CHINA Y SU LUGAR
EN EL MUNDO. “En las últimas semanas, y especialmente en el Mobile World
Congress de Barcelona, Huawei ha iniciado una campaña mediática para
desmontar el ataque del que está siendo objeto. La multinacional quiere romper con la imagen que los medios
occidentales dan de opacidad y misterio, al tiempo que mostrar su potencia.
Una potencia que
es un síntoma del éxito de los planes estratégicos del Partido Comunista Chino
y de sus potenciales riesgos. Ricardo Molero, profesor de
Estructura Económica Mundial y experto en la economía china, recuerda que las ventajas
competitivas que China ha adquirido en los últimos años se deben a una apuesta
de la dirección del Partido Comunista Chino —a través del presidente de la
república popular, Hu Jintao, y su primer ministro, Wen Jibao (2003-2013)— por ganar posiciones en la
cadena de valor global a través del desarrollo científico”.
“Querían que China dejara de ser una economía de bajos
costes para que se convirtiese en una potencia tecnológica a nivel mundial. Eso es un proceso largo,
pero están avanzando muy rápido, y eso para EE UU supone una amenaza”, subraya
Molero. “China ha sido
inteligente”, explica Carretero, “al convertirse en el taller del mundo, pero
no hacerlo gratis. Al haber un gran
componente de dirección estatal de la economía, una de las cosas que ha puesto
encima de la mesa es la transferencia tecnológica de las empresas que iban a
trabajar al país, junto a un proceso de formación muy fuerte y una inversión
productiva por parte del Estado encaminada a desarrollar esos espacios”.
“No
obstante, la exportación de productos de mayor valor añadido acrecienta las
contradicciones de un país que vive una serie de conflictos distributivos y la tensión generada
por la creciente desigualdad entre la clase exportadora —dirigentes
de empresas con cada vez mayor grado de autonomía— y la mayoría social, compuesta por clases proletarias y campesinas.
Molero apunta que la estrategia de subir escalones en la cadena de valor y
producir cada vez productos de mayor contenido tecnológico ha sido una manera
de dar respuesta a los conflictos distributivos del país: “Mucha gente se sorprende de que, con las condiciones
de explotación tan intensas que hay en la fábrica china, los trabajadores
no se rebelen. Eso en parte se explica por el sistema de represión establecido,
pero también porque esos trabajadores
han visto que sus salarios crecían un 5% anual durante los años del periodo
anterior a la crisis”.
“LA CAÍDA DE LAS
EXPORTACIONES a la Unión Europea y Estados Unidos supuso un ralentizamiento del
progreso de la economía china, la política de transferencia tecnológica —uno de los condicionantes que Estados
Unidos quiere que el Gobierno chino retire de sus condiciones de
producción— ha sido un factor determinante para un desarrollo tecnológico que
favorece el auge del nuevo empresariado chino. “Si Estados Unidos es capaz
de paralizar ese desarrollo, es probable que genere mayor tensión interna, por la incapacidad
de ligar una redistribución real de las rentas hacia los hogares de ingresos
medios y bajos sin tocar los intereses de esa burguesía exportadora”, concluye
Molero.
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5G: LA BATALLA POR LA HEGEMONÍA MUNDIAL QUE
LIBRAN ESTADOS UNIDOS Y CHINA.
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Pablo Elorduy.
El Salto.
Domingo 17 de marzo del 2019.
La hegemonía en el desarrollo
tecnológico es el campo de batalla de la hegemonía en el capitalismo futuro.
Estados Unidos está intentando limitar el auge de China a través de un ataque a
Huawei, una empresa que representa el salto adelante planificado por el
gobierno de Pekín.
La Administración de Donald Trump ha golpeado primero, pero la ofensiva contra el primer
gigante tecnológico chino no ha quedado sin respuesta. El pasado jueves, 7 de
marzo, Huawei anunció una demanda en
un tribunal de Texas contra la Administración estadounidense. La multinacional
-la segunda que más dispositivos móviles vendió el pasado año, solo detrás de
la coreana Samsung- se rebela contra la decisión de veto que el Gobierno de Trump ha establecido a Huawei, un veto que Estados Unidos ha
conseguido extender a otros países como Australia, y que afecta a las compras
públicas de móviles, pero especialmente a otros servicios relacionados con las
infraestructuras de conectividad.
La detención el pasado mes de diciembre en Canadá de Meng Wanzhou, vicepresidenta de Huawei,
como consecuencia de una orden emitida por el FBI, reveló hasta dónde estaba
dispuesto a llegar Estados Unidos para revertir -o tratar de retrasar- el
cambio de equilibrio global que lentamente está produciendo la transformación
económica china. Detenida por un supuesto caso de ruptura de las sanciones
comerciales a Irán y Corea del Norte,
Meng Wanzhou es un espejo para la clase exportadora china y ahora una
especie de rehén de una guerra comercial que comenzó en septiembre de 2018 con
la imposición por parte de Trump de
nuevos aranceles a más de 5.000 productos chinos.
