Extraordinario Artículo del
Dr. Sociólogo William I Robinson, Profesor
de Sociología, Universidad de California, en Santa Bárbara, Estados Unidos, sobre el llamado “Estado Policiaco Mundial”. Una
mirada global desde la estructura y superestructura de lo que hoy represente el
Poder de la Gran Burguesía Transnacional GBTn, en tiempos de la globalización
neoliberal.
“Al igual que su predecesor
del siglo XX, este proyecto gira alrededor del mecanismo psico-social del desplazamiento del temor y
ansiedad de las masas en momentos de aguda crisis capitalista hacia las
comunidades designadas como chivos
expiatorios, tales como los trabajadores inmigrantes, los Musulmanes, y los
refugiados en Estados Unidos y Europa. Las fuerzas ultra-derechistas
efectúan este mecanismo mediante un discurso de xenofobia, ideologías
desconcertantes que abarcan la supremacía racial/cultural, un pasado mítico e
idealizado, el milenarismo, y una cultura militarista y masculinista que
normaliza y hasta glorifica la guerra, la violencia social, y la dominación. En este sentido, la ideología del fascismo
del siglo XXI descansa sobre la irracionalidad – la promesa de restaurar la
seguridad y la estabilidad no es racional sino emotiva. El discurso público
del régimen de Trump del populismo y nacionalismo, por ejemplo, no
guarda ninguna relación a sus verdaderas políticas. En su primero año, el
“Trumponomics” abarcó la desregulación
– el virtual aplastamiento del Estado regulatorio – un mayor recorte del gasto
social, las privatizaciones, la reforma impositiva a favor de los ricos y el
capital y explícitamente en contra de los pobres y la clase obrera, y una expansión del
subsidio Estatal al capital: en resumidas cuentas, el neo-liberalismo con
esteroides”.
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ESTADOS UNIDOS: ESTADO
POLICIACO MUNDIAL.
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William I. Robinson.
ALAI. América latina en Movimiento.
Viernes 19 de enero del 2018.
Un
Estado Policiaco Global
está surgiendo en tanto el capitalismo mundial se hunde en una crisis sin
precedente, dada su magnitud, su alcance global, el grado de la degradación
ecológica y del deterioro social, y la enorme escala de los medios de violencia
que se despliegan alrededor del mundo.
Estado Policiaco Global se refiere a
tres dimensiones entrelazadas. Primero,
se refiere a la existencia de sistemas cada vez más ubicuos del control social
de masas, de represión y de guerra promovidos por los grupos gobernantes para
contener la rebelión real o potencial de la clase obrera global y la humanidad
superflua.
Segundo, se refiere a la cada vez mayor
dependencia de la economía global del desarrollo y del despliegue de estos
sistemas de guerra, control social y represión simplemente como medio para
sacar ganancia y seguir acumulando capital frente al estancamiento – lo que denomino la acumulación
militarizada, o la acumulación
por represión.
Y
tercero, se refiere
a la emergencia de sistemas políticos que cada vez más se aproximan a lo que
podemos caracterizar como el fascismo
del siglo XXI, o en el sentido más amplio, al totalitarismo.
El
impulso hacia un Estado Policiaco Global responde a nivel estructural al Talón de Aquiles del capitalismo: la sobre-acumulación. La
economía global produce crecientes niveles de riqueza que la masa de los
trabajadores no puede consumir, dada la cada vez más aguda polarización de los
ingresos mundiales. Crece la brecha entre lo que se produce y lo que el
mercado puede absorber. Si los capitalistas no pueden vender (o
“descargar”) los productos de sus plantaciones, sus fábricas, y sus oficinas,
no pueden hacer ganancias. El resultado es crisis – en estancamiento,
recesiones, depresiones, conmociones sociales y guerra.
