme.
Peter Baker, el paradigma del sabio
político del The New York Times, cuando está en vena, como parece ser el
caso ahora, nos escribe un artículo “As Russia Draws Closer to China, U.S.
Faces a New Challenge” [A medida que Rusia se acerca a China, EEUU se enfrenta
a nuevos desafíos] (8 noviembre), que va directo al grano sobre la política de
poder mostrando la preocupación de Washington sobre un posible punto de
inflexión en la política mundial. Durante décadas, EEUU confió en que China y
Rusia no iban a encontrar nunca terreno común suficiente para poder pergeñar un
desafío colectivo ante la supremacía mundial estadounidense. Y con razón: Mao y
Stalin estaban siempre enzarzados en luchas fratricidas por proclamas
ideológicas rivales y una codiciada expansión territorial. Pero esa época ya
pasó, no sólo por el cambio de dirigentes en ambos lados y por las trayectorias
de desarrollo que contienen significativos elementos capitalistas en cada una
de ellas, sino también porque EEUU, en su arrogante búsqueda de la supremacía
global, ha actuado facilitando que las dos naciones se acercaran
inevitablemente por la desconfianza xenófoba que EEUU siente hacia cualquier
sistema social que no sea una réplica del suyo. La contención estadounidense
hacia Rusia y China, de décadas de antigüedad y de hecho la piedra angular de
su política exterior cristalizada en la Guerra
Fría, tuvo siempre potencial para culminar en una guerra ante la que los
otros dos países no podrían ser nunca indiferentes. Finalmente, el matrimonio
entre el borscht y el chow mein, al igual que el cacareado
matrimonio entre el hierro y el centeno de Alemania, tiene el predecible
esplendor de anunciar una nueva configuración del poder en el escenario
mundial.
Nada de esto aparece en el
artículo de Baker (para suerte
suya), excepto la preocupación estadounidense de que esa configuración se
traduzca en el eclipse del poder de EEUU. De ahora en adelante, el
unilateralismo global es una ideología quimérica. Sin embargo, la nación parece
estar sorda como una tapia ante la realidad. Obama va a Pekín, escribe, “para
renovar los esfuerzos de reorientar la política estadounidense hacia Asia”,
donde Putin, “quien últimamente ha hecho tanto para que se sienta frustrado”,
está también presente. Baker cita también al embajador ruso en Washington:
“Vds. están pivotando hacia Asia, pero nosotros estamos ya allí”. (Debería
añadirse que el giro de EEUU fue militar en sus inicios, y en gran media sigue
aún siéndolo tanto en la concepción como en la práctica, mientras que el giro
de Rusia es diplomático y económico, una relación fraternal en lugar de una de
confrontación). Baker reconoce lo obvio, que Obama va a Asia “porque Rusia se acerca cada vez más a China”, lo
que “representa un profundo desafío para EEUU y Europa”. Putin, “distanciado de Occidente a causa de Ucrania”, está en Pekín
buscando “apoyo político y económico, tratando de CAMBIAR DRASTICAMENTE EL ORDEN INTERNACIONAL, fabricando una
coalición que resista lo que ambos países consideran como arrogancia
estadounidense”. (Las mayúsculas son mías)
Los funcionarios y los
especialistas se muestran escépticos de que esa coalición sea viable, cuestión
que ha motivado “un vigoroso debate en Washington”, pero otros piensan que “la
administración Obama debería tomar
en serio la amenaza de que Moscú esté buscando acuerdos energéticos,
financieros y militares con Pekín,
por orden de importancia, por ejemplo, adaptando a los ejércitos para una
posición de defensa común. Kislyak, el embajador ruso en Washington, interpreta
el giro como un cambio de dirección más amplio: “Estamos cada vez más
interesados en nuestra región vecina en Asia. Son buenos socios para nosotros”.
El reciente acuerdo sobre el gas natural entre los dos países es un anuncio de
lo que está por venir en el futuro: “Es sólo el principio, y cada vez verán más
y más proyectos entre nosotros y China”. Aquí, Baker tiene el buen sentido de
reconocer que, desde la perspectiva estadounidense y en su política exterior, Rusia y China deben abordarse como
temas interrelacionados: “El giro ruso
hacia China necesita de un análisis más global que el que la Casa Blanca está
haciendo con la política puesta ahora en marcha en relación con Moscú”.
