Distinguidos amigos(as) ponemos a consideración de todos ustedes, dos artículos
del Politólogo Santiago Mariani, sobre el Gobierno del Presidente PPK. Pedro Pablo Kuczynski.
Gobierno que atraviesa en la coyuntura actual por serios y profundo
problemas estructurales, que han ”salido”
a la “mesa” nacional, al escenario coyuntural nacional, sobretodo como
consecuencia del fracaso evidente de un “gobierno
lleno de tecnócratas”, los mismos que han fracasado totalmente, básicamente
al no tener una mirada nacional Política
del Perú en un contexto donde la CORRUPCIÓN y la lucha contra este veneno
neoliberal, así como la inseguridad ciudadana, están marcando el rumbo del
gobierno, pero a su vez los poderes facticos internos hay demasiada protección a los verdaderos responsables de la corrupción, que
bien de las
elites gobernantes, político empresariales. Coyuntura en la cual han
explotado dos sectores sociales principales, fundamentales de la sociedad
peruana como es EDUCACIÓN Y SALUD. Maestros y Médicos se encuentran en Huelga General Indefinida reclamando
Derechos Sociales Profesionales y aumento presupuestal para cada uno de los
sectores hoy lucha en las calles y plazas públicas. Y un tercer elemento que pone enserio riesgo la Democracia – por la
propia debilidad política del gobierno – es la fuerza anti-política como ataca el fujimorismo desde el Congreso de la República. La
situación Política Nacional, la Democracia
está en serio riesgo no solo por la debilidad
del gobierno, o el ataque permanente del fujimorismo, o la corrupción o la
inseguridad que logró copar toda la estructura
del capitalismo salvaje, neoliberal, sino el peligro lo vemos nosotros
desde la perspectiva que toda la Economía está paralizada, y ahí sí que ingresamos
a una responsabilidad Política de toda
la sociedad peruana.
//////
UN AÑO CON POCAS LUCES Y
MUCHAS SOMBRAS ¿LA HISTORIA LOS ABSOLVERÁ?
*****
Santiago Mariani.
Otra Mirada. Lunes 24 de julio del
2017.
El presidente Kucksynki ha
realizado, en dos extensas entrevistas concedidas a El Comercio y La República,
una suerte de balance de su primer año de gobierno de cara al discurso que
brindará el próximo 28 de julio. La principal autocrítica que señala en estas
entrevistas es haber “pecado de optimismo” sobre las posibilidades reales de
recuperar la dinámica económica. El “pecado”, según sus declaraciones, estuvo
en no darse cuenta del “inmenso aumento de los procedimientos
burocráticos", un artilugio al que recurre para enmascarar o justificar la
falta de resultados concretos en este primer tramo de su gobierno
El argumento del aumento de los
procedimientos burocráticos como el elemento que estaría impidiendo o
dificultando la gobernabilidad peruana resulta, además de curioso, sorprendente
porque el gobierno no menciona o no parece tomar nota sobre los trascendentes
cambios que han tenido lugar en el mundo en los últimos tiempos y cómo afectan
al Perú. El primer cambio en la realidad internacional es la finalización de
ese súper-ciclo con precios extraordinarios en las materias primas que permitió
registrar una década de tasas elevadas de expansión económica e ingresos
fiscales abultados. El cambio de escenario supone, como mínimo, intentar
responder con políticas innovadoras que posibiliten enfrentar las nuevas
condiciones, pero nada de eso aparece en el balance autocrítico del presidente.
El diagnóstico que presenta el gobierno sobre las dificultades es erróneo. A
ello se suma que tampoco propone un rumbo alternativo para dar respuesta a las
nuevas realidades, señalando solamente el tema de las trabas
burocráticas.
Seguidamente señala como factores
inesperados, pero que también complicaron las posibilidades del gobierno,
al proceso Lava Jato y El niño que afectó a la costa norte del Perú. En
ambos casos, lo que el presidente señala como problemas podrían haber sido
oportunidades para retomar la iniciativa política. El Lava Jato fue el momento
en el que el Poder Ejecutivo podría haber intentado liderar una agenda
anticorrupción de cara a la ciudadanía con acciones conjuntas con los otros
poderes del Estado. El niño costero fue otro momento en el que el Poder
Ejecutivo podría haber intentado ponerse al frente de una respuesta sostenida y
estructural, cargada de simbolismo, que pusiera en marcha un decidido cambio en
las relaciones entre el estado y la sociedad. En ninguno de estos casos hubo un
claro liderazgo del gobierno por articular y sostener respuestas más firmes a
estos dos problemáticas.
