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La
crisis se genera y profundiza en América latina, no sólo por la baja de los precios
de los Commodities en el mercado mundial – mercado chino nuestro principal comprador
– sino que además, está presente la corrupción
que logrado atrapar, capturar y hasta destruir las instituciones, al igual que la inseguridad
ciudadana – un verdadero peligro para la seguridad de la población en
general – además este proceso dependiente tiende a consolidarse como consecuencia
de que la mayoría de países de Nuestra
América nos hemos podido salir de la herencia colonial, el modelo tradicional extractivo
exportador de materias primas. La década de crecimiento macro-económico una
vez más ha sido perdida, solamente ha beneficiado a una élite financiero-exportador-empresarial
( una nueva oligarquía comercial exportadora), situación que en la coyuntura
actual está originando – primero,
malestar, segundo protesta y tercero criminalización de los movimientos
sociales como la única respuesta político-policial de los gobiernos de turno,
muchos de ellos que incluso hoy son
fieles aplicadores de las políticas del Consenso de Washington – a pesar de
su crisis final – y otros por la propia
dependencia al sistema, es realmente una
continuidad del modelo y de ello su dependencia.
“El
modelo extractivo minero es un problema de poder y por tanto político”, dice en su
último informe el Observatorio de Conflictos Mineros de América Latina (OCMAL). A pesar de la caída de los
precios internacionales de los minerales, la región sigue recibiendo la mayor
parte de la inversión en exploración minera a nivel mundial. El informe agrega:
“El extractivismo minero es un
problema de derechos humanos”, ya que las grandes empresas multinacionales
aprovechan la desatención de las obligaciones del Estado “para promover una
imagen de responsabilidad social que satisface necesidades de la población”. El
OCMAL llega a esta conclusión luego de constatar que “es falso que las
empresas mineras desarrollen infraestructura para las comunidades, ya que hacen
obras para que transiten los equipos y el personal de las empresas mineras; que
atiendan el derecho a la salud o educación de las comunidades, cuando lo que hacen es mercadeo con la pobreza,
deducible de impuestos, contaminando el ambiente y desmejorando a corto, mediano y
largo plazo la salud y las condiciones de vida de la gente”.
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AMÉRICA LATINA. MINERÍA A LA BAJA.
UNA OPORTUNIDAD PARA LOS PUEBLOS?.
*****
Raúl Zibechi.
Programa de las Américas.
Rebelión miércoles 28 de octubre del 2015.
Por primera vez en muchos años, la minería
retrocede en América Latina. A la caída de los precios internacionales y al
aumento de los costos de producción, con la consiguiente disminución de las
ganancias, se le suma la creciente resistencia de la sociedad por los impactos
ambientales y sociales.
“El modelo extractivo minero es un problema de
poder y por tanto político”, dice en su último informe el Observatorio de
Conflictos Mineros de América Latina (OCMAL). A pesar de la caída de los
precios internacionales de los minerales, la región sigue recibiendo la mayor
parte de la inversión en exploración minera a nivel mundial.
El informe agrega: “El extractivismo minero es un
problema de derechos humanos”, ya que las grandes empresas multinacionales
aprovechan la desatención de las obligaciones del Estado “para promover una
imagen de responsabilidad social que satisface necesidades de la población”.
El OCMAL llega a esta conclusión luego de constatar que “es falso que las empresas mineras desarrollen infraestructura para las comunidades, ya que hacen obras para que transiten los equipos y el personal de las empresas mineras; que atiendan el derecho a la salud o educación de las comunidades, cuando lo que hacen es mercadeo con la pobreza, deducible de impuestos, contaminando el ambiente y desmejorando a corto, mediano y largo plazo la salud y las condiciones de vida de la gente”.
El 15 de octubre de 2015 la CEPAL informaba que la región latinoamericana ha visto descender las entradas de inversión extranjera directa en un 21% en el primer semestre del año, por “la caída de las inversiones en minería y en hidrocarburos por la reducción de los precios internacionales, la desaceleración de China y el crecimiento económico negativo de la región”.
