“Pero el cambio es posible, y para ello es importante romper el
fatalismo de aquellos que se muestran
pasivos porque dicen que hay muy poco que se pueda hacer. Y una cosa que
deberían hacer los lectores que son conscientes de este enorme desequilibrio es
escribir cartas de protesta a tales medios de información para mostrar el
desacuerdo con lo que están diciendo. Porque el nivel de estos medios es
tal que deberían ser definidos como medios de persuasión y manipulación. Lo
peor que puede ocurrir es que la gente se mantenga pasiva, absorbida
por una mentalidad según la cual no se puede hacer nada para cambiar esta
situación. Y este es precisamente el mensaje que tales medios continúan
promoviendo, acentuando que no hay alternativas o algo parecido. Pero la
evidencia científica muestra claramente que sí que las hay, y que no se
hayan llevado a cabo se debe a que las élites financieras y económicas del
país son determinantes en las políticas gubernamentales. Es necesario y urgente que esto cambie, porque, insisto, de
haber alternativas sí que las hay. Lo que ha faltado hasta hoy ha sido voluntad
política para aplicarlas. Así de claro".
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EL ENORME DAÑO CAUSADO POR LOS ECONOMISTAS
NEOLIBERALES.
*****
Vicenç
Navarro.
Público sábado 28 de diciembre del 2019.
Joseph Stiglitz (premio Nobel de Economía en
el año 2001), escribió un artículo publicado en la revista
Social Europe, The end of neoliberalism and the rebirth of history,
en el que señalaba las consecuencias negativas de la aplicación de las
políticas neoliberales (que incluían reformas laborales encaminadas a
debilitar a los sindicatos y facilitar el despido de los trabajadores, así como
políticas de austeridad con el intento de disminuir la protección social
mediante recortes del gasto público social) en la calidad democrática de
los países a los dos lados del Atlántico Norte (incluyendo España), así
como en el bienestar de las clases populares de los países donde tales
políticas se han estado aplicando. La evidencia de que ello ha sido así es
clara y contundente.
El
objetivo del artículo de Stiglitz era denunciar
a los economistas que han promovido tal ideología política (el
neoliberalismo), los cuales han alcanzado un dominio casi completo en fórums
donde se reproduce la sabiduría convencional de los establishments políticos y
mediáticos. Tal dominio ha sido promovido por las élites financieras y
empresariales, así como por los sectores más pudientes de la población, que
han ejercido (y continúan ejerciendo) una enorme influencia sobre tales
establishments y que eran, y son, los que se benefician más de la aplicación de
tales políticas, beneficios que están basados, según Stiglitz, en una enorme explotación de las clases populares, cuya
calidad de vida ha empeorado considerablemente como resultado de la aplicación
de esas políticas. Una de las consecuencias de esta realidad ha sido el
enorme crecimiento de las desigualdades en la mayoría de estos países en los que
tales políticas se han aplicado.
Detrás
de un lenguaje aparentemente científico, los economistas neoliberales han
estado promoviendo un principio muy sencillo y que raramente aparece explícito
en su argumentario. Tal principio es que
“la
eficiencia del sistema económico requiere incrementar la riqueza de los de
arriba (las élites financieras y empresariales, así como las profesionales a su
servicio), a fin de que tal riqueza vaya extendiéndose a los de abajo, que son
todos los demás”.
Este
principio ha estado vigente siempre en las “ciencias” económicas
dominantes, habiendo alcanzado niveles extremos durante la Gran Recesión. Según
dicho dogma (y no hay otra manera de definirlo), lo que beneficia a los
propietarios y gestores del capital financiero, así como de las grandes
empresas del país (que son una minoría de la población), beneficia
automáticamente a la mayoría de la población.
El
problema con tal ideología es que los datos no muestran esta realidad,
pues las rentas de los primeros han ido creciendo muy significativamente
durante todos estos años de neoliberalismo imperante, mientras que las de los
segundos ha ido descendiendo. En todos estos países del capitalismo
desarrollado, las rentas derivadas del trabajo han ido disminuyendo como
porcentaje de todas las rentas, mientras que las rentas derivadas de la
propiedad del capital han ido aumentando. Y dentro de la masa salarial, ha
habido también una enorme polarización de los salarios, con una minoría que
se ha visto muy beneficiada a costa de una mayoría que se ha visto muy
perjudicada.
La abusiva promoción del neoliberalismo por parte de los establishments políticos y mediáticos
La abusiva promoción del neoliberalismo por parte de los establishments políticos y mediáticos
En
este escenario, Stiglitz señala que tales
economistas neoliberales eran los que aparecían (y
añadiría yo que en España continúan apareciendo) en los mayores medios de
información, monopolizando el área de lo que se presenta como “ciencias”
económicas, marginando, impidiendo y silenciando las voces críticas que no comulgaban
con las falacias que sostenían sus argumentos y propuestas. Los primeros eran
los ortodoxos del dogma neoliberal, que marginaban a los heterodoxos,
definidos como “ideólogos” o “demagogos”.
Ahora
bien, el fracaso del neoliberalismo es tan patente, claro y contundente que
por fin se ha visto que “el rey estaba desnudo” y hoy, según Stiglitz, estamos viendo el fin del dogma
neoliberal, que se había iniciado en los años ochenta del siglo pasado con
la revolución neoliberal empezada por el presidente Ronald Reagan
en EEUU y por la Sra. Margaret Thatcher en el Reino Unido, y que
fue asimilada más tarde por lo que se definía como la Tercera Vía en EEUU
(Clinton) y en la Unión Europea (Blair, Schröder y Zapatero). Esta
revolución causó, en última instancia, la Gran Recesión, la cual acentuó
todavía más los efectos negativos de tales políticas. Dicho fracaso es también
la causa de la enorme crisis de legitimidad política que viven las democracias
liberales en EEUU y en Europa. Esta conclusión de Stiglitz
es, según mi parecer, excesivamente optimista, pues si bien es cierto que
tales políticas neoliberales están desacreditadas extensamente en
gran parte de los círculos académicos y en algunas agencias internacionales, no
lo está tanto en las esferas políticas y mediáticas de muchos países, siendo
España uno de ellos.
El gran fracaso del neoliberalismo en España
Todo
lo que Stiglitz define, critica y denuncia puede aplicarse totalmente a España.
Este es uno de los países donde tales políticas se han aplicado más clara y
contundentemente. Como consecuencia de ello, España está, en cuanto a
indicadores de calidad de vida de las clases populares se refiere, a la cola de
los países capitalistas desarrollados. Un indicador tras otro muestra
que, en temas de bienestar, estamos a la
cola de los países a los dos lados del Atlántico Norte.
Los
elevados porcentajes de precariedad en el mercado de trabajo, la elevada
tasa de desempleo, el bajo nivel de los salarios, la elevada
desigualdad en la distribución de la propiedad y de las rentas, el bajo
gasto público social, la escasa protección social, etc., muestran
que estamos entre los peores países.
Miren
los datos y lo verán (ver mi libro Ataque a la democracia y al Bienestar,
Crítica al pensamiento económico dominante. Anagrama, 2015).
Echen
un vistazo a los gurús económicos que aparecen en los grandes medios
(radiofónicos y televisivos) y verán que la única diferencia entre ellos es que
unos proponen la versión dura del neoliberalismo y los otros su versión
blanda, presentando inexactitudes (con gran pomposidad y arrogancia) como “verdades
científicas”, aunque en realidad sean falsedades que carecen de
credibilidad. En tales fórums es muy infrecuente que aparezca una voz crítica
con tal dogma.
Todo esto que está ocurriendo era muy predecible, y así lo hicimos
unos pocos
Efectivamente,
todo lo ocurrido fue predicho. Véase, como ejemplo, mi libro Neoliberalismo y
Estado del Bienestar (Editorial Ariel Económica), escrito ya en 1997.
