“LA
RESPONSABILIDAD POLÍTICA. Para Percy
Medina, jefe de Misión para Perú de IDEA Internacional, hay que analizar la salud de la
democracia representativa. “Vemos un gran desencanto con la democracia en
todo el continente, con caídas clarísimas de la confianza”, afirma. “En
muchos lugares, la gente prefiere un gobierno autoritario y no democrático, si
soluciona el problema la seguridad”. La
seguridad ha sido en todos los países
motor de campañas políticas que han logrado generar transiciones de gobierno. Medina
identifica dos problemas: la
desafección de la democracia y el crecimiento de
respuestas populistas frente al descontento. Esto responde a una “pérdida de control de los
políticos frente a la economía y a las políticas en general, en particular en
materia de seguridad”, y “eso mina
a la democracia, porque la gente siente que elige personas que no tienen la
capacidad de tomar decisiones”, agrega. El crecimiento de economías
ilegales, tanto en importancia como en nivel de transacciones, desplaza al
Estado y cubre por vía ilegal a la economía.
“La crisis de la representación en los partidos
es otro problema en varios países. “En todos
los partidos políticos vemos cómo los partidos ya no son lo que fueron, y así
se va transformando la naturaleza de la representación política. Ahora no sabemos si seguirán siendo
partidos o no, porque no están cumpliendo con su rol de representación”.
Sugiere que el avance de la tecnología ha vaciado algunas de las cosas que
hacían los partidos, como ser espacios para generar información y debate. “Las tareas fundamentales de formar cuadros para la
política y agregar intereses para representar a la gente siguen
siendo fundamentales, pero los partidos no están dando la talla”. La crisis de
los partidos es una oportunidad para el avance del crimen organizado. “Si no
hay organización política y densidad, es más fácil que entre la criminalidad a
tomar el poder político y el Estado. Si no hay partidos fuertes, es más
fácil que el crimen influya, no sólo a partir de financiar campañas sino
para incidir en la agenda pública”.
Tribuna de Honor de políticos peruanos denunciados por Corrupción. Corruptos, mafiosos, hoy unos fugitivos, muertos, presos, con impedimento de salida del pais. Faltan otros tiburones. Mafiosa galería.
***
Otro de los ejes fundamentales para encarar esta realidad es el financiamiento de la política. “La relación entre dinero y política es uno de
los grandes elefantes en la habitación si no se regula cómo entra el dinero a
ese ámbito. El dinero termina siendo tóxico para la política. En vez de que la
política regule el dinero, el dinero regula a la política”. En un
escenario en el que las campañas son crecientemente más caras y los políticos
requieren más fondos para ser competitivos, “terminan estando a la
merced de los capitales y de las redes delictivas, que pagan por tener poder e
impunidad”. Medina dice que “hay
que poner el ojo en cómo se están organizando las campañas, de dónde están
sacando la plata los políticos, y en saber si el dinero que entra es limpio y
no del crimen organizado”.
La chilena
Lucía Dammert, que dirige la
organización Espacio Público y se dedica a la investigación de temas de seguridad,
crimen y gobernabilidad en América Latina, dice que “la democracia
trae el fortalecimiento de las redes de crimen organizado”. No duda en
afirmar que “en democracia las organizaciones criminales tienen un rol
político en términos de definición”. Asegura que en América Latina
esta realidad se ve todos los días. “El problema no es la calidad de los
mercados ilegales, sino la calidad de la política”.
Al igual que Medina, destaca la importancia de conocer la
naturaleza del financiamiento de la política. “Se
aporta mucho dinero y no se sabe de dónde viene. Hay quienes creen que no es
malo recibir esa plata porque consideran que el bien superior es otro: poder
financiar la política”. Aunque se las niegue, las economías ilegales
forman parte activa de la economía. Estamos en un continente
en el que la cultura de la ilegalidad se ha ido fortaleciendo. “No
hay una lucha entre Estado y mercados ilegales, hay una zona gris donde
conviven. No podemos seguir pensando que hay una guerra entre unos y
otros”. No hay claridad diametral entre quién es el bueno y el malo. “La política gana mucho
diciendo que al mercado ilegal se le responde con políticas de
seguridad, pero en los hechos es falso”, afirma
Dammert.
“En la región hay determinados fenómenos que
aparecen como novedad en la política y podrían
tener vínculo con el crimen organizado. “Aparecen por sorpresa nuevos
actores políticos, asociados a movimientos fuertemente personalistas, con poca
vinculación con los partidos políticos existentes”. No se sabe de dónde
salen los financiamientos para estas campañas, que suelen ser muy ostentosas. “Todos estos personajes dicen ser nuevos en la política.
Son outsiders, con poca o
casi ninguna vinculación. Todos son empresarios que dicen partir de no
tener nada y al otro día tener todo. Otra característica es que en general
tienen familiares con causas penales”, dice
Dammert. Suelen ser movimientos
familiares o con financiación familiar, lo que refuerza las teorías
criminológicas que relacionan la economía ilegal con mafias familiares. La
situación actual de la política, la crisis de los partidos y la sed punitiva de
la sociedad configuran un escenario proclive para la puesta en juego de
estos actores. “Se dan cuenta de que pueden penetrar la política, que se
pueden hacer dueños de la política, y que la ciudadanía
no los va a castigar si cometen delitos, porque la
sociedad está pidiendo castigo para otros”.
/////
CÓMO
SE CONECTAN LAS ECONOMÍAS ILEGALES CON EL PODER POLÍTICO.
*****
Denisse Legrand.
La diaria.
Rebelión martes 17 de diciembre del 2019.
La presencia del Estado en los territorios y la
regulación de los mercados son fundamentales para combatir la actividad ilegal,
pero también hay otras acciones posibles, según especialistas.
Las economías ilegales,
el crimen organizado y el poder político no son movimientos aislados. Unos deben su existencia a los otros
y, a pesar de que se trazan estrategias públicas para enfrentarlos, sus caminos
parecen entrelazarse y así se fortalecen todos. A esta conclusión arriban
diversos expertos internacionales que encaran la seguridad desde múltiples
enfoques y tareas.
Para comprender las
economías ilegales hay que definirlas. Cuando hablamos de economías ilegales
hablamos de una economía que está prohibida o limitada por el Estado, que
idealmente tiende a no permitir que funcione. “En teoría suena bien, pero la
diferencia entre prohibir algo y evitar que efectivamente pase es enorme”,
señala el colombiano Juan Carlos Garzón,
director del Área de Dinámicas del Conflicto de la fundación Ideas para la Paz.
También hay que definir con
certeza lo que es legal y lo que es ilegal. Hay economías que son
parcialmente legales o plantean límites difusos. “Aunque queramos prohibir
transacciones de actividades, en la práctica es más complejo y las
transacciones ocurren”, afirma Garzón. Además, hay que saber que “cuando
hablamos de economía hablamos de poder, y de poder político”, agrega.
Según Garzón, “le hemos
dedicado muchas páginas al narcotráfico, pero las economías ilegales son
múltiples”. Dice que incluso en algunas zonas el narcotráfico no es la más
importante, y que la trata de mujeres en América
Latina “es uno de los mercados más
grandes y más mancomunados con el poder político”.
“El crimen organizado
debe su existencia al poder político, sin esta conexión no podría existir”, dice Adam Isacson, director
para Veeduría de Defensa en la Oficina de Washington para Asuntos
Latinoamericanos, y agrega que “el crimen organizado vive de sus
relaciones con el Estado”. En Colombia, por ejemplo, “los
paramilitares siempre tuvieron vínculo con la política, y construyeron así la
parapolítica”.
La falta de capacidades
para abordar estos delitos desde la Justicia y enjuiciarlos es determinante. En
este sentido, “la impunidad es un factor para el crimen organizado”.
Otro problema aparece cuando los habitantes de los territorios colaboran con el
crimen organizado y observan impunidad.
El programa que dirige Isacson
monitorea las tendencias de seguridad y la cooperación militar de Estados
Unidos. En este sentido, sugiere que un claro ejemplo de fracaso en las
políticas de seguridad asociadas al crimen organizado es ese país. “No se
han logrado resultados porque se ha privilegiado propiciar una guerra contra
las drogas”. Es una estrategia que ha fracaso históricamente, no hay
valoración empírica que demuestre lo contrario. Isacson agrega que en
Estados Unidos “se encontraron vínculos entre las unidades antinarcóticos y
el crimen organizado”, reafirmando así la hipó tesis de vinculación entre
las redes delictivas y el Estado.
