¿Qué ideas y supuestos están detrás de las propuestas de cerrar las
fronteras? –Actualmente, el cierre de las
fronteras parece ser el único horizonte de las políticas migratorias en Europa
y en todo el mundo, aunque sin duda es
menos marcado en América del Sur. Las fronteras han devenido en tótems,
porque remiten a una gran fantasía política: la idea de que las fronteras son un instrumento eficaz para regular las
migraciones. Para la mayoría de la gente y los gobiernos, cerrar las
fronteras va a detener la inmigración y abrirlas va a crear una inmigración descontrolada.
El resultado de esta fantasía es que
el cierre de fronteras aparece como la única opción posible y su apertura, como
una utopía ingenua. Creo que esto es malinterpretar profundamente la realidad
de las migraciones: no es una frontera
cerrada lo que le va a impedir pasar a un migrante, del mismo modo que no
es una frontera abierta lo que va a decidirlo a dejar su país. Todas las investigaciones lo demuestran y
además tenemos la evidencia ante nuestros ojos: ¡la apertura de las fronteras
en el espacio de Schengen no ha
creado un caos migratorio! (NdR: el espacio de Schengen abarca a 26 países
europeos, no todos parte de la UE.) Y en este momento Europa se enfrenta a un
flujo migratorio muy importante, mientras que sus fronteras exteriores están siendo
controladas como nunca antes. Debemos comprender que no son las fronteras lo
que determina la migración: nunca una frontera cerrada evitará que la cruce un
migrante, porque a menudo su vida depende de ese cruce. El cierre de las fronteras no detiene la
migración, pero la hace más difícil, más cara y, sobre todo, más mortífera.
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Charla
abierta.- François Gemenne
participará de un diálogo sobre “Flujos
migratorios y crisis de los refugiados”, con Alejandro Grimson, el jueves
27, a las 18, en el Café del Polo Científico, Godoy Cruz 2320. Entrada libre
con inscripción: cafedelasciencias@mincyt.gob.ar. Antes, del 24 al 28 de
octubre, de 17 a 20.30, dará un seminario de posgrado sobre “Geopolíticas climáticas”, en Ciudad
Universitaria.
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ENTREVISTA AL
POLITÓLOGO BELGA FRANCOIS GEMENNE:
“HAY QUE
INVENTAR UNA NUEVA GEOPOLÍTICA”
*****
Ante las consecuencias sociales del cambio climático y las migraciones,
Gemenne plantea la necesidad de repensar conceptos como soberanía, Estado,
población y territorio.
Javier Lorca
Página /12 martes 18 de octubre del 2016.
“La
articulación entre territorio, población y Estado va a tener que ser
profundamente repensada. Pero seguimos siendo prisioneros de marcos de
pensamiento que datan del siglo XVII.” François Gemenne investiga el impacto
social de las migraciones y el cambio climático en la Universidad de Lieja y el
Instituto de Estudios Políticos de París (Sciences Po), entre otras
instituciones. Antes de llegar al país para participar de distintas actividades
(ver aparte), invitado por el Centro Franco Argentino de Altos Estudios
(UBA-Embajada de Francia) y por la Facultad de Ciencias Exactas, reflexionó
sobre esos problemas en diálogo con Página/12.
–¿Qué
significa y qué implicancias tiene la denominación de “antropoceno” para la era
que estamos viviendo?
–El
Antropoceno es un nuevo período geológico en el que, según los geólogos,
estamos inmersos de ahora en adelante. Se lo podría llamar “la era del ser
humano” y se define por una ruptura profunda: por primera vez, los seres
humanos se han convertido en la principal fuerza de transformación del planeta,
por delante de las fuerzas geológicas. Pero no es sólo un concepto geológico,
también es una formidable propuesta política: implica que la Tierra se ha
convertido en un sujeto de la política, no sólo un objeto. El Antropoceno es el
encuentro de la historia del hombre, que tiene unos pocos miles de años de
edad, con la de la Tierra, que se extiende por miles de millones de años. Sin
embargo, hay algo engañoso en considerar que todos los hombres son igualmente
responsables de las transformaciones del Antropoceno: de hecho, “la era de los
humanos” es sobre todo la era de algunos hombres, mientras que la mayoría de
los seres humanos son en realidad víctimas de estas transformaciones.
