EL PRESIDENTE DE CHILE SEÑALA QUE GOBIERNOS E
INSTITUCIONES EXTRANJERAS INFLUYERON EN EL ESTALLIDO SOCIAL. SEBASTIÁN PIÑERA GENERA UNA OLA DE CRÍTICAS
EN SU PAÍS AL AFIRMAR QUE ALGUNOS VÍDEOS QUE MUESTRAN VIOLACIONES A DERECHOS
HUMANOS "SON FILMADOS FUERA DE CHILE". Definitivamente NO entiende el
carácter de la crisis y naturaleza del Estallido Social.
El presidente de Chile, Sebastián Piñera,
insiste en que la intervención extranjera ha incidido en el estallido
social chileno, que explotó el pasado 18 de octubre en demanda
de mejores bienes sociales, como la salud y la educación.
En una entrevista con la cadena CNN en español, el mandatario afirmó que “la
campaña de desinformación, de noticias falsas, de montajes para crear una
sensación de desorden y de una crisis total, ha sido gigantesca”. “Y en eso ha
habido, sin duda, participación de Gobiernos e instituciones extranjeras”, ha
dicho Piñera. Al pedírsele un ejemplo, el presidente apuntó a los vídeos
relacionados con violaciones a los derechos humanos “que se han
difundido profusamente en los medios de comunicación chilenos y también
extranjeros”: “No corresponden a la realidad. Hay muchos de ellos que son
falsos, que son filmados fuera de Chile o que son tergiversados”.
Las declaraciones de Piñera a la cadena estadounidense han generado una amplia repercusión en Chile, aunque parte de la entrevista fue emitida el 15 de diciembre y difundida en extenso el pasado día 22. Las críticas apuntaron a que el jefe de Estado relativizaba las violaciones a los derechos humanos en el marco de las manifestaciones que han sido reportadas por diversos organismos internacionales. En tanto, el fiscal nacional, Jorge Abott, indicó este jueves que el ministerio público en su análisis de las imágenes no ha encontrado situaciones como las denunciadas por el presidente sobre vídeos grabados fuera de Chile.
La portavoz del Gobierno, Karla Rubilar, tuvo que explicar en la tarde del jueves las palabras de Piñera: “Tenemos algunas imágenes y vídeos que son de países como Bolivia y Colombia, que son enfrentamientos que tienen con la policía de allá y que uno puede reconocer por los uniformes, y que han sido desmentidas por los propios Carabineros [de Chile]”, dijo la ministra. Para Rubilar, sin embargo, el presidente “reconoce los abusos, los excesos, los delitos y vulneraciones que sí ocurrieron lamentablemente durante estos meses, que nos duelen, y esperamos que efectivamente se investiguen como corresponden”
Conferencia
de Prensa del presidente Piñera el día 23 de diciembre, para justificar y
tratar de corregir, “yo no fui”, fueron los gobiernos extranjeros quienes
apoyaron las protestas sociales y que parte de los videos fueron hechos en
otros países. Ofensa a un pueblo, que luchó y sigue luchando en las calles por
más de 60 días permanentes, frente a una realidad sangrante, vil, inhumana, como
es la Desigualdad económico-social más injusta y salvaje del planeta,
Conferencia que trató de corregirse, pero sus Fake news ya fueron presentadas
internacionalmente y una vez más se comprobó, que el “carácter patronal, mandón
e impositivo” del sr. Piñera, salió al frente para intentar “tapar el sol con
un dedo”, y no tener la hidalguía y dignidad de reconocer sus grandes errores y
gobernar en las alturas a favor de una élite poderosa y dueña absoluta del
poder económico, y lo económico esta presente en lo político, y al final
controla todo el Poder Político de un país.
***
Fue tanta la presión, que por
la noche el propio presidente, a través de un vídeo en Twitter, explicó sus dichos: “Al
referirme a ciertas fake news en
una entrevista a CNN, no me expresé en forma suficientemente precisa,
provocando interpretaciones que no representan mi pensamiento”, indicó Piñera.
“Las violaciones a DD HH deben ser condenadas siempre, por todos y en toda
circunstancia y nunca tolerar la impunidad”.
Los excesos policiales en Chile en el marco de las protestas han sido denunciados por diversos organismos internacionales, como Human Rights Watch (HRW) y la Oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos de Naciones Unidas. Este último, en su informe sobre Chile, indicó que se han registrado “violaciones graves” a los derechos humanos tras el estallido social. El Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) en estas 10 semanas de crisis ha contabilizado 3.557 heridos —359 de ellos, lesionados en los ojos— y 943 acciones judiciales presentadas ante los tribunales por delitos como torturas y tratos crueles o violencia sexual. De acuerdo con los datos oficiales, hay 3.157 agentes policiales lesionados. Según el Gobierno, se han detenido a 21.111 personas —sin considerar las apresadas por no respetar el toque de queda—, de las que 1.615 se encuentran con prisión preventiva.
En el marco de la mayor
crisis que haya enfrentado Chile en las últimas décadas, las intervenciones del
mandatario complican todavía más la situación
política de su Gobierno. Recién comenzada la crisis, por ejemplo, indicó que
Chile estaba “en guerra” contra un enemigo poderoso, que está
dispuesto a usar la violencia sin ningún límite. En noviembre, en una entrevista concedida a EL PAÍS, Piñera se
refirió a una supuesta injerencia extranjera en el estallido social y de la
acción de agentes de regímenes adversos a su Gobierno. “No descarto nada”, indicó
Piñera, que ahora tiene un 11% de respaldo y un 82% de rechazo,
de acuerdo con la última encuesta Cadem. Este jueves, en una actividad
en terreno en Valparaíso por los incendios
que han afectado a la ciudad, los ciudadanos se
agruparon en la entrada de la intendencia —la sede de Gobierno regional— en
protesta por su presencia.
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A pesar
de dos meses de protesta social – millones de ciudadanos en las calles marcando
nuevas formas de lucha popular y la inmensa participación de la Población, el
sr. Piñera, mantiene su “lógica patronal” de NO comprender el origen de la
crisis y menos la naturaleza de la insurrección popular”. Una ofensa directa a
las luchas del “pueblo mapocho”, que el presidente justifique la violación de
los Derechos Humanos y los crímenes de lesa humanidad responsabilizando a otros
países. Simplemente un “granito de dignidad” y humildad y reconocer que
estuvieron en las “nubes” gobernando a espaldas totalmente de los intereses del
Pueblo chileno.
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ADIÓS AL OASIS CHILENO.
“En medio de una América convulsionada, Chile… es un verdadero
oasis.”
*****
Ariel
Dorfman.
Página/12
viernes 27 de diciembre del 2019.
Cuando
se escriba la historia de la inédita revuelta del año 2019 que cambió el
destino de Chile, destacará, sin duda, una frase pronunciada por el presidente
Sebastián Piñera el 8 de octubre en un programa de televisión en Santiago: “En medio de una América convulsionada, Chile… es un
verdadero oasis.”
Aquellas
palabras trasuntaban una ceguera ilimitada y una soberbia impenetrable, no solo
del Primer Mandatario, sino de toda una clase dirigente que no entendía lo que
pasaba en el país real que incubaba en esos mismos momentos el estallido social
que ningún miembro de la encapsulada élite había anticipado.
En
efecto, mientras Piñera peroraba televisamente, miles de estudiantes chilenos
se saltaban con júbilo los torniquetes del Metro de Santiago, rehusándose a
pagar un alza de treinta pesos que el gobierno había decretado recientemente,
tan solo dos días antes de que Piñera se ufanara de que Chile fuera tan
diferente del díscolo continente latinoamericano.
En vez de entender la desesperación que se agitaba detrás de esta forma de protesta pacífica, los ministros de Piñera (entre los que había una caterva de enriquecidos vilmente durante la dictadura de Pinochet) hicieron oídos sordos y respondieron con una violencia cada vez más salvaje, lo que, en vez de amenguar los desórdenes atizaron el descontento del que se valieron elementos anarquistas y lumpen, amén de grupos aliados a narcotraficantes para desatar saqueos y vandalismo. El presidente declaró que se trataba de una guerra a muerte contra el pueblo, impuso un estado de emergencia y toque de queda, y ordenó a los militares a salir a la calle. Desde el tiempo de Pinochet que no se veían tanquetas y soldados patrullando las ciudades.
En vez de entender la desesperación que se agitaba detrás de esta forma de protesta pacífica, los ministros de Piñera (entre los que había una caterva de enriquecidos vilmente durante la dictadura de Pinochet) hicieron oídos sordos y respondieron con una violencia cada vez más salvaje, lo que, en vez de amenguar los desórdenes atizaron el descontento del que se valieron elementos anarquistas y lumpen, amén de grupos aliados a narcotraficantes para desatar saqueos y vandalismo. El presidente declaró que se trataba de una guerra a muerte contra el pueblo, impuso un estado de emergencia y toque de queda, y ordenó a los militares a salir a la calle. Desde el tiempo de Pinochet que no se veían tanquetas y soldados patrullando las ciudades.
Esta masacre Señor Piñera NO es ni en Bolivia y menos en Colombia. (Son los mismos agentes represivos, pero el uniforme es diferente y el suelo de la Ciudad es propia de Chile, pero sí la brutalidad y el salvajismo los une). La reprersión contra una Joven Mujer recorrió el mundo. Estos son los Carabineros, torpes, violentos, brutales, que en esencia heredan todo el sistema represivo del fascista y ladrón Pinochet.
***
El pueblo chileno no se dejó amedrentar. En forma mayoritariamente pacífica, millones de hombres y mujeres y niños salieron a desafiar la represión, embarcándose en un octubre liberador que recordaba la gesta de otro octubre, el de 1988, cuando el pueblo chileno derrotó a la dictadura en un plebiscito que dio comienzo al lento retorno a la democracia. Aquella epopeya de 1988 había sido liderada por los políticos de centro-izquierda que supieron crear las condiciones para que el país pudiera respirar en paz después de tantos años de tiranía.
Aquellos líderes lograron, durante las décadas que siguieron, algunos notables progresos: una disminución importante de la pobreza, una serie de juicios a los más escalofriantes violadores de los derechos humanos de la época de Pinochet, algunas mejorías en la salud y la educación, proyectos de infraestructura y transporte, modernizaciones del aparato estatal. Pero no pudieron terminar del todo con los enclaves autoritarios que habían heredado de la dictadura ni supieron cuestionar la extraordinaria desigualdad de un Chile donde un pequeño y ávido grupo se había apropiado de una inmensa y obscena tajada de la riqueza nacional. El desparpajo con que estos aristócratas y nuevos ricos ostentaban sus franquicias y la impunidad de que gozaban alimentaba la rabia de los chilenos ordinarios para quienes el alza de los treinta centavos era una carga significativa y, por cierto, una provocación en un país donde la corrupción de los privilegiados rara vez se sancionaba.
El pueblo chileno no se dejó amedrentar. En forma mayoritariamente pacífica, millones de hombres y mujeres y niños salieron a desafiar la represión, embarcándose en un octubre liberador que recordaba la gesta de otro octubre, el de 1988, cuando el pueblo chileno derrotó a la dictadura en un plebiscito que dio comienzo al lento retorno a la democracia. Aquella epopeya de 1988 había sido liderada por los políticos de centro-izquierda que supieron crear las condiciones para que el país pudiera respirar en paz después de tantos años de tiranía.
Aquellos líderes lograron, durante las décadas que siguieron, algunos notables progresos: una disminución importante de la pobreza, una serie de juicios a los más escalofriantes violadores de los derechos humanos de la época de Pinochet, algunas mejorías en la salud y la educación, proyectos de infraestructura y transporte, modernizaciones del aparato estatal. Pero no pudieron terminar del todo con los enclaves autoritarios que habían heredado de la dictadura ni supieron cuestionar la extraordinaria desigualdad de un Chile donde un pequeño y ávido grupo se había apropiado de una inmensa y obscena tajada de la riqueza nacional. El desparpajo con que estos aristócratas y nuevos ricos ostentaban sus franquicias y la impunidad de que gozaban alimentaba la rabia de los chilenos ordinarios para quienes el alza de los treinta centavos era una carga significativa y, por cierto, una provocación en un país donde la corrupción de los privilegiados rara vez se sancionaba.