La razón de la falta de reflejos
del gobierno hay que buscarla en la ceguera ideológica de una tecnocracia que
se ha encerrado y ensimismado en el desprecio hacia la política como pilar que
sostiene el edificio del régimen democrático. Es que la tecnocracia es una de
las expresiones de la anti-política que ha calado hondo en el Perú en las
últimas dos décadas. El viento de cola de la economía internacional y las condiciones
extraordinarias hicieron creer a los tecnócratas que un país tan complejo como
el Perú se puede y debe gobernar con un núcleo de personas con experiencia
probada en el sector privado, apartando todo lo posible a la política y a los
políticos. Esa forma tan particular de concebir la política, sin un sentido de
lo que es el Estado, sin definir para qué sirve y cómo utilizarlo para impulsar
mayores niveles de equidad y bienestar para las mayorías, pudo haber funcionado
mientras la coyuntura internacional era favorable pero terminado el ciclo se
requiere legitimar al régimen democrático a través de otros mecanismos y con
otras mentalidades.
El gobierno ha estado en este
primer año alejado, distante y desconectado de la ciudadanía y esa es la
fragilidad que no le permite equilibrar la relación numérica desfavorable que
tiene en el Congreso. Como solución a ello el gobierno supone que
cediendo y dejando hacer a la oposición mayoritaria, puede lograr mantenerlos
tranquilos y gobernar. No importa que lo contrario esté sucediendo. A pesar de
la evidencia el gobierno persiste en el error hasta el punto de poner en la
agenda pública el tema del indulto, una movida que solamente aumentará su
fragilidad porque perderá para siempre la posibilidad de recuperar y fortalecer
el vínculo con los ciudadanos que lo apoyaron en segunda vuelta.
El sector de Fuerza Popular que
está sometido a un liderazgo vertical y asfixiante por parte de Keiko Fujimori
–solamente discutido por su hermano- continuará imponiendo la dinámica política
a menos que el gobierno gire el rumbo, algo poco probable, o que su actitud de
acorralamiento al gobierno envenene la dinámica económica al punto de hacer
peligrar seriamente las posibilidades de llegar a la presidencia en 2021. El
punto es que con un gobierno que niega la fragilidad en la que se encuentra,
suponiendo que en una conversación de dos horas ya se ha dado “vuelta la
página” y que a partir de ese breve encuentro solamente nos espera un camino de
colaboración y encuentro, tendremos por delante otros años de pocas luces y
muchas sombras.
Es difícil suponer o pensar que
se produzca una apertura a discutir y considerar un cambio de rumbo por parte
de un gobierno que sostiene que el desafío para gobernar es simplemente abrir
el camino mediante un destrabe burocrático. Eliminar trabas o pasos puede
contribuir a dinamizar el país pero eso no puede confundirse con desarticular
la capacidad del Estado para dotarlo de un poder fiscalizador que asegure
mejores reglas de juego para todos y de mayor capacidad para asegurar bienes
públicos de calidad para las mayorías. En todo caso, pareciera que el gobierno
solamente piensa en alentar la inversión sin importar demasiado el contexto en
el cual debe producirse. Es por ello que las instancias como la Oficina
Nacional para el Diálogo y la Sostenibilidad fueron rápidamente desarticuladas,
indicando que la gestión de la conflictividad no es un asunto de la mayor
trascendencia ni de la importancia que tiene la promoción de la
inversión.
El desprecio hacia la política
aleja al gobierno de la posibilidad de impulsar una agenda que responda a las
demandas y anhelos de las mayorías que todavía esperan y necesitan del estado
para poder salir adelante. No alcanza con el discurso que glorifica al
emprendedor o la persona que por sí misma construye su destino. Una comunidad
se pega y sostiene cuando la política se pone en marcha para asegurar un piso
mínimo a partir del cual todos pueden estar en mejores condiciones de forjar su
bienestar. Para ello, el ejercicio político imprescindible es el
fortalecimiento de los vasos comunicantes con la ciudadanía para captar lo que
demandan y articular respuestas a sus necesidades.
