"Tras cinco
años de proceso penal, en mayo de 2017 la Corte Suprema de Justicia de Perú confirmó la
sentencia que absolvía a Máxima Acuña Atalaya y su familia de un supuesto delito de usurpación agravada, del que
les acusaba la minera Yanacocha. “Decisión
histórica en Perú. No más criminalización contra Máxima
Acuña”, celebró Amnistía Internacional (AI), que tres meses
antes informó de “una nueva incursión –de madrugada- del personal de seguridad de la
empresa para destruir cultivos que la familia mantenía para su subsistencia”.
Máxima Acuña recibió en
2016 el Premio ambiental Goldman. Entre 2011 y 2014 la activista denunció intentos de desalojo y agresiones
por parte de la policía peruana, recuerda AI (estas denuncias contra la policía
y la minera continuaron años después). En
mayo de 2014 la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) solicitó al Gobierno de Perú que adoptara medidas para
garantizar la vida e integridad personal de 46 líderes y lideresas de las comunidades y rondas campesinas de
Cajamarca, entre ellas la familia Acuña-Chaupe (La
organización feminista DEMUS y la ambientalista GRUFIDES demandaron de
nuevo al Estado peruano ante el CIDH, en 2017, por el incumplimiento de las
medidas").
/////
Sra. Máxima Acuña, Campesina, de la Región Cajamarca y su larga lucha contra la poderosa empresa minera Yanacocha. En Perú, a pesar de los Tribunales de Justicia, capturados por la corrupción, fue declarada Inocente. Y el año 2016 recibió el Premio ambiental Internacional, Goldman.
***
PERÚ. MÁXIMA ACUÑA, YENI COJAL Y TERESITA
ANTAZÚ, TRES EJEMPLOS DE LA LUCHA CONTRA LAS MULTINACIONALES EXTRACTIVAS.
Lideresas indígenas en Perú: cuerpos
contra la minería.
*****
Enric llopis.
Rebelión miércoles 27 de marzo del 2019.
Dicen que aquí en mi terreno hay oro, y por esa
ambición del oro es que me quieren quitar mi terreno a la mala, a la fuerza.
Aún hasta matándome”, afirma la campesina y defensora ambientalista en el
departamento peruano de Cajamarca,
Máxima Acuña Atalaya. La ONG EarthRights International, que representa a la
familia
Acuña-Chaupe, informo el 21 de marzo que continuará en Estados
Unidos con la demanda interpuesta contra la compañía minera Newmont, tras el
fallo favorable obtenido -en fase de apelaciones- en los tribunales de este
país. “Los Acuña-Chaupe no conseguirán
un juicio justo en Perú, las cortes (de justicia) locales no han garantizado
los derechos de la familia”, explicó la abogada de la ONG Marissa Vahlsing.
EarthRigts
denuncia que, desde 2011, la empresa estadounidense -uno de los gigantes
globales en la producción de oro- ha desplegado una campaña de “abuso y acoso” para expulsar a la
familia de sus tierras y construir una mina para la extracción de oro y cobre.
Se trata del megaproyecto Conga que promueve la empresa Yanacocha, controlada por Newmont Mining Corporation con sede en Denver (51,3% de las
participaciones); la peruana Minas
Buenaventura (43,6%) y la japonesa
Sumitomo Corporation (5%). El proyecto está teóricamente suspendido desde
finales de 2011, debido a las
protestas populares por el impacto
ambiental (por ejemplo, por la pérdida de lagunas y humedales).
Tras cinco
años de proceso penal, en mayo de 2017 la Corte Suprema de Justicia de Perú confirmó la
sentencia que absolvía a Máxima Acuña Atalaya y su familia de un supuesto delito de usurpación agravada, del que
les acusaba la minera Yanacocha. “Decisión
histórica en Perú. No más criminalización contra Máxima
Acuña”, celebró Amnistía Internacional (AI), que tres meses
antes informó de “una nueva incursión –de madrugada- del personal de seguridad de la
empresa para destruir cultivos que la familia mantenía para su subsistencia”.
Máxima Acuña recibió en
2016 el Premio ambiental Goldman. Entre 2011 y 2014 la activista denunció intentos de desalojo y agresiones
por parte de la policía peruana, recuerda AI (estas denuncias contra la policía
y la minera continuaron años después). En
mayo de 2014 la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) solicitó al Gobierno de Perú que adoptara medidas para
garantizar la vida e integridad personal de 46 líderes y lideresas de las comunidades y rondas campesinas de
Cajamarca, entre ellas la familia Acuña-Chaupe (La
organización feminista DEMUS y la ambientalista GRUFIDES demandaron de
nuevo al Estado peruano ante el CIDH, en 2017, por el incumplimiento de las
medidas).
Rocío Silva
Santisteban es activista, feminista, consultora en derechos humanos y, entre
2011 y 2015, directora ejecutiva de la
Coordinadora Nacional de Derechos Humanos de Perú (CNDDHH). Ha acompañado a
víctimas de violaciones de los derechos humanos, como Máxima Acuña, a quien entrevistó para el libro
“Mujeres y conflictos territoriales” (2017), presentado en un acto
organizado por la ONG Entrepobles en el
centro cultural Ca Revolta de Valencia. En un artículo publicado en 2015 en
el periódico digital La Mula (“Mujer en política, muestrario de
ataques”), la investigadora recordaba, además de los insultos en las redes sociales (“perra”, “terrorista antiminera”, “roja radical”) cómo –dirigiendo
la Coordinadora- fue golpeada en las piernas durante una marcha; o cómo
periodistas justificaron que se le escupiera en la cara durante un plantón de
protesta en 2014.