La inversión extranjera ya había caído en 2014 un 16%, lo que muestra que no se trata de un descenso coyuntural sino que el tipo de inversiones centradas en la extracción de materias primas tiende a deteriorarse. Por países, Brasil concentra el mayor descenso, una caída del 36%, en gran medida por la crisis que afecta el mercado interno. En Chile, Colombia y Perú la caída se concentró especialmente en el sector minero.
El OCMAL llega a esta conclusión luego de constatar que “es falso que las empresas mineras desarrollen infraestructura para las comunidades, ya que hacen obras para que transiten los equipos y el personal de las empresas mineras; que atiendan el derecho a la salud o educación de las comunidades, cuando lo que hacen es mercadeo con la pobreza, deducible de impuestos, contaminando el ambiente y desmejorando a corto, mediano y largo plazo la salud y las condiciones de vida de la gente”.
El 15 de octubre de 2015 la CEPAL informaba que la región latinoamericana ha visto descender las entradas de inversión extranjera directa en un 21% en el primer semestre del año, por “la caída de las inversiones en minería y en hidrocarburos por la reducción de los precios internacionales, la desaceleración de China y el crecimiento económico negativo de la región”.
La inversión extranjera ya había caído en 2014 un 16%, lo que muestra que no se trata de un descenso coyuntural sino que el tipo de inversiones centradas en la extracción de materias primas tiende a deteriorarse. Por países, Brasil concentra el mayor descenso, una caída del 36%, en gran medida por la crisis que afecta el mercado interno. En Chile, Colombia y Perú la caída se concentró especialmente en el sector minero.
Tres son las razones que explican esta caída: la
consistente baja de los precios internacionales de los minerales, el aumento de
los costos de explotación y la fuerte oposición que enfrenta la minería por
parte de las comunidades indígenas y campesinas, que está llevando a los
gobiernos a ser más exigentes con las multinacionales del sector.
¿Un
paso atrás?.
Muchos gobernantes y analistas lamentan el
retroceso en las inversiones mineras, pero en realidad se trata de una nueva
oportunidad para alcanzar un crecimiento sostenible. El informe anual de la
CEPAL sobre inversión extranjera señala que la caída de los precios de los
minerales comenzó en 2012, dos años antes que la caída del petróleo y que eso
se refleja en menores inversiones a partir de 2014.
El índice del precio de las commodities elaborado
por Bloomberg, que incluye oro, petróleo y soya, ha caído a la mitad desde su
máximo histórico del primer semestre de 2011. La multinacional
Glencore-Xstrata, que controla la mayor parte de la producción de minerales y
de granos en el mundo, registró pérdidas en la Bolsa de Londres superiores al
30% a fines de setiembre, totalizando una caída del 74% en lo que va de este
año.
No es el único caso. “En la misma tendencia
estuvieron, entre otras transnacionales, AngloAmerican, con pérdidas del 10% en
septiembre y de 60% en el año, BHP Billiton con caídas del 40% anual y
Antofagasta Minerals con bajas del 33%”. La crisis del sector minero implica
cierre de minas para reducir la producción con el objetivo de recuperar los
precios, y masivas pérdidas de puestos de trabajo.
En octubre el grupo Goldman Sachs informó que los
precios de los minerales seguirán bajando. En el caso del cobre, la principal
producción mineral latinoamericana, en agosto el precio cayó a 4.968 dólares la
tonelada, el mínimo en varios años, pero se espera que a fines de 2016 sea de
apenas 4.200 dólares. Según los especialistas, los precios de mercado se
acercan cada vez más al precio de producción (4.000 dólares la tonelada en el
caso del cobre) pero las empresas no están pudiendo frenar la caída.
