LA HUMANIDAD EN EL UMBRAL DEL CALENTAMIENTO GLOBAL. LA ONU ADVIERTE
SOBRE LAS CONSECUENCIAS CATASTRÓFICAS DEL CAMBIO CLIMÁTICO EN 20 AÑOS.-
El
Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC,
por sus siglas en inglés) publicó un informe especial el lunes que solicita "cambios rápidos, de gran alcance y
sin precedentes en todos los aspectos de la sociedad" para limitar el
calentamiento global inducido por el hombre a 1,5 grados centígrados por encima
de los niveles preindustriales. "Si
la tasa de calentamiento actual continúa", dice el informe, "el
mundo alcanzaría un calentamiento global inducido por el hombre de 1,5°C
alrededor de 2040". Evitando las consecuencias desastrosas del
cambio climático, el informe afirma que requiere la transformación de la
economía mundial en una manera que no tiene "ningún precedente histórico documentado".
EL INFORME, preparado por 91
científicos de 44 países, es el último documento de la ONU
que revisa la evidencia científica del cambio climático y su impacto actual y proyectado en todos los ECOSISTEMAS
DE LA TIERRA. Contrasta los cambios en el entorno que se producirían en un
escenario donde el calentamiento se limita a 1,5 grados en lugar de 2
grados centígrados. La actividad
humana ya ha causado aproximadamente 1 grado centígrado de calentamiento.
Los últimos tres años (2015, 2016 y 2017) fueron los tres años más
cálidos registrados desde 1880, y 17 de
los 18 años más cálidos ocurridos desde el 2000. El calentamiento global ha contribuido a una serie de
desastres ecológicos, que incluyen más intensos incendios forestales, olas de
calor, huracanes y tifones torrenciales. El
más reciente de ellos es el HURACÁN MICHAEL, que
actualmente se encuentra en la costa de la Florida y se espera que sea una de
las tormentas más poderosas en la región
INCLUSO un calentamiento
adicional limitado tendrá consecuencias de gran alcance.
El informe señala que si el calentamiento alcanza 1,5 grados, la ESCASEZ de alimentos
multiplicará la POBREZA en todos los países. EL OCÉANO ÁRTICO estará totalmente libre de hielo marino al menos
una vez por década, lo que podría provocar la extinción de la gran cantidad de
animales que dependen del hielo ÁRTICO
para huir de los depredadores. Los ARRECIFES
de coral disminuirán entre un 70 y 90 por ciento, eliminando el HÁBITAT en el que una cuarta parte de
las criaturas del océano dependen para sobrevivir. El CLIMA en todo el mundo será más dañino y mortal. El informe
estima que si el calentamiento alcanza los niveles proyectados, causará daños
de entre US $54 y $69 billones en todo
el mundo.
PARA LOGRAR EL OBJETIVO
de limitar el calentamiento a 1,5 grados, se requerirá la reducción de las
emisiones de dióxido de carbono a 45 por ciento de sus niveles de 2010 para 2030 su eliminación completa para
2050, o en poco más de tres décadas. Esto requeriría una transformación
completa en la producción global de energía y la infraestructura de transporte.
"Limitar
el calentamiento a 1,5 °C es posible dentro de las leyes de la química y
física, pero hacerlo requeriría cambios sin precedentes", Las advertencias cada vez más
terribles de los científicos contrastan con la respuesta de los gobiernos
mundiales. En los Estados Unidos, la administración TRUMP ha sido
abiertamente escéptica de la realidad del cambio climático provocado por el
hombre. El
informe de la ONU expresa: “Quiero
ver quiénes son los investigadores. Ya sabes, quienes lo presentaron. Puedo
darte informes que son fabulosos y puedo darte informes que no son tan buenos”.
