"EVELYNE HUBER: La democracia, comparada con la autocracia, comporta
una mayor dispersión del poder político, una tendencia hacia una menor
desigualdad política y hacia una situación en la que cada persona tiene un
voto, lo que hace que los resultados que produce sean inciertos. Las élites no van a renunciar voluntariamente a su poder político, sólo lo harán si son empujadas por aquellos que están excluidos de
éste. Por lo tanto, hemos de entender las constelaciones de poder si
queremos tener oportunidades para la implementación y la supervivencia de la
democracia. Las constelaciones de poder de las que hablamos son las relaciones de poder en la sociedad civil,
entre la sociedad civil y el Estado, en la economía internacional y en el
sistema de estados".
"El balance de fuerzas en el seno de la sociedad civil depende del poder
organizado de los grupos subalternos (por ejemplo,
las y los trabajadores). El poder en el sistema internacional, tanto en el
marco de la política internacional como de la economía internacional, moldea
las estructuras de clase y por tanto las alianzas de clase domésticas. De la
misma forma, moldea la forma en la que se ejercen las presiones del exterior. Tomemos el ejemplo de América Latina. La posición internacional de la economía
latinoamericana como exportadora de materias primas limita su grado de industrialización
y, por lo tanto, el tamaño y la fuerza de su clase trabajadora".
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Arequipa. Perú. 1950. Huelga General Indefinida - Revolución del Pueblo Mistiano - contra la dictadura de Odría y por la "reconquista de la Democracia"- Los Trabajadores Arequipeños, desde su Central Sindical, la FDTA - Federación Departamental de Trabajadores de Arequipa - dieron una lección democrático-sindical, en defensa de la Democracia y el fin de la dictadura militar. La dictadura "ganó" por entonces, hasta diciembre de 1955 donde los Trabajadores Arequipeños derrotaron a la dictadura en las calles y plazas públicas y se obligó a la Convocatoria a Elecciones Nacionales. En Perú, la clase trabajadora, desde 1950 hasta el final del siglo XX fue la columna vertebral en defensa de la Democracia.
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"SIN LOS TRABAJADORES NO TENDRÍAMOS
DEMOCRACIA".
Entrevista a Evelyne Huber, profesora de
ciencias políticas en la Universidad de Carolina del Norte.
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Shawan Gude.
Jacobinmag/Viento Sur.
Viernes 29 de marzo del 2019.
Los debates acerca del estado en que se encuentra la
democracia están al orden del día. No es difícil descubrir el por qué: Bolsonaro en Brasil, Trump en los EE UU.,
Erdogan en Turquía, Orbán en Hungría, todos apuntan hacia un resurgir del autoritarismo
y hacia un debilitamiento de las formas democráticas. Pero no podemos entender
el actual estrechamiento de la democracia sin entender cómo se gestaron por
primera vez las democracias de masas.
En Capitalist Development and Democracy, publicado por primera vez en 1992, tres académicos (Evelyne Huber, John Stephens, y Dietrich Rueschemeyer) realizaron
un amplio análisis del crecimiento de la democracia en el siglo XX en tres
regiones: Europa, América del Norte y
América Latina y el Caribe. Rompiendo con la historia convencional,
argumentaban que el capitalismo había sido crucial para el ascenso de la
democracia, pero no por su natural simbiosis con gobiernos de tipo popular,
sino porque rompía las estructuras de poder tradicionales y generaba una clase
obrera más grande y organizable. “El
capitalismo”, escriben, “crea presiones democráticas a pesar de los
capitalistas, pero no a través de ellos”.
Huber y sus compañeros prestaron especial atención a
cómo las formas en las que está distribuido el poder, tanto a nivel doméstico
como internacional, han abierto o clausurado luchas democráticas. Por ejemplo,
si un país se encontraba en la periferia del orden político global, los
movimientos internos de reforma podrían verse socavados por las acciones de poderosos
actores externos (como EE UU). Si un
país tenía una clase obrera pequeña debido a la falta de desarrollo,
termina teniendo como mucho limitadas formas de gobierno democráticas. En otras
palabras, aquellos países con
democracias débiles no han sufrido (ni sufren) ningún tipo de deficiencia
cultural, sino que determinadas constelaciones de poder han
reducido la habilidad de los grupos subalternos (como
trabajadores o minorías raciales) de presionar por su inclusión en los procesos
políticos.
