Final, final
del desastre político del “viejo” Socialismo francés y su enterrador final nada
menos que el propio Presidente de la República de Francia.
Lo que hoy ejecuta por mandato de la Troika
Europea – Bruselas – para nosotros en los 90’ el Consenso de Washington -,
además del miedo y terror que hoy tienen estos gobernantes nada menos que a la sra Canciller Alemana, Ángela Merkel,
la responsable político-financiero del neoliberalismo y sus políticas de
austeridad absoluta – El “Estado
desaparece”, ahora gobierna – pero es la dictadura más burda, ciega y nefasta
del “dios” mercado – que no contento con las políticas de la flexibilización laboral o desregulación del
mercado del trabajo, ahora, como punto final, de su desastre como
gobernante – por haber ejecutado todo lo contrario de lo que prometió en su
campaña política, es decir, más empleo, más inversión desde el Estado, defensa
de los derechos de los trabajadores, etc.- Ahora
el Presidente Hollande y su primer Ministro
Valls, sustentan el proyecto de reforma presentado por la ministra
de Trabajo Myriam El Khomri, “donde se arremete contra bases bíblicas de
la izquierda: admite despidos en masa regulados mediante indemnizaciones a bajo
costo según el estado financiero de las empresas, pone en tela de juicio el
horario de 35 horas de trabajo por semana, estipula que las horas extras puedan
ser pagadas por debajo de los acuerdos sectoriales. Los sindicatos acusan al
Ejecutivo de haber vuelto “al Siglo XIX”. Manuel Valls les responde que son
ellos quienes están “anclados en el Siglo XIX”. La coyuntura política
global, en el escenario de un Mundo Multipolar, hoy nos brinda una
extraordinaria oportunidad en la Política, para saber quiénes realmente somos
en la Política, cual es nuestra Plataforma de Gobierno, en sí si queremos únicamente
“adornar”, adormecer el mal histórico que genera el capitalismo salvaje, y para
ello “modernizamos” aspectos secundarios,
adyacentes al problema central, la Poli-crisis, estructural del sistema
capitalista o vamos más allá, sustentar
y fundamentar una alternativa al neoliberalismo – salir del mundo oscuro,
inhumano, salvaje y violento- del sistema actual.
Los
Socialistas Europeos, “despertaron” políticamente a inicios de la presente
década sustentando
alternativas diferentes, distintas al neoliberalismo, pero su incapacidad, su
atadura política a los viejos poderes dominantes, sucumbieron al poder del
Poder dominante, y rápidamente cayeron como
“niños” al pecho de Morfeo, en este caso al neoliberalismo impuesto por la Troika desde Bruselas y ante el Poder de
poderes de la Canciller Alemana, y al final firman su Acta de Rendición y sometimiento total al designio de sus
intereses más violentos e inhumanos: la
cruel, fría y nefasta desigualdad económico-social, la crisis humanitaria,
producto de la masiva migración, la guerra interna y externa, las políticas
xenofóbicas y homofóbicas, emergentes y presentes en las campañas políticas
y ahora como corolario final el
Presidente francés ataca como los tantos gobernantes neoliberales –
dictadores, traidores a sus propuestas o fieles servidores de las políticas del Foro Económico Mundial
(Davos) o del Club de Bilderberg p los Nuevos Amos del Mundo, ambos o todos
los demás poderes, presentes por medio
de la Troika europea. Igual,
comportamiento político – pero no llegaron a la traición política – realizaron los
Socialistas españoles, pero sí fue
el descalabro final el papel que cumplieron los socialistas griegos, que firmaron su acta de defunción política. Al igual que la social democracia
europea, los socialistas, que vienen desde finales del siglo XIX, definitivamente
claudicaron a sus votantes, renunciaron en la práctica a sus postulados políticos
y hoy son verdaderos “carniceros” de los
derechos sociales de los trabajadores. La violencia como liquidan derechos históricos hoy es el mejor testimonio
de su rendición y sometimiento absoluto a los intereses políticos del
neoliberalismo mundial.
/////
Los sindicatos acusan al Ejecutivo de François Hollande
de haber vuelto “al siglo XIX”.
***
EL SOCIALISMO
DE HOLLANDE MUTA LIBERAL. El neoliberalismo más barato, burdo, torpe y salvaje.
La Reforma Laboral
en marcha, admite despidos en masa, regulados mediante indemnizaciones a bajo
costo.
*****
El
último acto de esa “mutación” que descalabró a la izquierda es una reforma
laboral que responde a los lineamientos de Bruselas y Berlín y que ni siquiera
los gobiernos conservadores anteriores osaron presentar.
Eduardo Febbro
Página/12 En Francia
Desde París martes 2 de marzo
del 2016.
Si
alguien se anima a preguntar en Francia “qué es la izquierda”, un azorado y
confuso flujo de explicaciones llenará un relato imposible. El mandato del
socialista François Hollande habrá terminado la empresa de clarificación social
liberal a pesar de que se hizo elegir con una plataforma de izquierda y su
famoso himno “mi enemigo es la finanza”: el PS francés sufre, como lo reconoció
el actual Primer Secretario del Partido, Jean-Christophe Cambadélis, “una
crisis de mutación”. El último acto de esa “mutación” que descalabró a la
izquierda es una reforma laboral que responde a los lineamientos de Bruselas y
Berlín y que ni siquiera los gobiernos conservadores anteriores, entre ellos el
muy liberal de Nicolas Sarkozy, osaron presentar.
