¿Cómo olvidar
de que fue usted quien en aquellos años finales de los sesentas nos ayudó a
sortear las estériles trampas de la
sociología académica norteamericana y la ciénaga del estructuralismo althusseriano, moda que
estaba haciendo estragos en las juventudes radicalizadas de Chile. Después, desde mediados de los
setentas y a lo largo de los ochentas la suya fue la voz de la sensatez y la
sensibilidad histórica que debatía con
algunos "transitólogos" deslumbrados por la ciencia política de la academia estadounidense y a quienes, a
fuerza de argumentos y ejemplos concretos, obligó a revisar sus ingenuas
expectativas sobre las nacientes democracias latinoamericanas. Recordamos como
si fuera hoy sus advertencias diciéndole a sus colegas que en Nuestra América el "modelo de La
Moncloa" -erigido como el arquetipo no sólo único sino también
virtuoso de nuestra todavía inconclusa “transición hacia la democracia”- enfrentaría
enormes dificultades para reproducirse en el continente más injusto del
planeta. Y sus previsiones fueron confirmadas por el inapelable veredicto de la
historia: ahí están nuestras languidecientes democracias, incumpliendo sus promesas emancipatorias,
impotentes para instaurar la justicia distributiva y cada vez más vulnerables a
la acción destructiva del imperio y sus lugartenientes locales. Democracias, en suma, en rápida
transición involutiva hacia la plutocracia y la sumisión neocolonial. Fue Cardoso uno de los principales
animadores del Grupo de Trabajo sobre
Estado de CLACSO que se creara a comienzos de los setentas. Su espíritu
crítico combinado con su fina ironía orientó buena parte de las labores de ese
pequeño conjunto de colegas. Tanto en las discusiones sobre la transición a la democracia y la
naturaleza de las dictaduras que asolaron la región usted decía que
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Dr. Fernando Henrique Cardoso. Ex Senador, ex Ministro, ex Presidente - dos veces - Sociólogo de formación marxista. Maestro Universitario de varias Generaciones. Su neutralidad frente al fascista Bolsonaro, y el asalto dictatorial a la Democracia, es un "insulto a los hombres de las Ciencias Sociales y Políticas del Continente".
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FERNANDO H. CARDOSO Y SU INCOMPRENSIBLE
NEUTRALIDAD.
“Si persiste en esa suicida neutralidad, la
Historia no lo absolverá, sino lo condenará”.
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Atilio A Boron.
Página/12 sábado 20 de octubre del 2018.
Escribo estas pocas líneas desde el corazón. Sumido en
el estupor no alcanzo a comprender cómo quien fuera el maestro de toda una generación de sociólogos, politólogos y
economistas de América Latina y el Caribe hoy prefiere mantenerse “neutral” ante la trágica opción que
enfrentarán los brasileños el próximo 28 de Octubre: restaurar la dictadura, bajo
nuevos ropajes, o retomar la larga y dificultosa marcha hacia la democracia.
Para justificar su actitud el ex presidente declaró a la prensa que "de Bolsonaro me separa un muro y de Haddad
una puerta."
Sorpresa,
estupefacción, asombro. Porque, ¿cómo es
posible que quien fuera una de las más brillantes mentes de las ciencias
sociales desde comienzos de los años sesentas del siglo pasado pueda exhibir
tal indiferencia cuando lo que está en juego es o bien el retorno travestido y
recargado de la dictadura militar (la misma que luego del golpe de 1964 lo obligó a exiliarse en Chile) o
la elección de un político progresista, heredero de un gobierno que, con todos
sus defectos, fue quien más combatió la pobreza en el Brasil y lo hizo en un marco de irrestrictas libertades civiles y
políticas? A quienes fuimos sus alumnos
en la FLACSO de Chile, en la segunda mitad de los sesentas, nos
deslumbraban sus brillantes lecciones sobre el método dialéctico de Marx y las
enseñanzas de quien a su vez fuera su
maestro, Florestán Fernándes; o cuando
disertaba sobre la teoría de la dependencia mientras escribía su texto
fundamental con Enzo Faletto; o
cuando diseccionaba con la sutileza de un eminente cirujano la naturaleza de
las dictaduras en América Latina. Por eso, quienes atesoramos esos recuerdos
estamos sumidos en el más profundo desconcierto ante su atronador silencio en
relación a la que, sin dudas, es una de las coyunturas más críticas de la
historia reciente del Brasil. A los
que tuvimos la suerte de enriquecernos intelectualmente con sus lecciones nos
cuesta creer las noticias que nos llegan hoy de Brasil y que informan de su
escandalosa abstención. Y cuando aquellas se confirman, como ha ocurrido en
estos días, lo hacemos con el corazón sangrante y la mente convulsionada.