Llegar a Moscú vía Pekín. No es ese el pensamiento
de Baker, pero resulta evidente que sí es el de los asesores de la seguridad
nacional. EEUU quiere su pastel y quiere comérselo, en oposición a lo que se llama
“Putinismo… mientras sigue la búsqueda de silos de cooperación, especialmente
en cuestiones como Irán, el terrorismo y la proliferación nuclear”. Necesitamos
a esos tipos, pero sólo bajo las condiciones estadounidenses, la imaginería del
silo –oída cada vez con mayor frecuencia en los círculos políticos- como
almacén sellado por el que no circula el aire, sugiere la cuestión de la
compartimentación aunque dejando intacto el statu quo/contexto global. Lo ideal
para ellos sería una continuación de la Guerra Fría, aunque por invitación;
apoyaríamos las causas que consideráramos apropiadas, sin hacer promesas ni
manifestar deseo alguno de trabajar por unas mejores relaciones. (Del mismo
modo que la política de ocupación israelí acepta una ocasional cooperación con
los palestinos cuando Israel lo considera necesario pero confinando a la gente
en un silo más amplio cuya situación no cambia.)
¿Y qué hay de Rusia? “Aunque no hay mucha
divergencia de opinión dentro de la administración sobre cómo considerar a Putin”,
escribe Baker, “se está debatiendo qué hacer”. El alcance del desacuerdo es
absurdamente pequeño: compromiso frente a contención (desde luego, la última
contiene un fuerte elemento del primero), aunque Baker no se da cuenta; a nivel
operacional, “el problema principal es cómo la disputa alrededor de Ucrania va
a definir la relación y va a afectar a otras áreas donde los dos países
comparten intereses”. Pero si eso es así, si la prioridad es Ucrania, entonces
el Equipo de Obama (Brennan, Rice, Power
y sus homólogos del ejército) han estado cavando resueltamente en aras a la
Gran Confrontación. Y ahora, “dentro de la administración, los esfuerzos de
Putin para llegar a acuerdos con China se consideran un golpe a Washington”.
¿Qué otra cosa podrían ser si no? Aunque la palabra “golpe” subestima la
realidad. En Washington todavía no se lo acaban de creer: la relación entre
Rusia y China está “cargada de una historia complicada, desconfianza mutua y
subyacente disparidad económica, todo lo cual la hace finalmente insostenible”.
Alguien de dentro (como es normal, de forma anónima) ha comentado: “Se
utilizarán uno a otro. Y cuando uno de ellos se canse o vea un negocio mejor
[¿dónde?] se largará”. ¡Eso quisieras tú, cínico proverbial!
En realidad, algunos académicos
estadounidenses encuentran potencial para un buen acuerdo. Gilbert Rozman, de
Princetown, que escribió “El desafío
chino-ruso ante el Orden Mundial”, afirma, “Hay muchas evidencias de que la
relación está fortaleciéndose… [empezó antes de lo de Ucrania y ahora existe
el] sentimiento de que no hay vuelta atrás”. Graham Allison, de Harvard,
especula, sobre la relación Li-Putin: “Puede apreciarse que hay química
personal entre ellos. Se gustan y pueden relacionarse bien entre sí. Hablan
entre ellos con franqueza y con un nivel de cooperación que no encuentran en
otros socios”. Y ahora el meollo del asunto: en mayo, en el tiempo en que EEUU
y la UE imponían sus sanciones, Putin negociaba un acuerdo de tres años por
valor de 400.000 millones de dólares para suministrar gas natural a China y, en
octubre, el premier chino, Li Keqiang, “firmó un paquete de 38 acuerdos en
Moscú, que incluía uno de canje de divisas y un tratado fiscal”. Y la pasada
semana, Putin anunció que están trabajando con China en otro acuerdo sobre el
gas. China es ahora el mayor socio comercial de Rusia. Sergei Rogov, del
Instituto para Estudios de EEUU y Canadá de Moscú, resume para nosotros: “La
campaña de sanciones económicas contra Rusia y las presiones políticas están
alienando a Rusia de Occidente y empujándola hacia China. En Rusia perciben a
China como sustituta de los créditos y la tecnología de Occidente”.
En honor de Baker hay que decir que también
ofrece argumentos racionales sobre los aspectos negativos del acuerdo, en especial
la gran desventaja económica para Rusia: “En Moscú, algunos temen que Rusia,
por debilidad, se haya convertido en un socio menor de una China en ascenso.
Aunque China es ahora el socio comercial más grande de Rusia, Rusia es sólo el
décimo socio de China, y EEUU sigue siendo el primero. Además, las grandes
compañías estatales rusas pueden hacer ofertas, pero China no puede sustituir a
Europa en la mayoría de las corporaciones y bancos, porque en China no se ha
desarrollo un mercado de bonos comerciales para extranjeros similar a los
eurobonos”. Sin embargo, de nuevo el embajador Kislyak: “Dado que EEUU y la UE,
como socios a largo plazo, están presentándoles problemas, le ha llegado el
turno a China: ‘Confiamos en ellos y esperamos que China confíe en nosotros’”.
Después de Pekín, tenemos también la reunión del G-20 en Brisbane, donde Obama
y Putin estarán de nuevo presentes: la TPP de Obama, que excluye tanto a Rusia
como a China, no se ha creado para aliviar sentimientos o engendrar respeto.
Presidentes y Primer Ministros asistentes a la Cumbre. Foro APEC. Asia Pacifico. Pekín 2014.
***
***
En esta evaluación preliminar de la APEC y las futuras relaciones entre las Tres Potencias, me vuelvo al
artículo de los periodistas del Washington Post David Nakamura y Steven
Mufson: “Obama, Xi to meet in Beijing amid political and economic strains”
[Obama y Xi se reúnen en Pekín entre tensiones políticas y económicas] (9
noviembre), en el que se muestran fríamente realistas cuando describen los
previstos fuegos artificiales de la apertura: “Pero hay poco que celebrar. En
los 18 meses transcurridos desde que se reunieron por vez primera Obama y Xi”,
los dos países “se han enfrentado uno a otro por la seguridad asiática, las
reclamaciones territoriales, el ciberespionaje económico y la oposición
estadounidense a la propuesta de China de un nuevo Banco Asiático de Inversión
en Infraestructura”. Esta última, sobre la que se pasa a menudo por encima,
revela no sólo las presiones estadounidenses en nombre del Banco Mundial y el
FMI, sino también un remedio parcial para las preocupaciones empresariales
rusas sobre las instituciones financieras desarrolladas en China. Y llegan
directamente a lo crucial: “Por debajo de estos problemas, yace una cuestión
más importante que plantea cómo EEUU va a adaptarse a una China más próspera y
abierta, y si el ascenso de China va a chocar contra EEUU y sus aliados en el
Pacífico o si todas las naciones saldrán beneficiadas”.
El ajuste vía militar y expansión comercial no es ajuste, la expectativa de beneficios universales desafía el
paradigma estadounidense de penetración comercial, financiera e industrial, con
la que EEUU busca superar a China y a todos los que aparezcan de un modo poco
realista, porque en una miríada de mercados en Asia y en todo el mundo, China
ha superado ya a EEUU. Los periodistas no son excesivamente optimistas acerca
de la cumbre de la APEC, señalando: “Recientemente han aparecido en los blogs y
en los medios estatales toda una serie de artículos desagradables sobre las
fuerzas extranjeras que han animado el ambiente político”. No obstante, ven que
ambas partes se están esforzando de buena fe (por ejemplo, la administración de
EEUU no apoyó abiertamente a los manifestantes de Hong Kong) y en China se han
silenciado las críticas a Obama; las elecciones de medio mandato han reducido
su talla política pero se considera que aún tiene cierto peso en la política
exterior. Hay que evitar, dicen, los malentendidos semánticos, el uso de
“pivote hacia Asia” lo han interpretado los chinos (pienso que correctamente)
como una provocación de guerra, por tanto, la administración Obama tiene ahora
una nueva frase, “reequilibrio” estratégico de la región. ¿Por qué no? Y la
luna está hecha de queso verde.