La
globalización ha tenido el efecto de agravar enormemente la sobreacumulación. El nivel de polarización
social y desigualdad global es sin precedente. El uno por ciento de la
humanidad más rica controló más de la mitad de la riqueza del mundo en 2016 y
el 20 por ciento controló el 94.5 por ciento, mientras el restante 80 por
ciento tuvo que conformarse con apenas el 5.5 por ciento, de acuerdo con la
agencia de desarrollo Oxfam.
Esta
extrema concentración de la riqueza significa que la Clase Capitalista
Transnacional no
puede encontrar salidas productivas para descargar las enormes cantidades de
excedente que ha acumulado. La Gran Recesión de 2008 – la peor crisis
desde los años 1930 – marcó el arranque de una profunda crisis estructural de
sobreacumulación.
En
la medida que el capital
se va acumulando sin posibilidades para descargar el excedente de manera
rentable, los grupos capitalistas presionan a los Estados para crear nuevas
oportunidades de sacar ganancias. Ya para principios del siglo XXI, la
Clase Capitalista Transnacional se volcó sobre todo hacia la especulación
financiera junto con la acumulación militarizada organizada por Estado para
sostener la acumulación global frente a la sobreacumulación.
La
secuencia de olas especulativas en el “casino global” desde los años 1980 ha incluido:
inversión en el emergente mercado global inmobiliario que resultó en la
inflación del valor de los bienes y raíces en una localidad tras otra; varios
ciclos de auges y descalabros del mercado accionario; el enorme aumento de los
flujos de fondos de cobertura (conocidos como “hedge funds” en inglés), de
especulación en monedas, y de toda clase de derivado, desde los permutas de
deuda, los mercados de futuros, obligaciones de deuda colateralizada, esquemas
de pirámide, y esquemas Ponzi.
Cada
vez que se agota la inversión especulativa en un sector, la Clase Capitalista
Transnacional
simplemente se vuelca hacia otro sector para descargar el excedente. Las salidas más recientes han sido el
sobre-valorado sector de alta tecnología y las monedas encriptados como
Bitcoin. La inversión en el sector tecnológico subió de apenas $17
mil millones de dólares en los años 1970, a $175 mil millones en 1990, $496 mil
millones en 2000, y luego alcanzó los $674 mil millones en 2017. Asimismo, Bitcoin subió de menos de un
dólar en 2010, a $13 para finales de 2012, y luego a $1000 para principios de
2017, solo para disparar vertiginosamente a lo largo de 2017, alcanzando $17,900 en diciembre del año pasado,
valor que no guarda relación alguna con la economía real.
La
brecha entre la economía productiva (o
sea, lo que los medios de comunicación califican como la “economía real”) y el
capital ficticio (es decir, el dinero arrojado a la circulación sin base en
mercancías o en la actividad productiva), ha llegado a niveles
alucinantes. Por ejemplo, el
producto bruto mundial - el valor total de los bienes y servicios
producidos en el mundo - era de $75
billones en 2015. Mientras tanto, en ese mismo año, solamente la
especulación en monedas giró alrededor de $5.3
billones diarios en ese mismo año, y el mercado global de derivados fue
estimado en un increíble $1.2 trillones.
Pero
esta especulación financiera es una solución temporal. No puede resolver el problema
estructural de la sobreacumulación a largo plazo mientras el traslado de la
riqueza de los trabajadores a la Clase Capitalista Transnacional contrae cada
vez más el mercado. La especulación financiera tiene sus límites como
solución, pero no así la acumulación militarizada.
Digitalización y Acumulación Militarizada.
Independientemente de
estas consideraciones políticas, la Clase Capitalista Transnacional ha adquirido un mayor interés en la
guerra, los conflictos, y la represión como medios de acumulación. En la
medida que la guerra y la represión Estatal se privatiza, los intereses de un
amplio gama de grupos capitalistas convergen alrededor de un clima político,
social, e ideológico conductivo a la generación y el mantenimiento de los
conflictos sociales – tal como en el Medio Oriente – y hacia una expansión de los sistemas de guerra, represión, vigilancia
Estatal y privado, y el control social.
