AMÉRICA LATINA LAS DEMOCRACIAS INCONCLUSAS, LAS DEMOCRACIAS
ELECTORALES, DEMOCRACIAS PROGRESISTAS, DEMOCRACIAS FALLIDAS HOY A DEMOCRACIAS
DE MERCADO. CON NUEVOS ACTORES SOCIALES Y ESTRATEGIAS DE MOVILIZACIÓN, Convivencia por décadas de Democracias Liberal Representativas - y su
sello Electoral - fueron fácilmente camino, canal hacia las dictaduras - militares y civiles -
simplemente por ser manejadas en relación al Poder de las Oligarquías. La década de los 80 de recuperación de la
Democracia -
mirando hacia los 90 y el final del
siglo seguimos en deuda Política en relación
a la DEMOCRACIA. Ingresamos al siglo
XXI, América latina, es el continente
que “estrena” nuevas Democracias … Democracias Progresistas, Gobiernos de Izquierda Democrática persisten en la Política por una década y media, tiempos de los “buenos precios” de los
Commodities en el mercado mundial. Pero por la otra acera de la política,
avanza, atropella a pasos agigantados,
la CORRUPCIÓN, que “mata”, liquida a los gobiernos progresistas
y genera, abre las puertas, para el resurgimiento de las burguesías
político-empresariales neoliberales- que insurgen a la sombra del fracaso del reformismo, el
avance de la corrupción y la falta de visión política frente al neoliberalismo.
EL PROFESOR LEVITSKY, EN LA INTERESANTE de la entrevista, se concentra en torno a la Democracia en los Estados Unidos, donde
está presente, una “matriz” política hoy por lo general “ausente” en
América Latina o quizás escondida - tras
los vestidos de los jerarcas y/o las élites políticas que manejan y controlan
la Política. LA
RAZA Y LA RELIGIÓN. Si ya está
presente la RELIGIÓN - en especial
los sectores ultra-conservadores de los
grupos Evangélicos - imponiendo sus intereses de clase en relación a la EDUCACIÓN. En referencia a la RAZA, sí presente, aunque muy débil en
algunos países - pero aún no como se presenta en los Estados Unidos, en especial como el llamado “Supremacismo blanco” -
(tipo el KKK) sí produce polarización y fuerte contradicción.
La Democracia en América Latina. El Rey Sisifo . en el Olimpo de Grecia - en su lucha diaria y permanente, jamás llegó a la cima. Como las dictaduras en Nuestra América, así como las Oligarquías y las Burguesías empresariales, jamás permitieron - por defensa de sus intereses de clase - que en América Latina, se manifestara una plena DEMOCRACIA, que llegue la Cima, como producto de la alternativa de "soluciones" de sus problemas estructurales, históricos, así como coyunturales, hasta ahora NO resueltos.
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PERO RETORNANDO HACIA AMÉRICA LATINA, lo que más ha golpeado en los últimos años - ha derribado gobiernos,
Presidentes presos por mafiosos, - es la
CORRUPCIÓN, gobernantes que “olvidaron”
o cambiaron por intereses de grupos de PODER - sus Programas de Gobierno, presentado
en las campañas electorales, y hoy
América latina, su DEMOCRACIA - está en sala
de cuidados intensivos - producto de la acumulación - la suma total de los problemas estructurales no resueltos más la polarización de los problemas de coyuntura - nuestro continente es
el inicio de una amplia, general y extensa “EXPLOSIÓN SOCIAL Y POLÍTICA” -, pero con “NUEVOS”
ACTORES SOCIALES Y PROTAGONISTAS
POLÍTICOS. En la coyuntura, aún en Centro América - intenta
“curar”, salir del centro del desastre, mediante la falsa migración y el aún presente “sueño de la vida americana” - mientras en Nuestra América, Sudamérica, las calles y plazas públicas, hoy son
recuperadas por el Pueblo - y su DEMOCRACIA DIRECTA - lecho de su nacimiento. La SOCIEDAD CIVIL - escenario de escenarios
de las clases y la lucha de clases - y su
CIUDADANÍA asumen nuevos caminos, nuevos canales de lucha, la estrategia en
el profundo cambio en Democracia - CAMBIO
SOCIAL y CULTURAL - como es la EDUCACIÓN, la SALUD. Lucha frontal contra
el veneno de la CORRUPCIÓN. MUJER, MAESTRO, JUVENTUD, el MIGRANTE (interno) DESEMPLEADOS, INFORMALES, LA POBREZA Y en
general la terrible, vil, inhumana y salvaje DESIGUALDAD ECONÓMICO-SOCIAL, está movilizando a millones de CIUDADANOS (AS). Por que ahora sí respondemos, que es real y evidente el fracaso absoluto de las políticas
neoliberales y sus Gobiernos de burguesías empresariales y sus DEMOCRACIAS de
MERCADO, por NO tener Programas Alternativos, a las ya fracasadas políticas del Consenso de Washington de los 90´del siglo XX.
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STEVEN LEVITSKY: “LA DEMOCRACIA HOY ES MENOS ELITISTA, ES MUCHO MÁS
CIRCO”.