La idea de Obama de lograr un equilibrio
entre “reconciliación y firmeza” parece un galimatías de las condiciones
anteriores (el mismo efecto de silo): Haz tu parte en lo del Ébola, pero no
desafíes el poder estadounidense en sus diversas formas y en ningún lugar del
mundo. Sí, China se muestra firme; pero al habérsele asignado un estatus de
grado menor que contradice la dinámica global dominante, su propio ascenso, y
el declive estadounidense, hace que la situación propicie que puedan desafiar
al poder estadounidense. El año pasado por esta época, la ex Secretaria Rice,
en una charla en Georgetown, dejaba claras las gradaciones de un poder
aceptable, EEUU debía gestionar “una inevitable competición a la vez que debía
llegar a una cooperación más profunda en las cuestiones donde nuestros
intereses convergen”, i.e., China como gran recadera para mantener a
raya a Irán y Corea del Norte. No es sorprendente que dos días después de esa
charla, China surcara los cielos anunciando una zona de defensa aérea sobre las
Islas Senkaku en el Mar Oriental de China, que notificó a Japón y Corea del Sur
para que comprendieran que China tenía la plena intención de actuar en defensa
de sus intereses (su audiencia real era por supuesto EEUU), a lo cual EEUU,
como respuesta, envió a la zona dos B-52. La fricción entre los dos países no
va a disiparse con la exhibición de fuegos artificiales de la pasada noche,
pero el punto interesante, con EEUU sin duda rechinando los dientes, es el
amistoso encuentro Xi-Abe, posiblemente preparado desde hace mucho tiempo en el
APEC, frustrando la estrategia estadounidense de divide y vencerás entre Japón
y China.
Los periodistas indican que en abril, cuando Obama
visitó Tokio, a pesar de que no adoptó una posición sobre la disputada
soberanía de las islas, subrayó que EEUU “iba a defender a Japón de cualquier
ataque en virtud de su prolongado tratado de seguridad, siendo la primera vez
que un presidente estadounidense dijo eso”. Es precisamente este pescar en
aguas revueltas (perdón por el juego de palabras) el que puede hacer que la
creciente influencia de China en la región pueda poner un punto final a todo
eso. No obstante, intuyo que este ojo por ojo esconde otras cuestiones
subyacentes. Aunque el comercio bilateral EEUU-China es de unos 562.000
millones de dólares, EEUU utiliza como prueba de buena conducta internacional
la aceptación del Banco Mundial y el FMI (a fin de estructurar a su favor el
comercio, las finanzas) mientras China no oculta que etiqueta a esas
instituciones de “agentes de EEUU que persiguen mantener las ventajas de
Occidente”. Que Obama aparezca en la APEC con la TPP en el bolsillo, que
excluye a China, es pura desfachatez.
No soy un determinista
económico de la vieja escuela sino que me siento intrigado por el banco
propuesto y lo que pueda significar para socavar el poderío y la influencia de
EEUU en la región. Nakamura-Mufson parecen haberlo captado. Escriben: “El mes
pasado, China aventajó a EEUU como la mayor economía mundial pero Pekín se
siente frustrado por el fracaso de EEUU a la hora de darles una voz mayor en el
FMI, donde sólo cuenta con un 3,81% de la cuota de voto, menos aún que Francia”.
Para un imperialista/colonialista estadounidense, Francia puede parecerle más
grande y más importante que China, pero en lo que yo percibo, el APEC, al ser
meramente sintomático, es, como en la frase citada con mayúsculas con
anterioridad, el transformador del orden internacional en perspectiva y en la
agenda histórica, exactamente lo que EEUU más teme y bien poco puede hacer para
cambiar eso, a excepción de actuaciones militares extravagantes. El fin del
Imperio Estadounidense: una perspectiva excitante para gran parte del resto del
mundo, incluso para algunos “amigos y aliados” forzosos de EEUU. He ahí, pues,
que ante tal actitud displicente (el FMI es un barómetro especialmente sensible
de las valoraciones de la política estadunidense: quiénes son los chicos buenos
y los chicos malos), China contraataca: “En respuesta, Pekín trata de
establecer sus instituciones multilaterales propias, ante todo un nuevo banco
asiático de infraestructura con sede en Pekín, financiado inicialmente por
China con 50.000 millones de dólares.