“El líder no es quien maneja los libros, se pelea con el presidente o
está en la cabeza; el líder es quien ha iniciado desde abajo, el que aprende
junto con los demás y tiene que dar ejemplo; si el líder no sabe pelar una
papa, ordeñar una vaca o trabajar una chacra, para mí no es un líder”, afirma
la activista Yeni
Cojal Rojas en otra de las
entrevistas del libro. Dirigente de la Organización de Mujeres Defensoras de la
Pacha Mama Plataforma Celendín
(OMUDEFPC) y rondera del caserío de
Molinopampa (provincia de Celendín), Yeni Cojal ha afrontado procesos penales por
participar, junto a otros 15 líderes
comunitarios, en una protesta contra el proyecto Conga en 2012; una decena
de organizaciones de derechos humanos rechazaron en un comunicado, cuando se
celebró el juicio en 2017, la
petición de condena -por parte de la Fiscalía- de hasta 16 años de prisión
contra los activistas; en el caso de la
lideresa indígena, “fue informada de las acusaciones en su contra cuando ya
se había iniciado el proceso, negándole la oportunidad de defenderse”. Las
organizaciones recordaron que cinco personas murieron como consecuencia de la
represión -por la policía y el ejército- de
las movilizaciones contra la minera en julio de 2012.
El informe
presentado por la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos de Perú a la CIDH (2016)
señala que Yenii
Cojal Rojas ha hecho frente a otro
proceso penal, junto a 11 personas (cinco de ellas mujeres), que rechazaban la iniciativa hidroeléctrica Chadín II promovida por
la multinacional brasileña Odebrecht en la cuenca del río Marañón; el
Ministerio de Energía y Minas aprobó en 2014 el Estudio de Impacto Ambiental para la construcción de la represa, cuyo objetivo
es la generación de 600 megavatios de electricidad en este afluente del río
Amazonas. Las comunidades afectadas presentaron en mayo de 2018, con el apoyo de EarthRights y el Instituto de
Defensa Legal, una demanda judicial de amparo al considerar que el proyecto de
central hidroeléctrica Chadín II
–uno de los 20 planeados en la cuenca del río Marañón- “inundaría las tierras
aledañas y generaría el desplazamiento de al menos un millar de personas que
viven en los departamentos de Cajamarca
y Amazonas”, además de daños a los ecosistemas.
Rocío Silva
Santisteban subraya en el libro “Mujeres y conflictos ecoterritoriales” la lucha de Teresita
Antazú, procesada como dirigente de la Asociación Internacional de
Desarrollo de la Selva Peruana (AIDESEP) junto a 53 personas –la mayoría
indígenas- por el “baguazo” (enfrentamiento
entre policías y comunidades indígenas en la ciudad de Bagua, departamento de Amazonas, en junio de 2009, que se saldó con 33 muertos entre
policías y civiles; el “baguazo” se
produjo en el contexto de un conjunto de decretos legislativos que afectaban a
las comunidades indígenas, y la respuesta de éstas en forma de paros y bloqueo
de carreteras); ante la orden de captura, Teresita Antazú, líder del pueblo Yanesha, se negó
a huir a Nicaragua pese a lo que le
aconsejaban: “Me quedo acá porque tengo mi familia, mis hijos, tengo mi
organización, soy la presidenta y me han nombrado no para irme a otro país sino
para servirlos acá”.
La Campaña
“Defensoras no están solas” destaca en su página Web que 10 mujeres murieron
asesinadas en Perú en el contexto de conflictos sociales entre 2003 y noviembre
de 2017. Incluye un listado de casos –“Huellas
imborrables”-, entre los que está Lizeth Emperatriz Vásquez, quien en 2012 –con 17
años- se manifestaba contra la minera Yanacocha
en Cajamarca; pese a que los policías la arrastraron y golpearon en el
suelo, fue procesada por “resistencia a
la autoridad”, con una petición por parte de la fiscalía de nueve años de cárcel; el caso fue archivado a los
dos años. Otra “huella imborrable”
es la de la agricultora Cleofé Neyra Neyra,
secuestrada y torturada en 2005 durante la lucha contra la minera británica Monterrico Metals, que impulsaba el
proyecto cuprífero Río Blanco en la
región de Piura (actualmente las propietarias de las concesiones de Río Blanco
son tres firmas chinas: Zijin Mining
Group, Tongling Nonferrous Metals y Xiamen C&D Real Estate). Flor de María
Parana. Sus cuatro hijos padecieron “graves problemas en su salud”
tras los derrames de crudo en 2014 que afectaron, entre otros, a los pobladores de la comunidad de
Cuninico, en la región de Loreto, y cuya responsabilidad atribuyeron a la
empresa estatal Petróleos del Perú.
En junio de
2018, la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH), que agrupa a 184
organizaciones de 112 países,
se hizo eco de la “estigmatización”, la
“criminalización” y el “marco represivo” en el que actúan las personas
defensoras de los derechos humanos en
Perú. La federación señaló que entre 2011 y mediados de 2018 fueron
asesinadas 119 personas defensoras y en 2017 más de 800 estaban siendo objeto
de criminalización. El libro de José de
Echave C. “Diez años de minería en el Perú (2008-2017)” (CooperAcción,
2018) se hace eco del balance de los
conflictos sociales que realiza la Defensoría del Pueblo para el periodo 2006-octubre de 2016: un total de 270
personas muertas y 4.614 heridas.
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario