MÉXICO, DUELE.
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Emir Sader.
México fue el primer país en firmar un Tratado de Libre Comercio con
Estados Unidos (en ese caso, también con Canadá). Lo hizo en 1994, el mismo año
en que explotaba la primera crisis neoliberal en el continente y la rebelión de
Chiapas.
Eran señales
de las consecuencias del camino que México escogía. Pero nada impidió que el
país siguiera adelante –con fraudes electorales de por medio– en esa alianza
subordinada con EE.UU. que, a la vez, distanciaba aún más a México de los otros
países de América latina.
El balance
de los 20 años del Tratado de Libre Comercio de América del Norte no podría ser
más negativo para México, habiendo favorecido ampliamente, a su vez, a los
EE.UU. México se ha vuelto más desigual, con más pobreza y más miseria. El
haber destinado más del 90 por ciento de su comercio exterior a EE.UU. ha hecho
que el estancamiento de la economía norteamericana frenara cualquier
posibilidad de que México creciera. Y, principalmente, la adopción del modelo
neoliberal ha hecho de México un país peor y no mejor que antes, más desigual,
con más pobreza y más miseria.
No bastarán
los efectos socialmente devastadores del modelo neoliberal – agudizados por la
crisis recesiva internacional iniciada en 2008–, México es el corredor de
llegada del narcotráfico al mercado consumidor más grande del mundo –los
EE.UU–. Además de los daños graves que ese mismo fenómeno produce en los países
de Centroamérica –en particular Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala–,
en México la articulación entre narcotráfico, corrupción y violencia produce
como resultado la descomposición social y política del país.
A la
fracasada “guerra contra el narcortráfico” del ex presidente Felipe Calderón le
siguió la impotencia del gobierno de Peña Nieto para enfrentar con un mínimo de
eficacia la conjunción de esos fenómenos explosivos. Cuando se buscaban los
cuerpos de los 43 estudiantes desaparecidos en el estado de Guerrero, se han
encontrado varias fosas con otros cadáveres, demostrando cómo ese macabro
fenómeno se ha multiplicado a lo largo de los últimos años.
Mientras tanto,
la izquierda mexicana se ha dividido todavía más que antes, con la salida del
grupo de López Obrador del Partido de la Revolución Democrática (PRD), para
fundar un nuevo grupo, con el nombre Morena (Movimiento de Regeneración
Nacional). Movimiento que se suma al PRD y a los zapatistas, como tres ejes
diferenciados y con menos chances todavía de ganar las elecciones
presidenciales del país.
A todos los
que amamos a México nos duele profundamente ver la situación del país y del
pueblo mexicano. En lugar de acercarse a los países latinoamericanos que
combaten el neoliberalismo, que logran disminuir la desigualdad, aun en medio
de la crisis recesiva mundial y del aumento de la desigualdad en el mundo,
México sigue estrechando sus vínculos con EE.UU., dando la espalda al
continente con el cual tienen tantos vínculos esenciales.
México se desangra por los poros, sin esperanza, con padres
desesperados, sin aceptar la versión oficial sobre sus hijos, con profesores
que no retoman sus clases sin sus 43 estudiantes, con estudiantes que se no
resignan a la desaparición de sus colegas. Con un episodio que revela, todavía
más que todos los anteriores, la relación promiscua entre las élites políticas
de México, los narcotraficantes y los grupos armados que los protegen. Ojalá
que esta vez el pueblo mexicano tenga la fuerza necesaria para decirle basta a
la situación que el neoliberalismo, la alianza con EE.UU. y el narcotráfico han llevado al país
de Zapata, de Pancho Villa y de Lázaro Cárdenas.
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Josetxo Ezcurra.
MÉXICO: PEÑA
NIETO ACORRALADO, ¿Y AHORA QUÉ?.
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Guillermo Almeyra.
Rebelión sábado 22 de noviembre del 2014.
Las manifestaciones, marchas
y protestas tienen acorralado y a la defensiva a Peña Nieto, ponen al desnudo
su ilegitimidad y acentúan su descrédito internacional.
The Guardian, del Reino Unido, y el New York Times lo critican, al igual que The
Economist y hasta la conservadorísima “gran prensa” latinoamericana así
como televisiones oficiales, como el canal 7 argentino denuncian los crímenes y
la corrupción en México. En las clases dominantes mexicanas y en el gobierno de
Washington –sus amos y mandantes- hay también tendencias evidentes a tomar
distancia de un servidor que les está resultando peligroso.
La protesta social en
México parte ya de exigencia de “¡Fuera Peña Nieto!” que es más que el reclamo
de su renuncia voluntaria y poco menos del “¡echémoslo a como dé lugar!”. Cuando
los hogares populares pasan estrecheces y soportan terribles carencias, la
soberbia, la inconsciencia social y la impunidad con que se exhiben la
corrupción –como en el caso de la Casa Blanca- añaden nueva leña al fuego. La
venta de la mansión del escándalo confirma por otra parte las acusaciones ya
que, si la operación hubiera sido cristalina y legal, ¿por qué anularla?