Las llamadas guerras
contra las drogas y el terrorismo, las no declaradas
contra los inmigrantes, los refugiados y las pandillas (y más generalmente, hacia los jóvenes pobres de la clase obrera),
la construcción de los muros fronterizos,
centros de detención de los inmigrantes, complejos de encarcelamiento, sistemas
de vigilancia de masas, y la extensión de las empresas de seguridad privada y de mercenarios – todos se convierte
en mayores fuentes de generación de ganancias.
Un rápido vistazo a los titulares de
los medios norteamericanos en los primeros meses del gobierno de Trump ilustra la acumulación militarizada. El día después del triunfo electoral de
Trump, el precio de las acciones de Corrections Corporation of América – la
empresa con fines de lucro privado más grande en Estados Unidos para la
detención de los inmigrantes no documentados – disparó en un 60 por ciento dada
la promesa de Trump de deportar millones de inmigrantes. Otra empresa con
fines de lucro privado que el Estado norteamericano subcontrata para
administrar centros de detención y vuelos chárter para deportar a los
inmigrantes, Geo Group, experimentó un incremento de 300 por ciento en el
precio de sus acciones en los primeros meses de la administración Trump.
Los
ataques del 11 de setiembre de 2001 marcaron un giro importante en la
construcción de un Estado Policiaco Global. El Estado norteamericano aprovechó de dichos
ataques para militarizar la economía global mientras otros Estados alrededor
del mundo aprobaron leyes “anti-terroristas” draconianas a la vez que los
gastos militares se dispararon. El
presupuesto del Pentágono se incrementó en un 91 por ciento en términos reales
entre 1998 y 2011, mientras entre la década de 2001-2010, las ganancias de la
industria militar casi se cuadruplicaron. A nivel mundial, los gastos
militares totales crecieron en un 50 por ciento entre 2006 y 2015, desde $1.4
billones a $2.03 billones.
Crucial
al Estado Policiaco Global es el desarrollo de las nuevas tecnologías
relacionadas con la digitalización
y con lo que se refiere a la cuarta revolución industrial. El sector de
la alta tecnología ahora está en la vanguardia de la globalización capitalista
y está impulsando la digitalización de la economía global en su conjunto. La tecnología de la computarización
y la informática nos ha llevado a la antesala de esta “cuarta” revolución, basada ahora en la
robótica, la impresión tridimensional, la inteligencia artificial, el
aprendizaje automático, el internet de las cosas, la computación cuántica y en
nube, nuevos mecanismos de almacenamiento de energía, y los vehículos
autónomos.
Esta
digitalización está revolucionando la guerra y las modalidades de acumulación
militarizada organizada por el Estado,
incluyendo la aplicación militar de las nuevas tecnologías y una mayor fusión
de la acumulación privada con la militarización Estatal. Los nuevos
sistemas de guerra y de represión hechos posibles por una digitalización más
avanzada incluyen armamento automático
impulsado por la inteligencia artificial, tales como los vehículos no tripulados de ataque y transporte, los
soldados robot, una nueva generación de aviones no tripulados, fusiles
microondas que inmovilizan, ataque cibernética y guerra informática,
identificación biométrica, extracción estatal de datos, y la vigilancia
electrónica global que permite el rastreo y control de cada movimiento.
Por
tanto, la digitalización hace posible la creación de un Estado Policiaco
Global. Los
grupos dominantes aplican las nuevas tecnologías del control social de masas
frente a la resistencia de la población precaria y los marginados. La
función dual de la acumulación y del control social se juegan en la
militarización de la sociedad civil y en el cruce entre la aplicación militar y
la aplicación civil de los armamentos avanzados y en los sistemas de monitoreo,
rastreo, seguridad y vigilancia.
Las Zonas Verdes.
La profunda reconfiguración del
espacio facilitado por la digitalización se refleja en la extensión global de
las llamadas “zonas verdes.” “Zona
Verde” se refiere al área casi impenetrable que las fuerzas norteamericanas
de ocupación establecieron en el centro
de Bagdad a raíz de la invasión de Iraq en 2003. La Zona Verde
proporcionó al Centro de Mando norteamericano y la elite Iraquí ubicados al
interior de la Zona con un cordón donde se mantuvieron inmunes a la violencia y
el caos que envolvieron el país.
