“¿Qué amenazas
supone este acuerdo secreto?.- Numerosos expertos no dejan de advertir de las
graves consecuencias económicas, políticas y sociales que podría acarrear la
aprobación de este acuerdo al afectar a
la libertad de expresión de los ciudadanos y al derecho de naciones soberanas a
desarrollar políticas y leyes que respondan a sus prioridades nacionales. Un
documento descubierto recientemente por WikiLeaks
reveló que el acuerdo no parece entrañar nada bueno. De forma concreta, esta
señala que el TPP fue diseñado para
favorecer a las grandes corporaciones transnacionales y además permitiría a
las mismas demandar a los gobiernos
y solicitar millonarias indemnizaciones
a cuenta de los contribuyentes.
Además, a diferencia de lo prometido por la
Administración Obama, el acuerdo
refuerza y amplía el sistema legal de
solución de controversias inversor–Estado (ISDS, por sus siglas en inglés)
y eleva a las empresas de capital extranjero a la misma categoría que los
gobiernos soberanos. A tenor de esto, la senadora estadounidense Elizabeth Warren sostiene que “si
la versión final del acuerdo sobre el TPP incluye al ISDS, los únicos ganadores
serán las corporaciones multinacionales”. Según Lori Wallach, una de los líderes del grupo estadounidense Public
Citizen para la defensa del derecho del consumidor, otro punto preocupante del tratado es la creación de un tribunal secreto
en el que las empresas podrán demandar a los gobiernos ante paneles de arbitraje secretos integrados por
abogados corporativos que evitan los tribunales nacionales y anulan la
voluntad de los parlamentos en caso de no conseguir lo que quieren. Según la activista, esta medida
destruirá por completo la legislación y pondrá en peligro los derechos fundamentales que
habitualmente proporcionan los Estados democráticos”.
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¿QUÉ
IMPLICACIONES TIENE LA FIRMA DEL TPP?
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Escriben:
Beatriz Plaza y Gorka Martija *.
Punto
de Vista y Propuesta. Jueves 15 de octubre del 2015.
El pasado lunes, 5 de octubre, fue aprobado el Acuerdo
Estratégico Transpacífico de Asociación Económica (TPP, por sus siglas en
inglés) por parte de 12 países del Pacífico; cinco en Asia (Japón, Brunei,
Vietnam, Malasia y Singapur), otros cinco en América (EE.UU., Canadá, México,
Perú y Chile) y dos más en Oceanía (Australia y Nueva Zelanda).
El TPP es un Tratado Multilateral de Libre Comercio, es
decir, un tratado de reglas y normas sobre las cuales rigen los intercambios
comerciales entre los países firmantes. Con este tratado, EEUU ha dado un golpe
certero sobre el tablero geopolítico y comercial global, como bien afirmó el
pasado mes de abril Ashton Carter, secretario de defensa estadounidense, cuando
anunció que ”este acuerdo es más importante que poner otro portaviones en el
Pacífico”, puesto que implica un primer paso en el marco general de todo un
proceso de reposicionamiento estratégico que incluye al Acuerdo Transatlántico
de Comercio e Inversión (TTIP) y al Acuerdo en Comercio de Servicios (TISA).
El proceso previo a la aprobación del TPP se ha
caracterizado por su opacidad de cara a la opinión pública, y las negociaciones
han sido consensuadas entre representantes empresariales de grandes corporaciones,
abogados de los mayores bancos del mundo y los ministros de comercio de los
países firmantes. Todos ellos finalmente, y después de cinco años, han
conseguido alcanzar acuerdos sobre determinados puntos que en su momento
retrasaron el proceso, como son: las protecciones comerciales en relación a las
patentes de nuevos medicamentos; la ausencia de aranceles, sobre todo en el
sector lácteo y azucarero; la lenta eliminación de los impuestos de los
automóviles de origen japonés que son vendidos en EEUU.