Existe por consiguiente el
peligro de que Peña Nieto, que está contra la pared, recuerde su feroz
actuación en Atenco y responda a los fascistas que en su partido le piden hacer
lo que Díaz Ordaz: matanzas masivas para imponer el terror estatal y ganar años
en el poder. Pero la situación política y social en los años 1968-69 era muy
diferente, en México y en el mundo.
El Estado mexicano era aún
vigoroso y el aparato estatal estaba unido detrás del presidente. La situación
económica era próspera y las exigencias sociales eran incipientes y, casi
exclusivamente, de los estudiantes y pocos sectores urbanos en un país aún
mayoritariamente campesino. Por otra parte, el levantamiento en armas de los
obreros húngaros y polacos, en los cincuenta, y el triunfo de la revolución
cubana, así como las ocupaciones de la fábricas y las gigantescas
manifestaciones estudiantiles y obreras en París, las ciudades italianas,
argentinas, en Checoeslovaquia y las luchas estudiantiles en México en 1968-69
hacían que las clases dominantes temiesen perder el poder y, por lo tanto,
recurriesen al ejército, que aún estaba intacto y no corroído y destrozado por la
infiltración del ala más agresiva e ilegal del capital, el narcotráfico.
La represión aparecía
entonces como una salida posible, con más ventajas que costos políticos. Hoy,
después del desmantelamiento de las bases de la soberanía nacional y del propio
Estado, cuando México de facto está integrado a Estados Unidos y constituye un
problema interno para Washington, con un mundo en crisis prolongada, un aparato
estatal en desintegración y sin consenso ni base y el gobierno de Obama en
crisis, una respuesta asesina a la Díaz Ordaz aparece como una aventura aunque
está lejos de estar excluida. Recordemos cuando Washington, para evitar el
triunfo de los sandinistas en Nicaragua, querían que renunciase Somoza, cosa
que éste se negó a hacer en defensa de sus propios intereses de dictador pero
poniendo en riesgo los intereses de sus patrones. El mundo político no se rige
por la lógica ya que los intereses del gran capital chocan a menudo con los de
los capitalistas individuales y sus agentes.
Existe pues una posibilidad
de que las clases dominantes tiren lastre por la borda y busquen un
reemplazante transitorio para Peña Nieto con el apoyo de Washington. Las
movilizaciones de los indígenas y los trabajadores ecuatorianos derribaron tres
presidentes, los trabajadores en Brasil impusieron la renuncia de Collor de
Melo, el Caracazo abrió el camino a la liquidación del poder de la oligarquía
venezolana y el pueblo boliviano echó al presidente Sánchez de Losada y abrió
el camino a elecciones limpias y a una Asamblea Constituyente.
Los capitalistas
perdieron en buena medida el poder político pero no la vida o sus bienes. ¿Por
qué en México no podría haber una alternativa de transición con un gobierno no
de los partidos del régimen sino de representantes de la que convoque elecciones
general limpias y una Asamblea Constituyente que anule todas la leyes
antinacionales, antilaborales, liberticidas y retrógradas impuestas por la
alianza entre el PRI, el PAN, el PRD y los partidos paleros para responder a
las exigencias de las transnacionales?
Hay que impedir una
“solución podrida” con el PRI y el Congreso al desprestigio de Peña Nieto e
imponer una solución democrática y de masas. Que no quede todo en la condena a
unos cabeza de turco –Abarca, un grupo de delincuentes, Aguirre, Peña Nieto-
que permita reconstituir el bloque en el poder y preparar nuevos crímenes de
Estado. No basta con la fraterna solidaridad del EZLN porque lo que se requiere
urgentemente son propuestas, ideas, análisis de perspectivas. No basta con la
exigencia de la renuncia de Peña Nieto si el gobierno queda en manos de los
mismos. La unión entre todas las resistencias, la confluencia como el 20 de
noviembre de las protestas de masas podría en cambio dar base a un Comité
Unitario de Organización de la protesta democrática, que se apoye también en
las policías comunitarias, los gremios en lucha, las autodefensas guerrerenses,
las organizaciones de base de todo tipo y en asambleas de cada comunidad,
colonia o centro de trabajo.
¿Estados Unidos podría
intervenir? Ya lo está haciendo y lo hará cada día más si no debilitamos su
poder en el país. ¿Qué los candidatos a tener Casas Blancas despojando a los
ciudadanos para enriquecerse y los que usan los bienes del Estado como propios
van a reaccionar? Lo hicieron en defensa de Maximiliano y de Porfirio Díaz pero
fue posible derrotarlos. La alternativa no es pasividad y resignación para
preservar la paz sino imponer un cambio social o más asesinatos, más degradación,
más pobreza, más sumisión a Estados Unidos, más represión. No hay tercera
opción.
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