"¿Quién agrieta las sociedades
actuales y promueve la emergencia del neofascismo populista? Pues la economía que
impone un nuevo orden económico, político, social y cultural mundial. Un modo
de producción y reproducción sistémico —el capitalismo de datos— que rompe
todas las barreras para la acumulación privada de capital. Que modela la
subjetividad de las poblaciones a nivel psicológico, económico, político y
cultural: el “capitalismo de vigilancia”
(Shoshana Zuboff). Que subsume el vínculo social en el vínculo tecnológico:
“el
mundo como interfaz” (Ingrid Guardiola). Que busca monopolizar toda
actividad humana, mediatizando la producción, la distribución y el consumo, sin
aportar productividad y parasitando el capital riesgo: el “capitalismo de
plataforma” ( Nick Srnicek).
"La hegemonía de Amazon, Facebook, Google, Uber o Airbnb fractura toda
regulación colectiva
(¿Seguridad social? ¿Impuestos? ¿Derechos laborales? ¿Sindicatos?), desorganiza
la fuerza de trabajo, los sectores productivos, las culturas locales, las
colectividades humanas".
"Es la reinvención —ahora digital— de la utopía liberal de la sociedad de mercado,
propulsada en el siglo XIX europeo como una novedad radical en la
historia. Y que, ante su fracaso civilizatorio, tuvo que ser confrontada por
una ola de legislaciones sociales y por el movimiento obrero socialista y
anarquista, que actuó de contrapeso al nihilismo economicista y refundó el
vínculo social con ateneos, sindicatos, mutualidades y cooperativas. Si —siguiendo a Polanyi— los estragos
del liberalismo económico del XIX establecieron las bases del fascismo del
siglo XX, ¿cuál es el impacto de la utopía liberal de hoy, encarnada por un
capitalismo de plataforma forjado en las cenizas de la crisis? ¿Cómo afecta a las poblaciones mundiales la
imposición de un paradigma aún más individualizador"?
"La nueva gran transformación ha alterado profundamente las condiciones
de vida y trabajo de millones de personas, con una violencia que ahora retorna de forma
perversa. Frente a la soledad y el debilitamiento de las sociabilidades no
digitales, frente a la aceleración y la disolución de las certidumbres, frente
al miedo del individuo sin comunidad, hoy vuelve un colectivismo reaccionario y
abstracto, que no cuestiona el poder sino que lo refuerza, que promete la
salvación oprimiendo quien se encuentra inmediatamente por debajo, que idealiza
una comunidad autoritaria, sin diversidad y con desigualdad, jerarquizada por
el poder clasista, machista, racista, nacionalista de estado o religioso. Es,
de nuevo, el fascismo: ahora subvencionado por la interfaz amigable del
capitalismo digital y desregulado. Es la ultraderecha ultra liberal".
/////
Collage de Kurt Schwitters, uno de los artistas
condenados por "degenerados" por el régimen nazi.
¿LA “GRAN TRANSFORMACIÓN” DEL SIGLO XXI?.
Capitalismo digital, neofascismo y
alternativas colectivas.
*****
Iván
Miró.
El
Salto.
Rebelión miércoles 3 de abril del 2019.
La nueva gran transformación – de la que Silicon Valley es su máximo
exponente – ha alterado profundamente las condiciones de vida y trabajo de
millones de personas, con una violencia que ahora retorna de forma perversa.
“Para entender el fascismo alemán, debemos retornar a la Inglaterra de
Ricardo”. Lo afirmaba Karl Polanyi en plena Segunda Guerra Mundial, golpeado por la brutalidad de los
regímenes nazi-fascistas. Señalando David Ricardo —con Adam Smith, padre del
liberalismo económico—, Polanyi relacionaba el violento siglo XX con los
comunes privatizados, las fábricas de Manchester y el imperialismo colonial del
XIX, cuando la utopía de los mercados autorregulados y la economía política
agrietó las sociedades mundiales hasta hundirlas en la guerra y el
totalitarismo. ¿Qué diría Polanyi en el
siglo XXI? Quizá, que para entender el neofascismo populista de Trump, Bolsonaro o
Casado-Rivera-Abascal, debemos poner la mirada en el Silicon Valley de Jeff
Bezos, Mark Zuckerberg y el resto de capitanes del capitalismo digital.
¿Quién agrieta las sociedades
actuales y promueve la emergencia del neofascismo populista? Pues la economía que
impone un nuevo orden económico, político, social y cultural mundial. Un modo
de producción y reproducción sistémico —el capitalismo de datos— que rompe
todas las barreras para la acumulación privada de capital. Que modela la
subjetividad de las poblaciones a nivel psicológico, económico, político y
cultural: el “capitalismo de vigilancia”
(Shoshana Zuboff). Que subsume el vínculo social en el vínculo tecnológico:
“el
mundo como interfaz” (Ingrid Guardiola). Que busca monopolizar toda
actividad humana, mediatizando la producción, la distribución y el consumo, sin
aportar productividad y parasitando el capital riesgo: el “capitalismo de
plataforma” (Nick Srnicek).
La hegemonía de Amazon, Facebook, Google, Uber o Airbnb fractura toda
regulación colectiva
(¿Seguridad social? ¿Impuestos? ¿Derechos laborales? ¿Sindicatos?), desorganiza
la fuerza de trabajo, los sectores productivos, las culturas locales, las
colectividades humanas.
Es la reinvención —ahora digital— de la utopía liberal de la sociedad de mercado,
propulsada en el siglo XIX europeo como una novedad radical en la
historia. Y que, ante su fracaso civilizatorio, tuvo que ser confrontada por
una ola de legislaciones sociales y por el movimiento obrero socialista y
anarquista, que actuó de contrapeso al nihilismo economicista y refundó el
vínculo social con ateneos, sindicatos, mutualidades y cooperativas. Si —siguiendo a Polanyi— los estragos
del liberalismo económico del XIX establecieron las bases del fascismo del
siglo XX, ¿cuál es el impacto de la utopía liberal de hoy, encarnada por un
capitalismo de plataforma forjado en las cenizas de la crisis? ¿Cómo afecta a las poblaciones mundiales la
imposición de un paradigma aún más individualizador?
La nueva gran transformación ha alterado profundamente las condiciones
de vida y trabajo de millones de personas, con una violencia que ahora retorna de forma
perversa. Frente a la soledad y el debilitamiento de las sociabilidades no
digitales, frente a la aceleración y la disolución de las certidumbres, frente
al miedo del individuo sin comunidad, hoy vuelve un colectivismo reaccionario y
abstracto, que no cuestiona el poder sino que lo refuerza, que promete la
salvación oprimiendo quien se encuentra inmediatamente por debajo, que idealiza
una comunidad autoritaria, sin diversidad y con desigualdad, jerarquizada por
el poder clasista, machista, racista, nacionalista de estado o religioso. Es,
de nuevo, el fascismo: ahora subvencionado por la interfaz amigable del
capitalismo digital y desregulado. Es la ultraderecha ultra liberal.
ANTE LA
FALSA BIFURCACIÓN: COLECTIVISMOS EMANCIPADORES
¿Qué fuerzas rompen la falsa
bifurcación entre liberalismo económico y fascismo político, y crean hoy
comunidades emancipadoras? ¿Dónde se forja un nuevo colectivismo
democrático y solidario?
Feminismos. El feminismo se erige en la gran barricada global frente al fascismo
patriarcal, arma de guerra del hombre blanco y heterosexual que no quiere
perder dominio y privilegios. Desde India a Argentina, de Kurdistán a Nigeria,
de Ciudad Juárez a Iruña, las mujeres se levantan, son asesinadas y sobreviven
a la contrarrevolución patriarcal. “Contra pedagogía al mandato cruel de la
masculinidad” (Rita Segato), esbozo de una sociedad sin opresiones: “el
feminismo está re conceptualizar el internacionalismo” (Verónica Gago). Si la horizontalidad y el apoyo mutuo entre mujeres
refunda el vínculo comunitario, las huelgas feministas ganan derechos para
todos. El eco feminismo, además, es
imprescindible para “torcer el rumbo del colapso ecológico de la civilización
capitalista” (Yayo Herrero).