La ciudadanía, después de este
primer año, empieza a sentir al gobierno distante de sus necesidades y
demandas. El gobierno, a juzgar por el balance que hace el presidente,
parece empeñado en profundizar una receta que no le está dando resultado a pesar del rumbo
deslucido que han mostrado. Por ese camino la historia no lo absolverá, lo
condenará.
*****
LA ENCRUCIJADA DE UN
GOBIERNO FRÁGIL Y ACORRALADO EN CLAVE HISTÓRICA.
*****
Santiago Mariani. *
Otra Mirada 20 de junio del 2017.
¿Qué alternativa queda? Denunciar con toda la
fuerza posible, articulando un discurso claro y preciso, señalando que cada uno
de esos avances debilita la institucionalidad democrática, algo que tanto ha
costado construir al Perú desde 2001. La ciudadanía que votó a PPK en 2016 para
balancear el poder que tendría el fujimorismo en el Congreso, podría volver a
sintonizar con un presidente que se disponga sin medias tintas a denunciar cada
avance en contra de la institucionalidad democrática.
Los norteamericanos aprendieron
en la segunda guerra mundial una dura lección que se transformaría en una
suerte de trauma político. El elevado costo de intervenir en la contienda
mundial les enseñó que, frente a un rival agresivo, la única alternativa es
intentar contenerlo en cada intento de avance, pero jamás recurrir a
apaciguarlo mediante concesiones porque eso solamente fortalece al
agresor.
Antes que llegaran a esa forma de
abordar la realidad, Winston Churchill había alertado acerca de la importancia
de esta máxima política. Los ingleses habían quedado exhaustos con la primera
guerra mundial y solamente querían escuchar de boca sus políticos la palabra
“paz” antes que entrar en una nueva contienda europea. El primer Ministro
Neville Chamberlain era vivado por sus compatriotas con cada concesión que le
hacía a esa Alemania agresiva que iba fagocitando pedazos de Europa y que se
rearmaba militarmente. Mientras Chamberlain se dejaba llevar por los cantos de
sirena, Churchill, arriesgando su carrera política, predicaba en el desierto
advirtiendo a los ingleses que lo único que tenían que hacer era prepararse
para enfrentar a Alemania, algo que era, según su prédica, inevitable.
En 1938 Chamberlain viaja a
Munich a una conferencia en la cual termina otorgando a Hitler una serie de
concesiones territoriales. Regresa de ese encuentro rodeado de un aire
triunfalista y declarando que tenía en su mano el papel que aseguraba la paz.
Los ingleses lo reciben felices de haber logrado la paz para Europa. Churchill
reacciona amargado, señalando que le habían ofrecido el deshonor o la guerra y
que habían conseguido el deshonor y que ahora tendrían la guerra. En 1939
Hitler invadiría Polonia y Gran Bretaña se vería obligada a entrar nuevamente
en guerra con Alemania.
Esa lección política vital
llamada “apaciguamiento” perduraría por muchas décadas e influiría de manera
determinante en los tomadores de decisión en Washington durante el largo
conflicto posterior que tendrían con los rusos. Europa estaba en escombros y
Churchill pronuncia un discurso en Estados Unidos en 1947 en el que señala que
había caído una cortina de hierro en Europa del este. Desde ese momento los
norteamericanos desarrollan la “doctrina de la contención” para enfrentar a su
rival, la Unión Soviética, donde fuera necesario.
La máxima política de la
contención ante un rival agresivo podríamos utilizarla, con las salvedades del
caso, para pensar en el contexto político peruano el cual, como resultado de un
diseño institucional particular (el sistema presidencial con elementos propios
del parlamentarismo) pone en manos de una mayoría en el Congreso unicameral
instrumentos que pueden ser utilizados de manera poco democrática (como la
censura sistemática de ministros). Frente a esta situación el gobierno no tiene
demasiadas alternativas, pero el camino hasta ahora intentado solamente le ha
generado mayor fragilidad y vulnerabilidad frente a un rival que se sigue
fortaleciendo y que seguirá avanzando.
¿Cuál fue la reacción del
gobierno ante la imposición del Defensor del Pueblo, de los directores del BCR,
de la censura al Ministro de Educación y del Ministro de Transportes? Mientras
concedían todos esos avances casi sin reaccionar, porque suponían que el fujimorismo
se aplacaría, fueron perdiendo la iniciativa política y quedando arrinconados.
Mientras todo ello ha estado sucediendo el presidente habla de novelas de amor,
de planes alternativos para los ministros que seguirán en la lista de
expulsados y pero aún compra la falsa idea de salir en televisión con
entrevistas a sus ministros para “explicarle” a la ciudadanía las cosas que
están haciendo pero que no logran comunicar adecuadamente. La suposición en la
que se basa esta estrategia es que la gente no entiende o no comprende la obra
del gobierno, un reflejo poco feliz frente a una ciudadanía que necesita ser
escuchada y atendida en sus demandas antes que ser considerada como un sujeto
pasivo al que hay que abrirle los ojos con relatos acerca de todo lo supuestamente
bueno que se está haciendo para ellos.
¿Qué alternativa queda? Denunciar
con toda la fuerza posible, articulando un discurso claro y preciso, señalando
que cada uno de esos avances debilita la institucionalidad democrática, algo
que tanto ha costado construir al Perú desde 2001. La ciudadanía que votó a PPK
en 2016 para balancear el poder que tendría el fujimorismo en el Congreso,
podría volver a sintonizar con un presidente que se disponga sin medias tintas
a denunciar cada avance en contra de la institucionalidad democrática.
El intento de recuperar y poner a
la opinión pública de su lado, sería un primer paso necesario, pero no
suficiente para encarar esta etapa de fragilidad estructural en la que se
encuentra el gobierno. El plano de la opinión pública es vital, pero
debería estar acompañado de un cambio estructural en la forma de concebir la
política (politics) y las políticas públicas (policy), procurando una relación
distinta entre estado y sociedad.
En ese camino sería esencial
abordar la pregunta acerca del sentido que entraña la política, el para quién
gobernar y a quién representar. En este terreno lo simbólico tiene un lugar
preponderante y las acciones que se toman terminan configurando la concepción
política que envuelve al gobierno. Un ejemplo lo puede aclarar todo. La Oficina
Nacional para el Diálogo y la Sostenibilidad, una instancia clave para
encontrar equilibrios y gestionar la conflictividad política, fue desinflada y
reubicada en el Viceministerio de Gobernanza Territorial de la Presidencia del
Consejo de Ministros. En esta instancia devaluada designaron como su titular al
ingeniero Luis Angel Yallico Magde, quien antes de asumir esta función era el
gerente de Medio Ambiente y Relaciones Comunitarias de la empresa Hunt Oil. El
para quién gobiernan y a quién representan se va desdibujando de sentido
político con estas decisiones y se torna directamente en una clara opción por
intereses concretos y definidos. En esa confusión de planos la ciudadanía se va
distanciando de un gobierno que siente que no la representa en sus anhelos,
demandas e intereses.
En el plano de las políticas
públicas, el policy making, es el otro terreno en donde el gobierno podría
jugar una partida distinta a la que se viene jugando desde hace décadas en el
Perú. Es innegable que ciertos avances se han dado, pero han sido coyunturales
y todavía no hay derechos universales garantizados en materia de bienes
públicos de calidad. Con el inicio de un rumbo hacia un Estado que logre
ocuparse de la educación y la sanidad de las mayorías que hoy no cuentan con
esos servicios, el gobierno podría rápidamente encontrar una agenda de fuerte
cercanía con la ciudadanía. En esa agenda está la clave para equilibrar la
relación con un rival que seguirá sin darle tregua a un gobierno que entusiasma
cada vez a menos peruanos.
(*) Coordinador de la Maestría en Ciencia Política en la Universidad
Antonio Ruiz de Montoya.
/////
No hay comentarios:
Publicar un comentario