“En
términos absolutos, el capitalismo es el período (no el sistema) que ha
producido más riqueza en la historia. Esta verdad sería suficiente si no consideramos que
es tan engañosa como cuando en los años 90 un ministro uruguayo se ufanaba de
que en su gobierno se habían vendido más teléfonos móviles que en el resto de
la historia del país. La llegada del
hombre a la Luna no fue simple consecuencia del capitalismo. Para empezar,
ni las universidades públicas ni las privadas son, en sus fundamentos, empresas
capitalistas (excepto algunos pocos ejemplos, como el fiasco de Trump University). La NASA tampoco fue nunca una
empresa privada sino estatal y, además, se desarrolló gracias a la previa
contratación de más de mil ingenieros
alemanes, entre ellos Wernher von Braun, que habían experimentado y
perfeccionado la tecnología de cohetes en los laboratorios de Hitler, quien invirtió fortunas
(cierto, con alguna ayuda económica y moral de las grandes empresas norteamericanas).
Todo, el dinero y la planificación, fueron estatales. La Unión Soviética, sobre todo bajo el mando de un dictador como Stalin, ganó la carrera espacial al poner por primera vez en la historia el primer satélite, la primera
perra y hasta el primer hombre en órbita doce años antes del Apollo 11 y apenas cuarenta años
después de la revolución que convirtió un país atrasado y rural, como Rusia, en una
potencia militar e industrial en unas pocas décadas. Nada de eso se entiende
como capitalista”.
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Los señores Putin yTrump, si son producto del capitalismo salvaje? En la era de la economíade casino uno y la economía de saqueo neocolonial el otro?. La "postverdad" los posiciona como productos de la modernidad, - crisis de la modernidad - en tiempos de la crisis final de la globalización neoliberal.
¿REALMENTE DEBEMOS LA MODERNIDAD AL CAPITALISMO?
La narrativa del capitalismo.
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Jorge Majfud.
Rebelión sábado 29de julio del 2017.
Una de las afirmaciones que los apologistas del capitalismo más repiten
y menos se cuestiona es aquella que afirma que este ha sido el sistema que más riqueza y más progreso ha creado en la historia.
Le debemos Internet, los aviones,
YouTube, las computadoras desde la que escribimos y todo el adelanto médico
y las libertades sociales e individuales que podemos encontrar hoy.
El
capitalismo no es el peor ni el menos criminal de los sistemas que hayan
existido, pero esta interpretación arrogante es, además, un secuestro que la
ignorancia le hace a la historia.
En términos absolutos, el capitalismo es el período (no el sistema) que ha producido más
riqueza en la historia. Esta verdad sería suficiente si no consideramos que es
tan engañosa como cuando en los años 90 un ministro uruguayo se ufanaba de que
en su gobierno se habían vendido más teléfonos móviles que en el resto de la
historia del país.
La llegada
del hombre a la Luna no fue simple consecuencia del capitalismo. Para
empezar, ni las universidades públicas ni las privadas son, en sus fundamentos,
empresas capitalistas (excepto algunos pocos ejemplos, como el fiasco de Trump University). La NASA
tampoco fue nunca una empresa privada sino estatal y, además, se desarrolló
gracias a la previa contratación de más
de mil ingenieros alemanes, entre ellos Wernher von Braun, que habían
experimentado y perfeccionado la tecnología de cohetes en los laboratorios de Hitler, quien invirtió fortunas
(cierto, con alguna ayuda económica y moral de las grandes empresas norteamericanas).
Todo, el dinero y la planificación, fueron estatales. La Unión Soviética, sobre todo bajo el mando de un dictador como Stalin, ganó la carrera espacial al poner por primera vez en la historia el primer satélite, la primera
perra y hasta el primer hombre en órbita doce años antes del Apollo 11 y apenas cuarenta años
después de la revolución que convirtió un país atrasado y rural, como Rusia, en
una potencia militar e industrial en unas pocas décadas. Nada de eso se
entiende como capitalista.
Claro, el
sistema soviético fue responsable de muchos pecados morales.
Crímenes. Pero no son las deficiencias morales las que distinguían al comunismo burocrático del capitalismo. El capitalismo sólo se asocia con las democracias y los Derechos Humanos por
una narrativa, repetitiva y abrumadora (teorizada por los Friedman y practicada por los Pinochet),
pero la historia demuestra que puede convivir perfectamente con una democracia liberal; con las genocidas
dictaduras latinoamericanas que precedieron a la excusa de la guerra contra el
comunismo; con gobiernos comunistas como
China o Vietnam; con sistemas racistas
como Sud África; con imperios destructores de democracias y de millones de
habitantes en Asia, África y América
latina, como en los siglos XIX y XX lo fueron Inglaterra, Bélgica, Estados Unidos, Francia, etc.