Efecto cínico del péndulo de la
historia, el tiempo político presente no se caracteriza por la alegría y la
esperanza, sino que la desconfianza y el
temor son las “tonalidades emotivas” con que subjetivamos la regresión
política, económica y cultural
Municipalismo. Sea reorientando la administración local al servicio del bien común o
desde organismos autónomos comunales, el municipalismo transformador fortalece
las comunidades locales y promueve la auto organización de base, conjuga
alianzas mundiales para regular el capitalismo global y hace de contrapeso a la
involución autoritaria de los estados. Democratiza la participación política e
instituye nuevos derechos sociales: es antídoto y contrapoder a la ultraderecha
ultra liberal. Sólo “una confederación global de ciudades rebeldes nos puede
hacer salir de la espiral mortal del neoliberalismo” ( Debbie Bookchin).
Cooperativismo. En 1970, el capitalismo emprendió una profunda
reorganización para desarticular una clase obrera capaz de disputarle la
hegemonía. De ahí nació la individualización de las relaciones laborales. Con
la crisis de 2008, las infraestructuras digitales monopolistas del capitalismo
de datos radicalizan la descomposición del trabajo y la producción, para
reorganizarlas bajo su cadena de valor. ¿Cómo recomponer la producción social
en una matriz emancipadora?
El cooperativismo
—trabajo, consumo, vivienda, crédito, etc.— muestra una vía para mancomunar la
creación y la distribución de la riqueza. Propiedad colectiva de los medios de
producción social, gestión democrática y socialización del excedente, son bases
para una economía social y solidaria donde el asociacionismo cooperativo, comunitario,
mutualista —y también sindical— apúntale la democratización popular de la
economía y la transición ecológica desde abajo.
Antirracismo. ¿Cómo el 1% más rico mantiene un control
desproporcionado de la riqueza? Keeanga-Yamahtta Taylor responde: “Con un proceso de división y dominación,
donde el racismo es una de las principales opresiones destinadas a este
objetivo”. Para Ngugi wa Thiong'o,
el racismo es un arma ideológica del capitalismo que promueve que los
trabajadores blancos se sientan más identificados “con la blancura del capital
que con la negritud del trabajo”.
Realidad psicológica, cultural,
política y económica, el racismo se convierte en la principal palanca para
llegar al poder de los movimientos reaccionarios y fascistas. Frente a la
ruptura racista de la comunidad, los movimientos antirracistas y por los
derechos de las personas migradas posibilitan una colectividad diversa y en pie
de lucha contra las desigualdades basadas en la racialización.
CONTRACICLO:
POR UNA FUERZA GLOBAL TRANSFORMADORA
A diferencia de hace unos años,
el ciclo que nos toca vivir es el de la contrarrevolución y el de la extrema
derecha global. Efecto cínico del péndulo de la historia, el tiempo político
presente no se caracteriza por la alegría y la esperanza, sino que la
desconfianza y el temor son las “tonalidades emotivas” —término que acuñó Paolo Virno en relación a los
años de plomo en Italia— con que subjetivamos la regresión política, económica
y cultural. Parece que los populismos fascistas encarnen un nuevo sentido común
de masas: entronizan la seguridad —sacrificando, a la vez, justicia y
libertades— en nombre de mitigar el miedo y la incertidumbre global.
Pero no es un nuevo sentido
común. El auge del fascismo hoy, como en otras ocasiones, es consecuencia
provocada y reforzada por el liberalismo digital y el capitalismo de datos, que
necesita gobernar las crisis —políticas, económicas, sociales, ambientales— que
ha causado con su nueva hegemonía. De nuevo, Verónica Gago: “Hoy el neoliberalismo requiere una micro política
fascista”. Por lo tanto, atravesando la lógica del ciclo, hay que rehacer
los estragos de la “siliconización del
mundo” (Éric Sadie) y transformar el falso binomio “individualización mercantil / gregarismo fascista”, a partir de
las fuerzas locales y mundiales que ya esbozan un colectivismo transformador,
solidario, emancipador y democratizador. No
sólo para hacer de contrapeso al ascenso del fascismo global, sino para sentar las bases materiales y existenciales,
políticas y culturales, de una renovada alternativa al capitalismo.
Iván Miró, sociólogo y cooperativista.
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