CLAUSULA DEMOCRÁTICA.- Avizorando un martes 13 fatídico, Dilma había
denunciado el jueves 8 la inminencia de un “golpe a la paraguaya” como el que
derrocó con un coreografía institucional a Fernando Lugo, sucedido por su
vicepresidente Federico Franco, luego de un juicio sumario que acusó al
presidente democrático de haber violado la soberanía por respaldar la cláusula
democrática del Mercosur, entre otros cargos.
La comparación de Dilma
con el putch paraguayo se prestó a varias lecturas.
Una fue interpretarla
como una acusación a su vicepresidente y líder del PMDB Michel Temer, una suerte
de Federico Franco a la brasileña, abocado desde hace meses a tejer intrigas
para quedarse con la presidencia.
La analogía con el caso
paraguayo permite otra conclusión: si Asunción fue suspendida del Mercosur
precisamente por violar la cláusula democrática, esa jurisprudencia podría ser
invocada por algunos miembros del bloque para desconocer a un eventual gobierno
brasileño ilegítimo.
Ante la amenaza de un
quiebre institucional varios presidentes de sudamericanos han manifestado su
respaldo a la administración del Partido de los Trabajadores, la cuarta
consecutiva desde 2003.
El jueves 8, mientras
Dilma alertaba sobre el riesgo de golpe, en Argentina el candidato presidencial
Daniel Scioli tomó la decisión viajar a Brasilia. “Fue una actitud importante, un
gesto de solidaridad hacia Dilma... en los momentos difíciles es cuando se ven
los amigos”, dijo el asesor internacional de Scioli, Rafael Follonier, durante
un diálogo informal con este diario en el Palacio del Planalto el martes 13.
Follonier sostuvo que el
respaldo dado por Scioli a Dilma demuestra la afinidad que existe entre ambos y
garantiza la “continuidad” del proyecto integracionista de “Néstor, Lula y
Cristina”.
Antes de recibir a la
delegación argentina Dilma conversó con el secretario general de la Unasur,
Ernesto Sampar, quien defendió su permanencia en el cargo. Al igual que en el
Mercosur, en Unasur “existe una cláusula democrática que prevé que se debe
intervenir para evitar que se altere de forma brusca el orden constitucional”,
explicó.
A raíz de esas declaraciones Samper no fue recibido
por el ex candidato presidencial socialdemócrata Aécio Neves, ni su compañero
de fórmula, Aloysio Nunes Ferreira. Alegaron, en términos similares a los de la
oposición paraguaya de 2012 para justificar la caída de Lugo, que cuando el
representante de la Unasur invocó la cláusula democrática interfirió en los asuntos
internos de Brasil. Darío Pignotti. Página /12.
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Presidente del Congreso en Brasil, su partido es
aliado en las elecciones de la Presidenta Dilma, (si es el aliado, como serán
los enemigos) pero con toda la derecha política “juró” ser cabeza visible del “golpe
político” al estilo de los tiempos del militarismo de los 70 y 80’ del siglo
XX. Negociante y corrupto, todas sus artimañas, corrupción y negocios los
encubría con: Cunha compró dos Porsche con dinero obtenido de sobornos en el
escándalo del “Petrolao”.
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BRASIL: CUNHA LAVÓ DINERO EN NOMBRE DE “JESÚS”.
Lujos y delitos dele evangélico
diputado consagrado a la misión de
derrocar a Dilma.
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Los detalles de sus
delitos, respaldados con documentos llegados de Suiza, donde escondió una
fortuna, fueron divulgados tres días después de que Cunha estuvo a un tris de
iniciar el proceso de “admisibilidad” del juicio político a Dilma.
Darío Pignotti
Desde
Brasilia Página /12 domingo 18 de octubre del 2015.
Pasear en Porsche es
algo divino. La Justicia brasileña descubrió que Eduardo Cunha, el evangélico
diputado consagrado a la misión de derrocar a Dilma Rousseff por considerarla
falta de ética, compró dos Porsche Cayenne, con dinero obtenido de sobornos en el
escándalo del “Petrolao”. Uno de los Porsche se lo obsequió a su esposa, la
periodista Claudia Cruz, muy bonita, de quien tal vez se enamoró cuando ella
conducía los noticiosos de la TV Globo. El enemigo público número uno de Dilma
lavó dinero sucio de petróleo a través de empresas de fachada como “Jesus.com.”
y cuentas bancarias de una iglesia neopentecostal.
Los detalles de esos
delitos, respaldados con documentos llegados de Suiza, donde escondió millones
de dólares, fueron divulgados el viernes pasado tres días después de que Cunha
estuvo a un tris de iniciar el proceso de “admisibilidad” del juicio político.
Esto es, el golpe contra Dilma. Cunha, del oficialista (ma non troppo) Partido
Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) tuvo como aliado al Partido de la
Socialdemocracia Brasileña (PSDB) conducido por Aécio Neves, candidato
presidencial en 2014 cuando Dilma lo derrotó por un pequeño margen en el
ballottage.
El asalto golpista del
martes 13 parecía inexorable pero fue neutralizado a último momento por el
Supremo Tribunal Federal a través de una medida cautelar que desbarató, por lo
pronto, la trama sediciosa acordada por Cunha y los hombres de Neves. Estas dos
derrotas consecutivas del plan destituyente, el martes, a través de la cautelar
del Supremo, y el viernes con las pruebas que imputan a Cunha, trajeron un
respiro al gobierno.
Aunque no fue aventada
la amenaza desestabilizadora, que promete continuar por meses sino años, sus
principales instigadores Cunha y Neves, quedaron desmoralizados. Y en el caso
de Cunha amenazado de un proceso que puede dejarlo sin fueros.
Dilma puede salir del
pantano de la ingobernabilidad si sabe sacar provecho del traspié de sus
adversarios y revisar los errores cometidos por su gobierno. Pero que nadie
espere milagros. La presidenta no recuperará en el corto plazo la popularidad
perdida, sólo la respalda el 10 por ciento, ni reactivará de inmediato una
economía en recesión de casi el 3 por ciento para 2015. Está malherida pero no
moribunda. Y tiene la legitimidad democrática que le reportan más de 54
millones de votos. Los sondeos, mañosos, inducen a creer que más del 60 por
ciento de los brasileños apoya el impeachment, cuando lo cierto es que el
activismo golpista se sustenta en las clases medias y blancas, las cuales le
arrebataron la calle a la izquierda con movilizaciones que convocaron a
millones de inconformes este año. No está demostrado que esa rebelión
conservadora haya seducido a los sectores populares que, eso sí, rechazan el
programa del neoliberal ministro Joaquim Levy que aumentó el desempleo, redujo
salarios y recortó los recursos de algunos programas sociales.
Advertido de que Dilma
le dio la espalda a sus electores con un programa similar al que hubieran
aplicado los socialdemócratas de Neves, Luiz Inácio Lula da Silva comenzó una
campaña para moderar el ajuste y promover la salida del titular de Hacienda,
Levy. Con sombrero de campesino o sindicalista, según el auditorio, está
recorriendo el país para recomponer el diálogo con los movimientos populares.
El martes, el día que no ocurrió el golpe, Lula de gorrita con visera roja
recibió a Dilma en el Congreso de la Central Unica de los Trabajadores, donde
hubo consignas contra el impeachment y de rechazo al supuesto “tercer turno”
electoral que quiere forzar Aécio Neves, después de perder en el segundo el año
pasado.
Más
allá de la mística del acto, donde también estuvo el ex presidente uruguayo
José Mujica, se observa que la presidenta aún cuenta con algún margen de
maniobra para dialogar con la mayor organización gremial que tiene como bandera
el fin del ajuste. A partir de mañana comenzará a develarse la suerte de Levy
en Hacienda y del “pemedebista” Eduardo Cunha en la presidencia de Diputados, y con ello el
destino de un gobierno incierto.
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