COTLER: LA IZQUIERDA PERUANA ES NACIONALISTA, AUTORITARIA Y ESTÁ ANCLADA
EN EL PASADO
En entrevista a Canal N, el antropólogo e investigador
principal del IEP Julio Cotler comentó los temas de la actualidad política
peruana.
En
las últimas semanas, el escenario político en el Perú estuvo movido por la duplicación
del sueldo de los ministros, la fuerte
presencia de la Primera Dama Nadine
Heredia, el tema del aumento
del salario mínimo y los cambios en el
Gabinete, que ahora preside
René Cornejo. Además, la crisis en Venezuela ha
polarizado a la clase política peruana.
Estos y otros temas fueron comentados por el
antropólogo e investigador principal del Instituto de Estudios Peruanos (IEP), Julio
Cotler, en entrevista para el programa "Agenda
Política" de Canal N.
Venezuela y la Izquierda peruana
"Tenemos una izquierda que, con lo
de Venezuela, se han mostrado como son. Son nacionalistas
autoritarios anclados en el pasado. Pero no
están fuera de la realidad porque este es un país que tiene
para un escenario populista muy serio, pero no
aparece aún el líder carismático que
pueda movilizar a las masas. Todo proyecto
nacionalista-autoritario-populista se propone hacer una democracia social por
la vía autoritaria. Y mayormente los populismos son movimientos dirigidos por,
por ejemplo, General Perón, General
Vargas, General Lázaro Cárdenas, Comandante Hugo Chávez, General Juan Velasco
Alvarado".
"Frente a
los derechos humanos, lo que ellos están diciendo es que estos se defienden
cuando son violados por la derecha, pero cuando ellos lo hacen, está bien,
favorece al pueblo. Yo creo que el pueblo
peruano puede conectar con esta izquierda chavista. La extrema
desigualdad crea un escenario extraordinario para que aparezca el populismo. No
debemos olvidar que el
chavismo tiene una base popular muy fuerte,
no hay que equivocarnos. Hay un discurso populista que reivindica la dignidad
de los pobres y ataca la indignidad de los ricos. Esto constituye un símbolo de identidad nacional".
"Si es que esto es izquierdismo y progresismo,
pues estamos [...] Esto me desilusiona profundamente".
Los
excesos de Nadine
"La
Primera Dama se excede y crea una situación bastante incómoda para el
Ejecutivo". "Se sabe queÉ en todos los regímenes, las
mujeres, las esposas, las amantes, siempre tienen una participación en las decisiones políticas,
lo que sucede es que se mantenían en la sombra, en un segundo plano". Publicado
el 2 de marzo del 2014.
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Dr. Julio Cotler. Sociólogo y Antropólogo peruano. Gran Científico Social. Maestro de Maestros de la Historia y la Realidad peruana. Sus trabajos de investigación y sus Libros, servirán como "guía" de comprensión y reflexión profunda para las Futuras Generaciones.
Q.E.P.D. estimado MAESTRO.
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COTLER, ESTADO Y NACIÓN, POR ALBERTO VERGARA.
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Por:
Alberto
Vergara
Julio dedicó décadas al estudio del país.
Pero, además –y podría decir, sobre todo– fue un intelectual honesto”.
¿Cómo
no alzar la voz en países de energúmenos y aletargados?
Octavio
Paz
Fue
hace ya varios años. Un grupo de científicos sociales de Bolivia, Ecuador y
Perú nos reunimos tres días en Quito para discutir y comparar los procesos
políticos recientes de dichos países. Correa y Morales eran los ídolos de la
época. Los estudiantes que abarrotaban el auditorio donde se realizaban las
mesas redondas, llegaban con las mochilas cargadas de entusiasmo progresista.
La clausura del evento estuvo a cargo de Julio Cotler. El auditorio reventaba
de gente. Cuando Julio tomó el micrófono se hizo un silencio reverencial. Y
abrió su discurso con algo cercano a esto: “de estos tres días me llevo una
conclusión principal: en Bolivia y Ecuador recién están padeciendo a su
Fujimori”. Toma ahí.
Turulatos.
Ese
–y eso– era Julio Cotler. Si en inglés existe la expresión 'reading the room'
para señalar a quien de un vistazo reconoce qué quiere oír el auditorio que
tiene enfrente, Cotler era el 'anti-reading the room': de un plumazo advertía
lo que el auditorio no quería oír. Y lo soltaba. Lo sufrí yo mismo en una
presentación.
