“Desde el punto de vista económico, se
trata de imponer a sangre y fuego el programa económico neoliberal, que algunos analistas han llamado neoliberalismo 2.0, a
pesar del fracaso evidente de este proyecto implantado durante las últimas
décadas del siglo XX. En la agenda económica están como principales
prioridades: la desregulación de los derechos laborales y de jubilación,
la venta de las empresas públicas con el viejo argumento de achicar
el Estado, la entrega de recursos naturales por la vía de concesiones
que poco o nada dejan a los Estados, la transferencia de recursos
públicos al sector financiero y la recontratación de deudas públicas
(véase el caso de la deuda externa creada por el gobierno de Macri en
Argentina: 107 mil millones de dólares en menos de cuatro años, de la
cual 98% ya salió del país), la reducción
radical de inversión del Estado en servicios básicos como salud y educación, proponiendo la privatización de estos
servicios (el ejemplo del programa “Future-se” del gobierno de Bolsonaro
para las universidades públicas en Brasil, elaborado a partir de una
consultoría al Banco Mundial, es un buen ejemplo de esta tendencia).
“Evidentemente, frente a las
consecuencias de este neoliberalismo
2.0, la protesta popular se profundiza en todo el
continente, a partir de un estado de ánimo de descontento e indignación creciente de la población, pero
también de la pérdida acelerada de conquistas sociales y políticas de
aquellos sectores que no están más dispuestos a regresar a la miseria y la
indigencia, que no admiten estafas políticas ni golpes de Estado de
nuevo tipo. La respuesta popular indígena frente a la renuncia
obligada del presidente Evo Morales y toda la primera línea de gobierno en Bolivia
es una muestra del potencial de esta movilización social, pero también es una
evidencia de los niveles de violencia y racismo que las oligarquías regionales y sus aliados internacionales son
capaces de desplegar”.
/////
AMÉRICA LATINA de Norte a Sur, de Este a Oeste, arde en conflictos sociales, en protestas populares, producto de una realidad escondida, encubierta por varias décadas: la vil, sangrienta, salvaje e inhumana DESIGUALDAD Económico-social (Multidimensional) cimentada básicamente en la Propiedad privada y en la Acumulación sistemática de la Riqueza. Hoy los caminos aún son inciertos, por forjar Liderazgo y construir desde sus propias raíces una Alternativa Política y trabajar hacia estrategias de posibles soluciones.Nueva Constitución (in)surgen en el escenario de las clases y la lucha de clases, con la finalidad de superar el viejo y podrido modelo neoliberal.
***
AMÉRICA LATINA
ENTRE LOS FUTUROS POSIBLES Y EL FANTASMA MEDIEVAL.
*****
Monica Bruckmann.
ALAI. Jueves 5 de diciembre del 2019.
El Siglo XX estuvo fuertemente marcado por momentos
de gran ascenso y avances de las fuerzas progresistas y profundos retrocesos consecuencia de movimientos
políticos de reacción a estos avances. A cada reforma, le sucedió una
contra-reforma económica, política y cultural. Al avance de la
socialdemocracia europea de principios del siglo XX, que condujo a los
proyectos socialistas y antiimperialistas, le sucedió la emergencia del
fascismo en todo el continente y su proyección planetaria. A la
acumulación política de las fuerzas populares en América Latina desde mediados
del siglo XX que llevó al gobierno a Salvador Allende en
Chile, a Juan Domingo Perón en Argentina o a Joao Goulart en Brasil, le siguieron cruentas
dictaduras militares y programas económicos neoliberales que se extendieron
como proyecto económico hegemónico hasta fines del siglo XX, aún después de los
procesos de redemocratización en el continente.
No es muy diferente lo que ocurrió a inicios del
siglo XXI en América Latina. La primera década y media de este siglo sustituyó la hegemonía
neoliberal por la hegemonía de proyectos progresistas, de izquierda o de centro izquierda, como
prefiera el lector. Vimos multiplicarse las políticas de
redistribución de renta a través de políticas de inclusión social, ampliación
de los servicios públicos de salud y educación. Varios países
consiguieron erradicar el analfabetismo y ampliar expresivamente la
infraestructura de educación superior. Brasil creó 17 nuevas
universidades públicas –y gratuitas, valga la observación, pues existen
países en la región con universidades públicas pero no gratuitas, legado de la
era neoliberal del siglo XX-; Ecuador tuvo uno de los programas más
osados de “formación de talento humano” para “el cambio de matriz productiva” como lo
establecía el segundo Plan Nacional del Bien Vivir de Rafael Correa, lo
que significó el cierre de más de una decena de pequeñas universidades privadas
de baja calidad educativa y la creación de cuatro universidades emblemáticas:
la universidad de las artes, la universidad pedagógica, la universidad de la
Amazonía Ikiam y la universidad de tecnología Yachay. Durante
varios años este país tuvo el presupuesto relativo al PIB más alto para el
sector educación y no establecía techo presupuestario para becas de post grado
en el exterior de los estudiantes ecuatorianos.