Estos puntos generaron conflicto entre los países
firmantes, debido a que como ocurre en todo acuerdo de comercio bilateral o
multilateral determinado por asimetrías y desequilibrios en cuanto a la
capacidad de sus partes, las consecuencias de corte económico derivan
inevitablemente en consecuencias políticas, fundamentalmente a través del
establecimiento de relaciones de subalternidad de los más débiles respecto a la
parte más fuerte. Así, con el TPP, además de generar espacios de libre comercio
e inversión hegemonizados por EEUU, el gigante estadounidense consigue
consolidar toda un área de influencia política que incluiría al conjunto de
países firmantes, y que estaría directamente encaminada a estrechar el cerco
sobre aquellos actores emergentes que amenazan esta supremacía
multidimensional. Se trata del apuntalamiento de la hegemonía estadounidense
(con la UE como aliado subalterno) mediante la reducción de espacios de
influencia y expansión de los actores emergentes, fundamentalmente Rusia y China.
Esta es la lógica fundamental que explica la conclusión
del TPP: reducir el ascendente económico (y, por extensión, político y militar)
de China en su propio espacio de influencia natural, y apuntalar la presencia
estadounidense en una zona sujeta a disputa, mediante la generación de un
mecanismo jurídico-político de sujeción de una serie de países al propio
espacio de influencia estadounidense, reforzando al tiempo la alianza
estratégica con un tradicional amigo de EEUU en la zona como es Japón. En lo que
respecta a América Latina, el TPP incluye a tres de los países que a lo largo
de los últimos 15 años se han mantenido fieles a la vinculación preferencial
con el gran vecino del Norte y a los dictados del modelo neoliberal, pese a la
hegemonía que a nivel regional habían venido obteniendo unos gobiernos
progresistas más vinculados a dinámicas de autonomización respecto a los EEUU:
se trata de Chile, México y Perú. No en vano, los tres forman parte del
principal experimento a través del cual se pretende restaurar en la zona un
Regionalismo Abierto de inspiración neoliberal, que tanto predicamento tuvo en
los años 90 del siglo pasado en la región: la Alianza del Pacífico. Asimismo,
el otro país miembro de esta organización de cooperación, Colombia, también se
muestra sumamente interesado en ingresar en el TPP.
El TPP es un engranaje más en el fortalecimiento del
modelo neoliberal concebido y adaptado para favorecer los intereses de las
empresas transnacionales. El gobierno de EEUU busca, mediante este tratado,
consolidar posiciones ventajosas para sus empresas en este espacio de
influencia que, según algunas estimaciones, comprenderá hasta un 40% de la
economía mundial. Neoliberalismo, hegemonía estadounidense y TPP forman parte,
por tanto, de una misma articulación coherente dentro de la llamada
“arquitectura de la impunidad”, que deriva de la hegemonía del Derecho
Corporativo Global.
Así, y como viene ocurriendo en otros procesos de
negociación como el del TTIP, el TPP contempla un sistema de solución de controversias
inversor-estado (ISDS en sus siglas en inglés) inspirado en la prevalencia de
esta lex mercatoria que privilegia sistemáticamente los intereses de las
empresas transnacionales en detrimento de la soberanía nacional de los países
que se puedan ver involucrados en estas contiendas.
Los puntos clave del TPP.
El acuerdo considera 30 capítulos, que abarcan las
siguientes áreas: acceso a mercados, reglas de origen, obstáculos técnicos al
comercio, medidas sanitarias y fitosanitarias, defensa comercial, competencia,
compras públicas, servicios, inversiones, comercio electrónico,
telecomunicaciones, entrada temporal, servicios financieros, asuntos legales,
propiedad intelectual, medio ambiente, laboral y cooperación. Adicionalmente,
se han incorporado los denominados temas horizontales, que incluyen coherencia
regulatoria, competitividad, desarrollo y pequeñas y medianas empresas. Y a
nivel industrial, el acuerdo involucra las áreas automovilística, textil,
farmacéutica y agrícola (centrado en productos como arroz, productos cárnicos y
el sector lácteo).