El
presidente Hollande y su primer ministro Manuel Valls sí dieron el paso y se
proponen retocar el sacrosanto régimen del trabajo. Analistas de izquierda y de
derecha apuntan que un gobierno socialista está completando el mandato de su
predecesor liberal. El proyecto de reforma presentado por la ministra de
Trabajo Myriam El Khomri arremete contra bases bíblicas de la izquierda: admite
despidos en masa regulados mediante indemnizaciones a bajo costo según el
estado financiero de las empresas, pone en tela de juicio el horario de 35
horas de trabajo por semana, estipula que las horas extras puedan ser pagadas
por debajo de los acuerdos sectoriales. Los sindicatos acusan al Ejecutivo de
haber vuelto “al Siglo XIX”. Manuel Valls les responde que son ellos quienes
están “anclados en el Siglo XIX”. Más allá de esta propuesta, es el conjunto de
la izquierda francesa la que está en la cuerda floja. Con una constancia muy
aplicada, Hollande ha borrado las fronteras entre los principios de acción de
la izquierda y los de su antaño “enemigo” liberal. La confrontación se instaló
hoy con dos antagonistas irreconciliables: la línea reformista socialliberal
modernizadora de Valls y una socialdemocracia clásica cuya mejor exponente es
la ex ministra de Trabajo y autora de ley sobre las 35 horas de trabajo
semanal, Martin Aubry. En las páginas del vespertino Le Monde, esta dirigente
socialista firmó un contundente alegato contra la política gubernamental junto
a otros 18 dirigentes de la izquierda e intelectuales. El texto titulado “Salir
del camino sin salida” plasmó el carácter irrecuperable de cualquier
conciliación. La tribuna acota que “no basta con reivindicar un reformismo
social para merecer ese título. No hay ni verdadera reforma, ni nada social en
muchas de las políticas que se llevan a cabo desde hace dos años. En esas
políticas encontramos propuestas sacadas del campo de enfrente, que no tienen
nada de modernas y son ineficaces”. El texto clama un “esto es demasiado” y
dinamitó la ya ficticia convivencia entre socialdemócratas y socioliberales.
Martine Aubry es una referencia del PS francés. Fue la ministra de trabajo que
batalló contra el patronato para hacer votar la ley de las 35 horas de trabajo
semanales, fue Primera Secretaria del Partido y fue ella quien lo puso en orden
de batalla hacia la victoria de Hollande en 2012. Pero desde ese entonces, la
línea gubernamental asumió un perfil social liberal que llevó al Partido
Socialista a perder sucesivamente cinco elecciones consecutivas, entre ellas
las europeas, las municipales, las regionales y las departamentales.
El
mandato de Hollande se ha caracterizado por una colección de renuncias a los
enunciados de su plataforma electoral y, más ampliamente, a los núcleos que
forjaron la identidad del PS. Hollande fracturó como nunca a la izquierda
cuando, luego de los atentados del 13 de noviembre en París, decidió inscribir
en la Constitución el retiro de la nacionalidad francesa a quienes detenten dos
nacionalidades y hayan estado implicados en actos terroristas. Esa medida ha sido
una de las banderas de la derecha y la extrema derecha y terminó siendo
aplicada por un Ejecutivo socialista. Con ella se rompe el sacrosanto principio
de igualdad porque, de hecho, se crean dos categorías de franceses. Por ello,
en la tribuna publicada por Le Monde, los firmantes se preguntan “qué quedará
de los ideales del socialismo cuando, día tras día, se hayan sepultado sus
principios y sus fundamentos?” De las palabras, la dirigente socialista pasó a
la acción. Ella y varios de sus partidarios anunciaron que querían abandonar
los puestos que ocupan en la dirección del Partido Socialista.
Esos
ideales socialistas han sido la retórica empleada para ganar las elecciones,
nada más. Quienes hoy se oponen a que se levante la regulación son tachados de
arcaicos, nostálgicos y antimodernos. Los socialistas críticos con el gobierno
vaticinan una derrota fenomenal en las elecciones presidenciales de 2017. Ellos
y otros sectores de la izquierda más radical han abierto otro debate en el seno
de la izquierda exigiendo una “primaria” de toda la izquierda de cara a la
presidencial del 2017. Pero son fuegos de artificios. La verdad es que el
progresismo francés es un cuento de hadas en el que pocos electores creen. Dato
inédito en los últimos siete años, las 5 centrales sindicales más grandes de
Francia se han puesto de acuerdo para salir a la calle en marzo contra la
política gubernamental. Con su reforma laboral, Hollande apuesta por su
reelección. Este proyecto de ley que sacudió el último consenso que existía en
la izquierda tiene como objetivo cumplir con lo que fue “la promesa” de
Hollande, es decir, reducir el desempleo (más del 10,5 de la población).
Apuesta incierta que, desde el vamos, acabó por descomponer a su propio campo.
El historiador Jacques Julliard retrató muy bien la hecatombe actual
cuando, hace unos meses, en una entrevista publicada por el diario de derecha
Le Figaro, consideró que “la izquierda francesa vive una crisis fundamental”.
Fundamental quiere decir de esencias, es decir, de ruptura y negaciones
profundas. Los social liberales del gobierno argumentan que las reformas
actuales apuntan al progreso. Sin embargo, como lo recalca Julliard, “el pueblo
tiene el sentimiento de una disociación: piensa que el progreso no apuntala más
la justicia social”. El quiebre es considerable y deja a millones de personas
perdidas entre retóricas tecno seductoras y realidades que significan
retroceso. Nadie niega que se requieren retoques, cambios y reformas para
adaptar la regulación de otras épocas al mundo de hoy, pero la mutación va,
para muchos, demasiado lejos y deja en el camino lo que el progresismo francés construyó
como idea y proyecto durante décadas: la irrenunciable igualdad.
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario