“La
verdadera situación y sus tendencias plantean constantes y crecientes ausencias
cognitivas, sobre las causas principales que las provocan, así
como sobre las soluciones a las mismas. Las
verdades sobre las causas son aún más incómodas que la aceptación de que
los males y peligros del sistema amenazan
la vida en la Tierra. Sólo sostener que el cambio climático es “antropogénico”, es decir, consecuencia de la acción humana, como sostuvo hace tiempo un grupo de científicos de
la Universidad de East Anglia, hizo objeto a los investigadores y a su director de incontables acusaciones y
descalificaciones. La gran prensa y
numerosas organizaciones, acusaron al director y a los investigadores de haber
manipulado los datos de sus computadoras borrando aquéllos que dis-confirmaban
sus tesis. El escándalo se dio en
periódicos, gobiernos y universidades y fue tal que la Academia Inglesa de Ciencias nombró una comisión de sus
especialistas para que aclararan si tenía base o no la acusación. La Comisión rindió un informe en el que
hizo ver que los datos borrados por el equipo correspondían a una práctica de
corrección y desecho de datos falsos, que es habitual en todo investigador, y que nada de lo
“borrado” “disconfirmaba” la tesis de que el cambio climático es antropogénico. El escándalo siguió y fue tal que el Parlamento Británico decidió designar otra comisión de científicos cuyas
conclusiones fueron exactamente las mismas de sus antecesores. Es más, dos
connotadas revistas científicas norteamericanas defendieron al grupo y sus
tesis. La revista “Nature” hizo una defensa abierta, y “Scientific American” publicó un
número entero sobre el tema, en que todos los artículos de los más distinguidos especialistas confirmaban,
una por una, las tesis del grupo de East Anglia, cuyo director por cierto acabó
renunciando...
“Un
ejemplo más reciente sobre la negación del problema y sus verdaderas causas, es el del Presidente de la Academia Norteamericana de
Ciencias sobre “Los Acuerdos de París”, cuyas resoluciones ni
siquiera son “vinculantes”, es decir no son obligatorias para quienes
las suscriben. Cuando Trump decidió retirar a Estados Unidos de “Los Acuerdos de
París” – que unieron a todos los países del mundo–, y tomó esa decisión
bajo el pretexto de que las tesis de los “Acuerdos”
no se sostenían y eran inventadas, como
una prueba de que no tenían ninguna validez y como prueba de su personal
coherencia, nada menos que echó a andar las industrias del carbón, uno de los más agresivos causantes de la
polución atmosférica, del calentamiento global y de uno de los más
amenazadores efectos de éste en la biósfera,
con repercusiones en el Polo Norte y el Polo Sur, como el derretimiento de las zonas de los grandes
hielos, a la que sigue el crecimiento
del nivel de los mares, y la intensificación de los huracanes, de las tormentas y las
inundaciones de campos y ciudades……”
/////
LA VERDAD A MEDIAS: SOBRE EL CALENTAMIENTO GLOBAL, LA PAZ Y LA
DEMOCRACIA.
*****
Maestro.
Sociólogo. Dr. Pablo González Casanova.
Ex Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México. UNAM.
ALAI.
Martes 18 de julio del 2017.
Dr. Pablo González Casanova. Maestro de la Sociología Latinoamericana. Ex Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México. UNAM.
***
Hace menos de un año “The Economist” –una prestigiada
revista inglesa– sostuvo en su editorial, que Trump representa “una nueva edad
de lo que podría llamarse la post-verdad”. Según la revista, en esta nueva edad
sus voceros ya no se preocupan de las evidencias ni de las ciencias. Esta
afirmación es engañosa, pues si Trump representa la época de la post verdad, al
no ocuparse de las evidencias científicas, tanto “The Economist” como la
autollamada “ciencia normal” o “corriente principal”, hasta en sus posiciones
críticas, tampoco respetan la verdad completa de las ciencias de la materia, de
la vida y la humanidad con una crítica en profundidad. Si los artículos de la
revista incluyen al cambio climático y demuestran que éste tiene un carácter
antropogénico, y que es necesario reconocer “Los acuerdos de París”, tanto
Trump como los científicos del sistema, dejan fuera de su programa y de sus
conceptos y explicaciones expresas otras amenazas a la vida, como el creciente
peligro de la guerra nuclear, y el de varias nuevas fuerzas de dominación y
acumulación, capaces de destruir a la Humanidad, y a la Vida en el Planeta e
incluso a las corporaciones y complejos empresariales-militares-políticos-y-
mediáticos que están haciendo de sí mismos las victimas, en su obstinada
obsesión por aumentar su poder, utilidades y riquezas.