Además de dar munición al presidente estadounidense en
su carrera hacia la reelección en los Estados productores de la unión, la
guerra ha generado un problema a su país después de las previsibles represalias
por parte del Gobierno de Xi
Jinping, en forma de aranceles a la soja. Pero los aranceles de otoño de 2018 son apenas un
preliminar de la carrera hacia la confrontación que viene: el desarrollo de la
tecnología 5G -de quinta generación-, en la que las compañías chinas, Huawei y ZTE parten con ventaja
respecto a sus competidoras, la surcoreana Samsung y la finlandesa Nokia.
5G, la revolución industrial que viene.
Al principio, la entrada del 5G, prevista de modo
masivo para 2020, no se notará excesivamente en el día a día. Los móviles
conectarán más rápido entre unos y otros y disminuirá la latencia -la velocidad
de respuesta ante, por ejemplo, la carga de una página o la bajada de un
vídeo-. Pero el 5G es un factor clave para la entrada definitiva de la
inteligencia artificial en la economía global.
“No es tanto una diferencia cuantitativa, si no que abre un marco de
posibilidades tremendo”, señala José
Luis Carretero, secretario general del sindicato Solidaridad Obrera y autor
de este análisis después de la detención de Wanzhou. Al reducir al mínimo el tiempo de conexión, supondrá un
avance definitivo para la automatización de almacenes -tipo Amazon- y fábricas, en el manejo de componentes y partes, así
como para la expansión definitiva de las plataformas de servicios modelo Uber o Globo. El 5G es también
la tecnología que permitirá la conectividad de los coches autotripulados y el crecimiento geométrico del número de
terminales que estarán conectados entre sí.
Carretero recuerda que el problema fundamental de la
implantación de esta tecnología es que se tiene que hacer sobre la base de la
infraestructura de redes 4G. Es en ese campo -y no en la producción de aparatos
celulares- donde Huawei y ZTE parten con
la ventaja competitiva que ha causado pánico en los centros de poder
estadounidenses. El conflicto, apunta este sindicalista, trasciende la batalla
comercial y “está relacionado con la pugna por el poder global en el marco de
un mundo cada vez más multipolar, en el que China -que ya es la segunda
economía del planeta- va a pasar o se prevé que pase en breve plazo a ser la
primera”.
El
poder en el control de las ciudades.
Pero no se trata del único desplazamiento que está
aconteciendo en torno a la conocida como “cuarta
revolución industrial”. Las metrópolis hoy son el motor de la economía,
también una pieza codiciada como vía de extracción de beneficios para el
capitalismo neoliberal. Centros de poder y extracción de beneficios que se
sitúan por encima del conjunto de los Estados, al menos desde la perspectiva
estratégica de las compañías incluidas en el cambio tecnológico.
“En las grandes metrópolis vive la mayor parte de la población mundial,
son nudos estratégicos del comercio global, en el que están interconectados”,
dice José Luis Carretero, “en el entorno del mercado de la tecnología puede
suceder que se produzca una fuerte inversión pública fundamentalmente en las
grandes ciudades”.
La smart city, la ciudad híper e interconectada, requiere una intervención a través de la tecnología en espacios
urbanos, infraestructuras materiales —vías, calles, semáforos— y las
interconexiones de sistemas de transporte o sanitarios, una intervención sobre
la que la industria financiera y la tecnológica intervienen en la reformulación
de las ciudades en clave tecnológica. El
5G es el requisito indispensable para la puesta en marcha de servicios
automatizados en limpieza, transporte o emergencias.
Otro de los nichos de negocio fundamentales es el de
la seguridad: cámaras y drones de video-vigilancia, sistemas de reconocimiento
facial y biométrico, además de la posible intervención de los terminales a
efectos de espionaje. Sobre ese punto ha basado
Trump su ataque a Huawei —y su decisión de vetar las compras públicas de
sus servicios—. Aunque la empresa se defiende de las acusaciones de estar en
manos del Gobierno chino a efectos de vigilancia, recordando que el Gobierno
estadounidense utilizó el programa PRISM para la recogida masiva de
comunicaciones con datos procedentes de nueve grandes compañías estadounidenses
—entre ellas Google, Apple, Facebook y
Microsoft—. Hasta ahora, la intervención sobre los derechos de privacidad más
masiva de la historia.
China y su lugar en el mundo.
En las últimas semanas, y especialmente en el Mobile World Congress de Barcelona, Huawei
ha iniciado una campaña mediática para desmontar el ataque del que está siendo
objeto. La multinacional quiere romper con la imagen que los medios
occidentales dan de opacidad y misterio, al tiempo que mostrar su potencia. Una potencia que es un síntoma del éxito de
los planes estratégicos del Partido Comunista Chino y de sus potenciales
riesgos.