Entre los puntos clave destacan:
1.- Prohibición de etiquetado obligatorio para los
productos modificados genéticamente.
2.- Protección de patentes y derechos de autor, (lo que
incluye un sector tan sensible como los medicamentos genéricos, favoreciendo a
las transnacionales de la industria farmacéutica mediante el reforzamiento de
la propiedad industrial).
3.- Reconocimiento mutuo de numerosas regulaciones, con
lo que ello implica de aplicación de aquellas menos garantistas y más
beneficiosas para los intereses de las empresas transnacionales en el conjunto
del área de libre comercio.
4.- Detrimento de la contratación pública en favor de la
privatización (reducción compra de productos locales en pro de productos
internacionales).
5.- Regulaciones ambientales (se pactan asuntos
relacionados con energía nuclear, contaminación y sostenibilidad).
6.- Desregulación financiera.
Por último, cabe destacar que el proceso de negociación
del TPP ha reproducido algunos de los conflictos fundamentales que se han
venido dando en los últimos años en la conclusión de este tipo de tratados de
libre comercio e inversión, como son:
En materia agraria, se han reproducido los conflictos
referentes al mantenimiento de la política proteccionista de EEUU a través de
la Farm Bill, que perjudica directamente los intereses exportadores de países
con mayor potencial competitivo en este sector, y favorece el dumping por parte
de EEUU hacia el exterior. Tanto la UE (en lo que respecta a la Política
Agraria Común) como EEUU han tenido tradicionalmente disputas encarnizadas en
esta área a la hora de negociar marcos de liberalización en la Organización
Mundial del Comercio (OMC) y en otros espacios bilaterales e interregionales.
La regulación en materia de propiedad intelectual. En
dicha área se incorporan los mayores estándares hasta el momento negociados a
nivel internacional, potenciando un severo impacto en el acceso a bienes esenciales,
tales como productos farmacéuticos, bienes culturales (libros, software), etc.
A este respecto, a la exclusión de un actor como China, totalmente alejado de
los patrones que en la materia van a imperar en el TPP, se suman las
discrepancias de otros como Chile, que sí van a formar parte del acuerdo, pero
que han peleado por modificar en parte el contenido base propuesto desde EEUU,
tal y como revelaron los documentos filtrados en 2013 a través de Wikileaks.
Finalmente, vemos en la aprobación del TPP un proceso
clave en el devenir de la geopolítica: en tanto que puede servir como ejemplo y
factor agilizador en la negociación de otros tratados del mismo calado, como el
TTIP. Ya que el TPP refuerza la posición de EEUU como potencia clave en tanto
que le otorga ‘poder estructural’, que significa la capacidad de imponer reglas
y normas de modo que otros tengan pocas alternativas aparte de ajustarse.
En cualquier caso, el TPP solamente ha sido sellado, ya
que está pendiente de aprobación y ratificación por los gobiernos y parlamentos
de cada uno de los países firmantes. Mientras tanto, diferentes organizaciones
sociales y plataformas ciudadanas (como TPP abierto o Chile Mejor Sin TPP) se
mantienen en pie de guerra trasladando a la opinión pública las consecuencias
que conllevaría su aprobación. Al igual que en anteriores ocasiones, como en el
caso del ALCA, a día de hoy resulta evidente que la clave de las victorias
futuras para los pueblos siguen
pasando por la movilización social y la confrontación
popular contra esta arquitectura neoliberal.
*****
–* Beatriz
Plaza (@BeaPlazaE) y Gorka Martija son investigadores del Observatorio de
Multinacionales en América Latina (OMAL) – Paz con Dignidad. (La Marea, 9 de
octubre de 2015) 12 de octubre de 2015.
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