Al mismo tiempo que eso ocurre entre los que mandan y
ganan, y entre sus apologistas, muchos investigadores que son críticos a
medias, como los herederos del “nacionalismo revolucionario” o de “la teoría de
la ‘dependencia’”, insertan el colonialismo como una variante estructuralista,
y al formular problemas y soluciones, no incluyen al “capitalismo” como
causante de la tragedia. Cardozo y Faletto, y no pocos de sus sucesores, caen
en esa “ausencia cognitiva” a la que el propio de Souza Santos, recientemente
se refirió y en la que incurrió.
La verdad completa sólo se logra si al “colonialismo
“y a “la dependencia”, se añade “el capitalismo” en su situación actual.
La verdad completa de los ya amenazadores desastres
que causa y tiende a causar el capitalismo es la que incluye al propio
capitalismo como causa principal de lo que ocurre, y que en él incluye el
colonialismo, como una de sus estructuraciones de relaciones desiguales
construidas para la apropiación del excedente. Por supuesto los “normales”
tampoco abordan en sus conclusiones los distintos caminos de emancipación
frente a las causas del desastre.
Es más, la verdad completa sólo se encuentra si entre
los argumentos científicos se toman en cuenta la situación realmente existente
del capitalismo actual y los daños que su atractor principal causa a la tierra,
a la vida y a la inmensa mayoría de la humanidad, todas ellas víctimas de
tendencias a agravarse, plenamente comprobadas.
De la situación existente y creciente, y de su
reconocimiento, derivarán las verdaderas soluciones, que incluyen al capitalismo
actual y la forma en que está empleando las ciencias de la complejidad con 1º.
Los “sistemas complejos en transición al caos, o del caos”, 2º. Los “sistemas
orientados a lograr fines” y 3º. Las ciencias de la comunicación, de la
información, de la semiótica y de la organización, para diseñar y formalizar
los modelos y escenarios con más probabilidades de maximizar el logro de sus
objetivos que son la ley de un sistema de dominación y acumulación de poder,
riquezas y utilidades, y que en el capitalismo actual sólo se entienden si son
objeto de un conocimiento científico crítico y actualizado de la realidad
económica actual y de la ley del valor. Estas superan su comprensión, aunque
deberían tomarse hoy, como punto de partida de las ciencias de la complejidad.
Hoy no es la ciencia económica el conocimiento
fundamental. Si lo fue en los orígenes del desarrollo industrial para la
crítica del capitalismo clásico, hoy la crítica rigurosa de las ciencias de la
complejidad muestra como éstas esconden la dominación y la acumulación por
“desposesión” o despojo para la acumulación de poder, riquezas y utilidades, y
no inician su argumentación científica con la crítica de la ciencia económica
al servicio del capitalismo. El des-cubrimiento es aún más exacto cuando a la
crítica de las ciencias de la complejidad se añade la crítica a las ciencias de
la comunicación, de la información y la organización, y de los teatros de lucha
y guerra reales y virtuales, así como de las estrategias y tácticas aplicadas
para maximizar el logro del principal atractor del sistema, mediante la
comunicación, la información, la organización, el diseño y la formalización de
estrategias óptimas, para el logro de las metas del sistema y la confusión
sofisticada para que el enemigo o la víctima no distinga entre lo real y lo
virtual. El análisis puede parecer difícil de comprender pero eso se logrará
cada vez más conforme se integren las ciencias de la complejidad, de la
comunicación y de la organización, a la educación y la cultura general, y a
partir de ésta se aprenda a auxiliarse también de los conocimientos de los
“especialistas orgánicos”, y de la “praxis” de los revolucionarios y rebeldes,
en particular de los más originales y profundos, los que se expresan, pon
ejemplo, en escritos como los de Fidel, el sub-comandante Galeano, y Chávez, el
general bolivariano.
