ATILIO
BORON.- LOS GOBIERNOS PROGRESISTAS DE AMERICA LATINA SUFREN “ARREMETIDA CONSERVADORA”.
QUITO — El III Encuentro Latinoamericano Progresista
(ELAP), que se desarrolla en Ecuador, puede
servir a los Gobiernos de izquierda de la región para afrontar la nueva
“arremetida conservadora”, dijo a
Sputnik Nóvosti el politólogo argentino Atilio Borón.
“Es un encuentro que
favorecerá a que los Gobiernos de las fuerzas de izquierda y progresistas
puedan enfrentar esta tremenda arremetida conservadora y restauradora que están
sufriendo los países de tendencia de izquierda”, señaló Borón.
Para el doctor en Ciencias Políticas, la cita de
Quito es “muy importante” y
“muy aleccionadora para
entender la situación que atraviesa América Latina y el Ecuador en estos momentos”,
aunque reconoce que en esta ocasión existe “más preocupación” por el ascenso al
poder de la derecha en dos países de la región: Brasil y Argentina.
“En general he visto que hay
una continuidad muy grande [en el encuentro], pero noto que hay más
preocupación porque dos países como Argentina
y Brasil han caído en manos de Gobiernos conservadores, aunque creo que
vamos a salir bien de esto”, añadió. Al referirse a la situación de su país, Borón explicó que en Argentina, bajo la
presidencia de Mauricio Macri, “se
está aplicando el mismo programa económico neoliberal con las consecuencias que
todos saben”.
Macri, quien
forma parte de la coalición conservadora
Cambiemos, asumió como presidente de Argentina
en diciembre de 2015, mientras que en Brasil,
Dilma Rousseff fue destituida como presidenta el 31 de agosto en el final
de un proceso en el que resultó declarada culpable de delitos de
responsabilidad fiscal relacionados con el manejo de las cuentas públicas.
Tras el juicio político contra la ex mandataria Rousseff, el conservador Michel Temer fue
investido como presidente de Brasil, movimiento que algunos Gobiernos
latinoamericanos han calificado como “golpe
de Estado”.
El ELAP se
celebra hasta este viernes en Quito
y abordará tres temáticas centrales: el pacto ético relativo a paraísos fiscales,
el proceso político de América Latina y la economía de la región. Más
de 80 organizaciones políticas participan del encuentro, entre ellas la ex presidenta
argentina Cristina Fernández de Kirchner
y el ex mandatario uruguayo José Mujica.
Las sedes del ELAP es el Centro Internacional de Estudios Superiores de
Comunicación para América Latina (Ciespal),
en Quito,
mientras que también se desarrollan actividades en Guayaquil, Manta y
Montecrisiti (zona costera). Quito setiembre del 2016.
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EL CAPITALISMO NO MARCHA HACIA ATRÁS: LA
OFENSIVA CONSERVADORA EN AMÉRICA LATINA.
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Santiago Mayor.
Rebelión viernes 14 de julio del 2017.
Desde hace varios años que partidos y movimientos
políticos de derecha han avanzado en la región, ya sea haciéndose con el
gobierno o logrando imponer agenda. Lejos de querer retroceder en el tiempo,
esta dinámica se inscribe en una nueva etapa del capitalismo mundial.
La excepción latinoamericana
Quizás la perspectiva nos hace perder el cuadro
global, pero la oleada progresista y revolucionaria que vivió América Latina a
comienzos del siglo XXI fue una excepción a nivel mundial. El neoliberalismo
(fase superior del capitalismo de posguerra) siguió su expansión en todo el
planeta.
En ese marco la impugnación política que sufrió ese
modelo en varios países de la región, como se vio en el “no al ALCA” de 2005 y
en diversas políticas redistributivas internas, supuso en la mayoría de los
casos una continuidad respecto a la inserción de esas economías en el mercado
mundial (como en los modelos neodesarrollistas de Argentina y Brasil). Pero aún
incluso en los procesos más radicalizados como los de Venezuela y Bolivia, no
se logró ir más allá de una confrontación parcial que nunca dejó de depender en
gran medida del rol asignado a Latinoamérica en la división internacional del
trabajo.
Los límites propios de los procesos
latinoamericanos que no lograron avanzar y consolidar iniciativas soberanas
conjuntas (como el Banco del Sur o el ALBA) que permitieran generar resortes
contra las crisis económica mundial, terminaron siendo el campo fértil sobre el
que se dio la ofensiva conservadora.