A la hora de sugerir otros
caminos, comenta que una estrategia poco transitada ha sido el apoyo al sistema
de justicia para romper vínculos entre el crimen organizado y el poder
político. “Tampoco ha habido distancia de los poderes políticos que
tienen relación con el crimen organizado en la región” ni apoyo para la
sociedad civil que trabaja en estos temas. Lo otro que no ha sido
considerado, y es prioritario para el abordaje del crimen organizado, es el
lavado de dinero.
Es más que narcotráfico
El narcotráfico es la
mayor economía del crimen organizado,
pero también existen otras economías ilegales. El salvadoreño Alex Segovia, que
preside el Instituto Centroamericano de Investigaciones para el Desarrollo y el
Cambio Social, afirma que “hay un consenso formal que dice que hay una
debilidad estatal en toda América Latina”. Esto se traduce en una baja
presencia del Estado en territorios complejos, lo que significa una oportunidad
para la instalación de redes de crimen organizado. “Hay lugares en los que
simplemente no hay Estado, realidad presente en casi todos los países. Ante el
vacío aparece el crimen organizado”. La ausencia del Estado es un
campo fértil para que se desarrollen economías ilegales.
“Si además no hay
infraestructura y hay caudillismo local, se genera un vínculo entre la falta
de controles que genera la ausencia del Estado y la presencia de élites
regionales que generan un aumento de la economía ilegal”, afirma Segovia.
Explica que se está haciendo muy poco en la región en este sentido y que hay
factores novedosos, como los fenómenos migratorios, que han generado una
economía ilegal que “incluye personas y cosas”.
La debilidad
institucional en términos de controles y regulaciones también complejiza el problema,
además de las escasas habilidades de quienes tienen que abordar las políticas
de seguridad. Hay una carencia de conocimiento sobre los niveles de complejidad
que implican las redes delictivas. Para ejemplificar esto, Segovia
señala las dificultades que existen para comprender a las maras, pandillas
criminales con origen en El Salvador. “Las maras son un actor económico de
acumulación, ya no se trata del delito común y cotidiano para sobrevivir.
Cuando el actor delictivo da el salto y acumula estamos hablando de otra cosa”,
afirma.
Hoy las maras reciben
dinero de actividades delictivas muy diversas, enfocadas fuertemente en los
servicios, como el procesamiento de café y el control del transporte, entre
otros. Sin embargo, desde la política se tiende a un razonamiento básico a
la hora de pensar en las redes delictivas. Esto se traduce en estrategias
basadas en la mano dura, que no sólo no funcionan, sino que aumentan el nivel
de conflictividad y la letalidad, dice Segovia.
Los niveles de violencia
que manejan las economías ilegales y los grupos asociados al crimen organizado
son diversos. “A cierto crimen organizado no le interesa ser visible. A
otro sí, y basan su poder en el control del territorio y la población, con
mecanismos de coerción mediante el miedo y el asedio”. El rol de la sociedad
civil es fundamental. “La población ha formado sistemas de protección y
contención que han permitido que se reduzca la violencia”.
Para Garzón, hoy en día “estamos mejor que antes para pararnos
frente al crimen organizado”. Afirma que “hay mayores capacidades de
investigación, más políticos destituidos”, y “eso plantea un cambio”.
Considera que la región está en problemas, pero que también se ha avanzado. “Esto
crea nuevos desafíos. Hay que pensar cuáles son los efectos de tener
mayores capacidades de desestabilizar el sistema político, que históricamente
ha tenido capacidad de interactuar con lo ilegal”, señala.
“El problema de que
esto se haga visible es que la percepción no es que haya mejores mecanismos,
sino mayor corrupción”.
Para el experto, esto tiene que ver con que ahora la información “sale a
la luz, cosa que antes no pasaba”. Por eso, señala, “la gente hoy
piensa que el sistema es más corrupto, y esto quizás tenga que ver con que hay
más investigaciones”. Dice que la conclusión que se puede extraer de esto
no es que no se investigue para que la gente tenga mejor percepción, pero es un
dato a tener en cuenta.
