“El maquillaje y la pintura verde sólo alcanzan
para teñir un poco, cambiar algunas cosas, para que nada nada cambie y a la par que resuenan los ecos de
discursos encendidos, apelando a la responsabilidad de todos para salvar el
futuro común, el armamentismo aumenta sus presupuestos a niveles
astronómicos para matar con mayor eficiencia y las mineras, petroleras, bancos
y casinos globales se derraman por toda la geografía planetaria en una danza
de billones que nos arrastra en su torbellino devastador. En las anteriores,
al igual que en ésta, ha sobrado la falta de voluntad política para lograr
acuerdos que impidan que millones de personas marchen al abismo, más allá
de las altisonantes declaraciones en pos de la responsabilidad común en la
salvaguarda del planeta. Lo único que se ha afianzado en estos tiempos es el
fabuloso turismo verde en torno a estas cumbres, que de conformidad a informes se calcula que a Madrid asistieron decenas de miles de
personas, a un costo de miles de millones de euros”.
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La Cumbre que se realizó en
Madrid, España.
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COP25.
ALGO OLIÓ A PODRIDO EN MADRID.
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Ricardo Luis Mascheroni.
Rebelión viernes 20 de diciembre del 2019.
Cuando todavía no se han acallado los ecos, voces y los discursos de
la Cumbre de Cambio Climático, el mundo sigue sin entender qué fue lo que
pasó o cuáles fueron sus logros, si es que existieron. En esta nota de
opinión, un análisis crítico de esta conferencia internacional.
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“No
es verde todo lo que se pinta de verde” (Eduardo Galeano)
Del
3 al 15 de diciembre se desarrolló en Madrid la “Cumbre sobre Cambio
Climático” que en principio tenía fecha de finalización el día 13 de este
mes, pero ante la falta de acuerdos se prorrogó dos días más, con el cada vez
más inalcanzable objetivo de lograr reducir los gases de efecto invernadero que
provocan el peligroso cambio climático, que impida la elevación de la
temperatura media en más de 1,5 º C .
Cuando todavía no se han
acallado los ecos, voces y los discursos de la Cumbre de Cambio Climático, el
mundo sigue sin entender qué fue lo que pasó o cuáles fueron sus logros, si es
que existieron.
Las noticias, sesgadas,
intencionadas, contradictorias en muchos casos y casi siempre dependiendo del
color del cristal con que se la mire, no han ayudado al esclarecimiento de cuál
fue el resultado de dos semanas de debates, búsquedas de consensos y protestas
variopintas.
Muchos afirman que no es
bueno hacer análisis o balances sobre caliente, por cuanto se pierde
perspectiva, no obstante intentaré desde mi óptica o mi subjetividad, volcar
algunos aportes a la confusión general.
Las últimas informaciones
que se conocen dicen más o menos lo siguiente: La Conferencia no logró colmar
las expectativas; Sólo se alcanzó un frágil acuerdo climático; La Declaración
final sólo fijó metas generales, no vinculantes.
A la luz de esas noticias,
podemos afirmar que las frustraciones, el sabor amargo y la impotencia han
marcado la regla y que todas las esperanzas y los esfuerzos puestos por
distintos sectores para intentar hacer un mundo un poco más vivible, se han ido
por la borda.
Quienes como muchos
creyeron ingenua o esperanzadamente que los ideales, los principios, las
urgencias y la racionalidad, en este mundo pragmático y utilitarista, podrían
pesar o valer más que los egoísmos, mezquindades y la avidez de los señores
feudales del planeta, indudablemente se equivocaron.
Se engañaron también los
que creyeron que podían esperar las soluciones a los problemas del planeta de
los mismos que lo han llevado a esta situación de crisis terminal.
En similar error han caído
los que pensaban que la corrección del planteo, el voluntarismo o las
declamaciones inflamadas eran suficientes para torcer el brazo de los que
tienen poder de vida y de muerte en el mundo.
Las cosas que muchos se
negaban a aceptar se empiezan a poner en blanco sobre negro, se terminaron la
hipocresía y los discursos vacíos.
Ahora todo depende de los
sectores que tradicionalmente han sido excluidos del banquete global y
fundamentalmente de su capacidad de organización e inteligencia.
Debemos aprender que nada
se puede esperar de las promesas de migajas de fondos o tecnologías que casi
nunca llegan y si llegan son productos de condicionamientos políticos,
productivos e invariablemente de ajustes económicos en beneficio de aquellos
que por otra parte nunca se ajustan el cinturón.
El maquillaje y la pintura
verde sólo alcanzan para teñir un poco, cambiar algunas cosas, para que nada
nada cambie y a la par que resuenan los ecos de discursos encendidos, apelando
a la responsabilidad de todos para salvar el futuro común, el armamentismo
aumenta sus presupuestos a niveles astronómicos para matar con mayor eficiencia
y las mineras, petroleras, bancos y casinos globales se derraman por toda la
geografía planetaria en una danza de billones que nos arrastra en su torbellino
devastador.
En las anteriores, al igual
que en ésta, ha sobrado la falta de voluntad política para lograr acuerdos que
impidan que millones de personas marchen al abismo, más allá de las
altisonantes declaraciones en pos de la responsabilidad común en la salvaguarda
del planeta.
Lo único que se ha
afianzado en estos tiempos es el fabuloso turismo verde en torno a estas
cumbres, que de conformidad a informes se calcula que a Madrid asistieron
decenas de miles de personas, a un costo de miles de millones de euros.
Todos los apelativos a la
racionalidad cayeron en saco roto y la mezquindad de los países de poderosos y
responsables del descalabro, asombrosa, ya que los fondos comprometidos para
instrumentar medidas de adaptación y mitigación del fenómeno, brillaron por su
ausencia y los aportes, no muy claros, nunca aparecen.
Finalizada la Cumbre y su
gran escenario circense, más allá de la frustración de muchos, sin dudas, entre
bambalinas, los encargados y directores del montaje, champaña en mano, podrán
decir con un dejo de satisfacción: “el objetivo está cumplido” .
No comulgo con los que
afirman que la actitud de los poderosos es suicida, lejos de ello, nada indica
que esa sea su conducta o su intención. Todo indicaría, por el contrario, que
sí están dispuestos a eliminar una gran parte de los seres humanos que por
justicia tienen derecho propio a la vida, su calidad, el ambiente y el futuro,
aunque aquellos sectores no lo entiendan así.
Pese a todo soy
optimista en la medida que la sociedad planetaria se anime al cambio, la
valentía y sobre todo al heroísmo de construir un mundo
distinto, con racionalidad, cooperación, solidaridad y justicia global.
Ricardo Luis
Mascheroni, docente universitario y columnista de Hora cero.
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