Ganamos las elecciones, pero igual perdimos
El mismo fin de semana que Mauricio Macri ganaba el
ballotage, Joao Pedro Stédile -dirigente del Movimiento Sin Tierra de Brasil-
afirmaba en una charla en la Escuela Florestán Fernandes de Sao Paulo que en su
país se habían ganado las elecciones, pero el pueblo había perdido igual. La
referencia era al triunfo de
Dilma Rousseff sobre Aecio Neves en 2014, que no impidió que por
presión de sectores conservadores (dentro y fuera del gobierno) a mediados de
2015 se aplicara un ajuste brutal.
Es que el modelo económico, asentado sobre la
lógica extractivista y de producción de materias primas, se mostró corto de
horizonte en cuanto el mercado mundial comenzó a crujir luego de la crisis
iniciada en 2007. Los capitales volvieron al centro y la restricción externa,
acompañada de una devaluación de la moneda (tanto en Argentina como en Brasil)
planteó un límite a la posibilidad de distribución del ingreso con una
consecuente caída en el nivel de vida.
Como señalamos en
noviembre de 2015, “esta crisis de los modelos neodesarrollistas
también plantea que la alianza entre las burguesías locales y los sectores
populares fracasó. Pero esta derrota del ‘capitalismo serio’ no fue una
decisión de la clase trabajadora, sino de las propias burguesías”.
Fueron estas últimas las que, ante los primeros
signos de retroceso de sus ganancias extraordinarias, le “soltaron la mano” a
esas alianzas y los gobiernos que las impulsaban. En parte por eso las salidas
a esos procesos fueron por derecha y no implicaron una profundización de los
aspectos más progresivos de aquellos modelos.
La reforma laboral brasileña y el avance del
capitalismo dependiente
La promesa de Mauricio Macri de que las inversiones
iban a llover una vez que él fuera electo presidente tuvo el error de cálculo
de no considerar los movimientos geopolíticos y económicos mundiales. Acertado
en la política local -que le permitió ganar las elecciones-, pretendió aplicar
un modelo económico que no tiene cabida ante la incertidumbre global.
Por eso el espejo de Brasil y su reforma
laboral se muestra como un camino a seguir. Es que cuando se toma
distancia de la primera impresión, esta no supone una vuelta al pasado. Por el
contrario, la ley brasileña avanza en el sentido lógico de una economía
capitalista dependiente.
La dificultades, producto del intercambio desigual
entre los países industrializados y aquellos que son productores de materias
primas, llevan a estos últimos -ante la imposibilidad de revertir la ecuación
internacional- a compensar esa transferencia de valor de la periferia al centro
dentro de sus propios territorios.
En los años ‘70, el teórico de la dependencia Ruy
Mauro Marini, un sociólogo marxista brasileño, definió este mecanismo de
compensación como “superexplotación del trabajo”.
En su texto Dialéctica de la dependencia
(1973), Marini explicó que este modo específico de explotación se puede dar por
tres factores: “El aumento de la intensidad del trabajo (…) logrado a través de
una mayor explotación del trabajador y no del incremento de su capacidad de
trabajo”; “la prolongación de la jornada de trabajo, es decir, del aumento de
la plusvalía absoluta en su forma clásica”; y la posibilidad de reducir “el
consumo del obrero más allá de su límite normal (…) implicando así un modo
específico de aumentar el tiempo de trabajo excedente”.
El teórico brasileño también señaló que “esto es
congruente con el bajo nivel de desarrollo de las fuerzas productivas en la
economía latinoamericana, pero también con los tipos de actividades que allí se
realizan”. Es que en la industria fabril “un aumento de trabajo implica por lo
menos un mayor gasto de materias primas”, mientras que en la industria
extractiva y en la agricultura “el efecto del aumento el trabajo sobre los
elementos del capital constante son mucho menos sensibles, siendo posible, por
la simple acción del hombre sobre la naturaleza, incrementar la riqueza
producida sin un capital adicional”.
Si bien estos postulados no necesariamente se
presentan “puros” en la realidad, las similitudes con la ampliación de la
jornada laboral, reducción de derechos y aumento de la edad jubilatoria
impulsadas por el gobierno de Michel Temer, resultan sorprendentes.
Para el capitalismo dependiente latinoamericano las
condiciones de posibilidad de su existencia están dadas por reforzar esos
mecanismos que buscan remunerar la fuerza de trabajo “por debajo de su valor”.
No vamos a volver
Ese es entonces el camino “viable” para la derecha
latinoamericana que busca tomar la iniciativa. Pero también es una advertencia
para quienes desde la vereda opuesta buscan plantear alternativas que -en
palabras de Álvaro García Linera- abran una nueva “oleada revolucionaria”.
Retrotraer la situación a lo sucedido durante los
últimos 15 años, no es una opción. Excede la voluntad: las condiciones económicas
extraordinarias que generaron esas coyunturales alianzas de clases, ya no
existen.
@SantiMayor.
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