La humanidad está en el umbral de un
fracaso de proporciones colosales en su intento por mantener el calentamiento
global en un nivel moderado. Si se quiere evitar que el cambio de
la temperatura mundial alcance una cota superior, lo que llevaría a un desastre de dimensiones cataclísmicas, se
requiere que todas las economías del mundo apliquen medidas sin precedente para
reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. Es la principal conclusión del informe especial del Panel
Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) dado a conocer el pasado 6 de
octubre. El IPCC es el brazo científico de Naciones Unidas sobre el tema del
calentamiento global.
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UN NOBEL DE ECONOMÍA QUE TIENE POCO DE
ECOLOGÍA Y MUCHO DE LOS BANQUEROS.
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Eduardo Gudynas.
AILANET.
Viernes 12 de octubre del 2018.
El llamado Nobel de Economía, concedido por el Banco
de Suecia (Sveriges Riksbank), acaba de ser otorgado a dos economistas que
abordaron temáticas en ambiente y desarrollo. Rápidamente se generó una enorme
confusión, donde unos cuantos entendieron que por fin las ciencias económicas
convencionales incorporaban las cuestiones ambientales o que estábamos frente a
una renovación en el desarrollo.
En realidad nada de eso ocurre y el Nobel de economía
2018 refuerza el mito del crecimiento económico como meta del desarrollo y la
fe en resolver la crisis económica dentro del mercado y del capitalismo. Y lo
que es peor, algunos en América Latina aprovecharán esto para para reforzar las
estrategias de desarrollo que nos condenan a ser proveedores de recursos
naturales para la globalización.
El premio fue concedido a dos estadounidenses, William
D. Nordhaus (1941), por sus contribuciones sobre la economía del cambio
climático y a Paul M. Romer (1955) por sus aportes al papel de las innovaciones
tecnológicas para el crecimiento económico.
Nordhaus es muy conocido en América Latina, al ser el
coautor junto a Paul A. Samuelson de unos de los libros de texto sobre economía
más usados en el continente (por ejemplo, la 19a edición se titula “Economía
con aplicaciones a Latinoamérica”). Se le reconoce como pionero de los análisis
económicos sobre el cambio climático, bajo unos procedimientos conocidos como
modelos integrados de evaluación. Calculó el “costo social” de las emisiones
contaminantes de carbón y propuso un impuesto sobre ellas como medio para
frenar el recalentamiento global.
A su vez, Romer estudió el papel de los conocimientos
y las tecnologías en promover el crecimiento económico. También es conocido en
América Latina por pelearse con sus jefes en el Banco Mundial al defender a
Chile en un ranking sobre competitividad.
De alguna manera, los dos economistas contribuyeron a
ampliar todavía más el campo de los mercados: uno apostó por colocar dentro del
mercado a los gases invernaderos y el clima global, y el otro a las ideas y la
innovación. Y los dos son firmes creyentes en que el desarrollo es crecimiento
económico.
Nordhaus asumió que la crisis climática se podía
resolver por medio de impuestos a los gases invernadero sin cambiar los tipos
de producción, comercio y consumo que prevalecen en la actualidad. Dicho de
otro modo, cree que ajustes instrumentales dentro del capitalismo resolverá el
problema. Como militante de la “economía ambiental”, entiende que es posible
darle un “precio” a elementos o procesos de la Naturaleza.
Pero como han advertido los “economistas ecológicos” y
otras disciplinas, esos ejercicios están plagados de incertezas. Apenas es
posible asignar un valor económico a problemas específicos y en sitios
precisos, pero a medida que se amplían los procesos y las escalas, todo se
vuelve mucho más incierto. Preguntas sustanciales tales cómo cuánto vale una
especie de ave que se extinguirá por el cambio climático, ensombrecen cualquier
pretensión económica de poder asignarle un precio al carbono con rigurosidad.
En cambio, la metodología de Nordhaus de otorgar un
“precio” al carbono en el aire, desemboca en un entrevero que va de unos pocos
dólares a unas decenas (en unos de sus textos le asigna US$ 8 por tonelada de
carbono, y años más tarde lo recalculó en US$ 21). No sólo la variación es
importante, sino que los valores son muy bajos, y además todo ello descansa en
muchas suposiciones clave, que van desde cómo estimar un valor económico hacia
el futuro a los modos de incorporar o no, eventos críticos como el
derretimiento del suelo helado en el Ártico. O sea, la modelización es apenas
eso, un ejercicio, que depende de los presupuestos iniciales.
