Corrupción y política, la nueva no, la vieja historia de la política
no investigada a tiempo, permitió
ante la falta de financiamiento o de las campañas políticas o del propio funcionamiento
de los partidos políticos e incluso del “engorde”
político de las élites de la “clase política”, se permitió o se abrió las
ventanas o las puertas completas, para el ingreso de la corrupción en sus
distintas formas y prácticas, visibles e invisibles, Hoy la corrupción atrapó a los políticos, capturó sus partidos
políticos, hipotecaron su independencia hacia prácticas oscuras y logró sus
objetivos supremos de dominar totalmente
a las instituciones. Hoy la prensa independiente – muy débil aún – denuncia como la política ha sido atrapada
por la corrupción que tiene diverso origen: o de las corporaciones
transnacionales; o del narcotráfico, o de la economía criminal (hoy la minería
criminal, la trata de personas, la prostitución, lavado de activos, la evasión
de impuestos, etc. En la coyuntura
actual, no hay país (ponemos en la vitrina del éxito neoliberal) donde la
corrupción no haya atrapado a la política. Pero
en el caso de Brasil, son los poderes más influyentes de la política o en
el gobierno o en la oposición donde hoy la acusación es real, objetiva o el
pueblo lo utiliza para derribar gobiernos (caso
Guatemala) o para intentos golpistas que viene desde la derecha neoliberal (Caso de Brasil, Ecuador, Venezuela).
Ahora Brasil es un horno de 360 grados, donde al menor descuido, el poder de la corrupción te devora
en vivo y en directo.
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El presidente de la Cámara de Diputados manejaba cuentas en Suiza con dinero presuntamente proveniente de la red de corrupción de Petrobras.
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EL CORRUPTO MÁS
PODEROSO DE BRASIL.
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Eric Nepomuceno.
Página /12 domingo 25 de
octubre del 2015.
Brasil llega al fin de octubre muy parecido a como estaba cuando el mes
empezó: prácticamente paralizado. La verdad es que desde enero, cuando Dilma
Rousseff inició su segundo mandato presidencial, se pasaron once meses de un
gobierno confuso y desarticulado, sufriendo todo tipo de chantaje por parte de
sus pretendidos aliados en el Congreso.
El
clima golpista llevado a cabo por políticos del oposicionista PSDB derrotado,
en octubre de 2014, por cuarta vez consecutiva en su intento de volver a la
Presidencia de la República permanece sólido, y todo el poder está concentrado
en manos de un sólo hombre, Eduardo Cunha, que preside la Cámara de Diputados.
Hasta cuándo, nadie sabe: la Justicia le muerde los talones. Pero mientras
tanto, es el todopoderoso de ocasión.
De
él depende, acorde a la legislación, aceptar o no un pedido de juicio político
a la presidente Dilma Rousseff. Fueron enviados a Diputados 28 pedidos. Cunha
rechazó veinte.
De
los ocho que todavía están en sus manos, uno tiene pleno respaldo de los
partidos de oposición, con Aécio Neves, el playboy provinciano derrotado por
Dilma, a la cabeza.
Maestro
de maestros cuando de chantaje se trata, Eduardo Cunha hace oscilar su péndulo.
Una mañana insinúa que podrá aceptar el pedido de impeachment presidencial, y a
la mañana siguiente dice que hay que estudiar mejor la documentación. Es decir,
se acerca a la oposición para luego matizar sus intenciones junto al gobierno.
Mientras,
el resultado de la impasse vivida en Brasilia se hace visible. El tan
mencionado “ajuste fiscal” anunciado por el gobierno, y que en marzo
determinaba un superávit fiscal de 66 mil millones de reales –unos 17 mil
millones de dólares–, fue reducido en agosto para ocho mil 700 millones (en
dólares, unos dos mil 300 millones). Ahora, a fines de octubre, el gobierno
reconoce que, en realidad, habrá en 20015 un déficit de proporciones siderales:
50 mil millones de reales (unos 13 mil millones de dólares).
La
retracción del PIB, que en marzo era calculada en 0,7 por ciento, fue revisada
en agosto para 2 por ciento. Esta semana el equipo económico de Dilma admite
que será de 3 por ciento, y anticipa que en 2016 también habrá recesión.
Otro
problema sin salida es la inflación. Si en marzo se preveía 7,9 por ciento este
año, en agosto ya se reconocía que alcanzaría 9,3 por ciento. A fines de
octubre, se sabe que en la mejor de las hipótesis será de 9,8 por ciento.
En
los últimos doce meses fueron cerrados un millón 200 mil puestos de trabajo. En
septiembre, y a raíz de la fuerte desaceleración de la economía, la recaudación
fiscal ha sido la peor en 5 años.
Estas
son algunas de las consecuencias de la parálisis que alcanza al país. Y como
gestor de esa parálisis está Eduardo Cunha, diputado por Río de Janeiro,
denunciado por corrupción, lavado de dinero, evasión fiscal e intento de
obstruir la Justicia.
En
la noche del jueves 22 de octubre el Superior Tribunal Federal ordenó la
repatriación de dos millones y medio de dólares que las autoridades suizas
habían incautado en dos cuentas mantenidas por Cunha y su mujer en el banco
donde él dice que jamás tuvo cuenta (eran al menos cuatro; otras dos él mismo
cerró cuando estalló en Brasil el escándalo de corrupción en la Petrobras, en
que está hundido hasta el cuello).
La
verdad verdadera es que el noble parlamentario está lejos de ser un neófito en
las artes de delinquir. Sus antecedentes como corrupto remontan hace veinte
años, cuando presidió la Telerj, la compañía telefónica estatal del estado de
Río de Janeiro. Luego anduvo en otros puestos públicos, y no hay un solo, un
único caso, en que al salir no haya dejado un rastro contundente de escándalos.
Lo
más curioso es leer el análisis de su perfil de inversionista del banco Merrill
Lynch en Suiza. Está escrito que se trata de un hombre que hizo fortuna por
invertir en el sector inmobiliario, bien como en el de energía. Es descrito
como el empresario que implantó la telefonía móvil en Brasil.
Vaya
ironía. En el fondo, el analista tiene razón. Fue como gestor de la empresa
estatal de viviendas populares que Cunha incorporó millones desviados a sus
cuentas secretas en el exterior. Fue manipulando fondos de jubilación del
sector eléctrico que se hizo con un gordo par de millones más. Y fue como
presidente de una operadora estatal de telefonía que fortaleció su patrimonio.
Solamente de lo desviado en Petrobras al menos cinco millones de dólares fueron
a parar a sus cuentas suizas.
¿Será
el único parlamentario corrupto? De ninguna manera. Los hay por doquier. Ahora
mismo el veinte por ciento de la Cámara y diez por ciento del Senado están bajo
investigación.
Ocurre
que ninguno tiene el poder de, con una sola firma –la suya– determinar un
juicio político a la presidenta de la Nación.
Cunha
tiene sus días contados como presidente de la Cámara de Diputados, y lo sabe.
Todos saben.
Lo
que nadie sabe es hasta qué punto él está dispuesto a seguir destrozando el
país. Obscuro parlamentario hasta febrero pasado, dedicado a distribuir favores
a otras nulidades como él, de la noche a la mañana se hizo presidente de sus
pares. Se creyó impune para siempre.
Al descubrir que no, decidió dejar claro quién tiene el poder. Las mismas manos
que robaron pueden mantener el país paralizado por el tiempo que él –o la
Justicia– determine.
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