En las luchas que éstos conocen a fondo surgen también
los escenarios óptimos de la estructuración de las fuerzas y relaciones
emancipadoras, y las des-estructuraciones de las opuestas, en que se reconocen
las combinaciones varias de lo real y lo formal, de lo abierto y lo encubierto,
de lo legal y lo ilegal, de lo humanitario y lo criminal, y otras que no sólo
combinan, sino articulan, los centros y nodos de luchas empresariales, militares,
políticas, culturales, sociales, y mediáticas, en espacios y tiempos varios de
acumulación primitiva o por despojo, y de acumulación ampliada del poder y
riquezas por la vía del contrato y del salario, todas variantes en los países
metropolitanos y dependientes o coloniales y en las poblaciones “participantes”
o “marginadas”, según el peso de los trabajadores y pueblos organizados, y en
medio de una movilidad ascendente o descendente que los hace mejorar o perder,
según suban o bajen la productividad tecnológica y la “renta colonial”, lo cual
determinó y determina una creciente diferenciación estructural –no esperada– de
la clase obrera y el pueblo trabajador.
El conocimiento y reconocimiento de tamaña complejidad
es tan necesario como esclarecedor, sobre todo cuando se ve que, con toda su
creciente eficiencia, el sistema no puede escapar a la ley del valor y a las
contradicciones de las relaciones de explotación que derivan periódicamente en
la sobreproducción o el subconsumo, y que hoy dan al sistema un carácter
terminal, con una opción: que los accionistas, dirigentes e ideólogos de
corporaciones y complejos reconocerán si se abren a la verdad completa y
aceptan –aunque sea entre remilgos y rechazos, entre confrontaciones y
negociaciones– la necesaria construcción de un sistema postcapitalista.
Las nuevas ciencias de la complejidad y la
comunicación de que los expertos se sirven, modelan, formalizan y escenifican
el capitalismo para escoger sus mejores cursos, es decir, los que con menores
costos, alcanzan la mayor eficiencia y eficacia en el logro de “sus atractores”
de dominación y acumulación, todo eso, sin el menor escrúpulo o reparo en los
“efectos laterales”, “buscados” y “no buscados” por el sistema en cuanto
aumentan su poder, ganancias y riquezas, y su dominio tanto en los mercados
como en la explotación del suelo y el subsuelo, de la tierra, el aire y el agua
y de los reinos vegetales, animales y humanos.
Podemos negar esta verdad, del proceso de la deglaciación de los mares, los más visibles y concentrados en los Polos norte y Sur.
***
El temor a la verdad.
Hoy, complejos y corporaciones, formales e informales,
legales e ilegales se desentienden y “niegan” los efectos producidos por las
nuevas fuerzas de producción y por las nuevas relaciones de producción, incluso
las que dañan y amenazan a la humanidad. Es más, los líderes y beneficiaros de
corporaciones y complejos, persistentemente sacan de su conciencia, si es que
ésta llega a incluirlos, los efectos adversos a la Humanidad de que el sistema
es causante. Es más, accionistas, ejecutivos e intelectuales de la corriente
principal colocan los daños que el sistema causa en un primer lugar de los
“conocimientos prohibidos ¡en ‘la sociedad del conocimiento’”! Timor veritatem
conturbat me, “El temor a la verdad me inquieta”, como diría Terencio. Se
trata de conocimientos “negados” o “descalificados” desde el inconsciente,
según Freud; o de “conocimientos incómodos”, en la expresión de Al Gore, y
corresponden al lenguaje que no es “políticamente correcto”.