Los hospitales públicos de calidad y bien equipados
se multiplicaron por toda América Latina, atendiendo no solo a los sectores
populares sino también a parte importante de la clase media. Con la participación de médicos cubanos y a
partir de una visión de solidaridad y colaboración entre los países y
gobiernos, se extendieron las misiones de salud pública hacia los lugares más
recónditos de los andes, la Amazonía, o a las villas más alejadas de los
centros poblados, allí donde los médicos nacionales no tenían interés de
ir.
Diversas y múltiples fueron las políticas sociales
en toda la región, desde el “hambre cero” (fome
zero) en Brasil hasta el “mínimo
vital de agua” en la Bogotá del alcalde Petro, que establecía la
gratuidad del agua potable para los más pobres de la ciudad hasta un límite de
6 mil litros por familia, por mes.
En general, durante los primeros quince años del
siglo XXI la región consiguió reducir expresivamente la miseria y la pobreza, ampliar los derechos sociales, democratizar el
acceso a la universidad pública y gratuita, multiplicar las comunidades
académicas y científicas en el contexto de un crecimiento económico sostenido a
lo largo del periodo. Muchos atribuyen este proceso al llamado super
ciclo del precio internacional de las materias primas que amplió las rentas
nacionales de manera general. Quienes defienden estas tesis (el Banco
Mundial, por ejemplo 1])
olvidan que, una política redistributiva fue fundamental para obtener
los resultados sociales en la región, con los beneficios de ampliación de la
capacidad de consumo de grandes estratos de la población excluidas no sólo
de la posibilidad de un consumo mínimo de sobrevivencia sino también del
ejercicio de ciudadanía. Sin una intervención política de los
gobiernos progresistas, este super ciclo habría derivado, seguramente,
en una mayor concentración de riqueza en manos de las clases dominantes
tradicionales en la región. De hecho, estas últimas se sintieron
expropiadas de los beneficios económicos y de la riqueza que por “tradición
y costumbre” les correspondía.
Las reacciones no se dejaron esperar, ya desde los
primeros años del periodo que analizamos vimos intentos de golpes de Estado (2001 en Venezuela). El paro petrolero de PDVSA,
que por poca asfixia al gobierno del presidente Hugo
Chávez, fue una reacción extrema de
la oligarquía rentista venezolana que perdió el control de la empresa petrolera
del país con las mayores reservas de petróleo del mundo (actualmente Venezuela
detenta el 18% de las reservas mundiales). Posteriormente, el
golpe de Estado en Honduras (2009), seguido de la destitución, en menos de una
semana, del presidente Lugo en Paraguay (2012) y de la destitución por el
congreso brasileño, aduciendo crimen de responsabilidad en el ejercicio del
cargo, pero sin crimen comprobado, de la presidenta Dilma
Rousseff en Brasil, inauguraron un nuevo periodo de reacción de las
derechas en la región con características particulares:
A diferencia de los viejos golpes militares del
siglo XX, se producen rupturas democráticas,
estados de excepción, que rápidamente buscan legitimidad institucional y
ropaje democrático. Los poderes legislativos se constituyeron en el
espacio fundamental para estos procesos;
El uso de los poderes judiciales como instrumentos
de persecución política y de intervención en los procesos electorales;
El despliegue de grandes complejos tecnológicos en
la comunicación de redes para impactar y orientar la opinión pública con noticias parcial o totalmente falsas.
Esta estrategia se combina con instrumentos tecnológicos y técnicas
psicosociales;
La política, cuya secularización constituyó una
conquista de la democracia liberal, retorna al ardid
religioso y al uso de símbolos de las iglesias evangélicas, pentecostales y
católicas. La cruz y las biblias recuperan el papel político que
tuvieron en la Edad Media. Esto,
por cierto, implica también el fortalecimiento del pensamiento dogmático y
fundamentalista que se declara en lucha abierta contra el pensamiento
laico, contra las ciencias sociales y la filosofía. De ahí los varios
intentos, en toda América Latina, de reducir, asfixiar o simplemente
decretar el cierre de los programas de ciencias sociales y humanidades.
Todo espacio de producción y elaboración del pensamiento
crítico debe ser combatido (véase el
caso extremo del Brasil de Bolsonaro);
El uso de las políticas de exterminio,
principalmente pero no únicamente, en las favelas
y periferias urbanas y rurales, ahora legitimadas por
un discurso profundamente discriminador en todos los ámbitos (racismo,
xenofobia, misoginia, homofobia, etc.);
Una capacidad de movilización social importante de las ultraderechas a partir de un discurso religioso, de valores conservadores como
la familia tradicional, el sexismo, el dogma, las buenas costumbres, el
orden y el progreso. Al mismo tiempo, las movilizaciones
populares espontáneas u organizadas contra la agenda neoliberal, convierten
a las calles y las plazas en un territorio de disputa entre dos proyectos y
visiones de mundo contrapuestos.
¿Qué está en juego en América Latina en
este momento?
Desde el punto de vista estratégico, como lo hemos
venido sosteniendo en los últimos años, una vez más la
disputa global por recursos naturales estratégicos para los ciclos
tectológicos e industriales en desarrollo y emergentes en relación a los
cuales América Latina tiene las principales reservas: litio (94% de las reservas mundiales, y sólo en Bolivia
más de 75%), niobio (96% solo en Brasil),
cobre (36% de participación mundial), la
primera reserva mundial de petróleo (18%
solo en Venezuela y el creciente potencial brasileño con las
reservas offshore), casi 30% del agua dulce del
planeta, siete de los diez países más
megadiversos del mundo están en la región, solo para citar algunos
ejemplos.
Estados Unidos declara en todos sus documentos
estratégicos, sean de seguridad nacional o de otra índole,
incluidos los planes de ciencia y tecnología, que el acceso a recursos
naturales estratégicos es una cuestión de seguridad nacional. Los
datos muestran que en casi todos los casos estos recursos naturales están fuera
de su territorio continental y de ultramar, principalmente en América Latina
y particularmente en América del Sur. Por otro lado China, desde fines de los años 90 ha venido
incrementando la demanda de estos recursos, y después del reflujo de los
precios de las materias primas, como consecuencia de la crisis del 2008,
observamos una tendencia a la recuperación de los precios de estos recursos y
la inminencia de un nuevo super-ciclo de precios en
la medida en que avance la Nueva Ruta de la Seda:
un corredor, proyecto propuesto por China en 2013 y que hoy en día
incluye a más de cien países del mundo. La disputa por la hegemonía en
el sistema mundial entre una China emergente y Estados Unidos en declive
económico está produciendo reorganizaciones geopolíticas de gran envergadura, está
reconfigurando los territorios y bloques económicos en un ambiente global
de grandes tensiones y amenazas, de gran radicalidad de los proyectos neo
conservadores que se resisten a los cambios de época y reaccionan con violencia
creciente. Al mismo tiempo, una creciente militarización de los
territorios y reposicionamiento de las bases militares de Estados Unidos
en la región acompañan este proceso.
Desde el punto de vista económico, se trata de
imponer a sangre y fuego el programa económico neoliberal, que algunos analistas han llamado neoliberalismo
2.0, a pesar del fracaso evidente de este proyecto implantado
durante las últimas décadas del siglo XX. En la agenda económica están
como principales prioridades:
la desregulación de los derechos laborales y de jubilación, la venta de las
empresas públicas con el viejo argumento de achicar el Estado, la entrega
de recursos naturales por la vía de concesiones que poco o nada dejan a
los Estados, la transferencia de recursos públicos al sector
financiero y la recontratación de deudas públicas (véase el caso de
la deuda externa creada por el gobierno de Macri en Argentina: 107
mil millones de dólares en menos de cuatro años, de la cual 98% ya
salió del país), la reducción radical de inversión del Estado en servicios
básicos como salud y educación, proponiendo la privatización
de estos servicios (el ejemplo del programa “Future-se” del gobierno de Bolsonaro
para las universidades públicas en Brasil, elaborado a partir de una
consultoría al Banco Mundial, es un buen ejemplo de esta tendencia).
Evidentemente, frente a las consecuencias de este
neoliberalismo 2.0, la protesta popular se profundiza en todo el
continente, a partir de un estado de ánimo de descontento e indignación creciente de la población, pero
también de la pérdida acelerada de conquistas sociales y políticas de
aquellos sectores que no están más dispuestos a regresar a la miseria y la
indigencia, que no admiten estafas políticas ni golpes de Estado de
nuevo tipo. La respuesta popular indígena frente a la renuncia
obligada del presidente Evo Morales y toda la primera línea de gobierno en Bolivia
es una muestra del potencial de esta movilización social, pero también es una
evidencia de los niveles de violencia y racismo que las oligarquías
regionales y sus aliados internacionales son capaces de desplegar.
Nos espera un 2020 de crecientes tensiones y
enfrentamientos entre estos dos proyectos políticos, económicos y
civilizatorios. Sin embargo, es
bueno recordar que la reacción de los sectores conservadores se hace más
violenta, justamente cuando pierden legitimidad política, económica y
social. El neoliberalismo 2.0 es incompatible con la propia democracia liberal, y
de ella tiene que guardar respetable distancia, aun cuando pretenda mantener
las apariencias. Si la protesta popular gana densidad y conducción
política, estaremos, ciertamente, frente al inicio de un nuevo ciclo
progresista, que exige un balance serio de los avances y limitaciones del
momento anterior, pero representa también grandes
desafíos y posibilidades de transformaciones más profundas y recuperación de la
integración regional y soberanía de los pueblos y los gobiernos.
MÓNICA BRUCKMANN es
profesora del departamento de Ciencia Política y del Programa de Posgrado de
Historia Comparada de la Universidad Federal de Río de Janeiro-UFRJ, Brasil.
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario