¿Qué dijo Putin en su intervención? Imposible
reseñar en pocas páginas su discurso y las respuestas a los cuestionamientos hechos por los participantes. Pero, con el ánimo
de estimular una lectura de ese documento resumiríamos algunas de sus tesis
como sigue a continuación. Primero,
ratificó sin pelos en la lengua que el sistema internacional atraviesa una
profunda crisis y que contrariamente a relatos autocomplacientes -que en
Occidente minimizan los desafíos del momento- la seguridad colectiva está en
muy serio peligro y que el mundo se encamina hacia un caos global. Opositores políticos quemados vivos en el
sótano del Partido de las Regiones por las hordas neonazis que se
apoderaron del gobierno en Ucrania, el derribo del vuelo MH17 de Malasya Airlines por parte de la aviación ucraniana y el
Estado Islámico decapitando prisioneros y blandiendo sus cabezas por la
Internet son algunos de los síntomas más aberrantes de lo que según un
internacionalista norteamericano, Richard N. Haass, es la descomposición del
sistema internacional que otros, situados en una postura teórica y política
alternativa, como Samir Amin, Immanuel
Wallerstein, Chalmers Johnson y Pepe Escobar, prefieren denominar “imperio
del caos.” Esta ominosa realidad no se puede ocultar con bellos discursos y con
los trucos publicitarios a los cuales son tan afectos Washington y sus aliados.
El desafío es
gravísimo y sólo podrá ser exitosamente enfrentado mediante la cooperación
internacional, sin hegemonismos de ningún tipo.
/////
Vladimir Putin. Presidente de Rusia.
***
SOCIÓLOGO ATILIO
BORON. PUTIN: UN DISCURSO HISTÓRICO.
*****
ALAI. América Latina en
Movimiento.
Miércoles 26 de noviembre
del 2014.
Doctor en Sociología. Atilio
Boron.
Hay discursos que
sintetizan una época. El que pronunciara Winston
Churchill en el Westminster College, en Missouri, en marzo de 1946 es uno
de ellos. Allí popularizó la expresión “cortina de hierro” para caracterizar a
la política de la Unión Soviética en Europa y, según algunos historiadores,
marcó con esa frase el inicio de la Guerra
Fría. Antes, en abril de 1917, un breve discurso de Lenin al llegar de su
exilio suizo a la Estación Finlandia de San Petersburgo anunciaba, ante la sorpresa de su entusiasta audiencia
animada por los acordes de La
Marsellesa, que la humanidad estaba pariendo una nueva etapa histórica,
pronóstico que habría de confirmarse en Octubre con el triunfo de la Revolución
Rusa. En Nuestra América, un papel
semejante cumplió “La historia me absolverá”, el célebre alegato con el que, en
1953, el joven Fidel Castro Ruz se
defendió de las acusaciones del dictador cubano Fulgencio Batista por el asalto
al Cuartel Moncada.
En esta línea habría que agregar
el discurso pronunciado por Vladimir
Putin el 24 de octubre de este año en el marco del XIº Encuentro
Internacional de Valdai, una asociación de políticos, intelectuales y
gobernantes que anualmente se reúnen para discutir sobre la problemática rusa
y, en esta ocasión, la preocupante situación mundial. [1]
Las tres horas insumidas por el discurso de Putin y su amplio intercambio de
opiniones con algunas personalidades de la política europea -entre ellos el ex
primer ministro de Francia, Dominique de Villepin y el ex canciller de Austria
Wolfgang Schuessel- o con académicos de primer nivel, como el gran biógrafo de
Keynes, Robert Skidelsky, fue convenientemente ignorado por la prensa
dominante. El líder ruso habló claro, sin medias tintas y abandonando de
partida el lenguaje diplomático. Es más, al inicio de su discurso recordó la
frase de uno de ellos que decía que “los diplomáticos tienen lenguas para no
decir la verdad” y que él estaba allí para expresar sus opiniones de manera
franca y dura para, como ocurriera después, confrontarlas con las de sus
incisivos interlocutores a quienes también les hizo unas cuantas preguntas.
Discurso ignorado, decíamos, porque en él se traza un diagnóstico realista y
privado de cualquier eufemismo para denunciar el aparentemente incontenible
deterioro del orden mundial y los diferentes grados de responsabilidad que les
cabe a los principales actores del sistema. Como de eso no se debe hablar, y
como el mundo tiene un líder confiable y eficaz en los Estados Unidos piezas
oratorias como las de Putin merecen ser silenciadas sin más trámites. Un breve
comentario en el New York Times al día siguiente, con énfasis en algunos
pasajes escogidos con escandalosa subjetividad; algunas notas más con las
mismas características en el Washington Post y eso fue todo. El eco de
ese discurso en América Latina, donde la prensa en todas sus variantes está
fuertemente controlada por intereses norteamericanos, fue inaudible. Por
contraposición, cualquier discurso de un ocupante de la Casa Blanca que asegure
que su país es una nación “excepcional” o “indispensable”, o que difame a
líderes o gobiernos que no caen de rodillas ante el mandato estadounidense
corre mucha mejor suerte y encuentra amplísima difusión en los medios del
“mundo libre”.
¿Qué dijo Putin en su intervención?
Imposible reseñar en pocas páginas su discurso y las respuestas a los
cuestionamientos hechos por los participantes. Pero, con el ánimo de estimular
una lectura de ese documento resumiríamos algunas de sus tesis como sigue a
continuación. Primero, ratificó sin
pelos en la lengua que el sistema internacional atraviesa una profunda crisis y
que contrariamente a relatos autocomplacientes -que en Occidente minimizan los
desafíos del momento- la seguridad colectiva está en muy serio peligro y que el
mundo se encamina hacia un caos global. Opositores políticos quemados vivos en
el sótano del Partido de las Regiones por las hordas neonazis que se apoderaron
del gobierno en Ucrania, el derribo del vuelo MH17 de Malasya Airlines por
parte de la aviación ucraniana y el Estado Islámico decapitando prisioneros y
blandiendo sus cabezas por la Internet son algunos de los síntomas más
aberrantes de lo que según un internacionalista norteamericano, Richard N.
Haass, es la descomposición del sistema internacional que otros, situados en
una postura teórica y política alternativa, como Samir Amin, Immanuel Wallerstein, Chalmers Johnson y Pepe Escobar, prefieren
denominar “imperio del caos.” Esta ominosa realidad no se puede ocultar con
bellos discursos y con los trucos publicitarios a los cuales son tan afectos
Washington y sus aliados. El desafío es gravísimo y sólo podrá ser exitosamente
enfrentado mediante la cooperación internacional, sin hegemonismos de ningún
tipo.
Segundo, en su exposición Putin aportó un detallado
análisis del decadente itinerario transitado desde la posguerra hasta el fin de
la Guerra Fría, el surgimiento del fugaz unipolarismo norteamericano y, en su
curva descendente después del 11-S, las tentativas de mantener al actual
(des)orden internacional por la fuerza o el chantaje de las sanciones
económicas como las aplicadas en contra de Cuba
por más de medio siglo, Irak, Irán,
Corea del Norte, Siria, Costa de Marfil y ahora Rusia. Un orden que se cae
a pedazos y, como lo anunciaba el título del Encuentro, que se debate entre la
creación de nuevas reglas o la suicida aceptación de la fuerza bruta como único
principio organizador del sistema internacional. De hecho nos hallamos ante un
mundo sin reglas o con reglas que existen pero que son pisoteadas por los
actores más poderosos del sistema, comenzando por Estados Unidos y sus aliados,
que dan por desahuciada a las Naciones Unidas sin proponer nada a cambio. La Carta de las Naciones Unidas y las
decisiones del Consejo de Seguridad son violadas, según Putin, por el
autoproclamado líder del mundo libre con la complicidad de sus amigos creando
así una peligrosa “anomia legal” que se convierte en campo fértil para el
terrorismo, la piratería y las actividades de mercenarios que ora sirven a uno
y luego acuden a prestar sus servicios a quien le ofrece la mejor paga. Lo
ocurrido con el Estado Islámico es paradigmático en este sentido.
Tercero, Putin recordó que las transiciones en el orden mundial “por regla general fueron acompañadas si no por una
guerra global por una cadena de intensos conflictos de carácter local.” Si hay
algo que se puede rescatar del período de la posguerra fue la voluntad de
llegar a acuerdos y de evitar hasta donde fuese posible las confrontaciones
armadas. Hubo, por cierto, muchas, pero la temida guerra termonuclear pudo ser
evitada en las dos mayores crisis de la Guerra Fría: Berlín en 1961 y la de los
misiles soviéticos instalados en Cuba en 1962. Posteriormente hubo importantes
acuerdos para limitar el armamento nuclear. Pero esa voluntad negociadora ha
desaparecido. Lo que hoy prevalece es una política de acoso, de bullying, favorecida por un hipertrofiado
orgullo nacional con el cual se manipula a la opinión pública que así justifica
que el más fuerte –Estados Unidos- atropelle y someta a los más débiles. Si
bien no menciona el dato, en el trasfondo de su discurso se perfila con
claridad la preocupación por la desorbitada expansión del gasto militar
estadounidense que, según los cálculos más rigurosos, supera el billón de
dólares (o sea, un millón de millones de dólares) cuando al desintegrarse la
Unión Soviética los publicistas del imperio aseguraron urbi et orbi que
el gasto militar se reduciría y que los así llamados “dividendos de la paz” se
derramarían en programas de ayuda al desarrollo y combate a la pobreza. Nada de
eso tuvo lugar.
