LA DESIGUALDAD GLOBAL POR INGRESOS Y POR IMPUESTOS.-Históricamente
la desigualdad de
ingreso ha sufrido altibajos, relacionándose con desarrollos tecnológicos, cambios climáticos, demográficos,
migratorios, bélicos y, en general, apreciándose periódos más altos de
desigualdad con conflictividad social y períodos de menor conflictividad social
con períodos de menor desigualdad económica.
EL CONCEPTO ACTUAL DE DESIGUALDAD DE INGRESOS tiene su origen y desarrollo en los
orígenes del sistema
capitalista. En los siglos XVII y XVIII se produjeron cambios
económicos y sociales profundos con la introducción de la manufactura y de la industria de
la mano del capitalismo inicial que mostraba formas nuevas de desigualdad que
se justificaron en ideas del liberalismo
económico. Será en el período posterior a la Segunda Guerra
Mundial, desde 1945 hasta 1974, cuando en los países más
desarrollados se produzca una enorme reducción de los niveles de desigualdad
social. Desde entonces, señalan autores como Thomas Piketty, la desigualdad ha
aumentado en todos los países del mundo. Existen varios indicadores económicos para medir la desigualdad de
ingreso, pero a menudo se usa el coeficiente de
Gini, aunque también se utilizan el índice de
Atkinson, índice de Theil, índice de
Hoover, la comparación interquintil o la varianza logarítimica.
La economía de la
desigualdad, desigualdad de ingreso, desigualdad económica o inequidad económica comprende
todas las disparidades en la distribución de bienes e ingresos económicos, entre ellas muy especialmente
la distribución de
la renta que procede tanto del capital
como del trabajo (brecha salarial). El término se refiere
normalmente a la desigualdad entre individuos y grupos en el interior de una
sociedad, pero también se puede referir a la desigualdad entre países. La
desigualdad económica está relacionada con la idea de igualdad de
oportunidades y la igualdad de
resultados. Uno de los retos históricos actuales, ante el
aumento histórico de las desigualdades, es establecer cuáles son las alternativas posibles para
reducir la desigualdad cuando el nivel de desigualdad es excesivo y pone en
riesgo la supervivencia de personas, sociedades y naciones.
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Dictadura de los ricos, de los billonarios, el poder de los CEOS - más allá de los Outsiders políticos - utilizando el Poder de los Poderes facticos globales, más la crisis - por medio de la corrupción - de la Democracia Electoral - por lo general sin Ciudadanía o crisis de la misma - TRUMP y Estados Unidos como "líder" y sus seguidores nefastos, como Brasil, Argentina, México, hoy están imponiendo un FASCISMO disfrazado de Democracia de mercado. los resultados los tenemos presente.
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EL GOBIERNO DE LOS MULTIMILLONARIOS SIGNIFICA TIRANÍA O REVOLUCIÓN.
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El Captor lunes 22 de octubre del 2018.
A los diez años me becaron para ir a un internado escolar diseñado para los multimillonarios de Massachusetts. Viví entre los estadounidenses más ricos durante ocho años. Escuché sus prejuicios y sufrí sus complejos de superioridad. Insistían en que eran privilegiados y ricos por consecuencia de su inteligencia y talento. Experimentaban un desprecio burlón por los que se situaban en una escala inferior a ellos en estatus material y social, incluyendo en tal desprecio también a los estudiantes de clase media y alta. La mayoría de los multimillonarios carecían de empatía y compasión. Se auto-blindaban para molestar, intimidar e insultar a cualquier inconformista que desafiara o no encajara en su mundo de egolatría.
Era imposible entablar una amistad con la mayoría de los hijos de estos
multimillonarios. La amistad según ellos venía definida por un “¿qué hay
para mí?” Y desde el momento de su nacimiento estaban rodeados por
personas que satisfacían sus deseos y necesidades. Eran reacios a
comunicarse con cualquier persona que estuviese en apuros -pero si ellos tenían
algún pequeño capricho o problema, les dominaba hasta tal punto que cualquier
sufrimiento terrible en los demás parecía inexistente, y esto pasaba
también incluso con sus propios familiares-. Solo sabían cómo
recibir. Ignoraban el concepto de dar. Se habían
deformado y vagaban en un estado de infelicidad profunda, presos de un
narcisismo insaciable.
Es esencial entender las
patologías de los multimillonarios. Porque han amasado el
poder político mundial. Estas patologías describen a los Donald Trump, sus
hijos, los Brett Kavanaughs y los multimillonarios que dirigen la
administración. Los súper ricos son incapaces de ver el mundo desde una
perspectiva que no sea la suya. Las personas que los rodean, incluidas las
mujeres de las que estos hombres se aprovechan, son objetos diseñados para
satisfacer deseos momentáneos o ser manipulados. Los súper ricos son casi
siempre amorales.
Correcto. Equivocado. Verdad. Mentira. Justicia. Injusticia. Estos
conceptos se sitúan en otra esfera para ellos. Simplemente, lo que les
beneficia o les satisface es bueno. Lo que no sirve a sus fines, debe ser
destruido.
La
patología de los multimillonarios es lo que permite a Trump y su imberbe yerno, Jared Kushner, conspirar con el dictador
suadí Mohammed bin Salman, otro producto del nepotismo y del poder ilimitado,
para encubrir el asesinato del periodista Jamal
Khashoggi, con quien trabajé en Oriente Medio. Los súper ricos disfrutan la vida
blindados por la riqueza que heredan de generación en generación,
acomodados en un poder inexorable al que contribuyen hordas de conseguidores,
incluidos otros miembros del club de los súper ricos, además de abogados y
publicistas. Casi nunca hay consecuencias derivadas de sus errores,
abusos, maltratos y crímenes. Esta es la razón por la que el príncipe
heredero saudita y Kushner se han aliado. Son los homúnculos que
rutinariamente engendran los súper ricos.
El gobierno de los multimillonarios es, por esta razón, aterrador. No
conoce límites. Nunca han acatado las normas de
la sociedad y nunca lo harán. Nosotros pagamos impuestos, ellos
no. Nosotros nos esforzamos con el sudor de nuestra frente para estudiar en una
universidad prestigiosa o conseguir un empleo, ellos no. Nosotros pagamos por
nuestros errores, ellos no. Nosotros somos condenados por los crímenes que
cometemos, ellos no.
Los súper ricos viven en una burbuja artificial, en una tierra llamada
“Billionare-land”, en lugares con “Frankenmansions” y aviones privados,
totalmente alejados de la realidad. La riqueza, tal y como yo la veo, no solo
se perpetúa a sí misma sino que se emplea para monopolizar las nuevas
oportunidades de creación de riqueza. La movilidad social
de los pobres y la clase trabajadora es en gran medida un mito.
Los súper ricos practican una especie de acción afirmativa, catapultando a
mediocridades masculinas y blancas como Trump,
Kushner y George W. Bush a escuelas de élite que preparan a la plutocracia
para obtener posiciones de poder. A los súper ricos nunca se les fuerza a
crecer. A menudo son infantilizados de por vida, se quejan de lo que quieren y
casi siempre lo consiguen. Y esto los hace muy, muy peligrosos.
Los
teóricos políticos, desde Aristóteles y Karl Marx
hasta Sheldon Wolin, han advertido de los peligros del gobierno de
los multimillonarios. Una vez que los súper ricos toman el control, escribe
Aristóteles, las únicas opciones son la tiranía y la revolución. No saben cómo
cimentar o construir. Sólo saben cómo alimentar su avaricia sin fondo. Es
curioso lo de los súper ricos: no importa cuántos miles de millones posean,
nunca tienen suficiente. Son los fantasmas hambrientos del budismo. Buscan, a través de la
acumulación de poder, dinero y objetos, una felicidad inalcanzable.
Esta vida de deseos infinitos a menudo termina mal, con los súper ricos
separados de sus cónyuges e hijos, desprovistos de verdaderos amigos. Y cuando
terminan yéndose, como escribió Charles
Dickens en “Cuento de navidad”, la mayoría de las personas se alegran de
haberse desembarazado de ellos.
Wright Mills, uno de
los mejores analistas de las patologías de los súper ricos, escribió en “La élite del poder”: “Explotaron los recursos nacionales, promovieron guerras económicas
entre ellos, se fusionaron, amasaron capital privado fuera del dominio público
y utilizaron todos y cada uno de
los métodos para conseguir sus fines. Llegaron a acuerdos con empresas ferroviarias para compensar
deudas tributarias; compraron periódicos y editores; aniquilaron empresas
competidoras e independientes y emplearon abogados de habilidad y reputación
como hombres de estado para defender sus derechos y asegurar sus privilegios.
Hay algo demoníaco en estos señores de la creación; No es simplemente retórica
llamarlos barones ladrones.”
El capitalismo corporativo, el que ha destruido nuestra democracia, ha
otorgado poder sin control a los súper ricos. Y una vez se entienden las
patologías de estas elites oligárquicas, es fácil trazar el futuro. El aparato estatal a cuyo frente
se encuentran los súper ricos ahora sirve exclusivamente a sus intereses.
Es sordo a los gritos de los desposeídos. Empodera a aquellas instituciones que
nos mantienen oprimidos -los sistemas de seguridad y vigilancia de control
doméstico, la policía militarizada, Seguridad Nacional y militares- y destruyen
o degradan aquellas instituciones o programas que mitigan la desigualdad
social, económica y política, entre ellas la educación pública y la salud, el
estado del bienestar, la seguridad social, un sistema fiscal equitativo,
cupones de alimentos, transporte público e infraestructura, o los tribunales.
Los súper ricos extraen cada vez mayores sumas de dinero de aquellos que
empobrecen constantemente. Y cuando los ciudadanos protestan o se resisten, son
eliminados.
Los multimillonarios se preocupan desmesuradamente por su imagen. Están
obsesionados con mirarse a sí mismos. Son el centro de su propio universo. Hacen todo lo posible por crear
personas ficticias repletas de virtudes y atributos inexistentes.
Es por esto por lo que los súper ricos llevan a cabo escenificaciones
filantrópicas. La filantropía les permite participar en la fragmentación moral.
Ignoran la miseria moral de sus vidas, a menudo definida por el tipo de
degeneración y libertinaje que los súper ricos insisten en señalar como la
maldición de los pobres, para presentarse a sí mismos como los promotores de
pequeños actos de caridad a fin de caracterizarse como personas bondadosas
y benéficas. Los que pinchan y desinflan el globo esta imagen, como Khashoggi
hizo con Salman, son especialmente odiados. Y es por esto que Trump, como todos
los súper ricos, ve en la prensa crítica el enemigo. Es por esto que Trump y el
entusiasmo de Kushner por conspirar para ayudar a encubrir el asesinato de
Khashoggi es ominoso. Las incitaciones de Trump a sus partidarios -quienes ven
en él la omnipotencia que les falta y anhelan lograr- para llevar a cabo actos
de violencia contra sus críticos, se encuentran tan solo unos pocos pasos por
detrás de los matones del príncipe heredero que desmembraron a Khashoggi con
una sierra para huesos. Y si crees que Trump solo está bromeando cuando sugiere
que la prensa debería ser tratada violentamente, entonces no entiendes nada
sobre los súper ricos. Harán lo que pueda, incluso asesinar. Él, como la
mayoría de los súper ricos, carece de conciencia.
Los más ilustrados multimillonarios, los de East Hamptons y Upper East
Side, en el reino donde Ivanka y Jared jugueteaban en el pasado, juzgan al
presidente torpe y vulgar. Pero esta distinción es de estilo, no de sustancia. Donald Trump puede ser una
vergüenza para los adinerados graduados de Harvard y Princeton en Goldman
Sachs, pero sirve a los súper ricos tan asiduamente como lo hacen Barack Obama
y el Partido Demócrata. Esta es la razón por la que los Obamas, como los Clinton, se han incorporado al panteón de los súper ricos. Es por
lo que Chelsea Clinton y Ivanka Trump
eran amigas íntimas en la infancia. Vienen de la misma casta.
No hay ninguna fuerza dentro de las instituciones
gubernamentales para detener el saqueo de los súper ricos de la nación y el
ecosistema. Los multimillonarios no tienen nada que temer de los medios de
comunicación controlados por las corporaciones, los funcionarios electos que
financian o el sistema judicial que han tomado. Las universidades son
apéndices institucionales patéticos. Silencian o destierran a
los críticos intelectuales que molestan a los principales donantes al desafiar
la ideología imperante del neoliberalismo, la misma que fue formulada por los
adinerados para restaurar el poder de clase. Los súper ricos han destruido
movimientos populares, incluidos los sindicatos de trabajadores, o mecanismos democráticos
de reforma que en el pasado permitían a los trabajadores enfrentarse al poder.
El mundo es ahora su patio de recreo.
En “La condición posmoderna”, el filósofo Jean-François Lyotard dibujó
un cuadro del futuro orden neoliberal como uno en el que “el contrato temporal”
suplanta a las “instituciones permanentes
en los dominios profesional, emocional, sexual, cultural, familiar e
internacional, así como en los asuntos políticos.” Esta relación temporal
con las personas, las cosas, las instituciones y el mundo natural garantiza la
autoaniquilación colectiva. Nada para los súper ricos tiene un valor
intrínseco. Los seres humanos, las
instituciones sociales y el mundo natural son productos que se pueden explotar
para obtener ganancias personales hasta el agotamiento o el colapso.
El bien común, como el consentimiento de los gobernados, es un concepto muerto.
Esta relación temporal encarna la patología fundamental de los súper ricos.
Los multimillonarios, como escribió Karl Polanyi, celebran el peor tipo de libertad:
la libertad “para explotar a los demás, o la libertad para obtener ganancias
desmedidas sin un servicio comparable a la comunidad, la libertad de evitar que
los inventos tecnológicos se utilicen para el beneficio público, o la libertad
de lucrarse de calamidades públicas diseñadas secretamente a tal fin”. Al mismo
tiempo, como señaló Polanyi, los súper ricos hacen la guerra a la “libertad de
conciencia, la libertad de expresión, la libertad de reunión, la libertad de
asociación, la libertad de elección del propio trabajo.”
Las oscuras patologías de los
súper-ricos, idolatradas por la cultura y los medios de comunicación de masas,
se han convertido en las nuestras. Hemos ingerido su veneno. Los multimillonarios
nos han enseñado a celebrar las malas libertades y denigrar las buenas. Observa
cualquier mitin de Trump. Mira cualquier reality show de televisión. Examina el
estado de nuestro planeta. Repudiaremos
estas patologías y nos organizaremos para destronar a los multimillonarios del poder o ellos nos transformarán en lo que de hecho ya han
conseguido que seamos: su herramienta.
* Ilustración: Mr. Fish.
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