domingo, 17 de marzo de 2019

5G: LA BATALLA POR LA HEGEMONÍA MUNDIAL QUE LIBRAN ESTADOS UNIDOS Y CHINA.

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CHINA Y SU LUGAR EN EL MUNDO.En las últimas semanas, y especialmente en el Mobile World Congress de Barcelona, Huawei ha iniciado una campaña mediática para desmontar el ataque del que está siendo objeto. La multinacional quiere romper con la imagen que los medios occidentales dan de opacidad y misterio, al tiempo que mostrar su potencia. Una potencia que es un síntoma del éxito de los planes estratégicos del Partido Comunista Chino y de sus potenciales riesgos. Ricardo Molero, profesor de Estructura Económica Mundial y experto en la economía china, recuerda que las ventajas competitivas que China ha adquirido en los últimos años se deben a una apuesta de la dirección del Partido Comunista Chino —a través del presidente de la república popular, Hu Jintao, y su primer ministro, Wen Jibao (2003-2013)— por ganar posiciones en la cadena de valor global a través del desarrollo científico”.

“Querían que China dejara de ser una economía de bajos costes para que se convirtiese en una potencia tecnológica a nivel mundial. Eso es un proceso largo, pero están avanzando muy rápido, y eso para EE UU supone una amenaza”, subraya Molero. “China ha sido inteligente”, explica Carretero, “al convertirse en el taller del mundo, pero no hacerlo gratis. Al haber un gran componente de dirección estatal de la economía, una de las cosas que ha puesto encima de la mesa es la transferencia tecnológica de las empresas que iban a trabajar al país, junto a un proceso de formación muy fuerte y una inversión productiva por parte del Estado encaminada a desarrollar esos espacios”.
 

“No obstante, la exportación de productos de mayor valor añadido acrecienta las contradicciones de un país que vive una serie de conflictos distributivos y la tensión generada por la creciente desigualdad entre la clase exportadora —dirigentes de empresas con cada vez mayor grado de autonomía— y la mayoría social, compuesta por clases proletarias y campesinas. Molero apunta que la estrategia de subir escalones en la cadena de valor y producir cada vez productos de mayor contenido tecnológico ha sido una manera de dar respuesta a los conflictos distributivos del país:  “Mucha gente se sorprende de que, con las condiciones de explotación tan intensas que hay en la fábrica china, los trabajadores no se rebelen. Eso en parte se explica por el sistema de represión establecido, pero también porque esos trabajadores han visto que sus salarios crecían un 5% anual durante los años del periodo anterior a la crisis”.

“LA CAÍDA DE LAS EXPORTACIONES a la Unión Europea y Estados Unidos supuso un ralentizamiento del progreso de la economía china, la política de transferencia tecnológica —uno de los condicionantes que Estados Unidos quiere que el Gobierno chino retire de sus condiciones de producción— ha sido un factor determinante para un desarrollo tecnológico que favorece el auge del nuevo empresariado chino. “Si Estados Unidos es capaz de paralizar ese desarrollo, es probable que genere mayor tensión interna, por la incapacidad de ligar una redistribución real de las rentas hacia los hogares de ingresos medios y bajos sin tocar los intereses de esa burguesía exportadora”, concluye Molero.

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5G: LA BATALLA POR LA HEGEMONÍA MUNDIAL QUE LIBRAN ESTADOS UNIDOS Y CHINA.

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Pablo Elorduy.

El Salto.

Domingo 17 de marzo del 2019.

La hegemonía en el desarrollo tecnológico es el campo de batalla de la hegemonía en el capitalismo futuro. Estados Unidos está intentando limitar el auge de China a través de un ataque a Huawei, una empresa que representa el salto adelante planificado por el gobierno de Pekín.

La Administración de Donald Trump ha golpeado primero, pero la ofensiva contra el primer gigante tecnológico chino no ha quedado sin respuesta. El pasado jueves, 7 de marzo, Huawei anunció una demanda en un tribunal de Texas contra la Administración estadounidense. La multinacional -la segunda que más dispositivos móviles vendió el pasado año, solo detrás de la coreana Samsung- se rebela contra la decisión de veto que el Gobierno de Trump ha establecido a Huawei, un veto que Estados Unidos ha conseguido extender a otros países como Australia, y que afecta a las compras públicas de móviles, pero especialmente a otros servicios relacionados con las infraestructuras de conectividad.

La detención el pasado mes de diciembre en Canadá de Meng Wanzhou, vicepresidenta de Huawei, como consecuencia de una orden emitida por el FBI, reveló hasta dónde estaba dispuesto a llegar Estados Unidos para revertir -o tratar de retrasar- el cambio de equilibrio global que lentamente está produciendo la transformación económica china. Detenida por un supuesto caso de ruptura de las sanciones comerciales a Irán y Corea del Norte, Meng Wanzhou es un espejo para la clase exportadora china y ahora una especie de rehén de una guerra comercial que comenzó en septiembre de 2018 con la imposición por parte de Trump de nuevos aranceles a más de 5.000 productos chinos.