Con tanto crujir de dientes
espero que el siguiente paso no sea provocar deliberadamente una guerra. Se
cita a un funcionario japonés diciendo (en cierto modo, la imagen especular de
lo que EEUU ha logrado hacer, agudizar la rivalidad entre EEUU y China): “La
idea del banco es que China ayudaría al desarrollo, pero lo que realmente
quieren es que el banco proyecte una Asia organizada por China”. (Los chinos
están demostrando ser estudiantes aplicados de la política estadounidense.) Las
cosas se mueven rápido. “El 24 de octubre”, escriben, “China firmó un
memorándum con 21 países, excluyendo a Corea del Sur, Australia e Indonesia,
para establecer el banco de inversiones para infraestructuras. La Australian
Financial Review informaba de que Kerry había pedido personalmente al
Primer Ministro australiano Tony Abbott QUE DEJARA FUERA A AUSTRALIA”. (Las
mayúsculas son mías.) Kerry, siervo obediente del poder. Los periodistas:
“Pero muchos expertos dicen que la administración Obama está emprendiendo una
batalla perdida”. Y citan a Wing Thye Woo de UC, Davis, quien hace esta
observación de sentido común: “Para el Tesoro estadounidense ir a decirle a la
gente que no haga lo va en beneficio de sus intereses es como dispararse uno
mismo en el pie”. Obama haría bien en llevar suelas gruesas en Pekín.
Un punto final: Obama aterrizó en Pekín poniéndose manos a la obra respecto a su desafío inmediato, cómo abrir
por la fuerza el mercado chino a las empresas estadounidenses. (Señor de la
estupidez, ¿no te da vergüenza?) El TPP,
al excluir a China, algo obviamente imposible según los rumores, por tanto,
según el artículo de Marc Landler del New York Times “Obama Arrives in
China on Trip With Complex Agenda” [Obama se va de viaje a China con una agenda
compleja] (10 noviembre): “El principal objetivo comercial de Obama respecto a
los chinos será un nuevo tratado bilateral de inversiones entre los dos países.
Los economistas dicen que podría ser la apertura más importante del mercado
chino para las empresas estadounidenses desde que China se incorporó a la
Organización Mundial del Comercio en 2001”. Un acuerdo unilateral, una
desfachatez a la máxima potencia. Los empresarios estadounidenses ven el
tratado como una prueba de las intenciones de Xi. “Sería necesario que los
chinos”, escribe Landler, “abrieran docenas de mercados sensibles, algunos de
los cuales permanecen cerrados a las empresas estadounidenses o exigen socios
chinos”. El Consejo Empresarial EEUU-China, puede que sea la nueva pareja de
baile de Obama en caso de que se quede solo en Pekín.
Mi comentario sobre el
artículo de Kristof en el New York Times, de la misma fecha, prosigue:
“Me siento decepcionado de que China invitara a Obama, sobre todo tras su ‘pivote’ de activos militares hacia el Pacífico, una
indicación muy clara de que EEUU trata de contener y aislar, cuando no
desmembrar, a China (precisamente la misma política que aplica a Rusia). EEUU
ha adoptado una posición hostil hacia China, como animar al Primer Ministro Abe
a rearmarse en contra de lo que dice la Constitución japonesa. Las maniobras
conjuntas EEUU-Filipinas van también dirigidas contra China, al igual que los
esfuerzos para coordinar políticas con Australia, el mismo objetivo.
EEUU busca la confrontación, convirtiendo en farsa la
visita de Obama. Xi debería adoptar la misma actitud escéptica de Putin hacia
EEUU, y con Putin buscando una estructura global descentralizada desaparecerá
la hegemonía global unilateral de EEUU que hemos estado viendo. Obama no tiene
posibilidades ni para la guerra ni para la intervención. Estoy seguro de que
China se da cuenta de ello y está dispuesta a hacerle el vacío para que no
alberguen la idea de considerarla como una presa fácil de la política
internacional (la apertura que persigue no es más que renovar tensiones). La
prueba de la visita del pasado lunes es si renunciará o no al TPP, a lo que no
está dispuesto. El
comercio, para Obama, no es más que una modalidad de cerco).”
*****
Normal Pollack ha escrito sobre
Populismo. Centra sus trabajos en la teoría social y en el análisis estructural
del capitalismo y del fascismo. Puede contactarse con él en: pollckn@msu.edu
*****
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