La verdadera situación y sus tendencias plantean
constantes y crecientes ausencias cognitivas, sobre las causas principales que
las provocan, así como sobre las soluciones a las mismas. Las verdades sobre
las causas son aún más incómodas que la aceptación de que los males y peligros
del sistema amenazan la vida en la Tierra. Sólo sostener que el cambio
climático es “antropogénico”, es decir, consecuencia de la acción humana, como
sostuvo hace tiempo un grupo de científicos de la Universidad de East Anglia,
hizo objeto a los investigadores y a su director de incontables acusaciones y
descalificaciones. La gran prensa y numerosas organizaciones, acusaron al
director y a los investigadores de haber manipulado los datos de sus
computadoras borrando aquéllos que dis-confirmaban sus tesis. El escándalo se
dio en periódicos, gobiernos y universidades y fue tal que la Academia Inglesa
de Ciencias nombró una comisión de sus especialistas para que aclararan si
tenía base o no la acusación. La Comisión rindió un informe en el que hizo ver
que los datos borrados por el equipo correspondían a una práctica de corrección
y desecho de datos falsos, que es habitual en todo investigador, y que nada de
lo “borrado” “disconfirmaba” la tesis de que el cambio climático es
antropogénico. El escándalo siguió y fue tal que el Parlamento Británico
decidió designar otra comisión de científicos cuyas conclusiones fueron
exactamente las mismas de sus antecesores. Es más, dos connotadas revistas
científicas norteamericanas defendieron al grupo y sus tesis. La revista
“Nature” hizo una defensa abierta, y “Scientific American” publicó un número
entero sobre el tema, en que todos los artículos de los más distinguidos
especialitas confirmaban, una por una, las tesis del grupo de East Anglia, cuyo
director por cierto acabó renunciando...
Un ejemplo más reciente sobre la negación del problema
y sus verdaderas causas, es el del Presidente de la Academia Norteamericana de
Ciencias sobre “Los Acuerdos de París”, cuyas resoluciones ni siquiera son
“vinculantes”, es decir no son obligatorias para quienes las suscriben. Cuando
Trump decidió retirar a Estados Unidos de “Los Acuerdos de París” –que unieron
a todos los países del mundo–, y tomó esa decisión bajo el pretexto de que las
tesis de los “Acuerdos” no se sostenían y eran inventadas, como una prueba de que
no tenían ninguna validez y como prueba de su personal coherencia, nada menos
que echó a andar las industrias del carbón, uno de los más agresivos causantes
de la polución atmosférica, del calentamiento global y de uno de los más
amenazadores efectos de éste en la biósfera, con repercusiones en el Polo Norte
y el Polo Sur, como el derretimiento de las zonas de los grandes hielos, a la
que sigue el crecimiento del nivel de los mares, y la intensificación de los
huracanes, de las tormentas y las inundaciones de campos y ciudades.
A tamaña descalificación del Presidente de Estados
Unidos, el Presidente de la Academia Norteamericana de Ciencias decidió
publicar una carta sobre la certezas de la comunidad que representa, basadas en
las investigaciones de los especialistas en peligros climáticos; pero al
referirse a los causantes de los males, salió con una ingeniosa y lamentable
afirmación en que se echó y les echó la culpa a los científicos por haber
abierto “la caja de Pandora”... Lejos de él estuvo decir la verdad completa.
Prefirió auto-flagelarse y flagelar a los suyos, empleando una cierta ironía
culta y un sentido del humor más o menos indefinido. Lejos estuvo de él pensar
y decir lo que Elmar Altvater, profesor de la Universidad de Berlín, ha sostenido
fundadamente, y es que el cambio climático y sus peligros para la vida en la
Tierra tienen como origen al sistema capitalista, cuyo atractor principal, por
cierto, –y lo decimos una vez más– es la acumulación de poder, riquezas y
utilidades.
El temor a la verdad completa oculta que “Los Acuerdos
de París” son mínimos en relación al costo de los daños causados y por venir, y
solamente se han cumplido en parte, insuficiencias a las que se añaden nuevos
problemas con las soluciones que se han puesto en marcha –muchas de las cuales
buscan sólo medidas técnicas dentro del sistema vigente–. Esas técnicas en
buena parte y para colmo se han convertido en nuevos negocios de quienes venden
“técnicas para protegerse del calentamiento global y otras amenazas”, o para
salvarse de ellas… sin que el sistema tenga la menor posibilidad de llevar a
los hechos, una verdadera solución.
Nuevamente el temor a la verdad completa, de que
mientras el capitalismo domine al mundo, ni va a cubrir los daños que causan
sus negocios con pérdidas que acabarían con ellos, ni va a dejar de producir,
deliberadamente, mercancías de caducidad calculada con muchas de ellas
“integradas como un todo compacto” en que si se decompone una parte deja de
funcionar todo y, por grande que sea éste, se convierte en basura.
