“El movimiento. “Viernes por Futuro” encarna
en una generación que hace su entrada a la política por ese costado vital y
poderoso. Es con sus cuerpos que lo
gritan, lo piensan, lo reclaman. Sus cuerpos tienen derecho al hábitat. Y
advierten, con mucha más claridad y precisión que las otras generaciones, la
gravedad límite de este momento. Ellos son una pata
más de la resistencia global al modelo tanático que nos avasalla. El poder de las finanzas, de los transgénicos, de
las patentes, de los buitres, en fin, el ala más dura de la derecha que puso su
pata roñosa sobre tantos territorios, niega el cambio
climático. Para Trump es una mentira de la
izquierda. Y es en esa clave de resistencia al efecto de irrealidad del que
se vale la derecha que hay que leer este inédito movimiento liderado por esa
niña de trenzas rubias que toma por literal lo literal: o se actúa ahora o no
habrá lugar seguro en la Tierra para que los que hoy
tienen quince años vivan sus vidas y tengan sus hijos, y continúen así con la
posta de la especie”.
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GRETA.
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Sandra
Russo.
Página /12 sábado 39 de marzo del 2019.
A Greta Thunberg le ha
llegado muy temprano la hora de su estigmatización. A los 16 años.
Desde que la semana pasada en más de mil
ciudades del mundo una cantidad incalculable de estudiantes secundarios se pusieron sobre sus hombros la lucha para
detener el cambio climático, comenzó en los grandes medios de Europa una campaña de ridiculización que puede
entenderse como el primer caso de bullyng global. Su
víctima es esa adolescente sueca que fue diagnosticada pasados sus diez años con el síndrome de Asperger, que
según ella misma relató en una charla TED
con un enorme auditorio siempre fue muy callada, muy solitaria, una persona que
sólo hablaba cuando era estrictamente necesario. Con voz siempre pausada y
meditando palabra por palabra, dijo en esa charla mirando a las butacas: “Por
eso estoy hablando hoy aquí. Porque es estrictamente necesario”. Fue a
los 14 años que en rigor consideró
estrictamente necesario hablar ante multitudes, ante auditorios como el Parlamento Europeo o el Foro de Davos,
porque fue entonces que hizo, digamos, su comprensión histórica: si su
generación no actuaba ya, si ellos, que serán adultos cuando este planeta ya no
sea viable, no salen ya a las calles, están pactando con su propia falta de
futuro.
Según todos los diagnósticos científicos,
las emisiones tóxicas deben empezar a reducirse ahora, no “dentro de poco” o en
“próximamente”, sino ya, porque los tiempos no dan. Esta
semana 20.000 científicos de todo el mundo adhirieron al movimiento. Viernes por Futuro, el que nuclea a los
secundarios de más de cien países,
cuyo primer gran
paso fue dado el 15 de marzo.
“Los jóvenes tienen razón”,
fue el título del documento de adhesión. El cambio climático provocará
desastres y desequilibrios de ecosistemas de una manera irreversible y sin antecedentes
en miles de años. Cuando hace dos años Greta
comprendió eso, decidió hacer huelga, a
los 14. Empezó sola. Faltaba a clase todos los viernes, en protesta por la
falta de decisiones políticas mundiales que paren el cambio climático.
Y lo que hace dos años fue apenas la actitud decidida de una niña que
había comprendido que era su derecho y el de sus hijos y nietos vivir en este
planeta, hoy es un fenómeno global. Los grandes medios lo acallaron, como
callan todo lo que les resulta incómodo o amenazante. Pero fue en mil ciudades
que bajo el liderazgo de Greta Thunberg miles y miles de adolescentes salieron a
marchar para que sus gobiernos tomen medidas en relación a las emisiones tóxicas, que es lo mismo que decir que
debe detenerse entre otras cosas la producción a gran escala en bosques,
selvas, desiertos. Que el sistema no puede seguir acelerando la extinción de
especies porque la humana también es una de ellas.
Los medios no sólo callaron. Cuando a través de las redes el movimiento.
Viernes por Futuro se hizo visible, comenzaron un ataque simultáneo de
ridiculización y degradación de la figura de Greta. La mostraron comienzo
una banana: en Suecia no hay bananas de modo que la foto era una denuncia de
que Greta estaba comiendo una banana gracias al combustible usado en el
transporte a su país de una fruta tropical. La mostraron con sus perros:
indicaban así que, si los perros comen carne, Greta tampoco es consecuente en eso. Quizá el ataque más degradante lo virtió Le Figaro, a través de un
comentario no filtrado y dirigido directamente al síndrome de Asperger de Greta: alguien opinó que era “una
vergüenza ver a tantos jóvenes dejarse conducir por una zombie”.
La voz de Greta no logra
todavía perforar el cerco de silencio con una lógica rasante, directa y áspera,
como ella, que en el Parlamento Europeo
dijo
“sé que no les gusta
que yo esté acá. A mí tampoco me gusta que ustedes estén acá, porque no han
hecho los deberes. Nosotros sí hemos hecho los deberes. Hemos leído los
informes científicos. Lo que pedimos es
que le hagan caso a la ciencia, porque cuando nosotros seamos adultos será
tarde”.
El movimiento. “Viernes por
Futuro” encarna en una generación que hace su entrada a la
política por ese costado vital y poderoso. Es con sus cuerpos que lo gritan, lo
piensan, lo reclaman. Sus cuerpos tienen derecho al hábitat. Y advierten, con
mucha más claridad y precisión que las otras generaciones, la gravedad límite
de este momento. Ellos son una pata más de la resistencia global al modelo tanático
que nos avasalla.
El poder de las finanzas, de los transgénicos, de las patentes, de los
buitres, en fin, el ala más dura de la derecha que puso su pata roñosa sobre
tantos territorios, niega el cambio
climático. Para Trump es una mentira
de la izquierda. Y es en esa clave de resistencia al efecto de irrealidad
del que se vale la derecha que hay que leer este inédito movimiento liderado
por esa niña de trenzas rubias que toma por literal lo literal: o se actúa
ahora o no habrá lugar seguro en la Tierra para que los que hoy tienen quince
años vivan sus vidas y tengan sus hijos, y continúen así con la posta de la
especie.
La
política de la derecha global trae la muerte en muy diversas formas, pero
siempre la muerte. En guerras o en hambrunas, en catástrofes naturales,
en tiros por la espalda como los que diariamente reciben líderes
sociales en Perú y en Colombia. Esos
hombres y mujeres, muchos de pueblos originarios, están muertos por defender
los recursos naturales. Es la misma lucha que la de Greta Thunberg, pero desde otra región y otra línea histórica.
El reclamo es el mismo en un
fondo no demasiado profundo. Quieren vida. Vivir. Quieren lo necesario y
suficiente para que la vida sea posible. Quieren el equilibrio indispensable
para vivir. Este es el marco macro bajo el cual transcurren nuestras propias y
asombrosas circunstancias nacionales. No cuesta mucho comprender que hay un
poder feroz encaramado en la cima tan alta que nos es indescifrable, y que
hacia abajo mueve los hilos para que nada detenga la muerte. Y también hay que
advertir, con cierta esperanza, que hay sincronías históricas no menos
asombrosas, y que la resistencia al proyecto de muerte crece y se nutre de
fenómenos impensados.
Greta y sus congéneres ya son un nuevo actor global
que aporta su enorme grano de arena a la lucha por el proyecto de la vida. Greta es un síntoma de la regeneración de la vida.
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