¿Qué otra cosa puede pensarse de las expresiones
injuriosas y difamatorias del Presidente hacia la justicia laboral y los
abogados laboralistas? ¿Se erige en el continuador de la Corte
Suprema de la oligarquía, que se negó a tomar juramento a los primeros jueces
laborales? Recordemos que fue una de las imputaciones por las que se removió a
sus ministros en el juicio político de 1947 (la otra importante fue la acordada
de setiembre de 1930). El Presidente no ha tenido ni siquiera la elemental hipocresía
de disimular lo que piensa: reclama jueces propios. ¿Por qué
no propone la disolución del fuero laboral y volver a la justicia civil, por
ser más liberal e igualitaria?
No podemos dejar de mencionar el nuevo Plan Cóndor judicial. Ya no se
mata, se secuestra ni se manda al exilio a los líderes o posibles líderes, ni
se proscriben partidos, sino que en el Mercosur se trata de excluir a
todo dirigente popular peligroso para los programas del totalitarismo
corporativo por vía judicial, valiéndose de jueces adictos, estrellas o
atemorizados. Tal es el procedimiento seguido o intentado con
Cristina, con Lula y con Lugo y, ahora parece que hasta se lo intenta
con Pepe Mujica.
Cierta sorpresa causa la insólita sentencia del
famoso dos por uno, porque en verdad, a juzgar por Chile y otros países, los genocidas de la etapa anterior del
colonialismo fueron usados y luego, terminada su labor, el totalitarismo
corporativo los consideró contaminantes y se desentendió de su destino. Sin
duda que ese intento fue una muestra más de regresión en materia de Derechos Humanos, pero que debe mover a
reflexión acerca de nuestros folklóricos personeros de ese totalitarismo. Tal
vez algunos sean más agradecidos que otros respecto de sus predecesores en
anteriores etapas de colonialismo. No obstante, la reacción inmediata del
oficialismo de turno puso distancia de semejante agradecimiento y dejó a la
intemperie a la mayoría de su propia Corte Suprema.
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DERECHOS HUMANOS versus TOTALITARISMO CORPORATIVO.
*****
E. Raúl Zafaroni.
La Tecl@ Eñe
Martes 11 de julio del 2017.
El
mundo y la región viven la etapa de colonialismo avanzado que corresponde al
totalitarismo corporativo, afirma Raúl Zaffaroni en este artículo. En este
contexto los Derechos Humanos constituyen un obstáculo a eliminar. En
Argentina, y dentro de ese marco, la Corte Suprema declaró prescriptibles las
acciones civiles de reparación por crímenes de lesa humanidad contrariando la
posición de todo el sur del planeta, que conserva la esperanza de
reparaciones por los genocidios colonialistas.
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El derecho internacional de los Derechos Humanos
surgió formal y tímidamente a partir de la Declaración Universal de 1948, para
ir cobrando volumen mediante tratados multilaterales universales y regionales a
lo largo de décadas.
Este proceso no se inició como una ocurrencia, pero
tampoco de calma meditación, sino del miedo de un mundo asustado por la
catástrofe que había terminado tres años antes. Se demoró por efecto de la
llamada guerra fría que polarizó el mundo y, pese a ella, fue avanzando lenta y
dificultosamente , venciendo resistencias.
Su objetivo máximo es dar realidad al principio de
que todo ser humano es una persona y, por ende, debe ser tratado y respetado
como tal.
Obviamente que esto es difícil en un mundo en que
dos tercios de la humanidad pasa necesidades y un 1% concentra una riqueza
equivalente a lo que necesita la mitad más pobre de la población del planeta
para sobrevivir o para ir muriendo con paciencia.
Además, en un tiempo, por cierto que brevísimo en
comparación con el que el homo sapiens lleva andando sobre este planeta (y aún
muy breve comparado con lo que llevamos desde que dejamos de ser puros
cazadores), agotamos aceleradamente las condiciones de habitabilidad humana del
planeta: ensuciamos y cerramos cuartos de nuestra única casa común.
La guerra fría terminó, el totalitarismo comunista
se implosionó , y ahora avanza sin límites el totalitarismo corporativo de
transnacionales . La tercera posición peronista nos muestra su profunda verdad: no
había ninguna opción totalitarismo -democracia, sino una polarización entre dos
totalitarismos.
Se nos escapa la realidad en medio de un mundo de
ficción: el totalitarismo corporativo vive en la ficción. En efecto: hemos
inventado personas, personas jurídicas, que no son humanas, sino acumulaciones
de dinero en cantidades increíbles, que no sabemos a quién pertenece, sus
dueños podemos ser nosotros mismos, pero que manejan tecnócratas entrenados
para producir más dinero y encargados exclusivamente de hacerlo, so pena de ser
reemplazados.
El dinero mismo se ha vuelto una ficción: recibimos
y pagamos en dólares porque confiamos en que así seguirá siendo, pero nada más. El
papel moneda mismo ni siquiera circula en grandes cantidades como tal, sino que
se transfiere presionando una tecla.
Esos conglomerados inmensos tienen sus sedes en los
países del hemisferio norte. Los políticos de esos países se han convertido en
lobbistas y agentes de las corporaciones, que los dominan porque pueden
desplazarse horizontalmente cuando quieran, mientras que la política es por
naturaleza local. Puede decirse que ya no gobiernan, sólo administran.
Esos administradores tienen únicamente el poder de
presionar al resto del mundo para debilitarles sus Estados y en algunos casos
destruirlos. América Latina es víctima de estas presiones, que
debilitan nuestros Estados para modelarnos sociedades con pocos incluidos y
muchos excluidos, lo que alguien ha denominado la sociedad 30 y 70.
Ese modelo de sociedad requiere la contención del
70% excluido, que en parte logra con una creación de realidad también de
ficción, mediante monopolios de medios de comunicación audiovisuales.
Pero como la creación mediática de realidad tiene
límites, el totalitarismo corporativo extrema su tecnología de control: nos
filman, nos escuchan, los leen, se meten en nuestros hogares, suprimen toda
privacidad, nos controlan con cámaras y con drones, generan pánico, miedo ante
el terrorismo o ante la delincuencia común, nos fabrican estereotipos
de adolescentes peligrosos, nos inventan adolescentes asesinos seriales que no
existen, todo para que complacidos aceptemos los controles que cada día nos
quitan un pedazo de libertad.
Mas como aún así también este control tiene límites,
montan con el mismo pretexto aparatos represivos, que muestran una pretendida
eficacia preventiva que no tienen, pero que sirven para contener descontentos y
disidentes que se atreven a proyectar una sociedad diferente a la del 30% de
incluidos y el 70% de excluidos
Como es dable deducir, este totalitarismo
corporativo es por esencia enemigo de los Derechos Humanos. Pretende
disfrazarse de liberal, aunque Locke y todos los que pensaron el liberalismo se
conmuevan en sus tumbas, porque la única libertad que defienden es la de las
corporaciones, es decir, de las personas jurídicas, de las personas de ficción,
pero no de las personas de carne, hueso y sangre, cuyo destino –incluso como
especie- no se toma en cuenta.
Lo que sufrimos hoy en América Latina se inserta en
este marco de poder planetario. Estamos viviendo la etapa de colonialismo
avanzado que corresponde al totalitarismo corporativo. Somos virreinatos del
siglo XXI , sólo que despersonalizados, porque en este totalitarismo, así como
nadie es dueño del dinero tampoco lo es del poder: no hay un Hitler ni
un Mussolini ni un Stalin, ni siquiera un Franco o un Oliveira Salazar. Tampoco
tenemos en la Argentina a un Vértiz y ni siquiera quizá a un Sobremonte. Sólo
administradores del sur, chief executivers officers de menor jerarquía, que
negocian con los administradores del norte acerca de los detalles de su
subordinación. Personajes coyunturales que pasan y van a morar en el
olvido, disfrutando de los beneficios obtenidos.
El mundo cambió demasiado rápidamente y esto
produce desconcierto, pero no podemos equivocarnos: el momento
histórico es diferente a todos los anteriores, porque la historia no se repite,
sino que se continúa.
No llama la atención en este contexto mundial y
regional, en que los Derechos Humanos y su derecho internacional no es más que
un obstáculo a eliminar por parte del avance totalitario corporativo, que en
nuestro país, la Corte Suprema haya declarado prescriptibles las acciones
civiles de reparación por crímenes de lesa humanidad, contrariando la posición
de todo el sur del planeta, que conserva la esperanza de reparaciones por los
genocidios colonialistas.
Tampoco llama la atención que la misma Corte
Suprema, violando el derecho internacional y el propio constitucional, variando
inconsultamente su jurisprudencia pacífica, en una causa en la que ni siquiera
debía pronunciarse, se haya proclamado intérprete de la Convención
Americana de Derechos Humanos, decidiendo cuándo y cómo habrá de cumplir con
las decisiones de los órganos jurisdiccionales internacionales.
Compagina perfectamente con el avance del
totalitarismo corporativo la idea de que los tratados internacionales
incorporados a la Constitución Nacional en función del inc. 22º del art. 75º,
son derecho prestado y de segunda categoría.
¿Qué otra cosa puede pensarse de las expresiones
injuriosas y difamatorias del Presidente hacia la justicia laboral y los
abogados laboralistas? ¿Se erige en el continuador de la Corte
Suprema de la oligarquía, que se negó a tomar juramento a los primeros jueces
laborales? Recordemos que fue una de las imputaciones por las que se removió a
sus ministros en el juicio político de 1947 (la otra importante fue la acordada
de setiembre de 1930). El Presidente no ha tenido ni siquiera la elemental hipocresía
de disimular lo que piensa: reclama jueces propios. ¿Por qué
no propone la disolución del fuero laboral y volver a la justicia civil, por
ser más liberal e igualitaria?
No podemos dejar de mencionar el nuevo Plan Cóndor
judicial. Ya no se mata, se secuestra ni se manda al exilio a los líderes o
posibles líderes, ni se proscriben partidos, sino que en el Mercosur se
trata de excluir a todo dirigente popular peligroso para los programas del
totalitarismo corporativo por vía judicial, valiéndose de jueces adictos,
estrellas o atemorizados. Tal es el procedimiento seguido o intentado
con Cristina, con Lula y con Lugo y, ahora parece que hasta se lo
intenta con Pepe Mujica.
Cierta sorpresa causa la insólita sentencia del
famoso dos por uno, porque en verdad, a juzgar por Chile y otros países, los
genocidas de la etapa anterior del colonialismo fueron usados y luego,
terminada su labor, el totalitarismo corporativo los consideró contaminantes y
se desentendió de su destino. Sin duda que ese intento fue una muestra más de
regresión en materia de Derechos Humanos, pero que debe mover a reflexión
acerca de nuestros folklóricos personeros de ese totalitarismo. Tal vez algunos
sean más agradecidos que otros respecto de sus predecesores en anteriores
etapas de colonialismo. No obstante, la reacción inmediata del oficialismo de
turno puso distancia de semejante agradecimiento y dejó a la intemperie a la
mayoría de su propia Corte Suprema.
A todo esto debe agregarse el papelón internacional
que sufrimos todos los argentinos con la detención puramente política de
Milagro Sala. No se trata de un gobierno, sino de nuestra
imagen como Nación en el concierto internacional. Un juego partidista mantiene
esa detención en un feudo dominado por un gobernador del que no puede prescindir
el oficialismo de turno sin una crisis interna, cuando constitucionalmente
correspondería la intervención federal. El testigo de cargo más importante
contra Milagro es uno de sus empleados, y la manipulación del Superior Tribunal
de la Provincia no deja de ser un escándalo mayúsculo, sin contar con la
complacencia de alguna cámara federal obediente.
Lamentablemente, la regresión en materia de
Derechos Humanos no se detendrá. El oficialismo marcha hacia un nuevo e inevitable
ajuste y tiene sólo dos fuentes: nuevo aumento de las tarifas y ANSES. Cualquiera
de los dos temas lesionará más Derechos Humanos de los más humildes y,
finalmente, alcanzará a la clase media aturdida por el bullanguero espectáculo
televisivo.
Pero los pueblos no se quedan quietos.
Latinoamérica toda se pondrá de pie nuevamente, no es la primera vez que
sufrimos el colonialismo y esta etapa totalitaria también habrá de superarse.
El camino de los Derechos Humanos se retomará, sólo que debemos cuidarnos de
las provocaciones: los veteranos debemos cuidar
y advertir a los más jóvenes, que por suerte no han conocido momentos de
represión.
E. Raúl Zaffaroni. Profesor Emérito de la UBA.
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