Ricardo Molero, profesor de Estructura Económica Mundial y experto en la
economía china, recuerda que las ventajas competitivas que China ha
adquirido en los últimos años se deben a una apuesta de la dirección del
Partido Comunista Chino —a través del presidente de la república popular, Hu Jintao, y su primer ministro, Wen Jibao
(2003-2013)— por ganar posiciones en la cadena de valor global a través del
desarrollo científico.
“Querían que China dejara de ser una economía de bajos costes para que
se convirtiese en una potencia tecnológica a nivel mundial. Eso es un proceso
largo, pero están avanzando muy rápido, y eso para EE UU supone una amenaza”,
subraya Molero.
“China ha sido inteligente”, explica Carretero, “al convertirse en el
taller del mundo, pero no hacerlo gratis. Al haber un gran componente de dirección
estatal de la economía, una de las cosas que ha puesto encima de la mesa es la
transferencia tecnológica de las empresas que iban a trabajar al país, junto a
un proceso de formación muy fuerte y una inversión productiva por parte del
Estado encaminada a desarrollar esos espacios”.
No obstante, la exportación de productos de mayor
valor añadido acrecienta las contradicciones de un país que vive una serie de
conflictos distributivos y la tensión generada por la creciente desigualdad
entre la clase exportadora —dirigentes de empresas con cada vez mayor grado de
autonomía— y la mayoría social, compuesta por clases proletarias y campesinas.
Molero apunta que la estrategia de subir escalones en la cadena de valor y
producir cada vez productos de mayor contenido tecnológico ha sido una manera
de dar respuesta a los conflictos distributivos del país:
“Mucha gente se sorprende de que, con las condiciones de explotación tan
intensas que hay en la fábrica china, los trabajadores no se rebelen. Eso en
parte se explica por el sistema de represión establecido, pero también porque
esos trabajadores han visto que sus salarios crecían un 5% anual durante los
años del periodo anterior a la crisis”.
La caída de las exportaciones a la Unión Europea y Estados Unidos supuso
un ralentizamiento del progreso de la economía china, la política de transferencia tecnológica —uno de los condicionantes que
Estados Unidos quiere que el Gobierno chino retire de sus condiciones de
producción— ha sido un factor determinante para un desarrollo tecnológico que
favorece el auge del nuevo empresariado chino.
“Si Estados Unidos es capaz de paralizar ese desarrollo, es probable que
genere mayor tensión interna, por la incapacidad de ligar una redistribución
real de las rentas hacia los hogares de ingresos medios y bajos sin tocar los
intereses de esa burguesía exportadora”, concluye Molero.
Suficiente
para sostener al capitalismo
La última pregunta es saber si el 5G y el desarrollo tecnológico —la cuarta revolución industrial— se
bastarán para provocar una nueva superación del capitalismo por el capitalismo
que disipe las expectativas de una crisis terminal. Mientras la administración
Trump aprieta al Gobierno chino —desde la conciencia de que provocar una crisis
en el país asiático es una amenaza también para su propio mercado de deuda—, el Gobierno de Xi Jinping opta por
medidas expansivas, como el incremento del déficit público, y lidia con el
sucesivo estallido de burbujas (inmobiliaria, bursátil y actualmente de deuda
de las regiones). Pero la incógnita sigue siendo si el mercado abierto por
internet es capaz de generar un proceso de acumulación equivalente al de la
etapa de expansión del capitalismo de los años centrales del siglo XX.
“En los años 70, con las políticas neoliberales, se intentaba responder
al cuello de botella que ese proceso anterior había generado”, señala José Luis
Carretero, “el problema fundamental es que esa respuesta se ha sostenido en
base a la deuda, fundamentalmente, porque la demanda agregada ha disminuido
ante el hecho del aumento de la desigualdad”. De este modo, se pregunta este
sindicalista, “¿podrá, en un momento dado, el mundo de la informática
constituir una base sustancial suficiente para que se abra de nuevo un mercado
suficiente que pueda alimentar un nuevo proceso de crecimiento, de
acumulación?”.
Para Carretero, la desigualdad sigue siendo la clave: si la sociedad no se transforma al mismo ritmo que la tecnología, si no
se genera la demanda agregada que definió los años desde el final de la II Guerra Mundial hasta el comienzo del
neoliberalismo, el crecimiento seguirá sostenido por pies de barro.
Para Molero, el crecimiento artificial generado desde el crash de
2008, a través de las inyecciones de liquidez, vía disminución de tipos de interés y políticas de flexibilización no ha sido suficiente para disipar
la percepción de que los desequilibrios pueden conducir a una nueva crisis.
“Lo que sabemos es que, en toda la historia de las irrupciones
tecnológicas, los periodos de incrementos sostenidos y altos de productividad
cada vez duran menos”.
De este modo, sentencia, “cada nueva revolución industrial que se
anuncia más pomposa y publicitariamente le da menos margen positivo al
capitalismo para que se siga desarrollando sin contradicciones”.
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