Aunque Nordhaus ha atacado a los escépticos del cambio
climático, sus preocupaciones ecológicas no van mucho más allá de eso. El mismo
quedó atrapado en sus modelos desnudando la ausencia de criterios ecológicos,
cuando sostuvo que como la agricultura en Estados Unidos apenas representaba el
3% del producto nacional, los impactos del cambio climático en ella no tendrían
muchas consecuencias para la economía de ese país. Con esos dichos, quedó en
claro que la suerte de los granjeros, la obtención de alimentos o la
biodiversidad en las áreas rurales, no eran muy relevantes en sus análisis.
Romer a su vez repotenció la idea del crecimiento
económico perpetuo, al asumir que las ideas lo podrían alimentar por la
eternidad. Siguiendo su perspectiva, ya no importa si se agota el cobre chileno
o los hidrocarburos venezolanos, de todos modos las economías podrían crecer
gracias a nuevas ideas, inventos y tecnologías. Es lo que Romer propone como
“desarrollo endógeno” donde el acento está puesto en el conocimiento y las
tecnologías. Lo que los latinoamericanos saben desde hace décadas pero que
Romer no analiza adecuadamente, es que esos saberes son monopolizados,
patentados y controlados por el norte global. Más allá de los intentos de
algunos países de la región por diversificarse hacia campos como biotecnología
o informática, de todos modos siguen atrapados en exportar recursos naturales
por las barreras y los negocios que condicionan y encarecen esas innovaciones.
Una vez más, este Nobel de economía premió en un caso lo
que en su esencia son modelizaciones matemáticas, como ejercicios en sí mismos,
independientemente de su correspondencia con el mundo real y los dramas
actuales. Se galardona unos ensayos por los cuales el carbono puede valer de
unos pocos dólares a dos decenas, y cuyas consecuencias prácticas, el impuesto
para frenar los gases invernadero, no se aplica, difícilmente puede ser
impuesto a todas las naciones, y si así fuera, el valor es tan bajo que no se
resolvería el problema del cambio climático. Esto lo sabe muy bien el gobierno
Trump, y por ello sigue adelante con su promoción del carbón, en contra de
todos los llamados por frenar el efecto invernadero.
Por el otro lado, se premió otro economista que llegó
a extremos tales como defender “ciudades chárter”, donde un país cede la
soberanía de una de sus ciudades a una o más naciones desarrolladas, para que
sirvan de garantes y co-administradores. Esto va más allá de las zonas francas
o enclaves de maquila que han proliferado en América Latina, y esa suerte de
comodato urbano no deja de ser otra formulación de la disolución de las
soberanías nacionales para favorecer la globalización.
En América Latina y otras regiones del sur, todo esto
tiene consecuencias. Se refuerzan las ideas convencionales del crecimiento
económico y la ampliación continuada de la mercantilización de la vida social y
el ambiente. Se favorece a los entusiastas de la “economía verde”, asumiendo
que pueden generarse más crecimiento económico con la venta de “bienes y
servicios” ambientales. A la vez, se nutren discusiones que, como no tienen
consecuencias en las políticas públicas, hacen que persistan los
extractivismos, la exportación de materias primas o la emisión de gases de
invernadero desde nuestro continente, en especial desde el medio rural.
De este modo, el Nobel 2018 en economía otra vez
premia a la corriente de economistas que creen que su trabajo es producir
modelos matemáticos, y a los banqueros que los usan para mantener las
estrategias de desarrollo convencionales que tanto los benefician.
Eduardo Gudynas es investigador en el Centro Latino
Americano de Ecología Social (CLAES), Montevideo. Más informaciones
en www.economiasur.com Twitter: @EGudynas.
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