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El politólogo, una especie de médico forense de los regímenes políticos,
estudia el porqué del populismo y la polarización en países en que el
‘establishment’ está siendo rechazado.
Amanda
Mars.
Nueva
York. El País.
Sábado
14 de abril del 2019.
A algunos entrevistados se les presenta por cómo llegan a la cita; a
otros, por la forma en que se marchan. El Profesor Steven Levitsky (Princeton, Nueva Jersey, 1968) forma parte del segundo
grupo. Después de más de una hora de conversación en un hotel céntrico de Nueva
York, el politólogo se cuelga la mochila a la espalda y pregunta de un modo que
parece completamente franco: “¿Cómo es que querían ustedes hablar conmigo?”.
Hay quien cree que puede escribir un libro como How Democracies Die (Cómo mueren las democracias, editorial Ariel, 2018), que ha hecho ruido, y que nadie lo va a buscar para hacerle
unas preguntas.
Levitsky, doctorado por la
Universidad de Stanford y profesor de Gobernanza en Harvard, es algo así como un médico forense de regímenes
políticos, tanto liberales como tiránicos. Ha dedicado buena parte de su
carrera al estudio del autoritarismo y los procesos de democratización, a la
esperanza de vida de los regímenes revolucionarios, al papel del populismo. Especialista en América Latina, es autor de varias obras sobre la región, aunque el
citado título, coescrito con su colega Daniel Ziblatt, ofrece un panorama
global. Mientras habla (en español), es fácil imaginarlo dando clases como da
una entrevista, abriendo mucho los ojos y gesticulando sin parar, con las
mangas de la camisa declaradas en anarquía.
PREGUNTA. ¿Se percibe un cambio en los estudiantes, en lo
que preguntan o lo que les preocupa? ¿Ha visto cambiar Estados Unidos a través de sus alumnos?
RESPUESTA. Tengo un grupo muy poco representativo de EE UU.
En términos de etnicidad o de país de origen, Harvard nunca ha sido más
diverso, hace 50 años solo había chicos ricos de Nueva Inglaterra. Ahora son de
todos lados y de todo tipo. Pero estoy dando una clase de 150 estudiantes y
probablemente no hay ningún trumpista.
P. Pero eso no tiene sentido…
R. El país está dividido entre centros urbanos, con
gente con título universitario, y pueblos pequeños en zonas rurales, con gente
sin tanta formación. En esa división, todos los profesores y la mayoría de los
estudiantes están en un lado. Además, en EE UU la juventud es mucho más
demócrata que republicana. Trump tiene apoyo en la gente mayor que yo, 60, 70
años… Pero entre gente entre 18 y 20 años, casi el 70% hoy en día es demócrata.
Ahora hay dos mundos: el mundo urbano de las costas es mucha más cosmopolita, mucha más progresista, más liberal,; el
interior es muy conservador.
P. ¿Una fractura tan grande “campo-ciudad” erosiona
la democracia?
R. Sí. Ocurre en
otros países, pero aquí, quizás por el tamaño, la segregación entre las bases
sociales de los dos partidos es tremenda. Hay pocos lugares en EE UU donde
conviven demócratas y republicanos. Donde vivo, en Boston, tengo que conducir
20 kilómetros para encontrar a un trumpista. Tienes que salir de la ciudad
y llegar al campo para encontrar un trumpista, eso no es normal. Y, al
contrario, si vas a Oklahoma vas a encontrar pueblos enteros que votan 99% por
Trump, no hay demócratas. Si caigo ahí me ven como marciano. Es un cambio
lento, pero relativamente nuevo, y no me parece sano para la democracia. Los
ciudadanos pierden la costumbre y la capacidad de coexistir, de tolerar la
diferencia, de poder discutir sobre política y después ir a jugar al fútbol
juntos. Estamos perdiendo esa capacidad mínima del ciudadano de poder
convivir con gente de otro partido. Los políticos representan a su territorio,
y si este es homogéneo, no tienen necesidad de llegar a compromisos, ni de negociar.
En Oklahoma puede ser puramente trumpista porque toda su base es 100%
trumpista. Y todo el electorado de mi representante, que es un nieto de Bod
Kennedy [Joseph Kennedy, de Massachusetts], es demócrata, así que si el tipo
empieza a negociar con la derecha, lo linchamos. La ausencia total de
integración entre las personas de los dos partidos es muy dañina para la
democracia.
P. La polarización va más allá del efecto Trump.
R. Trump es más síntoma que causa. El principal problema, en nuestra opinión, es la polarización partidista, que está basada, además, no en términos de derecha o izquierda, sino en raza, religión y cultura. Producto de esa polarización es el debilitamiento de las normas básicas de la Democracia.
P. ¿Pero eso es tan nuevo o ahora llama más la atención?
R. Es nuevo en un sentido muy importante. El tema
de la raza ha estado con nosotros desde el nacimiento de la república, y ha
sido fuente de autoritarismo, abuso, conflicto y hasta guerra civil en el siglo
XIX. Lo nuevo es que la raza está fuertemente ligada al partidismo. Por primera vez desde el
siglo XIX, desde la guerra civil, la identidad partidaria tiene que ver con
raza y religión. La gente blanca y cristiana es republicana, por generalizar, y
los demás son demócratas. El partido republicano se ha convertido en un bastión
de blancos cristianos que fue mayoría en toda la historia de la república. Era
el grupo que ha dominado las jerarquías políticas, económicas, sociales y
culturales de este país por 200 años, pero que está perdiendo peso en la
sociedad norteamericana. Es un cambio de largo plazo, inevitable.
P. Sorprende que no mencione el factor del género.
R. En mi opinión, el efecto de genero está ahí en el
sentido de que la mayoría de las mujeres votan como demócratas y que la figura de
Trump representa una marcha atrás de más o menos de medio siglo en términos de
normas sociales de género. Pero hay muchas mujeres republicanas y demócratas.
La raza y la religión dividen la sociedad, no tanto el género. Si usted fuera gringa y yo le preguntase su religión, su
raza y su nivel de formación, acertaría más fácilmente qué partido vota que
sabiendo su género.
P. El objeto de su libro es cómo mueren las
democracias. ¿Y los regímenes autoritarios? Dicen que la chavista se está auto-destruyendo.
R. De varias maneras. En este caso, el Gobierno
sufre la maldición del petróleo. Muchos regímenes, inclusive la democracia
venezolana en los setenta, sufren por la abundancia de crudo y terminan
arruinando la economía. Mientras el precio estaba por encima de 100 dólares por
barril, Chávez utilizaba los recursos para mantener un apoyo mayoritario.
Cuando el precio cae y la economía empieza a bajar en 2011, 2012, 2013…, pierde
popularidad. La causa principal de la debilidad del régimen es la
economía. No todos los regímenes autoritarios caen así. Vietnam y China
tienen regímenes autoritarios mucho más estables. También en América Latina. La
propia España con Franco, a partir de los años 50 y 60, cuando empezó a crecer,
se estabilizó. El crecimiento ayuda mucho a estabilizar el régimen autoritario.
P. ¿Cuáles son las democracias más sólidas y
saludables actualmente?
R. A nadie le gusta la política, a nadie le gusta
la gente que está en el poder, ya sea en Suecia, Finlandia, el Reino Unido…
Esperamos mucho de un representante político, tiene una responsabilidad muy
grande a ojos del ciudadano, y los políticos son mediocres. Buscan el poder, es
su trabajo, llegar al poder y quedarse. Eso cae mal. Además, tienen que ser
pragmáticos, adaptarse. Dicen una cosa en la campaña, pero la situación cambia,
y tienen que pactar con la oposición, llegar a compromisos que a nadie le
gustan. Un Franco o un Pinochet pueden ser puros. Si matas a la oposición o la
mandas al exilio, puedes mantenerte puro, pero en la democracia te tienes que
ensuciar las manos —no lo digo en el sentido corrupto—, hay que pactar. Salvo en casos de democracias
recién nacidas, como la española a finales de los setenta, los ciudadanos
no están satisfechos, no encontrarás una democracia con décadas de vida donde
la gente esté feliz con el sistema. Se quejan.
P. En el fondo es buena señal, de que el
ciudadano está descontento porque se ha acostumbrado a unos estándares altos.
R. Sí, además hay cambios de las democracias establecidas, que creo que todavía
no llegamos a entender completamente, el creciente debilitamiento del establishment político. En Europa, Alemania,
Francia, el Reino Unido o EE UU, en los años sesenta había un establishment muy fuerte: dos partidos que
controlaban las candidaturas, tres canales de televisión que todo el mundo
veía, una limitada fuente de financiación, sindicatos, empresarios… En EE UU en
1958, si no salgo en ABC NBC, CBS, [grandes cadenas], no aparezco en la tele y
no llego al electorado. Si no tengo amigos en el sindicalismo o entre los
empresarios, no consigo dinero para mi campaña. Y si no formo parte del mainstream del partido, como no hay
primarias, no puedo ser candidato a nada. Así, todos los políticos solían ser
moderados. Eso ha cambiado por varias razones. Bernie Sanders puede recaudar
tantos fondos como Hillary Clinton, buscando dinero por Internet, y un
candidato puede darse a conocer por WhatsApp o por Facebook.
P. Se ha abierto el mercado.
R. Hay una democratización de
las democracias que genera mucha incertidumbre, más populismo. En 1958 yo no
podía ser populista porque el establishment me rechazaba. Hoy puedo
rechazar al establishment y ganar votos, ser el
Movimiento Cinco Estrellas, ser Vox o ser Trump. La democracia de los años
cincuenta era muy elitista, muy contenida. Hoy es mucho más un circo, más
abierta…, pero en crisis.
P. ¿Y qué se puede hacer? ¿Volver al establishment?
R. Imposible, la gente no lo tolera. Es uno de los
desafíos que tenemos los políticos y los politólogos: aprender cómo hacer funcionar una democracia en
una época en la que el establishment no pesa nada.
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