Julio Cotler fue un gran científico social. De sus investigaciones
histórico-antropológicas sobre la comunidad de San Lorenzo de Quinti en los
años cincuenta, a las más recientes sobre empresarios y tecnócratas en el Perú
contemporáneo, Julio dedicó décadas al estudio del país. Pero, además –y podría
decir, sobre todo– fue un intelectual honesto. Nunca opinó para agradar y mucho
menos para cabildear un puesto público. No se casó con ninguna teoría ni
ideología, sino con una preocupación: el Perú.
Sin embargo, yo me quedo con su forma de encarar el quehacer
intelectual. Los resultados de sus investigaciones podían ser mejores o peores,
pero siempre estaban destinados a sacudir algún tipo de convención o
conformismo. Su relación con el conocimiento era de debate constante. Y esa
vocación por la polémica era doblemente pedagógica. Primero para los
involucrados: el rival estaba obligado a sacarle punta a sus argumentos para
ponerse al nivel. Y en el Perú lo sufrió tanto la derecha como la izquierda,
ninguno de los cuales lo tuvo por uno de los suyos. Julio fue la prueba viva de
lo acertado que es ese aforismo según el cual “aquellos a quienes los güelfos
acusan de gibelinos y los gibelinos acusan de güelfos, esos tienen la razón”.
Ahora, la pedagogía mayor era para el auditorio que lo veía partir con
un hacha las paparuchadas del convencionalismo. En tal sentido, Julio era,
antes que nada, creo yo, un anarco sanmarquino. Lo cual no es sino la forma
sofisticada de nombrar al ciudadano moderno en una sociedad de colleras,
flojeras y sobonería. Ejerció una docencia de la horizontalidad crítica en un
país vertical donde se oscila entre el desprecio y la franela.
A Julio lo persiguió la angustia nacional. La de un joven judío de ojos
azules en busca de arraigo mientras crece en las calles de Breña. Y como
científico social, la descubrió a nivel agregado. Muchas veces le oí la
afligida pregunta, “¿qué significa que cuando yo viajaba por la sierra los
campesinos me dijesen que me quedara para mejorar la raza?”. Y ahora recuerdo
otra de sus preguntas: ¿qué nos dice que en un país de Quispes y Pérez, la
segunda vuelta la disputen Kuczynski y Fujimori?
Para reparar esa nacionalidad quebrada, Cotler siempre defendió la
necesidad de un Estado funcional. Lo recuerdan muchos de sus alumnos cuando
exhibía el mapa vial de Francia. Un enjambre de carreteras surcando el país. La
nación francesa era inexplicable sin el Estado francés. Nuestro mapa vial, en
cambio, era pobrísimo. Pero Cotler no quería cualquier Estado. Su preocupación
era por uno democrático. Después de todo, había sufrido el destierro de parte
del gobierno de Velasco.
En resumen, Julio no encajó. Era gringo y judío en un país extraño.
Políticamente, no dividió al país en buenos y malos, lo cual lo alejó de la
derecha y la izquierda. E intelectualmente, tuvo el soporte del Instituto de
Estudios Peruanos, pero jamás cultivó esa milenaria institución que llamamos la
panaca. Al igual que otro judío de ojos azules, Julio podría haber cantado I
just don’t fit.
Ahora bien, era difícil que las investigaciones y clases del catedrático
Julio Cotler llegaran a la ciudadanía en general. Porque, además, Julio no
cedió a la columna periodística. Pero no era un ermitaño del conocimiento, era
un intelectual comprometido con el Perú. ¿Cómo participar del debate nacional?
Entonces, Cotler elevó la entrevista de coyuntura política a la categoría de
género literario. La lista es larga: anunció a Humala sin entusiasmo; en medio
del picnic económico reveló que a más crecimiento habría más conflictos; se
cuadró ante el fujimorismo; previó tanto el ascenso de PPK como su penosa
debacle, etc… La juventud tecnológica lo conoció y reconoció que 'Cotler was
right'. Porque, aunque había llegado a la vejez, no era un viejo. Que era lo
más cercano que teníamos al solitario solidario de Camus. Que era, en fin, ese cascarrabias alegre y
pincha-globos sin el cual los pueblos no progresan. Por todo eso y más, Julio,
aquí ya se te extraña.
Publicado en el Diario el Comercio.
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