La verdad completa es que los negocios han prosperado
desde que el sistema impulsó la sociedad de consumo y el consumo de masas con
una exitosa publicidad de refrescos, comidas, y varios artículos más de
“primera necesidad” y de baja que están creando también inmensos basureros en
los mares, los campos y las ciudades, cuyos daños se hallan lejos de ser
resueltos por un sistema que los produce para hacer inmensos negocios… con la
basura…
Proyecto Político desde los años de la Independencia - décadas del 10' y el 20' del siglo XIX - Desde México, Argentina, La Gran Colombia y se cierra el siglo con Perú en 1821 - El Proyecto Político de la República y años más tarde en proceso proceso histórico-político, la lucha por la DEMOCRACIA, Proyecto Político aún NO terminado, Proyecto Político en plena lucha por su realización. LA DEMOCRACIA en la vida de los pueblos. Y la PAZ aún es una deuda política continental como responsabilidad social de la Ciudadanía Política.
***
Proyectos enmancipadores.
Males y remedios tienen mucho que cambia y mucho que
persiste. Entre sus variaciones destacamos las dos principales y que siguen
siendo plenamente válidas en el mundo entero: la democracia, y el que ésta sea
efectiva, lo que sólo se dará si se logra que el sistema sea poscapitalista.
¿Cómo lograrlo?, ese es el otro gran problema que aquí sólo apuntamos.
Por lo que se refiere a los remedios, la solución
persistente es la que planteó, –en la Revolución Francesa de 1789–, el ala
izquierda de la Asamblea General. Cuando se discutía en quien debía recaer la
Soberanía, y unos sostuvieron que en la Monarquía, mientras otros que en la
República, la Izquierda sostuvo que el Soberano debía ser el pueblo. Esa
profunda solución no se aprobó y en medio de todas las redefiniciones y aportaciones
a la libertad humana que surgirían en los movimientos emancipadores –como el
respeto a toda religión, creencia humanista, o diferencia de raza, edad, sexo y
afinidades sexuales– y como el renovado peso que se dio con el radicalismo
liberal y la revolución cubana a la organización moral y a la práctica del
poder real del pueblo para que tome las decisiones definitivas, con todo y eso,
la palabra “Democracia” dentro del capitalismo se vació de su contenido real y
fue usada como disfraz de repúblicas y monarquías, de oligarquías y burguesías,
y de regímenes y clases dominantes que para nada hacían efectiva la soberanía
del pueblo, el poder real del pueblo y sólo usaban el término para ocultar su
verdadero autoritarismo.
La transformación de la revolución popular en
revolución burguesa, acompañada de los cambios que produjo la Revolución
Industrial, dio pie a la aparición de empresas con un creciente capital fijo
integrado en gran parte por maquinarias, y que sustituía el trabajo servil por
un trabajo asalariado, –correspondiente al llamado capital variable, o que el
capital empleaba para el pago de míseros salarios, quedándose con la mayor
parte de la riqueza producida. Fue una época aquélla en que el capital empezó a
exaltar una promesa de Progreso Generalizado que nunca cumplió y así ocultó un
despojo al que los grandes economistas como Adam Smith y Ricardo no
consideraron y del que a poco tiempo Marx y el Marxismo dieron cuenta con un
conocimiento a la vez crítico y científico, cuyo análisis de la Sociedad y no
sólo de la Naturaleza, aportaba a la ciencia el saber preciso de una categoría
hasta entonces ninguneada por filósofos y utopistas, y que no sólo planteaba la
necesaria lucha contra el poder de burguesías y aristocracias sino contra la
dominación para la explotación de unos hombres por otros –de aquélla que los
oprimidos y explotados, tendrían que liberarse mediante la creación radical y
revolucionaria de un sistema socialista–. Su planteamiento y el de sus
sucesores todavía no incluyó en un primer plano el gran peso que requeriría del
poder de las clases y pueblos dominados y explotados, que necesitarían
organizar su propio poder en una democracia, actual y moral, respetuosa de la
libertad y de las diferencias y valores de sus componentes.
El proyecto emancipador, entre grandes tropiezos, se
enriquecería como concepto liberador con el liberalismo radical de José Martí
en la segunda mitad del siglo XIX, con los movimientos de la juventud del 68,
con los de Cuba y los de La Lacandona del Sureste Mexicano encabezado por los
indios mayas y por algunos jóvenes rebeldes que se integraron a ellos.