¿Cómo olvidar
de que fue usted quien en aquellos años finales de los sesentas nos ayudó a
sortear las estériles trampas de la
sociología académica norteamericana y la ciénaga del estructuralismo althusseriano, moda que
estaba haciendo estragos en las juventudes radicalizadas de Chile. Después, desde mediados de los
setentas y a lo largo de los ochentas la suya fue la voz de la sensatez y la
sensibilidad histórica que debatía con
algunos "transitólogos" deslumbrados por la ciencia política de la academia estadounidense y a quienes, a
fuerza de argumentos y ejemplos concretos, obligó a revisar sus ingenuas
expectativas sobre las nacientes democracias latinoamericanas. Recordamos como
si fuera hoy sus advertencias diciéndole a sus colegas que en Nuestra América el "modelo de La
Moncloa" -erigido como el arquetipo no sólo único sino también
virtuoso de nuestra todavía inconclusa “transición hacia la democracia”- enfrentaría
enormes dificultades para reproducirse en el continente más injusto del
planeta. Y sus previsiones fueron confirmadas por el inapelable veredicto de la
historia: ahí están nuestras languidecientes democracias, incumpliendo sus promesas emancipatorias,
impotentes para instaurar la justicia distributiva y cada vez más vulnerables a
la acción destructiva del imperio y sus lugartenientes locales. Democracias, en suma, en rápida
transición involutiva hacia la plutocracia y la sumisión neocolonial. Fue Cardoso uno de los principales
animadores del Grupo de Trabajo sobre
Estado de CLACSO que se creara a comienzos de los setentas. Su espíritu
crítico combinado con su fina ironía orientó buena parte de las labores de ese
pequeño conjunto de colegas. Tanto en las discusiones sobre la transición a la democracia y la
naturaleza de las dictaduras que asolaron la región usted decía que
“sin reformas efectivas del sistema productivo y de las formas de
distribución y de apropiación de riquezas no habrá Constitución ni estado de
derecho capaces de eliminar el olor de farsa de la política democrática.” 1 Y la historia otra vez le dio la razón.
Más allá de sus errores y limitaciones la experiencia
de los gobiernos de Lula y Dilma avanzaron, si bien con demasiada
cautela, para tratar de eliminar ese insoportable “olor de farsa” de las democracias latinoamericanas. ¿Que en esos
gobiernos hubo corrupción, que aumentó la inseguridad ciudadana, o que algunos
problemas no fueron encarados correctamente, o inclusive se agravaron? Es
cierto. Pero nada de esto constituye una novedad en la historia brasileña ni es
un producto exclusivo de los gobiernos
del PT, y usted como analista tanto como en su calidad de ex senador, ex ministro y ex presidente
lo sabe muy bien. Tomar como “chivos
expiatorios” de la tradicional y secular corrupción de la política
brasileña a Lula
y el PT es un insulto a la inteligencia de sus conciudadanos además
de una maliciosa mentira. Pero aún si estas críticas fueran ciertas –cosa sobre
lo cual no viene al caso expedirse en estas líneas- ellas son " peccata minuta "
ante el peligro que acecha a Brasil y a toda América Latina.. Y usted, con su inteligencia, a esta altura de su
vida no puede arrojar por la borda todo lo que enseñara a lo largo de tantos
años. Usted escribió páginas imborrables
sobre las dictaduras latinoamericanas y en uno de sus libros denunció con
valor la pretensión de
“sustraerse de la responsabilidad política de caracterizar como dictatorial
a un régimen que se afirma sobre la violencia irrestricta y el atropello
sistemático de los derechos humanos.” 2
¿Qué cree que
va a hacer Bolsonaro cuando exalta a los torturadores y rinde loas a la
dictadura del 64? Por eso estoy convencido que de persistir en su
actitud neutral cometería usted el mayor y más imperdonable error de su vida,
que arrojaría un ominoso manto de sombra no sólo sobre su trayectoria como
intelectual de Nuestra América sino
también sobre su propia gestión como presidente de Brasil.
Fernando Haddad, candidato Petista - con todos los errores políticos de Lula y Dilma -hoy es un defensor de la Democracia. Cuidado con el asalto fascista, vía la manipulación de los poderes facticos - la destrucción de las Instituciones y de la propia Democracia.