Ahora
surgen nuevas Zonas Verdes en las áreas urbanas alrededor del mundo. Esta zonificación abarca el
aburguesamiento (gentrificación), las comunidades cerradas, los sistemas de
vigilancia y la violencia privada y Estatal. Al interior de las Zonas
Verdes, las elites y las capas medias y profesionales privilegiadas se valen de
los servicios sociales privatizados, el consumo y el entretenimiento exclusivo.
Pueden trabajar y comunicarse por el internet y satélite clausurados bajo la
protección de ejércitos de soldados, policía, y fuerzas de seguridad privada.
Entre
las Zonas Verdes y la guerra abierta, se encuentran los complejos
encarcelamiento-industrial,
los sistemas del control de los inmigrantes y refugiados, la criminalización de
las comunidades marginadas, las campañas de limpieza social de los pobres, y la
escolarización capitalista. En particular, los aparatos mediáticos y
culturales de la economía corporativa persiguen colonizar la conciencia y
socavar la capacidad de pensar críticamente fuera de la lógica del sistema
dominante. Surge una cultura neo-fascista mediante el militarismo, la misoginia, la
extrema masculinización, y el racismo.
El
recrudecimiento de la crisis estructural resultará en una mayor fusión de la
economía digital con el Estado Policiaco Global. La nueva tecnología
seguramente engrosará las filas de la humanidad superflua y también impondrá
una mayor presión competitiva sobre la Clase Capitalista Transnacional, y por
ende, su necesidad de imponer formas más opresivas y autoritarias de disciplina
laboral.
Estado Policiaco Global y Fascismo del Siglo
XXI.
El
Trumpismo en Estados Unidos, el BREXIT en el Reinado Unido, y la proliferación
de partidos y movimientos neo-fascistas y autoritarios en Europa y alrededor
del mundo,
representan una respuesta ultra-derechista
a la crisis del capitalismo global. Los proyectos del fascismo del
siglo XXI buscan organizar una base de masas entre los sectores históricamente
privilegiados de la clase obrera global, tales como los obreros blancos en el
Norte y las capas medias en el Global, quienes ahora experimentan una mayor
inseguridad e inestabilidad en sus condiciones laborales y de vida.
Al
igual que su predecesor del siglo XX, este proyecto gira alrededor del
mecanismo psico-social
del desplazamiento del temor y ansiedad de las masas en momentos de aguda
crisis capitalista hacia las comunidades designadas como chivos expiatorios, tales como los trabajadores inmigrantes,
los Musulmanes, y los refugiados en Estados
Unidos y Europa. Las fuerzas
ultra-derechistas efectúan este mecanismo mediante un discurso de
xenofobia, ideologías desconcertantes que abarcan la supremacía racial/cultural,
un pasado mítico e idealizado, el milenarismo, y una cultura militarista y
masculinista que normaliza y hasta glorifica la guerra, la violencia social, y
la dominación.
En
este sentido, la ideología del fascismo del siglo XXI descansa sobre la
irracionalidad – la
promesa de restaurar la seguridad y la estabilidad no es racional sino
emotiva. El
discurso público del régimen de Trump del populismo y nacionalismo, por
ejemplo, no guarda ninguna relación a sus verdaderas políticas. En su
primero año, el “Trumponomics” abarcó la
desregulación – el virtual aplastamiento del Estado regulatorio – un mayor
recorte del gasto social, las privatizaciones, la reforma impositiva a favor de
los ricos y el capital y explícitamente en contra de los pobres y la clase
obrera, y una expansión del subsidio Estatal al capital: en resumidas cuentas,
el neo-liberalismo con esteroides.