–¿Qué
desafíos genera esta nueva era para la geopolítica global? ¿Qué tensiones
provoca en conceptos clave como territorio, frontera, soberanía, justicia
universal?
–El
Antropoceno nos debe llevar a replantear completamente el lugar del
medioambiente en la política: hay que inventar una nueva geopolítica;
literalmente, una política de la Tierra. Todos los conceptos sobre los que se
basan las relaciones internacionales contemporáneas son puestos en cuestión. La
Tierra ya no es más el decorado de las relaciones de poder, es un sujeto de
política, y esto implica repensar los conceptos clave de las relaciones
internacionales. La soberanía nacional, por ejemplo, fue concebida en el siglo
XVII como el principio rector de las relaciones internacionales: el soberano
tendrá el control total de un territorio, que se corresponderá con una
población, y esos territorios estarán separados por fronteras. Pero, ¿cuál es
el sentido de esa soberanía desde el momento en que de los Estados van a perder
porciones enteras de sus territorios por el ascenso del nivel del mar? El
cambio climático va a desplazar las fronteras. ¿Y cuál será la soberanía de los
Estados insulares engullidos por el océano? La articulación entre territorio,
población y Estado va a tener que ser profundamente repensada. Nunca antes en
la historia de la humanidad los pueblos han dependido tanto unos de otros. Pero
seguimos siendo prisioneros de marcos de pensamiento y de análisis que datan
del siglo XVII. El Antropoceno también nos obliga a repensar la soberanía en el
sentido de ¿cuál será su significado si la Tierra se vuelve inhabitable?,
¿sobre qué se ejercerá la soberanía?
–En
sus trabajos, usted analiza la situación de los “refugiados ambientales”. ¿A
quiénes se refiere y qué políticas públicas son necesarias para abordar el
fenómeno?
–Hoy
en día, las degradaciones del medioambiente, muchas de las cuales están
relacionadas con el cambio climático, se han convertido en un factor importante
de las migraciones y los desplazamientos de las poblaciones. Es una realidad
presente, no es sólo un riesgo futuro y distante. Los llamados “refugiados
ambientales” son aquellos que se ven forzados a abandonar sus hogares por la
degradación del medioambiente, que puede ser repentina o progresiva:
inundaciones, sequía, la degradación del suelo, huracanes, etc. Detrás de la
idea de “refugiados ambientales” hay situaciones migratorias muy diferentes que
reclaman respuestas políticas también muy diferentes: una persona que huye de
una catástrofe, por ejemplo, no tiene las mismas necesidades que otra que migra
a la ciudad durante la temporada de lluvias y luego regresa a su casa. Las
respuestas políticas tienen que ser contextuales. En octubre de 2015, ciento
diez Estados aprobaron en Ginebra el programa de protección de la Iniciativa
Nansen, una serie de principios para proteger de la mejor manera los derechos
de los “refugiados ambientales” –que no son realmente refugiados, no son
reconocidos como tales por el derecho internacional–. La puesta en marcha de
este programa debe ser una prioridad en los países que lo adoptaron, así como
el despliegue de políticas de adaptación al cambio climático que reconozcan el
rol de las migraciones.
–¿Cómo
caracteriza la crisis de refugiados que atraviesa Europa, en particular con el
caso de Siria, y las respuestas que han dado los Estados de la UE?
–Ante
todo, se trata de una crisis de la humanidad. Representa el fracaso de un ideal
europeo y la renuncia de la clase política frente a las ideologías xenófobas y
nacionalistas. Este período será juzgado muy duramente por la historia: una de
las peores tragedias humanitarias se desarrolla en las puertas de Europa y no
sólo no hacemos nada para detener la guerra en Siria, sino que dejamos morir en
el mar a los que están huyendo del infierno. Dos tercios de la población siria
están siendo desplazados en la actualidad. La mayoría, al interior mismo de
Siria; y alrededor de cinco millones, en los países vecinos: Jordania, Líbano
–donde una de cada cuatro personas es un refugiado– y, por supuesto, Turquía
–que ahora es el país que alberga el mayor número de refugiados del mundo–.
Evidentemente, una parte importante de estos refugiados desearía llegar a
Europa para intentar recuperar una vida normal, pero la única respuesta que les
da Europa es el cierre y el control de las fronteras. Esta crisis es el
resultado de una incapacidad –que ya lleva más de veinte años en Europa– para
ofrecer un proyecto político común en materia de asilo e inmigración. Sin
proyecto político, el cierre de la frontera se ha convertido en el alfa y el
omega. En lugar de establecer vías seguras para acceder al continente europeo,
en lugar de organizar el arribo de refugiados a Europa sobre la base del modelo
organizado por los gobiernos de Alemania y Suecia, los demás gobiernos han
preferido dejar que se instalen el caos y la tragedia. Los gobiernos han
preferido dejar que los migrantes se ahoguen en el mar en lugar de permitirles
tomar un avión.
–¿Qué
ideas y supuestos están detrás de las propuestas de cerrar las fronteras?
–Actualmente,
el cierre de las fronteras parece ser el único horizonte de las políticas
migratorias en Europa y en todo el mundo, aunque sin duda es menos marcado en
América del Sur. Las fronteras han devenido en tótems, porque remiten a una
gran fantasía política: la idea de que las fronteras son un instrumento eficaz
para regular las migraciones. Para la mayoría de la gente y los gobiernos,
cerrar las fronteras va a detener la inmigración y abrirlas va a crear una
inmigración descontrolada. El resultado de esta fantasía es que el cierre de
fronteras aparece como la única opción posible y su apertura, como una utopía
ingenua. Creo que esto es malinterpretar profundamente la realidad de las
migraciones: no es una frontera cerrada lo que le va a impedir pasar a un
migrante, del mismo modo que no es una frontera abierta lo que va a decidirlo a
dejar su país. Todas las investigaciones lo demuestran y además tenemos la
evidencia ante nuestros ojos: ¡la apertura de las fronteras en el espacio de
Schengen no ha creado un caos migratorio! (NdR: el espacio de Schengen abarca a
26 países europeos, no todos parte de la UE.) Y en este momento Europa se
enfrenta a un flujo migratorio muy importante, mientras que sus fronteras
exteriores están siendo controladas como nunca antes. Debemos comprender que no
son las fronteras lo que determina la migración: nunca una frontera cerrada
evitará que la cruce un migrante, porque a menudo su vida depende de ese cruce.
El cierre de las fronteras no detiene la migración, pero la hace más difícil,
más cara y, sobre todo, más mortífera.
–¿Cómo
incide en ese contexto la amenaza terrorista?
–Es evidente que juega un rol importante, sería absurdo negarlo. Cuando
uno es atacado, el primer reflejo probablemente sea cerrar las fronteras para
protegerse. Pero los europeos parecen no darse cuenta de que la mayor parte de
los terroristas nacieron y crecieron en Europa. Hay que ser consciente de que
la frontera todavía representa, para una parte de la población, una forma de
defensa contra las amenazas externas. Hay una brecha cada vez más grande entre
aquellos para los que las fronteras ya no representan nada y aquellos para los
que las fronteras representan la última protección. Y es particularmente eso lo que jugó en el
Brexit. Reducir esa brecha es un desafío esencial para nuestras sociedades.
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