El libro constituye una poderosa réplica a las
concepciones erradas sobre la historia y el significado de la democracia.
Además, contiene una revelación vital: “La
clase trabajadora”, escriben los tres
académicos, “ha sido la fuerza más consistente en pro de la democracia”.
Huber, que actualmente es una reputada profesora de ciencias políticas en la
Universidad de Carolina del Norte, charló recientemente con el editor
asociado de Jacobin Shawn
Gude sobre el libro y sobre lo que éste dice del pasado, presente y futuro de la democracia.
SHAWN GUDE: Se habla mucho de democracia,
pero esta palabra no significa lo mismo para todos. Tú y tus compañeros habéis
escrito en la introducción de Capitalist
Development and Democracy: “Nuestra
premisa más básica es que la democracia es sobre todo una cuestión de poder”.
¿Puedes explicar a qué te refieres con esto, y cómo influye esta consideración
en el enfoque con el que te aproximas al estudio de la democracia?
EVELYNE HUBER: La democracia, comparada con la autocracia, comporta
una mayor dispersión del poder político, una tendencia hacia una menor
desigualdad política y hacia una situación en la que cada persona tiene un
voto, lo que hace que los resultados que produce sean inciertos.
Las élites no van a renunciar voluntariamente a su poder político, sólo lo harán si son empujadas por aquellos que están excluidos de
éste. Por lo tanto, hemos de entender las constelaciones de poder si
queremos tener oportunidades para la implementación y la supervivencia de la
democracia. Las constelaciones de poder de las que hablamos son las relaciones de poder en la sociedad civil,
entre la sociedad civil y el Estado, en la economía internacional y en el
sistema de estados.
El balance de fuerzas en el seno de la sociedad civil depende del poder
organizado de los grupos subalternos (por ejemplo,
las y los trabajadores). El poder en el sistema internacional, tanto en el
marco de la política internacional como de la economía internacional, moldea
las estructuras de clase y por tanto las alianzas de clase domésticas. De la
misma forma, moldea la forma en la que se ejercen las presiones del exterior.
Tomemos el ejemplo de América Latina. La posición internacional de la economía
latinoamericana como exportadora de materias primas limita su grado de industrialización
y, por lo tanto, el tamaño y la fuerza de su clase trabajadora.
Además, la
influencia de EE UU a lo largo del Siglo XX ha operado sistemáticamente
contra la democracia en América Latina. Cualquier reforma socioeconómica
mínimamente seria era tachada de comunista, mientras que los
opositores de esos gobiernos reformistas eran apoyados por Estados Unidos.
Empezó con el golpe contra Jacobo Árbenz en Guatemala en 1954. Árbenz fue el segundo
presidente democrático que tuvo Guatemala y estaba llevando a cabo una reforma
agraria que molestó a la United Fruit
Company. Ésta acusaba a Árbenz en EE
UU de ser comunista, acusación que además carecía de toda base. Sin
embargo, la CIA organizó y financió una fuerza invasora dirigida por Castillo
Armas, que se convirtió en el primero de muchos dictadores.
Esta fue la primera de otras muchas: intervención en
la República Dominicana en 1965; golpe
en Chile en 1973; la Contra en Nicaragua en los 90. Durante de la Guerra Fría, EE UU intervino
sistemáticamente para socavar - o en el peor de los casos, derrocar – a
gobiernos reformistas y progresistas, incluso si estos habían sido elegidos
democráticamente.
Con estos dos "caballeros de la Política" jamás tendríamos Democracia Real. En realidad son un peligro hoy para la Democracia y la Paz de los Pueblos.
***
SG: Estos días, es habitual ver a los trabajadores y trabajadoras ser presentados como
una amenaza para la democracia, mientras que los sectores más ricos y educados
se presentan como los guardianes de las esencias democráticas. Pero este
discurso no encaja con los registros históricos. ¿Nos puedes introducir a esa
historia? ¿Qué grupos sociales han sido
los partidarios más entusiastas de la democracia?
