EL PLEBISCITO EN COLOMBIA:
UNA OPORTUNIDAD PERDIDA.
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Atilio
Boron.
El
resultado del plebiscito colombiano reveló la profundidad de la polarización
que, desde el fondo de su historia, caracteriza a la sociedad colombiana.
También, la grave crisis de su arcaico sistema político incapaz de suscitar la
participación ciudadana que ante un plebiscito fundacional -¡nada menos que
para poner fin a una guerra de más de medio siglo!- que apenas si logró que una
de cada tres personas habilitadas para votar acudiera a las urnas, una tasa de
participación inferior a la ya de por si habitualmente baja que caracteriza a
la política colombiana.
La del día de ayer fue la mayor abstención en los últimos veintidós años y su resultado fue tan ajustado que hizo que la victoria del NO, como hubiera ocurrido ante un eventual triunfo del SI, sea más un dato estadístico que un rotundo hecho político.
En lugar de ello la ciudadanía reaccionó con irresponsable indiferencia ante la convocatoria para respaldar los acuerdos trabajosamente conseguidos en La Habana. ¿Por qué? Algunas hipótesis deberían apuntar, en primer lugar, a la baja credibilidad que tienen en Colombia las instituciones políticas, corroídas desde largo tiempo por la tradición oligárquica, la penetración del narcotráfico y el papel del paramilitarismo. Este déficit de credibilidad se expresa en una retracción del electorado, tanto más importante cuanto más alejadas se encontraran de las zonas calientes del conflicto armado las regiones en las cuales el NO triunfó con holgura. En cambio, aquellos departamentos que fueron teatro de operaciones de los enfrentamientos se manifestaron mayoritariamente a favor del SI. Para decirlo en otros términos: allí donde los horrores de la guerra eran experimentados sin mediaciones y en carne propia –principalmente las regiones agrarias y campesinas- la opción por el SI triunfó de manera aplastante. Tal es el caso del Cauca, con el 68 % votando por el SI; el Chocó, con 80 % por el SI; Putumayo, 66 % por el SI; Vaupes, 78 % por el SI. En cambio, en los distritos urbanos en donde la guerra era apenas una noticia que divulgaban los medios, satanizando de manera implacable a la insurgencia, quienes acudieron a las urnas lo hicieron para manifestar su rechazo a los acuerdos de paz.
Lo anterior remite a una segunda consideración: la debilidad del esfuerzo educativo hecho por el gobierno colombiano para explicar los acuerdos y sus positivas consecuencias para el futuro del país. Esta falencia había sido señalada por diversos observadores y protagonistas de la vida política de ese país, pero su llamado de atención al presidente Juan M. Santos fue desoído.
El
confiado optimismo que primaba en los círculos gubernamentales (y también en
algunos sectores cercanos a las FARC-EP) unido a la imprudente confianza puesta
en los pronósticos de las encuestas -que, una vez más, fracasaron
escandalosamente- hizo que se subestimara la gravitación de los enemigos de la
paz y la eficacia de la campaña basada en el visceral rechazo a los acuerdos promovida
por el uribismo.
El papel desempeñado por la derecha vinculada al paramilitarismo y los medios de comunicación, mismos que reprodujeron sin cesar las acusaciones de “traición” dirigidas al presidente Santos, galvanizaron un núcleo duro opuesto a la ratificación de los acuerdos que pese a ser minoritario en el conjunto de la población logró prevalecer porque sus adherentes acudieron masivamente a las urnas, mientras que sólo una parte de los que sí la querían se atrevieron a desafiar las inclemencias del tiempo y fueron a votar. Persuasiva resultó ser pues la “campaña de terror” orquestada por la derecha, que en sus ominosas caricaturas presentaba al comandante Timoshenko ya investido con la banda presidencial y presto a imponer la dictadura de los “terroristas” sobre una población indefensa y sumida en la ignorancia, misma que encontró en el voto por el NO el antídoto necesario para conjurar tan pavorosa amenaza.
En suma: es imposible abstraerse de la sensación de frustración que provoca este resultado. Como se dijo una y mil veces, la paz en Colombia es la paz en América Latina. Tremenda responsabilidad le cabe a las FARC-EP ante este deplorable resultado electoral. La sensatez demostrada por la guerrilla en las arduas negociaciones de La Habana deberá ahora pasar por una nueva prueba de fuego. Y es de esperar que la tentación de retomar la lucha armada ante el desaire electoral sea neutralizada por una actitud reflexiva y responsable que, desgraciadamente, no tuvo la ciudadanía colombiana.
Las declaraciones del comandante Timoshenko ratificando que ahora las armas de la insurgencia son las palabras permiten albergar una semilla de esperanza. Lo mismo las manifestaciones de la dirigencia del ELN y la alocución del presidente Santos poco después de conocidos los resultados del plebiscito. Ojalá que así sea y que esta guerra de más de medio siglo, que a lo largo de estos años tuvo un costo equivalente a casi la mitad del PBI actual de Colombia; que despojó de sus tierras y desplazó de sus hogares a casi siete millones de campesinos; que produjo 265.000 muertes oficialmente registradas; que victimizó por la vía indirecta a dos millones y medio de menores de edad; que esa pesadilla, en suma, que ha enlutado a la entrañable Colombia pueda hundirse definitivamente en el pasado para abrir esas grandes alamedas evocadas por el heroico presidente Salvador Allende por donde habrán de pasar los hombres y las mujeres de Colombia para construir una sociedad mejor. Ayer se perdió una inmejorable oportunidad para avanzar por el camino de la paz. Habrá otras, sin duda alguna.
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- Dr. Atilio A. Boron, director del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini
(PLED), Buenos Aires, Argentina. Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2013.
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EN COLOMBIA RECHAZARON LOS ACUERDOS DE
PAZ.
Con
apenas 55 mil votos de diferencia, el NO se impuso en el Plebiscito, en un
sorpresivo resultado.
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Para analizar los pasos a seguir, el presidente Juan Manuel Santos se
reunirá con dirigentes de todos los partidos políticos.
Katalina Vásquez Guzmán
Página/12 En Colombia
Desde Medellín lunes 3 de
octubre del 2016.
Esta vez las lágrimas
fueron de tristeza. En un apretado resultado, Colombia rechazó el acuerdo de
paz que lograron gobierno y FARC durante cuatro años de negociaciones en La
Habana, Cuba. Con apenas 55 mil votos de diferencia, el No se impuso a la aprobación
de la paz, que consiguió 6 millones 375 mil 451 votos.
Un 50 por ciento frente a
un 49 por ciento del No sorprendieron no sólo a los colombianos sino al mundo
entero, que auguraban en las encuestas y en el fondo de su corazón esperanzado
en un punto de giro a la historia de violencias de este país, que este domingo
el país respaldara mayoritariamente las 297 páginas del Acuerdo para la
construcción de una paz estable y duradera y que estima los términos para que
las FARC dejen las armas, ingresen en la democracia, pasen por un Tribunal de
Paz junto a otros responsables del conflicto, y se transformen el uso y
propiedad de la tierra en Colombia, así como los cultivos de uso ilícito,
principales motores de la guerra que ha dejado más de 220 mil personas asesinadas.
Con los ojos hinchados de
llorar desde las cinco de la tarde, cuando empezaron a imponerse los votos
negativos frente al sí, Tatiana Saldarriaga se pone de pie y le cuenta a
Página/12 entre sollozos: “No entiendo los resultados, no entiendo que Colombia
prefiere tener más gente armada, más gente muerta. No entiendo por qué
preferimos el camino de las armas al de la palabra. Colombia quedó dividida una
vez más y es lamentable”.
Mientras los promotores del
sí se consolaban en las calles de las principales ciudades abrazándose en su
pena, los uribistas y votantes del No festejaron su triunfo esperando que ahora
se negocie de nuevo cada punto ya cerrado en La Habana. Sin embargo, a esta
altura no es claro qué seguirá para los acuerdos de La Habana. Para estimar el
camino a continuar, hoy el presidente Santos se reunirá con líderes de todos
los partidos políticos mientras los negociadores de gobierno llegan a Cuba para
ponerse de acuerdo. Desde anoche, las FARC anunciaron su voluntad de continuar
en paz, sumándose al respaldo del jefe de Estado colombiano, que anunció que el
cese bilateral al fuego continuará. En declaraciones a Caracol Radio, el número
uno de las FARC, Rodrigo Londoño “Timochenko”, aseguró: “Al pueblo colombiano:
que cuenten con nosotros (…) Las FARC mantienen su voluntad de paz y reiteran
su disposición de usar solamente la palabra”.
Por su parte, Juan Manuel
Santos se rodeó de su equipo de gobierno y negociadores de paz para decirle al
país, en una alocución presidencial que fue vista en pantallas gigantes en las
capitales, que escuchará a las fuerzas políticas para “abrir espacios de
diálogo y determinar el camino a seguir. Todos han dicho, los que votaron sí y
los que votaron no, que quieren la paz. Buscaré oportunidades en cualquier
situación. Buscar puntos de encuentro y unidad es ahora más importante que
nunca”.
El presidente fue el primer
impulsor del plebiscito como mecanismo de refrendación, a lo cual la guerrilla
se opuso hasta hace un par de meses, cuando de parte y parte empezaron a ceder.
El riesgo, sabían todos, era lo que pasó ayer: que Colombia no aprobara el
Acuerdo de Paz en mayoría y xque los documentos firmados este 26 de septiembre
en Cartagena quedaran en el limbo. “Con el no, el presidente Santos queda sin
legitimidad alguna sobre los acuerdos firmados recientemente”, aseguró a este
diario Diego Martínez, asesor jurídico de las FARC. Para Martínez, otras
opciones que no deberían considerarse bajo ninguna circunstancia serían la
continuidad de la confrontación armada, o bien, una imposición del Ejecutivo.
Por su parte Enrique Santiago, dirigente comunista español y también asesor de
la guerrilla, le dijo a este diario que en su opinión, dado que la paz es un
derecho constitucional consagrado en el artículo 22 “y cumplir la Constitución
es una obligación de todos los ciudadanos y todas las instituciones”, deberá
imponerse el bien común sobre el dividido resultado del día de ayer.
Un posible camino sería una
Asamblea Nacional Constituyente, tal como lo proponía la guerrilla y lo
respaldan sectores sociales desde el inicio de los Diálogos de La Habana. Sin
embargo, la Corte Constitucional sentenció recientemente que los resultados del
plebiscito debían acatarse y para ello cada quien tuvo libertad de elegir.
Página/12 habló con Damaris Valencia, quien votó argumentando no estar de
acuerdo “con muchas cosas de ese proceso de paz; decir que votar sí era votar
por la paz no me parece. Voté que no estoy de acuerdo con lo que se firmó en La
Habana. Sería justo que fueran castigados así se les perdone. ¡Cinco curules
automáticas! Que se las ganen”. La mujer, que tiene 32 años y creció en la
ciudad, piensa que con un sí les “entregaría el país a las FARC” y no confía en
su palabra. Sin embargo, desconocía que la implementación de los acuerdos
aseguraría verificación internacional, que no deja solo en la palabra de las
FARC o el gobierno el cumplimiento de los mismos. Y dijo no haber estudiado los
cinco puntos negociados en La Habana.
Votos por el no como éste,
aseguró el senador Armando Benedetti, obedecen a la “campaña mentirosa” del
Centro Democrático, que rechazó siempre la negociación con las FARC y viralizó
mensajes falsos sobre supuestos acuerdos que no están en el papel y que, a
juicio de Benedetti y analistas, llenaron de miedo y odio a los colombianos,
confundiéndolos para que los Acuerdos de La Habana no se hagan realidad de
forma inmediata, pues amenazan sus lugares de poder, sus tierras, sus empresas
familiares, y su futuro político, pues muchos de ellos, incluida una amplia
lista de empresarios, tendría que dar cuentas de su participación en el
conflicto y promoción y financiamiento de grupos ilegales y narcotráfico en el
marco de la Jurisdicción Especial para la paz.
Iván Cepeda, víctima,
huérfano de Manuel Cepeda, quien fue asesinado en ejercicio de la política, le
dijo a este diario que, pese a que el panorama puede preocupar, “hay que
tomarse este momento con calma. Hay un escenario político diferente y se hace
necesario buscar la salida. En todo caso, bienvenida la postura de las FARC y
respaldo al presidente Santos en la decisión que se tome”, expresó el senador
del Polo Democrático, uno de los principales promotores del Sí. “Lo que no
puede ocurrir es que Colombia vaya a perder esa extraordinaria oportunidad”,
agregó con la esperanza que, pese a la sorpresa y el dolor, mantienen los
colombianos que sí apoyaron el Acuerdo Final de Paz y fueron la mitad de los
votantes ayer, en especial las víctimas, como lo mostraron los mapas
electorales. Pueblos donde el rigor de la guerra se ha sentido sin tregua, como
Bojayá, Cauca, Nariño o San Vicente del Caguán, respaldaron con amplia ventaja
el Sí. En Antioquia y Medellín, donde el ex presidente Uribe tiene su principal
capital político, fue vencedor el No, sin lograr apagar la ilusión de un país
en paz entre los jóvenes, mujeres y hombres que en las calles, a la par que
lloraban, tomaron tambores y trompetas para gritar que no renuncian a su
derecho de país en paz.
“La
oportunidad sigue siendo este presente, este momento histórico para trabajar en
construir un relato como nación incluyente”, dijo Marta Salazar, gestora
cultural. “Ahora la tarea será hacer un acuerdo de paz con los del No. Los
ejércitos renuncian a la guerra y los ciudadanos la llevan en el corazón. La
tarea será entender esa contradicción”, es la opinión de Natalia Quiceno,
ciudadana de Medellín que se reunió junto a cientos más decepcionados en una
zona céntrica hasta caer la noche. Cuando en Colombia el sol asome de nuevo
hoy, serán el presidente Juan Manuel Santos y sus aliados y contradictores
políticos quienes decidirán qué sigue para el sueño irrenunciable de su equipo
de trabajo, y la mitad del pueblo colombiano, a conseguir la paz. Entre tanto,
en las “caletas” de la guerrilla los miles de insurgentes que estaban
dispuestos a entregar sus fusiles en los próximas días tras caminar hacia las
22 zonas de concentración que estableció el Acuerdo, estarán en stand by con
las armas acalladas a la espera de que su dirigencia en La Habana respalde o no las decisiones de la
clase política Colombia. Pues la decisión del pueblo ya estuvo dicha.
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