Cuarto, al declararse a sí mismos como vencedores de la Guerra Fría la
dirigencia norteamericana pensó que todo el viejo
sistema construido a la salida de la Segunda Guerra Mundial era un oneroso
anacronismo. No propuso un “tratado de paz”, en donde se establecieran acuerdos
y compromisos entre vencedores y vencidos, sino que Washington se comportó como
un “nuevo rico” que, embriagado por la desintegración de la Unión Soviética y
su acceso a una incontestada primacía mundial, actuó con prepotencia e imprudencia
y cometió un sinfín de disparates. Ejemplo rotundo: su continuo apoyo a
numerosos “combatientes de la libertad” reclutados como arietes para producir
el “cambio de régimen” en gobiernos desafectos y que a poco andar se
convirtieron en “terroristas” como los que el 11-S sembraron el horror en Estados Unidos o los que hoy devastan a
Siria e Irak. Para invisibilizar tan gigantescos errores la Casa Blanca contó
con “el control total de los medios de comunicación globales (que) ha permitido
hacer pasar lo blanco por negro y lo negro por blanco.” Y, en un pasaje de su
discurso Putin se pregunta: “¿Puede ser que la excepcionalidad de los Estados
Unidos y la forma como ejerce su liderazgo sean realmente una bendición para
todos nosotros, y que su continua injerencia en los asuntos de todo el mundo
esté trayendo paz, prosperidad, progreso, crecimiento, democracia y simplemente
tengamos que relajarnos y gozar? Me permito decir que no.”
Quinto, en diversos tramos de su alocución y del intercambio de preguntas y
respuestas con los participantes Putin dejó sentado muy claramente que Rusia no
se cruzará de brazos ante las amenazas que se ciernen sobre su seguridad
nacional. Utilizó para transmitir ese mensaje una elocuente metáfora para
referirse, indirectamente, a los planes de la NATO de rodear a Rusia con bases
militares y para responder a las inquietudes manifestadas por algunos de los
presentes acerca de una eventual expansión imperialista rusa. Dijo que en su
país se le tiene gran respeto al oso “amo y señor de la inmensidad de la taiga
siberiana, y que para actuar en su territorio ni se molesta en pedirle permiso
a nadie. Puedo asegurar que no tiene intenciones de trasladarse hacia otras
zonas climáticas porque no se sentiría cómodo en ellas. Pero jamás permitiría
que alguien se apropie de su taiga. Creo que esto está claro.” Esta observación
fue también una respuesta a una caracterización muy extendida en Estados Unidos
y Europa que menosprecia a Rusia -y antes a la Unión Soviética- como “un Alto
Volta (uno de los países más pobres y atrasados de África) con misiles”. Sin
dudas que el mensaje fue muy claro y despojado de eufemismos diplomáticos, en
línea con su confianza en la fortaleza de Rusia y su capacidad para sobrellevar
con patriotismo los mayores sacrificios, como quedó demostrado en la Segunda
Guerra Mundial. Dijo textualmente: “Rusia no se doblegará antes las sanciones,
ni será lastimada por ellas, ni la verán llegar a la puerta de alguien para
mendigar ayuda. Rusia es un país autosuficiente.”
En síntesis: se trata de uno de los discursos más importantes sobre el tema
pronunciado por un jefe de estado en mucho tiempo y esto por muchas razones.
Por su documentado y descarnado realismo en el análisis de la crisis del orden
mundial, en donde se nota un exhaustivo conocimiento de la literatura más
importante sobre el tema producida en Estados Unidos y Europa, refutando en los
hechos las reiteradas acusaciones acerca del “provincianismo” del líder ruso y
su falta de contacto con el pensamiento occidental. Por su valentía al llamar
las cosas por su nombre e identificar a los principales responsables de la
situación actual. Ejemplo: ¿quién arma, financia y recluta a los mercenarios
del EI? ¿Quién compra su petróleo robado de Irak y Siria, y así contribuye a financiar
al terrorismo que dicen combatir? Preguntas estas que ni el saber convencional
de las ciencias sociales ni los administradores imperiales jamás se las
formulan, al menos en público. Y que son fundamentales para entender la
naturaleza de la crisis actual y los posibles caminos de salida. Y por las
claras advertencias que hizo llegar a quienes piensan que podrán doblegar a
Rusia con sanciones o cercos militares, como nos referíamos más arriba. Pero, a
diferencia del célebre discurso de Churchill, al no contar con el favor del
imperio y su inmenso aparato propagandístico camuflado bajo los ropajes del
periodismo el notable discurso de Putin ha pasado desapercibido, por ahora. A
cien años del estallido de la Primera Guerra Mundial y a veinticinco de la caída
del Muro de Berlín Putin arrojó el
guante y propuso un debate y esbozó los lineamientos de lo que podría ser una
salida de la crisis. Ha pasado algo más de un mes y la respuesta de los centros
dominantes del imperio y su mandarinato ha sido un silencio total. Es que no
tienen palabras ni razones, sólo armas. Y van a continuar tensando las cuerdas
del sistema internacional hasta que el caos que están sembrando revierta sobre
sus propios países. Nuestra América deberá estar preparada para esa contingencia.
*****
Dr. Atilio Boron, director del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini
(PLED), Buenos Aires, Argentina. Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2013.
[1] Desgraciadamente ese discurso está sólo disponible en ruso y en inglés
en el sitio web de la presidencia de Rusia. Una traducción al castellano fue
realizada por Iñaki para el blog La versión revisada y corregida de ese primer
esfuerzo de traducción del discurso de Putin se encuentra disponible en www.atilioboron.com.ar
*****
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