***
¿Qué hay una
puerta que lo separa a usted de Fernando Haddad? Es cierto,
pero el candidato petista ya lo
invitó a pasar. Abra esa puerta y entre, porque aquel muro que lo separa de Bolsonaro no sólo caerá con todos sus
horrores encima de las clases y capas
populares de Brasil sino también sobre su cabeza y su renombre. Nadie le
pide que apoye incondicionalmente a lo que hoy, nos guste o no, representa la
única opción democrática que hay en Brasil
frente a la monstruosa reinstalación de la dictadura
militar por la vía de un electorado manipulado como jamás antes en la
historia del Brasil.
Que la fórmula
petista sea la única opción democrática en las próximas elecciones no sólo es
producto del empecinamiento de los gobiernos
y del liderazgo del PT. Usted fue presidente, por ocho años, y algo de
responsabilidad le cabe también por esta imposibilidad de construir
alternativas políticas más de su agrado. Su
delfín, Geraldo Alckmin, tuvo un
desempeño catastrófico en la primera vuelta. Por eso un hombre como usted no
puede ni debe permanecer neutral en esta coyuntura. Sus pasiones y su
ostensible animosidad hacia Lula y
todo lo que él representa no pueden jugarle tan mala pasada y nublar su
entendimiento. Usted sabe que la victoria
de Bolsonaro dará luz verde a sus tropas de asalto a la democracia, la
justicia, los derechos humanos, la libertad. Tropelías y aberraciones
que, para espanto de la población, ya prometen y anuncian sin tapujos a través
de la prensa y las redes sociales en Brasil. En este caso su neutralidad se
transforma en complicidad.
Ante tan grave
encrucijada, ¿cómo puede
usted declararse prescindente en esta batalla crucial entre dictadura y
democracia? A veces la vida nos coloca en estas incómodas encrucijadas, y
no queda hay otro remedio que elegir y actuar. Recuerde que Dante, en La Divina Comedia , reservó
el círculo más ardiente del infierno a quienes
en tiempos de crisis moral optaron por la neutralidad. Usted, por su historia, por lo que hizo, por su magisterio, por la memoria de sus
propios maestros debe oponerse con
todas sus fuerzas a la re-encarnación de la dictadura bajo el mascarón de proa
de un político mediocre, violento y reaccionario que ni bien instalado en el Palacio de Planalto será fácil presa de
los actores más siniestros del Brasil. Su
nombre, Fernando Henrique, no debe quedar
inscripto entre los cómplices de la tragedia en ciernes en su país. Créame si
le digo, siendo fiel a sus enseñanzas,
que a diferencia de Fidel si usted
persiste en esa actitud, en esa suicida
neutralidad, la historia no lo absolverá sino que lo condenará y lo atormentará
hasta el fin de sus días.
Contribuya con
su palabra a que Brasil
sortee el peligro del inicio de un nuevo – y probablemente extenso- ciclo
dictatorial que sólo agravará los problemas que hoy lo atribulan. Y luego,
despejada esa amenaza, discuta sin concesiones como mejorar la democracia en su país; critique las políticas que proponen Haddad y
D’Avila, pero primero asegure que su pueblo no volverá a caer en los
horrores que con tanta fuerza usted condenó en el pasado. Su silencio, o su abstención, serán implacablemente juzgados por
los historiadores del futuro, como
ya lo son hoy por sus asombrados contemporáneos que no pueden entender las
razones de su postura. Tiene poco tiempo
para evitar tan triste final y evitar que la neutralidad se convierta en
complicidad. Recuerdo cuando, en medio
del furor causado por el auge de la teoría
de la dependencia usted exhortaba a sus cultores a no apartarse de las
enseñanzas de Lenin cuando exigía, antes de parlotear superficialmente sobre el
tema, llevar a cabo “un análisis
concreto de la realidad concreta.” Y remataba esa observación advirtiendo
sobre el peligro de que “el hechizo de
las palabras sirva para ocultar la indolencia del espíritu”. 3 Ojalá que su brillante inteligencia no haya caído
víctima de la indolencia y prevalezca, en esta hora decisiva, sobre la fuerza de unas incontrolables
pasiones que le impiden abrir la puerta que lo separa de Fernando Haddad
y evitar que Brasil se hunda en el
basural del fascismo.
*****
Notas:
1 Cf. “La
democracia en las sociedades contemporáneas”, en Crítica & Utopía ,
Buenos Aires, N°6, 1982, y también en “La Democracia en América Latina”, Punto
de Vista , Buenos Aires, Nº 12, Abril 1985.
3 Fernando
H. Cardoso, Ideologías de la burguesía industrial en
sociedades dependientes. Argentina y Brasil, Buenos Aires, Siglo XXI, 1971,
p. 60.
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