LA REVOLUCIÓN SANDINISTA.- Se conoce como Revolución
Popular Sandinista o Revolución nicaragüense al proceso abierto
en Nicaragua entre julio de 1979 hasta febrero de 1990, protagonizado por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (llamado así en
memoria de Augusto César Sandino) que puso fin a la dictadura de la familia
Somoza, derrocando, al tercero de los Somoza, Anastasio Somoza Debayle,
sustituyéndola por un Gobierno
Democrático de perfil Progresista de Izquierda.
La
lucha contra la dictadura de los Somoza, que ya había comenzado a
finales de los años 50 del siglo XX,
se intensifica significativamente en 1978 En marzo de 1979 se firma el acuerdo
de unidad por parte de los representantes de las tres fracciones sandinistas y
se decide impulsar la lucha. En junio se hace el llamamiento a la "Ofensiva Final" y a la
huelga general y el 19de julio de 1979 las columnas guerrilleras del Frente
Sandinista de Liberación Nacional FSLN
entran en Managua, con un amplio respaldo popular, consumando la derrota de Anastasio Somoza Debayle.
César Augusto Sandino, el General de hombres Libres.
El nuevo gobierno, formado por un amplio
espectro ideológico con presencia socialdemócrata, socialista, marxista-leninista y
con una gran influencia de la Teología de la Liberación, trató de introducir
reformas en los aspectos socioeconómicos y políticos del Estado nicaragüense,
tratando además los problemas relativos a la sanidad, la educación y reparto
de la tierra que el país sufría. Dichas reformas lograron avances
significativos y reconocidos internacionalmente.
La oposición armada fue organizada por los Estados Unidos, que formó la llamada contra
y hundió al país en una guerra civil y produjo una presión sobre en todos
los campos posibles. Esto, junto con diversos errores de gobierno achacables a
la inexperiencia de los sandinistas, llevó a Nicaragua a una posición económica crítica y social inasumible, lo
que causó que el FSLN perdiera las
elecciones de febrero de 1990 frente a
la Unión Nacional Opositora (una
coalición que agrupaba a la mayoría de las fuerzas opositoras al FSLN)
presidida por Violeta Chamorro y
apoyada por Estados Unidos, poniendo así fin al periodo revolucionario. Años
después ante el fracaso político de la derecha y el propio Estados Unidos,
vuelve, por la puerta grande de la Historia Política el Frente Sandinista de Liberación Nacional, siempre en el Liderazgo Revolucionario
Sandinista el Comandante Daniel Ortega.
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350 mil personas participaron el 19
de julio pasado en los Actos en Managua, por el 37 Aniversario de la Revolución
Sandinista, acontecimiento revolucionario que echaron para siempre del gobierno
a la podrida dictadura de los Somoza.
***
LOS VOTOS DE NICARAGUA REPERCUTIRÁN EN TODA AMÉRICA LATINA.
Encuestas anticipan victoria
Sandinista el 6 de noviembre.
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Sergio
Ferrari.
ALAI
América latina en Movimiento.
Sábado
29 de octubre del 2016.
Candidatos de seis fuerzas
se confrontan el próximo domingo 6 de noviembre en las elecciones
presidenciales en Nicaragua. En las mismas se elegirán también los 90 diputados
de la Asamblea Nacional así como los 20 representantes al parlamento
centroamericano.
De las fuerzas que
participan, tres son de orientación liberal, una conservadora, otra - la
Alianza por la República- reúne a varias facciones de la antigua
contrarrevolución y la Alianza Unida Nicaragua Triunfa, liderada por el
gubernamental Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), está integrada
por una quincena de partidos y organizaciones de los más diversos tintes
políticos.
Los resultados de las
urnas a las que se convocan a 3 millones 400 mil electores tendrán
repercusiones internas y regionales. A nivel nacional, en tanto termómetro del
respaldo con el que cuenta el sandinismo y cuyo candidato, el actual Presidente
Daniel Ortega, aspira a un tercer mandato, acompañado por su esposa Rosario
Murillo como vicepresidenta. Un fuerte voto opositor o una abultada abstención
podrían interpretarse como una condena a la actual política gubernamental.
En el marco geopolítico de
un continente en el que la derecha neoliberal ha recuperado protagonismo en el
último año –especialmente con Mauricio Macri en Argentina y con Michel Temer en
Brasil- la victoria del FSLN constituiría un aval de importancia para gobiernos
que apuestan a Estados sociales fuertes y que defienden una visión autónoma de
Washington.
Oposición…a pesar de las encuestas y la calle.
Las diversas encuestas
indican desde hace ya varios meses al FSLN como neto vencedor. La simpatía
política de sus candidatos supera el 70%, según el sondeo del Sistema de
Monitoreo de la Opinión Pública (SISMO) presentado a fines de octubre por la
firma M&R Consultores. Dicha previsión complementa la VI Encuesta Nacional
Electoral en la que Ortega y Murillo logran el 64 % de la intención de voto, en
tanto el partido gobernante alcanza el 58% de aceptación. El 37 aniversario de
la revolución sandinista, el 19 de julio pasado, permitió medir el poder de
convocatoria del FSLN: cerca de 350 mil personas se movilizaron en Managua y en
otras ciudades y pueblos del interior del país.
Los indicadores de una
casi cierta victoria sandinista pueden explicar porqué no se vivió en el país
centroamericano una campaña electoral apasionada y activa como sucediera en
comicios anteriores. El FSLN se confronta hoy a dos tipos de oposición. Una
“light, protagonizada por las fuerzas que participarán el 6 de noviembre en la
contienda. La otra, más virulenta, que llama a la abstención como sanción
política.
“No reconoceremos los
resultados de la farsa electoral ya en marcha. Demandamos nuevas elecciones con
todas las garantías”, enfatizaba el Frente Amplio por la Democracia (FAD) en un
reciente comunicado de prensa. El mismo fue publicado como reacción al acuerdo
logrado entre el Gobierno nicaragüense y la Organización de Estados Americanos
(OEA) en la tercera semana de octubre para “establecer una mesa de conversación
e intercambio constructivo”. Proceso que incluirá la confirmada visita del
Secretario General del organismo a Managua el próximo primero de diciembre y que
no pone en cuestión la legitimidad de los comicios de noviembre.
Un sector de intelectuales
opositores que elaboran la revista Envío,
de la Universidad Centroamericana de Managua señala en su número de octubre que
“…Ortega fue el más activo deslegitimador de las elecciones del 6 de
noviembre”. Y enumeran como argumentos: “buscar su tercera reelección en una
contienda sin observadores, excluyendo de la competencia a la única oposición
creíble, dejando participar solamente a partidos apermisados por él, con control total de
las estructuras electorales, llevando como fórmula a su esposa como sucesora en
el cargo y con resultados conocidos de antemano”.
Dos meses antes, a fines
de julio, 28 diputados – 16 titulares y 12 suplentes- del Partido Liberal
Independiente (PLI) perdieron sus bancas en el parlamento por decisión del
Consejo Supremo Electoral. La oposición y la gran prensa internacional
denunciaron entonces el “fin de la democracia” y el “Golpe de Estado al Poder
legislativo”. Según portavoces sandinistas, la decisión del Poder Electoral fue
resultado de una crisis con división interna de dicho partido opositor. La
Corte Suprema de Justicia interpretó que esos curules pertenecían al partido
por el cual fueron elegidos. El sector del PLI reconocido como “oficial”,
dirigido por Pedro Reyes, pudo de inmediato nombrar sus propios diputados en
reemplazo de los destituidos.
La revista Envío de octubre subraya
también lo que considera como una seria advertencia de los Estados Unidos
contra el Gobierno de Nicaragua. El 21 de septiembre, 435 legisladores
demócratas y republicanos de la Cámara de Representantes aprobaron la Nicaraguan Investiment Conditionaly,
conocida como Nica
Act, que condiciona préstamos de instituciones financieras a la
realización de elecciones libres. La misma no fue aprobada todavía por el
senado norteamericano pero queda planeando como una amenaza real contra
Managua.