Y
sobrevino, entonces, una insurrección generalizada que sobrepasó las
estructuras partidarias y los políticos desprestigiados que no habían sabido
dar una solución a los problemas profundos de Chile, un movimiento que ha
sacudido los cimientos del desigual modelo político y económico que ha regido
al país durante las últimas décadas.
Menos
de tres meses después de que los jóvenes se rebelaron contra una cúpula que no
los incluía ni escuchaba, Chile ha cambiado en forma trascendental. Todas las
fuerzas políticas han acordado un itinerario para dotar al país de una nueva
Constitución que reemplace la que impuso fraudulentamente Pinochet en 1980, si
bien la derecha se ha opuesto exitosamente a la paridad de género y la
presencia necesaria de sectores independientes y de pueblos originarios en la
constituyente. Y se están implementando medidas que comienzan a enfrentar -
aunque en forma exigua – las graves deficiencias en pensiones y salud, en
parques y viviendas y educación, que aquejan a la población en forma
mayoritaria.
Queda
por ver si estas reformas se efectuarán o si, de nuevo, se han de frustrar las
ansias de un país más bello y equitativo. Queda por ver si los policías que
respondieron a las demandas ineludibles de los jóvenes con balines y torturas
van a ser juzgados y castigados. Queda por ver si la derecha chilena,
acostumbrada a menoscabar la democracia con impunidad, aceptará una contracción
de su poder y sus granjerías o si pondrán cada vez más trabas al proceso que
llevará a una nueva Constitución. Queda por ver si las exigencias de políticas
sustentables para enfrentar la crisis climática, derechos de sindicalización de
los trabajadores, control de las aguas urbanas y rurales (Chile es el único
país en el mundo donde el agua se encuentra en manos privadas), serán
postergadas otra vez más. Queda por ver si los políticos de centro-izquierda se
darán cuenta de que no hay que temer la movilización del pueblo. Queda por ver
si los sectores fascistas, nostálgicos de la mano dura de Pinochet, no
aprovecharán el desorden y los saqueos, para revivir la quimera de una nueva
tiranía. Queda por ver si los militares, contemplando un país dividido y cada
vez más destrozado por el vandalismo criminal de unos pocos que aprovechan las
protestas pacíficas de la mayoría, no decidirán que es hora de salir de los
cuarteles. Queda por ver si a los jóvenes chilenos que no tuvieron miedo a los
golpes y las balas y las violaciones y los gases lacrimógenos tendrán espacio
protagónico para respirar tranquilos, que se les permita sacar todo el
potencial creador que tienen adentro. Queda por ver si las eternamente
pospuestas demandas de mujeres maltratadas y de pueblos originarios tendrán el
reconocimiento que se merecen.
Señor Piñera son 359 entre hombres y mujeres, Jóvenes la gran mayoría a quienes la represión brutal y asesina de su gobierno, volvió CIEGOS Y a otros la perdida de un ojo. No es un invento. Las fake news de su conferencia de prensa en realidad son un desastre como Gobierno, y una ofensa al pueblo chileno; que usted hasta hoy NO entienda el origen de la crisis y menos la naturaleza de la protesta social.
***
Queda por ver, queda por ver.
Pero
hay algunos que no verán más, casi trescientos jóvenes que quedaron ciegos
debido a los disparos de la policía, aquellos que quedaron sin ojos para que
los aislados dueños de Chile pudieran abrir los ojos a la realidad de un país
al que han tratado con ignorancia y menosprecio, al que han querido olvidar.
Otro sacrificio en la larga lista de sacrificios que han padecido tantos, las
penas y pérdidas que nunca faltan para que nazca una patria nueva.
Lo
que es seguro es que, en este sumamente convulsionado 2019, Chile despertó. Se
ha cuestionado a fondo el modelo neoliberal consumista vigente, reivindicando
un nuevo modelo humano donde prima lo humano y no el lucro desmedido.
No
somos, mal que le pese a Piñera y los suyos, un oasis en América Latina, sino
parte de la historia perpetua de nuestro vasto y rebelde continente que lucha
desde siglos por un mundo más justo y participativo.
Dependerá del pueblo chileno cómo se escribirá la próxima página de
esa historia.
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