“Los presupuestos de prospección experimentaron una reducción del 26% entre 2013 y 2014, y del 47% respecto a 2012”. Otros datos del mismo informe, confirman la caída: en 2010 se había alcanzado 389 “hitos mineros” mundiales, como la apertura de nuevas minas, pero en 2014 sólo se produjeron 96 hitos.
“Los presupuestos de prospección experimentaron una reducción del 26% entre 2013 y 2014, y del 47% respecto a 2012”. Otros datos del mismo informe, confirman la caída: en 2010 se había alcanzado 389 “hitos mineros” mundiales, como la apertura de nuevas minas, pero en 2014 sólo se produjeron 96 hitos.
Por otro lado, los costos de producción en el mundo
se vienen incrementando. El costo medio mundial de extraer una libra de cobre
creció de 1,37 dólares en 2009 a 2,11 dólares en 2012[8]. Se trata de un
aumento del 54% en los costos, lo que sumado a la caída de los precios provoca
una situación de crisis. Ambos datos confirman que no estamos ante un descenso
coyuntural, sino ante un ciclo a la baja de precios, inversiones y producción.
América Latina casi triplica la media mundial de inversiones mineras. El porcentaje de inversión extranjera directa que llega a los recursos naturales del mundo no pasa del 10%, pero en la región es del 26% y en países como Bolivia y Chile supera el 50%. Cuanto más industrializado es un país, menos inversión llega a los recursos naturales.
América Latina casi triplica la media mundial de inversiones mineras. El porcentaje de inversión extranjera directa que llega a los recursos naturales del mundo no pasa del 10%, pero en la región es del 26% y en países como Bolivia y Chile supera el 50%. Cuanto más industrializado es un país, menos inversión llega a los recursos naturales.
En Bolivia, de las 17 empresas privadas registradas
en trabajos mineros, sólo tres tienen utilidades, según el analista Héctor
Córdova, de la Fundación Jubileo, mientras que la minería en general tuvo una
caída del 50% en sus ganancias en ese país[9]. En Chile, la estatal Codelco
hizo este año sus menores aportes en décadas a las arcas del Estado, siendo la
mitad que los de año 2014.
Un
mar de conflictos.
Pero la crisis del sector minero no se debe
solamente a la caída de los precios. Un factor decisivo son las resistencias de
las poblaciones que muchas veces consiguen cerrar o frenar las minas. Según la
CEPAL, los conflictos mineros se producen en todo el mundo, “pero América
latina concentra una cantidad desproporcionada”.
En cada país los conflictos se procesan de modos
diferentes. En Uruguay y Chile, por ejemplo, suelen canalizarse a través de la
justicia. En abril de 2013 la canadiense Barrick Gold debió suspender
indefinidamente la explotación de la mina de oro Pascua Lama, en la frontera
entre Argentina y Chile, por un fallo judicial que recogió la demanda de las
comunidades indígenas que acusaron a la empresa de perjudicar su acceso al
agua.
Es el mayor proyecto minero suspendido en el continente, que supuso pérdidas para la empresa de 5.000 millones de dólares. En Colombia el gobierno paralizó las exportaciones de carbón de Drummond, de los Estados Unidos, por contaminación marina, mientras otros proyectos fueron retrasados por las protestas. En Uruguay sucedió algo similar con el proyecto de mineral de hierro de la india Zamin.
Es el mayor proyecto minero suspendido en el continente, que supuso pérdidas para la empresa de 5.000 millones de dólares. En Colombia el gobierno paralizó las exportaciones de carbón de Drummond, de los Estados Unidos, por contaminación marina, mientras otros proyectos fueron retrasados por las protestas. En Uruguay sucedió algo similar con el proyecto de mineral de hierro de la india Zamin.
En Perú las comunidades
han debido apelar a la acción directa, que ha conseguido paralizar la mina
Yanacocha, así como otros proyectos en el norte y el sur del país. Este país se
ha convertido en el epicentro de la conflictividad minera. Regiones enteras,
con decenas de alcaldes involucrados y miles de campesinos, han sido
arrastradas a graves conflictos con un rosario de heridos y muertos.
El fuerte crecimiento de las inversiones y la
multiplicación de los proyectos no alcanzan para explicar el aumento
vertiginoso de la conflictividad. Hay tres razones adicionales.
La primera
es que las comunidades afectadas tienen mayor acceso a información y
muestran una renovada capacidad para hacer escuchar sus voces. Campesinos e
indígenas han tejido redes de solidaridad con ONGs ambientalistas y
organizaciones sociales, tanto rurales como urbanas, y cuentan con apoyos
institucionales en organismos de derechos humanos, alcaldes afines y
autoridades estatales de todos los niveles, así como con medios de
comunicación.
La segunda,
es el Convenio 169 de Organización Internacional del Trabajo (OIT), un
importante instrumento legal aprobado por 15 países de la región, que obliga a
los gobiernos a consultar a los pueblos indígenas cuando los proyectos afecten
a las comunidades. Casi todos los pueblos indígenas apelan a este mecanismo en
su proceso de empoderamiento ante los gobiernos.
La tercera
se relaciona con la percepción de fuertes daños ambientales en los
lugares donde ya existen emprendimientos mineros y la certeza de que las
multinacionales del sector tienen enormes ganancias. Por un lado, están los
fuertes pasivos ambientales y la grave contaminación de las aguas. Por otro,
las industrias extractivas consumen mucha energía. Hay un “uso más intensivo de
la energía porque los yacimientos en explotación tienen cada vez menos cantidad
de mineral por volumen de material extraído”.
Las
Bambas: el último gran conflicto.
Cuando aún no se han apagado los ecos del conflicto
entre la población de la sureña región de Arequipa y la minera Tía María
(Perú), con su secuela de muertos y heridos, con la ocupación militar de
pueblos y ciudades, en la región de Apurímac, en el centro-sur andino, se
produjo una nueva masacre con la muerte de cuatro personas en medio de un paro
de protesta contra la mina Las Bambas.
Los hechos sucedieron en la tarde el 28 de
setiembre, cuando la policía reprimió a balazos a los pobladores de la
provincia de Cotabambas, donde se registraron además doce heridos de bala.
Las Bambas es el mayor proyecto minero del país,
con una inversión de 10.000 millones de dólares que a partir de enero de 2016
producirá 400 mil toneladas de cobre al año. Sólo la producción de esa mina
elevará el PIB anual del país en 1,5%. El 60% de las exportaciones peruanas
provienen de la minería que es la principal fuente de ingresos del Estado. Los
numerosos emprendimiento mineros se localizan en las regiones más pobres del
país, habitualmente en la sierra andina. En la región de Apurímac la pobreza supera
el 40% de la población.
La mina Las
Bambas fue comprada en abril de 2014 por el consorcio chino-australiano MMG a
Glencore-Xstrata por 6,5 mil millones de euros, una de las transacciones más
importantes en la historia del Perú. El complejo minero comenzó a construirse
hace diez años con la promesa de mejorar las condiciones de vida de la
población local. Durante la construcción de este colosal complejo, se
necesitaron 10 mil trabajadores que ahora quedarán cesantes, ya que el
funcionamiento de la mina necesita dos mil empleados de elevada calificación.
Pero la vida de la población no mejoró. Un informe
de la página Lamula.pe destaca que luego de una década “la mitad de la
población no puede cubrir sus bienes y servicios esenciales, la tasa de
analfabetismo alcanza al 24%, el 40% de los niños menores de 5 años tiene
anemia y la desnutrición crónica afecta al 27%, según datos oficiales”.
Pero la rabia de la población se disparó por un
grave incumplimiento de la empresa. El estudio de impacto ambiental consultado
con la población y aprobado por ésta, preveía la construcción de mineroducto
bajo tierra de 206 kilómetros que trasladaría el cobre hasta la vecina
provincia de Cusco, donde Xstrata tiene un complejo de procesamiento. Pero al
ser vendida a MMG, ésta decidió cancelar el ducto y construir un planta
procesadora en las proximidades de la mina Las Bambas.
