DÍA INTERNACIONAL DE LA
MADRE TIERRA, 22 DE ABRIL.
La Tierra que habitamos.
“Madre
Tierra” es una expresión común utilizada para
referirse al planeta Tierra en diversos países y regiones, lo que demuestra
la interdependencia existente entre los seres humanos, las demás especies vivas
y el planeta que todos habitamos. La
Tierra y sus ecosistemas son nuestro hogar. Para alcanzar un justo equilibrio entre las
necesidades económicas, sociales y ambientales de las generaciones presentes y
futuras, es necesario promover la armonía con la naturaleza y el planeta.
Celebramos
el Día Internacional de la Madre Tierra para recordar que el planeta y sus ecosistemas nos dan
la vida y el sustento. Con este día, asumimos, además, la responsabilidad
colectiva, como nos recordaba la Declaración
de Río de 1992, de fomentar esta armonía con la naturaleza y la Madre Tierra. Este
día nos brinda también la oportunidad de concienciar a todos los habitantes del
planeta acerca de
los problemas que afectan a la Tierra y a las diferentes formas de vida que en
él se desarrollan.
La Madre Tierra: educación y cambio
climático
El cambio climático es una de
las mayores amenazas para el desarrollo sostenible en todo el mundo y es
consecuencia de las acciones insostenibles de la humanidad, que tienen
implicaciones directas en la vida de las generaciones futuras. La Convención Marco de las Naciones Unidas
sobre el Cambio Climático (CMNUCC )
y el Acuerdo de París fomentan
la cooperación internacional entre las partes sobre educación, formación,
conciencianción pública, participación pública y acceso público a la
información sobre el cambio climático. Con motivo del décimo aniversario
del Día de la
Madre Tierra, este año se celebra el
noveno Diálogo sobre armonía con la naturaleza de la Asamblea
General, el día 22 de abril en la Sede de la ONU de Nueva York, en el Salón del Consejo
de Administración Fiduciaria.
El Diálogo
Interactivo gira en torno al tema “La Madre tierra en la aplicación de la
educación sobre el cambio climático”. Va a servir para discutir las
contribuciones de Armonía con la Naturaleza en
garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad para tomar medidas
urgentes para combatir el cambio climático y sus impactos, e inspirar a los
ciudadanos y las sociedades a reconsiderar cómo interactúan con el mundo
natural en el contexto del desarrollo
sostenible, la erradicación de la pobreza y la justicia climática, para
garantizar que las personas en todo el mundo tengan la información y el
conocimiento necesarios para alcanzar el desarrollo sostenible y los estilos de
vida en armonía con la naturaleza.
La Cumbre sobre el clima
El
23 de septiembre de 2019
se celebrará la Cumbre del Clima,
organizada por el Secretario General
António Guterres, para hacer frente al cambio climático y acelerar la implementación del
Acuerdo de París sobre el Cambio Climático. Fuente: ONU.
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DÍA DE LA TIERRA. EL CAPITALISMO
GLOBALIZADO, LA PRINCIPAL CAUSA DEL CALENTAMIENTO GLOBAL.
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Paul Walder.
ALAI. América Latina en Movimiento.
Martes 23 de abril del 2019.
Este
lunes 22 de abril se celebró el Día de la Tierra. El homenaje, instaurado desde
1970,
adquiere cada día más fuerza, no por su ritual ni los festejos, sino por la
urgencia, ya evidente, de frenar el
proceso de calentamiento global y sus efectos sobre el planeta. Con toda la
comunidad científica de acuerdo
sobre las causas de este fenómeno y
con una clase dirigente global ya lo
suficientemente informada sobre el proceso y sus catastróficos eventos, la
temperatura media de la Tierra continúa en ascenso con el riesgo inminente que el cambio climático ya sea
irreversible.
Los
cambios que ha provocado en el planeta la quema de combustibles fósiles desde
la Revolución Industrial, en sus inicios carbón y actualmente petróleo, apuntan a esta actividad como
la principal
causa del drama que hoy vivimos. Hay una relación directa entre
nuestro modo de vida y sus efectos en el medio ambiente, una
relación que arriesga nuestra futura presencia, tal como la hemos vivido desde
el neolítico, en el planeta.
El punto más crítico en el
calentamiento global es la emisión de dióxido de carbono
(CO2) aunque la
explotación indiscriminada de recursos naturales contribuye a otros fenómenos
críticos que afectan los ecosistemas,
las especies animales y vegetales y, por cierto, a los humanos. Las mediciones y registros
que se realizan sobre la concentración de CO2
muestran un incremento sostenido desde la industrialización,
que aumenta de manera progresiva junto a las tasas de crecimiento económico.
Durante las últimas décadas este ritmo no se ha apaciguado, con la sola
excepción del 2009, año de recesión
provocado por la crisis global de las hipotecas subprime.
Los
efectos en el clima son ya innegables. Tanto, que las organizaciones globales como la ONU y los países miembros han asumido desde hace
décadas que es necesario disminuir las emisiones de carbono. De lo
contrario, en pocos años más ya será tarde para frenar el calentamiento.
La superación en pocos grados la
temperatura actual desatará alteraciones que harán muy difícil la vida futura
en el planeta. Un escenario que conoce, o debiera conocer, desde hace mucho
tiempo toda la clase dirigente.
Ha sido el movimiento ecologista el que ha levantado desde
finales del siglo pasado la alerta. Pero
su activismo no ha sido suficiente, o fue errado. Hoy, cuando el fenómeno
ya tiene un carácter de urgencia, es posible observar de manera crítica las
equivocaciones que cometió este movimiento al no enfrentar directamente sus
causas: el modelo capitalista
desregulado y hoy globalizado.
Los movimientos
ecologistas tradicionales evitaron un enfrentamiento directo
con las fuerzas políticas y, principalmente, con los dueños del capital. Esta evasión ha tenido como
consecuencia la apropiación de las medidas para enfrentar el calentamiento global por las clases
políticas que conviven muy bien con los programas de las grandes
corporaciones y el sistema financiero mundial. De ahí políticas como los bonos de carbono, inversiones de las cuales
han gozado inversionistas y especuladores y que poco han hecho para frenar las
emisiones de carbono.
El curso que han seguido
los acontecimientos durante los últimos años ha sido desastroso.
No solo las emisiones no dan tregua, sino también asistimos a una degradación en todo su sentido de las
clases gobernantes, hoy expresada en un poder detentado por banqueros,
especuladores, corruptos de toda ralea y hasta comediantes. Si las decadentes
socialdemocracias se han dedicado a
mirar hacia otro lado cuando le han enrostrado la gravedad de los registros, ha
comenzado a controlar las políticas nacionales y mundiales actores que hacen de
portavoces de las corporaciones y del gran capital. El caso más significativo es Donald Trump y Jair Bolsonaro, que han
optado por la ceguera, la ignorancia y la negación, porque sí, del
calentamiento global.
Trump
y la ultraderecha inscrita en movimientos como el Tea Party actúan como si
Estados Unidos, el mayor responsable de las emisiones, no fuera parte del
planeta Tierra. El retiro de esta nación el 2017 del
Acuerdo de París es posiblemente el evento más significativo en el ideario
conservador y el que marca el momento presente para el movimiento
ambientalista, hoy retomado por nuevas generaciones que observan que no tendrán
un futuro más o menos tranquilo sobre la faz de la Tierra. La retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París se instala como
el momento en que el gran capital le declara la guerra al mundo y a sus
habitantes. De cierta forma, debemos agradecer a Trump por haber transparentado el plan: el modelo capitalista basado en
la quema de combustibles fósiles no dará tregua.
El
capitalismo en su actual fase actúa como una religión. Y una religión tiene creencias que
resisten a cualquier evidencia que pueda alterarlas. El modo de vida que
desarrolló Estados Unidos apoyado en
los combustibles fósiles, se ha levantado como el paraíso en la Tierra. Un modelo que el proyecto de globalización
económica y financiera se ocupó de exportar. Como consecuencia, apertura de mercados e integración de todas
las naciones del mundo al mismo sistema y aumento sin precedentes de las
emisiones, de la explotación de recursos naturales y de la mercantilización de
todo lo existente. Sobre esta base, que
mezcla el conservadurismo y el miedo,
se ha instalado el negacionismo
climático, hoy difundido mediante
mentiras a través de la prensa afín y las redes sociales.
Ante la fusión explícita
de estos grupos gobernantes con los intereses del gran capital y
ante el temor de perder sus vínculos con las corporaciones de otra clase
política, cualquier cambio a los crecientes niveles de emisiones no pasa por
este poder en decadencia. El freno al calentamiento global pasa por un
cambio radical de las fuentes de energía y el reemplazo del modelo neoliberal
globalizado, un impulso que toma fuerza desde las millares de
localidades que ven afectados sus territorios por el impulso de esta nefasta
globalización que solo ha favorecido a las elites y su insondable
codicia.
Estamos
ad portas de un camino sin retorno a la más grave transformación que ha sufrido
la Tierra desde el descubrimiento de la agricultura
y las primeras tecnologías. Si los movimientos sociales no logran hacer crecer
con fuerza sus demandas por un freno al capitalismo y su despilfarro de
recursos naturales esta vez ya será tarde. Ante la urgencia, la única posibilidad es el levantamiento de
todos nosotros, los terrestres, en la defensa de la Tierra, nuestro único
hogar.
PAUL WALDER, periodista y escritor chileno, director del
portal politia.cl .
Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico
(CLAE, estrategia.la )
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