En aquel libro indiqué que las políticas neoliberales que se estaban
aplicando en los países capitalistas más avanzados causarían una enorme crisis
económica. La derrota del mundo del trabajo,
con la consiguiente disminución de los salarios y de la demanda
doméstica, crearía dicha crisis, ya que forzaría a las familias y a
las empresas pequeñas a endeudarse, lo que provocaría a su vez el gran
crecimiento del sector financiero, que al invertir en los sectores de mayor
rentabilidad como era el sector especulativo de la economía (del cual el inmobiliario
era el más extendido) crearía burbujas que al explotar causarían una crisis
financiera. Y todo lo que se predijo, ocurrió. Cuando la reina del Reino
Unido pidió a un grupo de economistas cómo era posible que no hubieran
sabido prevenir la crisis, el portavoz de dicho grupo, Luis Garicano, el
gurú económico de Ciudadanos, no supo responder, cuando, en realidad, era
muy fácil de ver si uno abandonaba la fe en el dogma neoliberal (siendo
tal economista uno de sus más fervientes creyentes) para mirar simplemente la
realidad que le rodeaba.
Los
impactos sumamente negativos que presentaban tales políticas se justificaban
bajo el lema de que “no había otras alternativas”. Juan Torres, Alberto
Garzón y yo mostramos la enorme falsedad de tales propuestas, señalando que
por cada recorte de gasto público social que dañaba a las clases
populares, se podría haber hecho otro recorte, sustituyendo al anterior,
que hubiera afectado a las clases más pudientes. Y también mostramos que el
hecho de que no se escogiera una alternativa y no la otra se debía precisamente
a la enorme influencia que tales clases pudientes tenían sobre el Estado
español y sus partidos gobernantes.
Así
pues, y como ya he indicado antes, lo que ocurrió era muy predecible, así como
también lo fue la protesta popular en contra de la aplicación de tal
dogma. En España dicha protesta tomó la forma del 15-M, el movimiento de los indignados, que tuvo un
enorme impacto en el país y que tenía como objetivo la denuncia de la nula
representatividad de las instituciones que se definen a sí mismas como
representativas. El eslogan “no nos representan” lo decía todo.
Fue un auténtico tsunami. Y de ahí nació un movimiento
político-social, Podemos. Así fue como nos
pidieron a Juan Torres i a mí que hiciéramos un borrador de su programa
económico, que elaboramos en base a nuestra obra Hay alternativas.
Propuestas para crear empleo y bienestar social en España (Editorial
Sequitur, 2011), realizada conjuntamente con Alberto Garzón. Dicho
programa fue mejorado más tarde por las deliberaciones y las discusiones dentro
de aquella formación política
La
respuesta de hostilidad por parte del establishment político-mediático hacia
dicho programa fue enorme. Y como era predecible, lo
intentaron destruir, mintiendo y presentándolo como “escrito en Venezuela”
(antes, durante la Guerra Fría, se utilizaban otros puntos de
referencia, como Moscú o Pequín), cuando en realidad era un programa
de sensibilidad kaleckiana, que quiere decir socialdemócrata de raíces
escandinavas. La escasa densidad intelectual de las fuerzas conservadoras y
neoliberales hace que en España (incluyendo Catalunya) se
sustituya el debate por el insulto, magnificado en las cajas de resonancia que
proporcionan los medios.
Las
clases populares son conscientes de esta situación, de ahí
que la clase política y los medios de información estén en España entre
los menos valorados en la Unión Europea.
Pero
el cambio es posible, y para ello es importante romper el fatalismo de aquellos que
se muestran pasivos porque dicen que hay muy poco que se pueda hacer. Y una
cosa que deberían hacer los lectores que son conscientes de este enorme
desequilibrio es escribir cartas de protesta a tales medios de información
para mostrar el desacuerdo con lo que están diciendo. Porque el nivel de estos medios
es tal que deberían ser definidos como medios de persuasión y manipulación.
Lo peor que puede ocurrir es que la gente se mantenga pasiva,
absorbida por una mentalidad según la cual no se puede hacer nada para
cambiar esta situación. Y este es precisamente el mensaje que tales medios
continúan promoviendo, acentuando que no hay alternativas o algo parecido. Pero
la evidencia científica muestra claramente que sí que las hay, y que no se
hayan llevado a cabo se debe a que las élites financieras y económicas del
país son determinantes en las políticas gubernamentales. Es necesario y urgente que esto cambie, porque, insisto, de
haber alternativas sí que las hay. Lo que ha faltado hasta hoy ha sido voluntad
política para aplicarlas. Así de claro.
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