Además de dar munición al presidente estadounidense en su carrera hacia la reelección en los Estados productores de la unión, la guerra ha generado un problema a su país después de las previsibles represalias por parte del Gobierno de Xi Jinping, en forma de aranceles a la soja. Pero los aranceles de otoño de 2018 son apenas un preliminar de la carrera hacia la confrontación que viene: el desarrollo de la tecnología 5G -de quinta generación-, en la que las compañías chinas, Huawei y ZTE parten con ventaja respecto a sus competidoras, la surcoreana Samsung y la finlandesa Nokia.



5G, la revolución industrial que viene.

Al principio, la entrada del 5G, prevista de modo masivo para 2020, no se notará excesivamente en el día a día. Los móviles conectarán más rápido entre unos y otros y disminuirá la latencia -la velocidad de respuesta ante, por ejemplo, la carga de una página o la bajada de un vídeo-. Pero el 5G es un factor clave para la entrada definitiva de la inteligencia artificial en la economía global.

“No es tanto una diferencia cuantitativa, si no que abre un marco de posibilidades tremendo”, señala José Luis Carretero, secretario general del sindicato Solidaridad Obrera y autor de este análisis después de la detención de Wanzhou. Al reducir al mínimo el tiempo de conexión, supondrá un avance definitivo para la automatización de almacenes -tipo Amazon- y fábricas, en el manejo de componentes y partes, así como para la expansión definitiva de las plataformas de servicios modelo Uber o Globo. El 5G es también la tecnología que permitirá la conectividad de los coches autotripulados y el crecimiento geométrico del número de terminales que estarán conectados entre sí.

Carretero recuerda que el problema fundamental de la implantación de esta tecnología es que se tiene que hacer sobre la base de la infraestructura de redes 4G. Es en ese campo -y no en la producción de aparatos celulares- donde Huawei y ZTE parten con la ventaja competitiva que ha causado pánico en los centros de poder estadounidenses. El conflicto, apunta este sindicalista, trasciende la batalla comercial y “está relacionado con la pugna por el poder global en el marco de un mundo cada vez más multipolar, en el que China -que ya es la segunda economía del planeta- va a pasar o se prevé que pase en breve plazo a ser la primera”.

El poder en el control de las ciudades.

Pero no se trata del único desplazamiento que está aconteciendo en torno a la conocida como “cuarta revolución industrial”. Las metrópolis hoy son el motor de la economía, también una pieza codiciada como vía de extracción de beneficios para el capitalismo neoliberal. Centros de poder y extracción de beneficios que se sitúan por encima del conjunto de los Estados, al menos desde la perspectiva estratégica de las compañías incluidas en el cambio tecnológico.

“En las grandes metrópolis vive la mayor parte de la población mundial, son nudos estratégicos del comercio global, en el que están interconectados”, dice José Luis Carretero, “en el entorno del mercado de la tecnología puede suceder que se produzca una fuerte inversión pública fundamentalmente en las grandes ciudades”.

La smart city, la ciudad híper e interconectada, requiere una intervención a través de la tecnología en espacios urbanos, infraestructuras materiales —vías, calles, semáforos— y las interconexiones de sistemas de transporte o sanitarios, una intervención sobre la que la industria financiera y la tecnológica intervienen en la reformulación de las ciudades en clave tecnológica. El 5G es el requisito indispensable para la puesta en marcha de servicios automatizados en limpieza, transporte o emergencias.

Otro de los nichos de negocio fundamentales es el de la seguridad: cámaras y drones de video-vigilancia, sistemas de reconocimiento facial y biométrico, además de la posible intervención de los terminales a efectos de espionaje. Sobre ese punto ha basado Trump su ataque a Huawei —y su decisión de vetar las compras públicas de sus servicios—. Aunque la empresa se defiende de las acusaciones de estar en manos del Gobierno chino a efectos de vigilancia, recordando que el Gobierno estadounidense utilizó el programa PRISM para la recogida masiva de comunicaciones con datos procedentes de nueve grandes compañías estadounidenses —entre ellas Google, Apple, Facebook y Microsoft—. Hasta ahora, la intervención sobre los derechos de privacidad más masiva de la historia.

China y su lugar en el mundo.

En las últimas semanas, y especialmente en el Mobile World Congress de Barcelona, Huawei ha iniciado una campaña mediática para desmontar el ataque del que está siendo objeto. La multinacional quiere romper con la imagen que los medios occidentales dan de opacidad y misterio, al tiempo que mostrar su potencia. Una potencia que es un síntoma del éxito de los planes estratégicos del Partido Comunista Chino y de sus potenciales riesgos.

Ricardo Molero, profesor de Estructura Económica Mundial y experto en la economía china, recuerda que las ventajas competitivas que China ha adquirido en los últimos años se deben a una apuesta de la dirección del Partido Comunista Chino —a través del presidente de la república popular, Hu Jintao, y su primer ministro, Wen Jibao (2003-2013)— por ganar posiciones en la cadena de valor global a través del desarrollo científico.

“Querían que China dejara de ser una economía de bajos costes para que se convirtiese en una potencia tecnológica a nivel mundial. Eso es un proceso largo, pero están avanzando muy rápido, y eso para EE UU supone una amenaza”, subraya Molero.

“China ha sido inteligente”, explica Carretero, “al convertirse en el taller del mundo, pero no hacerlo gratis. Al haber un gran componente de dirección estatal de la economía, una de las cosas que ha puesto encima de la mesa es la transferencia tecnológica de las empresas que iban a trabajar al país, junto a un proceso de formación muy fuerte y una inversión productiva por parte del Estado encaminada a desarrollar esos espacios”.

No obstante, la exportación de productos de mayor valor añadido acrecienta las contradicciones de un país que vive una serie de conflictos distributivos y la tensión generada por la creciente desigualdad entre la clase exportadora —dirigentes de empresas con cada vez mayor grado de autonomía— y la mayoría social, compuesta por clases proletarias y campesinas. Molero apunta que la estrategia de subir escalones en la cadena de valor y producir cada vez productos de mayor contenido tecnológico ha sido una manera de dar respuesta a los conflictos distributivos del país:

“Mucha gente se sorprende de que, con las condiciones de explotación tan intensas que hay en la fábrica china, los trabajadores no se rebelen. Eso en parte se explica por el sistema de represión establecido, pero también porque esos trabajadores han visto que sus salarios crecían un 5% anual durante los años del periodo anterior a la crisis”.

La caída de las exportaciones a la Unión Europea y Estados Unidos supuso un ralentizamiento del progreso de la economía china, la política de transferencia tecnológica —uno de los condicionantes que Estados Unidos quiere que el Gobierno chino retire de sus condiciones de producción— ha sido un factor determinante para un desarrollo tecnológico que favorece el auge del nuevo empresariado chino.

“Si Estados Unidos es capaz de paralizar ese desarrollo, es probable que genere mayor tensión interna, por la incapacidad de ligar una redistribución real de las rentas hacia los hogares de ingresos medios y bajos sin tocar los intereses de esa burguesía exportadora”, concluye Molero.


 

Suficiente para sostener al capitalismo

La última pregunta es saber si el 5G y el desarrollo tecnológico —la cuarta revolución industrial— se bastarán para provocar una nueva superación del capitalismo por el capitalismo que disipe las expectativas de una crisis terminal. Mientras la administración Trump aprieta al Gobierno chino —desde la conciencia de que provocar una crisis en el país asiático es una amenaza también para su propio mercado de deuda—, el Gobierno de Xi Jinping opta por medidas expansivas, como el incremento del déficit público, y lidia con el sucesivo estallido de burbujas (inmobiliaria, bursátil y actualmente de deuda de las regiones). Pero la incógnita sigue siendo si el mercado abierto por internet es capaz de generar un proceso de acumulación equivalente al de la etapa de expansión del capitalismo de los años centrales del siglo XX.

“En los años 70, con las políticas neoliberales, se intentaba responder al cuello de botella que ese proceso anterior había generado”, señala José Luis Carretero, “el problema fundamental es que esa respuesta se ha sostenido en base a la deuda, fundamentalmente, porque la demanda agregada ha disminuido ante el hecho del aumento de la desigualdad”. De este modo, se pregunta este sindicalista, “¿podrá, en un momento dado, el mundo de la informática constituir una base sustancial suficiente para que se abra de nuevo un mercado suficiente que pueda alimentar un nuevo proceso de crecimiento, de acumulación?”.

Para Carretero, la desigualdad sigue siendo la clave: si la sociedad no se transforma al mismo ritmo que la tecnología, si no se genera la demanda agregada que definió los años desde el final de la II Guerra Mundial hasta el comienzo del neoliberalismo, el crecimiento seguirá sostenido por pies de barro.
Para Molero, el crecimiento artificial generado desde el crash de 2008, a través de las inyecciones de liquidez, vía disminución de tipos de interés y políticas de flexibilización no ha sido suficiente para disipar la percepción de que los desequilibrios pueden conducir a una nueva crisis.

“Lo que sabemos es que, en toda la historia de las irrupciones tecnológicas, los periodos de incrementos sostenidos y altos de productividad cada vez duran menos”.

De este modo, sentencia, “cada nueva revolución industrial que se anuncia más pomposa y publicitariamente le da menos margen positivo al capitalismo para que se siga desarrollando sin contradicciones”.

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