Esta
decisión no fue consultada con las poblaciones afectadas. El problema
es que cada año circularán camiones trasladando miles de toneladas de cobre por
carreteras que atraviesan decenas de comunidades campesinas, generando impactos
que no estaban previstos en el estudio original. Además la mina consumirá 800
litros de agua por segundo del río Chalhuahuacho.
Las comunidades se sintieron burladas y lanzaron la protesta.
La respuesta del gobierno fue declarar el estado de emergencia, como lo ha hecho decenas de veces ante conflictos mineros, lo que supone la militarización de provincias enteras. La Coordinadora Nacional de Derechos Humanos recuerda que ya son 49 muertos en los cuatro años de gobierno de Ollanta Humala en la represión de conflictos sociales. Desde 2006 son ya 125 civiles muertos, la inmensa mayoría en conflictos mineros.
La respuesta del gobierno fue declarar el estado de emergencia, como lo ha hecho decenas de veces ante conflictos mineros, lo que supone la militarización de provincias enteras. La Coordinadora Nacional de Derechos Humanos recuerda que ya son 49 muertos en los cuatro años de gobierno de Ollanta Humala en la represión de conflictos sociales. Desde 2006 son ya 125 civiles muertos, la inmensa mayoría en conflictos mineros.
El “Informe
Anual 2014-2015” de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos,
difundido en agosto pasado, asegura que “el 95% de las víctimas fallecieron por
impacto de proyectil de arma de fuego”, lo que le permite asegurar que “nos
encontramos por lo tanto ante una práctica de carácter sistemático, que
involucra responsabilidades al más alto nivel del Estado”.
Alguna de las conclusiones del capítulo dedicado a la criminalización de la protesta social, revelan un patrón común: “El gobierno de Ollanta Humala ha desplegado una estrategia frente a la conflictividad social que combina la criminalización de la protesta social, junto con otra estrategia llamada de “diálogo”, pero que está orientada a disminuir el nivel de movilización de los ciudadanos, sin dar una salida de fondo a los problemas estructurales, esto es, la vulneración de derechos”.
Alguna de las conclusiones del capítulo dedicado a la criminalización de la protesta social, revelan un patrón común: “El gobierno de Ollanta Humala ha desplegado una estrategia frente a la conflictividad social que combina la criminalización de la protesta social, junto con otra estrategia llamada de “diálogo”, pero que está orientada a disminuir el nivel de movilización de los ciudadanos, sin dar una salida de fondo a los problemas estructurales, esto es, la vulneración de derechos”.
Durante la presentación del informe, la entonces
secretaria ejecutiva de la Coordinadora, Rocío Santisteban Manrique, aseguró
que en todo el continente “se sigue usando el derecho penal para desmovilizar a
los sectores de vanguardia, deteniendo a los dirigentes, hostigando y
desprestigiando a los defensores de derechos humanos y defensores ambientales”.
Es posible que la crisis de la minería sea una oportunidad para los pueblos, si se consiguen sentar las bases para un modelo económico diferente: menos volcado a las exportaciones de commodities y más inclinado hacia el mercado interno y regional; menos agresivo con la naturaleza y las comunidades; con más trabajo especializado involucrado en la elaboración de productos de alta calidad.
Es posible que la crisis de la minería sea una oportunidad para los pueblos, si se consiguen sentar las bases para un modelo económico diferente: menos volcado a las exportaciones de commodities y más inclinado hacia el mercado interno y regional; menos agresivo con la naturaleza y las comunidades; con más trabajo especializado involucrado en la elaboración de productos de alta calidad.
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Raúl
Zibechi es analista internacional del
semanario Brecha de Montevideo, docente e investigador sobre movimientos
sociales en la Multiversidad Franciscana de América Latina, y asesor a varios
grupos sociales.
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