EH: Los actores
clave para el progreso hacia las democracias en Europa y América del Norte
fueron los trabajadores y trabajadoras organizados y, dependiendo del país, lo
hicieron en alianza con el pequeño campesinado o sectores de las clases medias.
En América Latina el papel dirigente lo jugaron las clases medias, pero la
democracia completa sólo se consiguió allí donde había una fuerte presencia de
la clase trabajadora.
Durante la oleada más reciente, la tercera ola democratizadora en América Latina, el movimiento
obrero no jugó el papel dirigente al estar los sindicatos debilitados por la
represión y el ajuste estructural, hechos que condujeron a la
desindustrialización y a la reducción del sector público. Por una parte, hubo
elementos de autodestrucción de los regímenes autoritarios (por ejemplo, en Argentina), y por la otra existió la
presión de una serie de grupos, incluyendo a los movimientos sociales de los
pobres y las minorías, así como grupos de clases medias.
En Asia, Corea del Sur y Taiwan encajan
también en el modelo. Lo que pudimos ver aquí es que fueron el desarrollo
económico, la sindicación y las luchas sindicales (especialmente en Corea del
Sur) las que llevaron a la democratización. En Corea del Sur existe una
sociedad civil fuerte que es la que sostiene el sistema político democrático.
Si miramos al África subsahariana, el problema es
que hoy en día sigue habiendo un bajo nivel de desarrollo, y por tanto un grado
de desarrollo igualmente bajo de organización de la sociedad civil. El otro
problema es que en muchos países existen sociedades divididas étnicamente, y
movilizaciones y partidos basados en la etnicidad, lo que no resulta un factor
muy favorable para las políticas democráticas.
SG: Si bien los trabajadores estaban preparados para apoyar las luchas
democráticas, no estaban destinados per
se a hacerlo en masa. ¿Cuál fue el papel de los sindicatos, partidos y otras organizaciones
de las clases subalternas a
la hora de caminar hacia la democracia?
EH: Aquí la clave es la construcción social de
los intereses de clase. Sólo por compartir la misma posición en las
estructuras económicas y sociales no significa que la gente perciba intereses
comunes y que se vaya a organizar para defenderlos. Lo relevante históricamente
fueron los actores que movilizaron al grueso de las clases trabajadoras.
Allí donde estos actores fueron partidos socialdemócratas y sindicatos
conectados a estos partidos, ambos lucharon por la democracia. Es decir, la ideología de los líderes era importante. Allí donde estos
actores eran líderes sindicales anarquistas, éstos no se sumaron a esa lucha.
Donde hubo líderes populistas (como Perón), éstos no tenían por qué ser democráticos,
pero estaban interesados en labrarse unas bases poderosas para mejorar la
situación de los trabajadores y así mantener el poder, incluso bajo formas no
democráticas.
El Dr. Salvador Allende, Presidente de Chile. 1973, defendió junto a su Pueblo - los trabajadores - la Democracia y la Vía Socialista ante la intervención directa de la CIA - Central de Inteligencia Americana - y la Traición de las propias Fuerzas Armadas y la "huelga" de los Camioneros - pagada por la CIA - y el Imperio, debelada, ante el mundo, años más tarde.
***
SG: Tú y tus compañeros ligáis la llegada
de la democracia a la llegada del capitalismo. Pero, de nuevo, la concepción
más generalizada – que a menudo equipara el capitalismo de libre mercado con la
democracia misma – se equivoca si nos atenemos a criterios empíricos. ¿Cuál ha sido, históricamente, la conexión
entre democracia y capitalismo?
EH: La conexión
radicaba en que el capitalismo trajo
consigo industrialización y urbanización, hechos que tomados en su conjunto
facilitaron la organización de los grupos subalternos. La organización es una
fuente de poder; de hecho, es la fuente de poder para aquellos desprovistos de
poder económico.