Alianzas amplias, infraestructura,
crecimiento y programas sociales.
Lejos de sorprenderse por
la posición de los diputados norteamericanos, “que expresa el intento de una
recuperación de hegemonía en Centroamérica, lo que me impactó
positivamente fue la respuesta crítica de la gran mayoría de sectores
nacionales, sea políticos, religiosos o empresariales, ante esa actitud
norteamericana”, explica el sociólogo Orlando Núñez Soto, director del CIPRES
(Centro para la Promoción, la Investigación y el Desarrollo Rural y
Social) con sede en Managua y analista de la revista Correo.
Un eje programático
esencial del sandinismo en esta nueva etapa de gobierno es “la política interna
de alianzas con todo el mundo, consciente que el piso de base del FSLN
corresponde a un 35% del electorado”. Alianzas con diversos sectores políticos;
con los movimientos sociales – que tienen una gran fuerza en el país
centroamericano - ; con las iglesias evangélicas y católica romana. “Quizás la
más sobresaliente sea con el sector privado, es decir con las principales
cámaras empresariales del país, incluyendo al capital extranjero…”, enfatiza
Núñez.
¿El argumento y la
necesidad de un acuerdo de esta naturaleza? “La evidente falta de capital que
aqueja a los pequeños y medianos sectores empresariales así como al mismo
Gobierno para gestionar su presupuesto”, responde.
Mujer campesina
beneficiada con el Bono Productivo en Matagalpa. Foto: Sergio Ferrari
En el balance
retrospectivo desde la vuelta del FSLN al Gobierno, Núñez subraya los avances
productivos y sociales. “El Gobierno sandinista heredó en 2007 el segundo país
más pobre de América Latina, luego de 17 años de gobiernos neoliberales”.
En la última década, “gracias a la cooperación de Cuba, Venezuela y los
organismos internacionales, así como a las políticas públicas, el sandinismo
logró aumentar un 40% el Producto Interno Bruto, manteniendo un promedio de
crecimiento del 4.5% anual, más del doble de lo que ha existido en toda América
Latina –a excepción de Panamá”. Con una particularidad, agrega: el 45% del PIB
lo produce la economía popular. Nicaragua, enfatiza, logra ya su soberanía
alimentaria dado la producción diversificada de alimentos, incluyendo una sobre
producción de carne y leche que va para la exportación.
Datos macros que se
trasladan a la vida cotidiana: “avances en carreteras y electrificación que son
altamente valorados por la gente. La educación y salud públicas y gratuitas.
Planes sociales de impacto como Hambre Cero, Usura Cero, Bono Productivo etc. Y
la alta seguridad ciudadana que marca la diferencia con respecto a países como
Honduras, El Salvador o Guatemala, en una región en que se encuentra
entre las más violentas del mundo”, enfatiza.
¿Podrá el sandinismo en
las urnas y en la eventual continuidad de su gestión escapar a la
contraofensiva neoliberal que toma fuerza en Latinoamérica?, preguntamos a
manera de balance final. Sin duda, se trata de la excepción nicaragüense
-y de una revolución singular- responde. Y ratifica los elementos que
diferencian al sandinismo de otros procesos latinoamericanos en retroceso: “la
amplitud de las alianzas para disputar la hegemonía y las instituciones
públicas; una oposición dividida; nuestra particular forma de comprender e
integrar el mercado; los avances macro de crecimiento que se traducen en la
mejora de las condiciones de vida de toda la población”, enumera Núñez.
¿Fracasos o tareas
pendientes? “Poder traducir mejor las conquistas, avances y particularidades
del sandinismo en el plano internacional. Y despejar las interrogantes -
al decir de algunos el “secreto” o la “fórmula”- sobre el caso nicaragüense,
donde el sandinismo en vez de perder sigue ganando popularidad, a diferencia de lo
que pasa en otros países latinoamericanos” donde se da un retroceso de los
proyectos populares, concluye.
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Sergio Ferrari, en
colaboración con la ONG de cooperación solidaria E-CHANGER y el cotidiano suizo
Le Courrier.
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