Un tratado de libre comercio
(TLC) consiste en un acuerdo comercial regional o bilateral
para ampliar el mercado de bienes y servicios entre los países participantes
como continentes o básicamente en todo el mundo. Consiste en la eliminación o rebaja sustancial de los aranceles para los bienes entre las
partes, y acuerdos en materia de servicios. Este acuerdo se rige por las reglas
de la Organización
Mundial del Comercio (OMC) o por mutuo acuerdo entre los países.
Un TLC no necesariamente lleva una
integración económica, social y política regional, como es el caso de la Unión Europea, la Comunidad Andina, el Mercosur y la Comunidad
Sudamericana de Naciones. Si bien estos se crearon para fomentar
el intercambio comercial, también incluyeron cláusulas de política fiscal y
presupuestario, así como el movimiento de personas y organismos políticos comunes, elementos ausentes en un TLC.
El Tratado de Libre Comercio (TLC) es un acuerdo entre dos o más
países, (TLCAN) el primer TLC (firmado el 1 de enero de 1994 entre Estados
Unidos, Canadá y México) o entre un país y un bloque de países (Perú-La
Unión Europea) en el cual se establece la eliminación progresiva de aranceles y
barreras paraarancelarias. Así mismo un TLC incorpora temas económicos,
Institucionales, laborales, de propiedad intelectual y medio-ambientales a fin
de profundizar la integración de las economías. Al ser el TLC un tratado de
política comercial, es negociado por entidades rectoras de cada gobierno
(En el caso del Perú por el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo) y el
texto del Acuerdo es aprobado o desaprobado por el
Poder Legislativo de cada país.
Los Tratados de Libre Comercio
(TLC) sustituyen a la fracasada ALCA,
qué representan para América latina: ¿Una alternativa de
solución a la dependencia económico-comercial?, o ¿una mayor dependencia, pero
utilizando nuevas formas de dominación? , en lo central mantener el viejo
modelo, el patrón de crecimiento y
acumulación del capital, primario exportador - el tradicional extractivo
exportador de materias primas - para
fortalecer las políticas neoliberales del Consenso de Washington (aunque
están en su crisis final), y en la coyuntura actual canalizar las políticas nacionales que garanticen, viabilicen la
gran inversión, de las corporaciones transnacionales, en el objetivo
estratégico de asegurar las condiciones internas nacionales, para el nuevo proceso global de acumulación
del capitalismo, el capital de la desposesión
de materias primas - saqueo,
expoliación y nuevas
formas de explotación de la mano de obra - de los recursos naturales,
biodiversidad y Conocimientos Ancestrales.
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TRATADOS DE LIBRE COMERCIO(TLC) Y MÁS.
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Jesús González Pazos.
ALAI martes 13 de
octubre del 2015.
ALAI AMLATINA,
13/10/2015.- “Eliminar
barreras comerciales; vulnerar derechos humanos”. Pudiera parecer que al
enunciar la frase anterior se establece una intencionada relación engañosa
entre los apartados de la misma. Aparentemente, se podría decir que nada, o muy
poco, tienen que ver las barreras comerciales, los mercados, con los derechos
humanos, ya sean éstos individuales o colectivos.
Sin
embargo, la globalización neoliberal que se sigue extendiendo e imponiendo en
el planeta une estrechamente estos elementos. Lo hemos visto y comprobado en
nuestras propias sociedades con las crisis que vivimos. Vemos como, en aras de
la salida de las mismas, se incentiva permanentemente el aumento constante de
la producción, de los índices de consumo, la competitividad desaforada, o se
persigue el establecimiento de cuantas más empresas posibles en el entorno
inmediato al precio que sea. Y todo ello, mientras se anulan derechos
laborales, se recortan los sociales y políticos, o aquellos presupuestos que
deberían reforzar las políticas que abordan las consecuencias más trágicas de
la sociedad machista que vivimos, o mientras a nuestra juventud, y no tan
jóvenes, se condena a un futuro incierto con empleos temporales y precarios que
no garantizan las mínimas condiciones para una vida digna.
Luego,
si la crisis y sus consecuencias directas ya nos permite ver que esa
aparentemente artificiosa relación no es tal, la cuestión que ahora queremos
destacar reforzará esa idea de directa y estrecha relación entre liberalización
absoluta de los mercados y vulneración de los derechos humanos de las grandes
mayorías.
Hablamos
de los Tratados de Libre Comercio (TLC). Algunos aprobados hace más de dos
décadas, como es el caso del que afecta a Norte América (TLCAN) y que incluye a
Canadá, Estados Unidos y México. Otros de recientísima firma, como es el
TransPacífico (TPP), que abarcará a 12 países de la cuenca de este océano. Y
otros próximos como el TransAtlántico (TTIP) que ahora se negocia a puerta
cerrada entre Estados Unidos y la Unión Europea. Hay un cuarto tratado más
(TISA), que también se negocia secretamente entre 50 países. Como podemos
suponer, todos ellos tienen a Estados Unidos como denominador común aparente y
todos ellos se caracterizan por el secretismo de los términos de negociación de
los mismos y por lo inconsultos que son para los distintos pueblos y países
afectados.
Decimos,
una vez más, aparente porque el gobierno estadounidense figura como
protagonista en todos y cada uno de los acuerdos. Sin embargo, reiteramos, es
pura apariencia. En realidad, el denominador común en todos los Tratados de
Libre Comercio firmados o por firmar, son las grandes corporaciones
transnacionales. Son ellas (sus consejos de administración y juntas de
dirección) las que imponen sus términos y clausulas; son ellas las directamente
interesadas y son ellas, las que por consiguiente, se están erigiendo en
auténtico gobierno planetario.
Pudiera
a algunos oídos sonar estas afirmaciones como de tintes apocalípticos, pero así
es como se explican las negociaciones secretas, las imposiciones que van más
allá de las cuestiones estrictamente comerciales como la liberalización de los
mercados, la desaparición de los aranceles, etc. En realidad, las imposiciones
alcanzan ámbitos tan diferentes como la eliminación de protecciones y
seguridades que tienen que ver con derechos de la población a la
universalización de la atención sanitaria o a la educación, o derechos a una
alimentación sana y libre de transgénicos. Pero también con los ataques y
presiones para reducir las legislaciones en materia de protección social,
laboral o ambiental. En esta relación se debe incluir igualmente la eliminación
de barreras de protección a la explotación desenfrenada del planeta y a la
contaminación de éste, incidiendo en el agravamiento de problemas tan centrales
hoy como es el cambio climático.
Por
último, y quizás como uno de los puntos de imposición más graves, está la
eliminación de la soberanía de los estados. Éstos podrán ser denunciados por
las transnacionales si consideran atacados, por cualquier ley de rango estatal
o inferior, sus opciones de obtención de un máximo de beneficios y “sus
derechos” como entidades privadas. Es decir, el interés público y social se
verá sometido al privado de las grandes empresas. Y, por si fuera poco, contarán
además para ello con tribunales también privados que podrán asegurar el fallo a
su favor en las consiguientes reclamaciones, lo que además supondrá un paso más
en la privatización de la justicia.
Nuevamente
pensamos en quienes pueden acusarnos de alarmistas, y por eso citamos solo
algunos ejemplos ilustrativos de hechos ya ocurridos, citados recientemente en
un texto de Susan George, presidenta de honor de ATTAC-Francia y del
Transnational Institute de Amsterdam. Como son “el caso de Occidental Petroleum
en Ecuador, que ganó un contencioso de 1.800 millones de dólares ante un
tribunal de arbitraje de tres jueces privados porque el país suramericano se
negó a permitir la perforación para buscar petróleo en una zona natural
protegida. Otros casos son amenazas directas a la salud pública o al deber de
los gobiernos de proteger el bienestar de” la ciudadanía. “Como el de Philip
Morris contra Australia y Uruguay por requerir cajetillas sin marcas y avisos
ostensibles de los graves peligros del tabaco para la salud. O el caso de
Veolia contra Egipto porque el Gobierno egipcio aumentó el salario mínimo”.
En
suma, y como se desprende de lo planteado anteriormente, los términos de los
Tratados de Libre Comercio van mucho más allá de meros acuerdos para favorecer
el comercio y el desarrollo, y son una amplia relación de imposiciones que las
grandes corporaciones transnacionales están definiendo, sin consulta alguna a
la población, para construir un nuevo orden mundial. En éste, la democracia y
los derechos humanos, en el mejor de los casos, estarían total y absolutamente
supeditados a los intereses de los mercados y a la búsqueda de ese máximo de
beneficios. Se anularían, por consiguiente, las capacidades de las grandes
mayorías para definir su presente y se hipotecaría el futuro de las próximas
generaciones a una vida digna donde los derechos humanos individuales y
colectivos sean algo más que una simple declaración internacional. Se trata, en
suma, de eliminar las posibilidades hacia un mundo donde la pobreza, la
desigualdad y la injusticia social no sean entendidas como justificables o
inevitables y pudieran ser definitivamente desterradas a favor de la mayoría de
la población y no solo para una minoría enriquecida. Es cuestión de voluntad
política y social; es cuestión de trasparencia y consulta a la población; es
cuestión de democracia verdadera y participativa.
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Jesús González Pazos es miembro de Mugarik Gabe.
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