lunes, 15 de octubre de 2012

Reseña de “El capitalismo histórico” de Inmanuel Wallerstein. Un lúcido y brillante análisis del capitalismo.

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El Estado crea las infraestructuras ( de comunicación, de información, de energía.), las fronteras y la legalidad que necesita el capitalismo. Tiene además el monopolio de la violencia, que le permite garantizar el orden interno centrado en la propiedad privada ( policía) como la competencia por los mercados ( ejército) . Pero también se dedica a socializar las pérdidas de los oligopolios y los monopolios a través de subvenciones, los beneficios fiscales o simplemente inyectándoles el dinero que necesitan para seguir acumulando capital. Hoy más que nunca me parece que es evidente esta última afirmación. Otro elemento fundamental en el planteamiento de este gran sociólogo es la división entre países centrales y países periféricos. No se trata de algo contingente o accidental sino de algo sustancial. Hay un intercambio desigual que hace que las clases trabajadores de los países centrales recojan una parte del beneficio del excedente de esta relación de dominio de unos países sobre otros. Aunque aquí hay que decir que no es justo atribuir a Wallerstein la sustitución de la lucha de clases por la lucha entre países. Son dos aspectos del sistema que hay que entender de manera entrelazada como manifestaciones de la lucha de clases. La realidad es compleja, aunque sea más fácil verla de manera simplificada.
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Reseña de “El capitalismo histórico” de Inmanuel Wallerstein.
Un lúcido y brillante análisis del capitalismo.
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Luis Roca Jusmet.
Rebelión Lunes 15 de octubre del 2012.
Luis Roca Jusmet.

El capitalismo histórico, de Inmanuel Wallerstein, traducción de Pilar López Mañez, Madrid, Siglo XXI, 2012.

Immanuel Wallerstein es un analista clave para entender la sociedad en que vivimos. Lo es desde la perspectiva rigurosa, clara y crítica de un científico social que niega la división de las dos culturas, la científica y la humanística. Y que plantea una concepción integrada de todas las ciencias sociales: lo que él llama la sociología histórica. Esta sociología no sólo no está separada de la historia sino que además rompe las barreras entre la antropología, la sociología, la economía y la política. Porque esta división lo que marca una concepción del saber que se corresponde con el tipo de sociedad que emerge a partir del siglo XV y que ya está globalizada el siglo XIX. Esta sociedad es lo que Wallerstein llama un Sistema-Mundo. Con este término se refiere a un tipo de sociedad que tiende a la máxima expansión, a un dominio global. Hasta ahora estos sistemas eran los Imperios, que estaban basados en un poder político absoluto. Pero el Sistema-Mundo moderno es una Economía-Mundo. Esto quiere decir que su dominio no es político sino económico. Este dominio económico es impersonal, es la lógica que rige el funcionamiento del sistema, que es el de la acumulación de capital. Todo se ha ido ordenando alrededor de esta finalidad, que es totalmente irracional.

En contra de otros planteamientos, Wallerstein no cree que lo esencial del capitalismo sea su naturaleza de economía de mercado. En este sentido sigue la línea del historiador Fernand Braudel y el economista Karl Polanyi al considerar que el capitalismo es, en cierta forma, una economía anti-mercado. Lo es en la medida en que la lógica del sistema tiende al oligopolio o al monopolio y no a la libre competencia. Aunque lo que sí es cierto es que esta acumulación de capital la realiza a partir de una mercantilización progresiva de todos los elementos sociales. Otra cosa es lo que dice el liberalismo, que es una ideología que oculta más que muestra el funcionamiento real del capitalismo. Aquí es fundamental entender el papel del Estado, pieza fundamental para garantizar este mecanismo. El Estado es ambivalente. Aunque pueda recoger los frutos de los movimientos reivindicativos ( a los que él llama antisistémicos) y ser así un elemento de redistribución de los recursos, no hay que olvidar su papel fundamental.

El Estado crea las infraestructuras ( de comunicación, de información, de energía..), las fronteras y la legalidad que necesita el capitalismo. Tiene además el monopolio de la violencia, que le permite garantizar el orden interno centrado en la propiedad privada ( policía) como la competencia por los mercados ( ejército) . Pero también se dedica a socializar las pérdidas de los oligopolios y los monopolios a través de subvenciones, los beneficios fiscales o simplemente inyectandoles el dinero que necesitan para seguir acumulando capital. Hoy más que nunca me parece que es evidente esta última afirmación. Otro elemento fundamental en el planteamiento de este gran sociólogo es la división entre países centrales y países periféricos. No se trata de algo contingente o accidental sino de algo sustancial. Hay un intercambio desigual que hace que las clases trabajadores de los países centrales recojan una parte del beneficio del excedente de esta relación de dominio de unos países sobre otros. Aunque aquí hay que decir que no es justo atribuir a Wallerstein la sustitución de la lucha de clases por la lucha entre países. Son dos aspectos del sistema que hay que entender de manera entrelazada como manifestaciones de la lucha de clases. La realidad es compleja, aunque sea más fácil verla de manera simplificada.

En este denso resumen que Immanuel Wallerstein hace en este libro de sus propias teorías hay otros aspectos que vale la pena remarcar. En primer lugar su noción de estructura dinámica, de crisis y de bifurcación. Estos conceptos los extrae de un científico que es Ilya Prigogine. Como él mismo este Premio Nobel de Química quiso trazar un puente entre las ciencias naturales y las sociales. Una estructura dinámica es un sistema ordenado de una determinada manera. Cada estructura tiene un inicio, una desarrollo, una crisis y dos salidas posibles. Aplicado a la sociedad humana la historia es la transformación de estructuras (larga duración) o lo que ocurre en cada estructura ( corta duración). En este proceso no se contempla la idea de revolución porque un sistema se acaba por sus propias contradicciones internas y es en este momento cuando la acción humana decide cual será la salida.




El capitalismo no fue resultado de una revolución burguesa, que según Wallerstein nunca existió, sino de una salida favorable a los grupos más poderosos del feudalismo, que se transformaron en la nueva burguesía. Otra opción hubiera sido la formación de comunidades más igualitarias de pequeños propietarios. El capitalismo llegará pronto a su fin porque es incapaz de resolver sus contradicciones internas. Será la lucha entre las élites económicas y los movimientos antisistémicos la que decidirá lo que vendrá después, que puede ser mejor o peor en función de quien gane la lucha. Sí se le puede criticar a Wallerstein la poca precisión de este término, por lo menos tal como aparece en el libro al situar en un mismo plano el nacionalismo y el socialismo ( que por otra parte tiene un contenido muy poco matizado).

Desde el punto de vista ideológico el capitalismo es paradójico porque vive la tensión entre el universalismo y el particularismo. Su universalismo es el del mercado y el de la ciencia. Su particularismo es el del nacionalismo, el racismo y el sexismo. Wallerstein es contundente: el racismo es un invento del capitalismo para justificar las desigualdades económicas. Antes del capitalismo existió xenofobia, no racismo. Respecto al sexismo también sostiene que nunca fue tan claro como con el capitalismo, donde se convierte a la mujer en un ser improductivo y se forma una familia nuclear patriarcal. Aquí, evidentemente, habría mucho que discutir porque en lo que respecta al sexismo lo cierto es que el capitalismo ha sobrevivido a la crisis del patriarcado en los países centrales. Respecto al racismo habría aquí toda una reflexión sobre si hay un racismo cultural que es herencia del racismo genético.

Wallerstein no es marxista. Respeta a Marx pero considera que tuvo sus aciertos y sus errores, como podemos comprobar por los comentarios anteriores. Pero quizás la diferencia básica es que para Wallerstein el capitalismo no tuvo un carácter progresivo. Es un sistema totalmente irracional, sin ninguna función histórica y que ha empobrecido a la mayor parte de los habitantes del planeta, que viven peor que antes. Tampoco es comunista, ya que para él el llamado socialismo real no fue nunca una alternativa a la Economía-Mundo capitalista. Esta es una de las contradicciones de los movimientos antisistémicos : al tomar el poder del Estado se acaba convirtiendo en una pieza más dentro del sistema global. Esta afirmación es, sin duda, un escándalo para muchos sectores de la izquierda.

Quizás esta reseña sea un resumen del propio resumen que es en sí mismo el libro, sobre todo de su monumental estudio El moderno sistema mundial. Pero no puedo evitar dar a conocer en estas líneas la teoría del quizás más importante analista crítico del capitalismo en el momento actual. Nacido en Nueva York en 1930 Immanuel Wallernstein completa su inmenso trabajo teórico ( con una indudable base empírica) con artículos y entrevistas sobre el momento presente. Comprometido en una posición claramente de izquierdas nos proporciona un material que es, bajo mi punto de vista, imprescindible para cualquiera que quiera entender lo que estamos viviendo hoy a nivel mundial. No es desde lo más simple como vamos entendiendo lo más complejo (los ilusorios “hechos” del positivismo) sino construyendo un marco global dinámico como podemos ir situando y entendiendo lo más concreto.
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Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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