Las poblaciones rurales, y en particular aquellas en posición de
dependencia con respecto a grandes terratenientes, son
claramente difíciles de organizar. La gente que trabaja junta en fábricas,
minas o ferrocarriles es más fácil de alcanzar y más receptiva a aquellos
mensajes que aumentan la conciencia de su posición socioeconómica y señalan
posibles caminos para que puedan mejorarla.
Así, otra consecuencia del capitalismo y de la industrialización fue la transformación de las
relaciones laborales rurales y el debilitamiento económico de los grandes
terratenientes, y por lo tanto también políticamente en el largo plazo. Los grandes terratenientes, dependientes
de la disponibilidad de una fuerza de trabajo barata a gran escala, han sido
históricamente enemigos de la democracia por razones obvias. La
industrialización creó alternativas para el trabajo rural en la forma de
migración hacia las ciudades.
La urbanización también facilitó la organización de las clases medias en
asociaciones profesionales y culturales. Como ya he
señalado anteriormente, lo relevante fue quién organizaba y movilizaba
políticamente.
Al mismo tiempo, el paso de la agricultura a la
industria, el comercio y las finanzas como nuevos centros de acumulación, creó
nuevos sectores de élite que luchaban por el poder político con los grandes
terratenientes. El desarrollo de competencias y alianzas entre las élites fue
diferente según el país. En muchos países, las viejas y las nuevas élites se
fusionaron. Sin embargo, la clave está en que la necesidad de dominación sobre
una fuerza de trabajo rural y barata para mantener la riqueza y el estatus fue
disminuyendo, con lo que uno de los obstáculos principales contra la democracia
redujo su importancia.
SG: Avancemos hasta el mundo actual. La derecha y la extrema derecha crecen a lo largo del
mundo, y la democracia en muchos sitios está en proceso de erosión. ¿Qué
explica este cambio profundo de las sociedades actuales?
EH: Por un lado,
la creciente división entre ganadores y perdedores de
la globalización y la transición a la economía del conocimiento; por otro lado,
el declive de las organizaciones que ejercen la solidaridad en el seno las
clases medias y trabajadoras. Esto hace a los perdedores susceptibles
a las consignas de la extrema derecha populista.
Los sindicatos, especialmente los ligados a partidos
socialdemócratas, fueron históricamente los principales promotores y sostenes
de la democracia. La desindustrialización supuso un descenso de la afiliación
sindical y por lo tanto de su fuerza en todas las sociedades postindustriales y
en América Latina. Esto se producía justo en un momento de apertura de sus
economías.
En ese sentido, los sindicatos no son capaces de
funcionar como portadores efectivos de discursos solidarios para el grueso de
la clase trabajadora. En su lugar, los trabajadores sin cualificar en mercados
precarios, en el marco de economías del conocimiento, son susceptibles de ser
movilizados por líderes de la extrema derecha populista mediante la creación de
un sentimiento de identidad y de (falsa) solidaridad, a través de consignas del
tipo nosotros contra ellos, a la vez que prometen la vuelta a un
pasado supuestamente mejor.
SG: Hay muchos países, particularmente en
el mundo desarrollado, que cuentan todavía con formas débiles de democracia, y
a la vez hay retrocesos autoritarios. Sin embargo, de alguna forma la clase
trabajadora es más grande de lo que ha sido nunca. ¿Cuánta esperanza deberíamos tener en el futuro de la democracia?
EH: La clase trabajadora está más atomizada y
diferenciada en las sociedades postindustriales. Incluso en las sociedades
desarrolladas, la economía informal ha crecido y creado grandes grupos que son
muy difíciles de organizar. En todas partes, los sindicatos han caído en
afiliación y el porcentaje de la fuerza laboral sindicada también ha caído. Los
partidos tradicionales de la clase obrera han perdido porcentajes de voto en
las sociedades postindustriales.
Puede que otros movimientos compensen en cierta medida
el declive de los sindicatos. Por lo tanto, la tarea estriba en fortalecer las organizaciones de
la sociedad civil y los partidos políticos que estén comprometidos con la
democracia y la igualdad, para poder así asegurar que el futuro de la
democracia siga luciendo brillante.
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