La llegada a
la Luna como la creación de Internet y
las computadoras que se atribuyen al capitalismo
fueron básicamente (y, en casos, únicamente) proyectos de gobiernos, no de empresas como Apple o Microsoft. Ninguno de los científicos que trabajaron en
esos revolucionarios programas tecnológicos lo hizo como empresario o buscando
hacerse ricos. De hecho, muchos de ellos eran ideológicamente anticapitalistas,
como Einstein, etc. La mayoría eran profesores asalariados, no los ahora
venerados entrepreneurs.
A
esta realidad hay que agregar otros hechos y un concepto básico: nada de esto
surgió de cero en el siglo XIX o en el siglo XX. La energía atómica y las bombas son hijas directas de las
especulaciones y los experimentos imaginarios de Albert Einstein, seguido de
otros genios asalariados. La llegada del hombre a la Luna hubiese sido
imposible sin conceptos básicos como la Tercera
ley de Newton. Ni Einstein ni Newton hubiesen desarrollado sus maravillosas
matemáticas superiores (ninguna de ellas debidas al capitalismo) sin una
plétora de descubrimientos matemáticos introducidos
por otras culturas siglos antes. ¿Alguien se imagina el cálculo infinitesimal
sin el concepto del cero, sin los números
arábigos y sin el álgebra (al-jabr), por nombrar unos pocos?
Los
algoritmos que usan las computadoras y los sistemas de internet no fueron creados ni por un capitalista ni en ningún
período capitalista sino siglos atrás. Conceptualmente fue desarrollado en Bagdad, la capital de las ciencias, por
un matemático musulmán de origen persa en siglo IX llamado, precisamente, Al-Juarismi. Según Oriana Fallaci, esa cultura no dio nada a las ciencias
(irónicamente, el capitalismo nace en el mundo musulmán y el mundo cristiano lo
desarrolla).
Ni el alfabeto fenicio, ni el
comercio, ni las repúblicas, ni las democracias surgieron en el periodo capitalista
sino decenas de siglos antes. Ni siquiera
la imprenta en sus diferentes versiones alemanas o china, un invento más revolucionario que Google, fueron
gracias al capitalismo. Ni la pólvora,
ni el dinero, ni los cheques, ni la libertad de expresión.
Aunque Marx
y Edison sean la consecuencia del capitalismo, ninguna gran revolución
científica del Renacimiento y la Era Moderna (Averroes, Copérnico, Kepler,
Galileo, Pascal, Newton, Einstein, Turing, Hawking) se debió ese sistema. El capitalismo salvaje produjo mucho
capital y muchos Donad Trump, pero
muy pocos genios.
Por no hablar de descubrimientos más prácticos,
como la palanca, el tornillo o la hidrostática
de Arquímedes, descubiertas hace 2300 años. O la brújula del siglo IX, uno de los descubrimientos más trascendentes
en la historia de la humanidad, por lejos más trascendente que cualquier teléfono inteligente. O la rueda, que
se viene usando en Oriente desde hace seis mil años y que todavía no ha pasado
de moda.
Por supuesto que entre la invención de la rueda y la invención de la brújula pasaron
varios siglos. Pero el tan vanagloriado “vertiginoso
progreso” del periodo capitalista no es ninguna novedad. Salvo periodos de
catástrofe como lo fue la peste negra durante el siglo XIV, la humanidad ha
venido acelerando la aparición de nuevas
tecnologías y de recursos disponibles para una creciente parte de la
población, como por ejemplo lo fueron las diferentes revoluciones agrícolas. No
es necesario ser un genio para advertir que esa aceleración se debe a la
acumulación de conocimiento y a la
libertad intelectual.
En Europa,
el dinero y el capitalismo significaron un progreso social ante el estático
orden feudal de la Edad Media. Pero pronto se convirtieron en el motor de genocidios coloniales y luego
en una nueva forma de feudalismo, como la del siglo XXI, con una aristocracia
financiera (un puñado de familias acumulan la mayor parte de la riqueza en
países ricos y pobres), con duques y condes políticos y con villanos y vasallos
desmovilizados.
El
capitalismo capitalizó (y los capitalistas secuestraron) siglos de progreso social, científico y tecnológico.
Por esa razón, y por ser el sistema global dominante, fue capaz de producir más
riqueza que los sistemas anteriores.
El
capitalismo no es el sistema de algunos países. Es el
sistema hegemónico del mundo. Se pueden mitigar sus problemas, se pueden
desmantelar sus mitos, pero no se puede eliminarlo hasta que no entre en su
crisis o declive como el feudalismo.
Hasta que sea reemplazado por otro sistema. Eso en caso de que quede planeta o
humanidad. Porque
también el capitalismo es el único sistema que ha puesto a la especie humana al
borde de la catástrofe global.
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