“La ley está escrita,
pero no es aceptada por la gente, que opera con otra cotidianidad”. Juan Carlos Garzón, colombiano, director del Área de Dinámicas del Conflicto
de la fundación Ideas para la Paz.
Revelar una investigación y
contar lo que está pasando es una parte, pero hay que ver qué se hace luego. “Las
investigaciones generan movimientos sísmicos y lo que viene después no siempre
es mejor”, dice Garzón. Agrega que “hay que tomar en
cuenta que las élites aprenden y empiezan a cuestionar el sistema para salvarse
a sí mismas”. En su opinión, “el problema no es que estén
investigados por corrupción, sino que interpelan qué tan legítimo es el
sistema”.
El experto colombiano sugiere que para tener mejor
concepción de la seguridad “tenemos que cuestionarnos de dónde sale el
poder político en los territorios”. Sostiene que ese poder “está
dado por las economías ilegales en esos lugares, la incapacidad estatal de controlar
y el desinterés de llegar a determinadas regiones. Hay élites políticas que no
tienen interés en llegar a ciertos territorios”.
Afirma que además hay una tensión
entre la legalidad y la legitimidad. “Legalidad es imponer orden y ley. La deuda pendiente es la legitimidad. La
ley está escrita, pero no es aceptada por la gente, que opera con otra
cotidianidad”, explica. En seguridad, “la gran pregunta es cómo
hacemos para reunir a estas poblaciones en procesos de legitimidad y no de
imposición”. Según Garzón, “si la gente no conecta con esa idea
de Estado, es una forma de que las organizaciones ilegales permanezcan en el
tiempo”.
La responsabilidad política
Para Percy Medina, jefe de Misión para Perú de IDEA
Internacional, hay
que analizar la salud de la democracia representativa. “Vemos un gran
desencanto con la democracia en todo el continente, con caídas clarísimas de la
confianza”, afirma. “En muchos lugares, la gente prefiere un gobierno
autoritario y no democrático, si soluciona el problema la seguridad”. La seguridad ha
sido en todos los países motor de campañas políticas que han logrado generar
transiciones de gobierno.
Medina identifica dos problemas: la desafección de la democracia y el crecimiento de respuestas populistas
frente al descontento.
Esto responde a una “pérdida de control de los políticos frente a la
economía y a las políticas en general, en particular en materia de seguridad”, y “eso mina a la democracia,
porque la gente siente que elige personas que no tienen la capacidad de tomar decisiones”,
agrega. El crecimiento de economías ilegales, tanto en importancia como
en nivel de transacciones, desplaza al Estado y cubre por vía ilegal a la
economía.
La crisis de la
representación en los partidos es otro problema en varios países.
“En todos los partidos políticos vemos
cómo los partidos ya no son lo que fueron, y así se va transformando la
naturaleza de la representación política. Ahora no sabemos si seguirán siendo
partidos o no, porque no están cumpliendo con su rol de representación”.
Sugiere que el avance de la tecnología ha vaciado algunas de las cosas que
hacían los partidos, como ser espacios para generar información y debate. “Las
tareas fundamentales de formar cuadros para la política y agregar intereses
para representar a la gente siguen siendo fundamentales, pero los partidos no
están dando la talla”. La crisis de los partidos es una oportunidad para el
avance del crimen organizado. “Si no hay organización política y densidad,
es más fácil que entre la criminalidad a tomar el poder político y el Estado.
Si no hay partidos fuertes, es más fácil que el crimen influya, no
sólo a partir de financiar campañas sino para incidir en la agenda pública”.
Otro de los ejes
fundamentales para
encarar esta realidad es el financiamiento de la política. “La relación entre dinero y política es uno de
los grandes elefantes en la habitación si no se regula cómo entra el dinero a
ese ámbito. El dinero termina siendo tóxico para la política. En vez de que la
política regule el dinero, el dinero regula a la política”. En un
escenario en el que las campañas son crecientemente más caras y los políticos
requieren más fondos para ser competitivos, “terminan estando a la
merced de los capitales y de las redes delictivas, que pagan por tener poder e
impunidad”. Medina dice que “hay
que poner el ojo en cómo se están organizando las campañas, de dónde están
sacando la plata los políticos, y en saber si el dinero que entra es limpio y
no del crimen organizado”.
La chilena
Lucía Dammert, que dirige la
organización Espacio Público y se dedica a la investigación de temas de seguridad,
crimen y gobernabilidad en América Latina, dice que “la democracia
trae el fortalecimiento de las redes de crimen organizado”. No duda en
afirmar que “en democracia las organizaciones criminales tienen un rol
político en términos de definición”. Asegura que en América Latina
esta realidad se ve todos los días. “El problema no es la calidad de los
mercados ilegales, sino la calidad de la política”.
Al igual que Medina, destaca la importancia de conocer la
naturaleza del financiamiento de la política.
“Se aporta mucho dinero y no se sabe
de dónde viene. Hay quienes creen que no es malo recibir esa plata porque
consideran que el bien superior es otro: poder financiar la política”.
Aunque se las niegue, las
economías ilegales forman parte activa de la economía. Estamos en un continente
en el que la cultura de la ilegalidad se ha ido fortaleciendo.
“No hay una lucha entre Estado y
mercados ilegales, hay una zona gris donde conviven. No podemos seguir
pensando que hay una guerra entre unos y otros”. No hay claridad diametral
entre quién es el bueno y el malo. “La política gana mucho diciendo que
al mercado ilegal se le responde con políticas de seguridad, pero en los
hechos es falso”, afirma Dammert.
En la región hay
determinados fenómenos que aparecen como novedad en la política y podrían tener
vínculo con el crimen organizado. “Aparecen por sorpresa nuevos actores
políticos, asociados a movimientos fuertemente personalistas, con poca vinculación
con los partidos políticos existentes”. No se sabe de dónde salen los
financiamientos para estas campañas, que suelen ser muy ostentosas.
“Todos estos
personajes dicen ser nuevos en la política. Son outsiders, con poca o casi ninguna vinculación.
Todos son empresarios que dicen partir de no tener nada y al otro día
tener todo. Otra característica es que en general tienen familiares con
causas penales”, dice Dammert. Suelen
ser movimientos familiares o con financiación familiar, lo que refuerza las
teorías criminológicas que relacionan la economía ilegal con mafias familiares.
La situación actual
de la política, la crisis de los partidos y la sed punitiva de la sociedad configuran un escenario proclive para
la puesta en juego de estos actores. “Se dan cuenta de que pueden
penetrar la política, que se pueden hacer dueños de la política, y que la ciudadanía no los va a castigar si cometen delitos,
porque la sociedad está pidiendo castigo para otros”.
Asumir una
realidad y regular los mercados
Regular los mercados es una estrategia más que válida
para encarar la realidad de las economías ilegales. La economía más fuerte, y con
resultados más negativos en términos de seguridad, es la que se asocia
al tráfico de drogas. Las políticas prohibicionistas demuestran su
fracaso día a día. Quienes se dedican profesionalmente a la seguridad se
plantea la necesidad de trazar estrategias más eficientes.
En este sentido, Mario Layera, director nacional de Policía, sugiere que “la solución global al narcotráfico debe ir de la mano de la legalización y regulación de las drogas”, superando así la tradicional faceta prohibicionista, que sólo ha traído más violencia.
Para el jerarca, que dedicó más de la mitad de su carrera a la dirección y el “combate a las drogas”, la regulación de los mercados de drogas tiene que estar bajo la órbita del Estado y se deben desarrollar políticas específicas que consideren la peligrosidad de cada mercado.
En este sentido, Mario Layera, director nacional de Policía, sugiere que “la solución global al narcotráfico debe ir de la mano de la legalización y regulación de las drogas”, superando así la tradicional faceta prohibicionista, que sólo ha traído más violencia.
Para el jerarca, que dedicó más de la mitad de su carrera a la dirección y el “combate a las drogas”, la regulación de los mercados de drogas tiene que estar bajo la órbita del Estado y se deben desarrollar políticas específicas que consideren la peligrosidad de cada mercado.
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