En Estados Unidos, los
movimientos neo-fascistas han experimentado una rápida expansión
desde el viraje del siglo en la sociedad
civil, y también en el sistema político mediante el ala derecha del Partido Republicano. Trump
demostró ser la figura carismática capaz de galvanizar y envalentonar las
diversas fuerzas neo-fascistas, desde
los supremacistas blancos, los nacionalistas blancos, las milicias privadas,
los neo-Nazi y Ku Klux Klan, los llamados “Guardianes del Juramento” (conformado por ex-militares y policías
de la derecha), el Movimiento Patriótico, los fundamentalistas Cristianos, y
los grupos de vigilancia anti-inmigrante.
Alentado
por la fanfarronea imperial de Trump, su retórica populista y nacionalista, y su discurso abiertamente racista,
estos grupos han comenzado un proceso de polinización cruzada en un grado sin
precedente en las últimas décadas, y han logrado tener una presencia en la Casa Blanca de Trump, y en los
gobiernos estatales y locales alrededor del país. Muchas de estas
organizaciones han establecido unidades paramilitares en un proceso que a
menudo entraña una cierta colaboración con las agencias represivas del Estado.
El fascismo del siglo XXI y Estado
Policiaco Global entraña una triangulación entre:
las fuerzas ultra derechistas,
autoritarias y neo-fascistas en la sociedad civil; el poder político
reaccionario en el Estado; y el capital corporativo transnacional.
Respecto a este último, las fracciones de capital más propensas a un fascismo del siglo XXI parecen ser el capital financiero especulativo, el
complejo militar-industrial-seguridad, y las industrias extractivistas –
estas tres, a cambio, entrelazadas con el capital
de alta-tecnología/digital.
Los
complejos extractivistas y energéticos
deben desalojar a las comunidades para poder apropiarse de sus recursos, lo que
les hace propensos a los arreglos represivos y hasta neo-fascistas. La
acumulación de capital en el complejo militar-industrial-seguridad depende de
la guerra sin fin y de los sistemas de represión. Y la acumulación
financiera requiere de cada vez mayor austeridad, lo que es muy difícil, sino
imposible, de imponer mediante los mecanismos consensuales.
Hemos
de recordar que el Trumpismo y las demás respuestas ultra-derechistas y
neo-fascistas a la
crisis surgen a lo largo del mundo reactivamente a la rebelión de las clases
trabajadoras y populares. Una
rebelión global en contra de la Clase Capitalista Transnacional se ha
extendido a lo largo del mundo desde la Gran Recesión de 2008. Quizás la
tarea más urgente en estos momentos es la organización de un frente unido
contra el fascismo y la guerra global. Será improbable que la elite
transnacional en su mayor parte se oponga a un fascismo del siglo XXI en el
poder político si es que los de abajo lleguen a amenazar el control desde
arriba.
Sin
embargo, las elites con mayor sensatez buscarán proyectos reformistas – hasta
reformas radicales
– en aras de rescatar el sistema de sí mismo. Hemos de respaldar dichos
proyectos reformistas en la medida que atenúen las peores depredaciones del
capitalismo global y que nos saquen del umbral de la guerra y el
fascismo. La
clase obrera global necesita amplias alianzas, incluyendo con
los elementos reformistas de la elite transnacional.
Pero
la reforma del capitalismo históricamente se ha logrado menos por la ilustración de las elites,
que por las luchas de masas desde abajo que obligan a las elites a
reformar. La mejor manera de lograr una reforma del capitalismo global es
luchar en su contra. Si fracasa el reformismo desde arriba y si la
Izquierda no logra tomar la iniciativa, podría quedarse abierto el camino para un fascismo del siglo
XXI fundamentado en un Estado Policiaco Global.
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-
WILLIAM I. ROBINSON, Profesor
de Sociología, Universidad de California en Santa Bárbara.
Este artículo es resumen de un ensayo más extenso
sobre Estado Policiaco Global que aparece en el nuevo libro del autor, Into The Tempest: Essays on the New Global Capitalism, publicado por Haymarket Books
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