La explicación de tan complejo proceso debe buscarse
en la verdadera historia que sucedió a la revolución de 1789 y a la revolución
industrial, en aquélla con sus ofrecimientos profundos largamente olvidados
tras la contrarrevolución que llevaron a cabo burguesías, aristocracias y
ejércitos, y ésta con la verdadera historia de lo que sucedió, en que con la
industrialización la contradicción creciente entre explotadores y explotados,
primero llevó a una gran ola revolucionaria que estalló en l848 y que tras ser
derrotada, inició todo un largo período histórico en que se combinaron las
políticas revolucionaras y las reformistas, con las de poderosos dominios monopólicos
en las metrópolis y su expansión en las colonias, bajo procesos que, durante un
tiempo, permitían el reparto del mundo y que al llegar sus crisis de producción
y consumo, de recursos naturales y de mercados derivaban en guerras “mundiales”
entre las grandes potencias. En todos esos procesos que se repiten en su
secuencia hasta nuestros días, la solución al problema no sólo se volvió
esencial para los trabajadores formales e informales, ni sólo para los países
coloniales y dependientes, o para los imperialistas sino para toda la
Humanidad.
Seguir hoy el camino de las viejas soluciones lleva
siempre, por un lado, a disminuir lo poco de derechos que pueblos y
trabajadores tienen, y dadas las armas de que hoy disponen las grandes
potencias, y otras naciones más o menos aliadas, a privar de todo sentido una
guerra mundial, pues no sólo por la cantidad de países que disponen de armas
nucleares, sino porque éstas son más poderosas y efectivas que nunca, todo hace
también más válida que nunca la teoría de una “guerra de destrucción mutua”
(“Mutual Assured Destruction”), que acabaría con la vida en el Planeta.
Y el problema no es sólo ese, sino el de una nueva
Revolución Industrial, que está robotizando el trabajo, y dejando sin capacidad
de consumo a miles de millones de habitantes y a no pocos de los que hoy tienen
capacidad de compra. Es más, el tipo de socialismo conocido como
socialdemócrata o keynesiano, o el que se conoce como socialismo
marxista-leninista de Estado, han perdido sentido con las políticas
neoliberales, y con las de una nueva “nomenclatura burguesa” que realizó la
mayor “acumulación primitiva” conocida en la historia, en que sus
beneficiarios, ya como capitalistas, usan la lógica del capitalismo de Estado
tras la abierta restauración del capitalismo. La solución y freno a tan trágico
desenlace está en la Revolución Cubana, que organizó la democracia, armada de
moral y fusiles, de todo el pueblo con un espíritu que cada vez adquirió más un
carácter defensivo frente a una ofensiva integral contra la sociedad, el
mercado formal y el estado-pueblo.
La solución aparece también entre los indios y las
comunidades campesinas y los sectores y zonas marginados de México que con los
mayas y otras etnias practican la rica cultura del “nosotros” que tanto estudió
Carlos Lenkersdorf, profesor de la UNAM, y que enfrenta tanto en las palabras
como en los actos a la cultura debilitante del “yo” que el enemigo fomenta con
el “individualismo”. Hoy, a la creatividad de esos caminos de transición a otra
democracia y otro socialismo se añade la lucha heroica de Venezuela contra el
imperialismo y sus oligarquías, en que se ha organizado un frente del bajo
pueblo, de los trabajadores del campo, las ciudades y el petróleo, fuertemente
apoyado por amplios grupos de los sectores medios, y nada menos que por el
ejército bolivariano que encabezó Chávez –brillante ideólogo de la soberanía
del pueblo y de la necesaria unión de Latinoamérica en la lucha por la
democracia y el socialismo–.
Todos los movimientos señalados, en la junta de
proyectos ancestrales y contemporáneos intentan un camino que, en lo que se
pueda sea pacífico, y esté preparado para defender los intereses comunes, la
libertad, y la justicia personal y social, en un proceso que se dará –entre
conflictos y consensos– procurando en todo caso sostener la solución política
que más los aleje de la vía armada, y construyendo la soberanía de los pueblos,
que no se toma sino se construye desde abajo y con los de abajo, ideal que se
originó en la Revolución Francesa y que tanto se enriqueció con las
experiencias posteriores.
- Pablo
González Casanova es Ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de
México (UNAM). Miembro honorario de ALAI.
Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento 525/526: Ante escenarios desafiantes 03/07/2017
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