lunes, 15 de julio de 2013

“Las Corporaciones Transnacionales y la simetría en los Golpes de Estado”.

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“ANALISIS DEL GOLPE DE ESTADO EN EGIPTO.- Ya se pueden olvidar los egipcios de soñar siquiera con que el país árabe más importante recobre el peso histórico que le debería corresponder y al lado del cual los Saud no son más que una tribu que se encontró con que sus jaimas nadaban en petróleo. Lo de plantear un camino propio y libre de las ataduras con Washington y con Tel Aviv no llega ya ni a la categoría de falaz quimera. Y yo no descartaría, en este extraño juego de alianzas antinatura en el que está instalado el panorama político del país, que fueran los propios militares egipcios los que impusieran un modelo de islamización de la sociedad. Ya lo hizo el régimen argelino que, tras la guerra civil, negoció que los islamistas, exhaustos por la guerra, renunciaran a la política, pero a cambio llevó a cabo un proceso de implantación de la sharia. Una solución así respondería a un esquema que es tan viejo como el mundo y que ha sido llevado a cabo con «éxito» -para el poder, de ahí las comillas- en el propio Egipto de Mubarak y en la región. Y es que leyendo algunos supuestos análisis uno podría llegar a la conclusión de que la sharia (ley islámica) ha sido un concepto impuesto por los Hermanos Musulmanes en su frustrado proyecto constitucional, cuando estaba ya vigente en la Carta Magna del derrocado Mubarak y seguirá vigente, a todas luces, en la Constitución que tienen intención de alumbrar los militares”.


Islamistas llaman a manifestar contra el “golpe de Estado militar” en Egipto. Adeptos del islamista Mohamed Mursi, llamaron as protestar este viernes en contra de lo que denominaron un golpe de estado de la fuerza armada contra la democracia cariota.
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“Fenómenos similares se han dado en distintas épocas en otros países como la Siria «revolucionaria» de los Al-Assad. Porque, contra lo que sostiene más de uno, tanto la siria como la egipcia son sociedades profundamente religiosas, conservadoras incluso, y el islam político no es un fenómeno importado desde fuera. Otra cosa es que haya actores externos que lo sostengan o impulsen. Como hay actores externos que sostienen e impulsan otro tipo de iniciativas políticas, muchas bastante más exógenas. Una solución a la argelina, pero sin guerra civil, supondría la consolidación en Egipto de una especie de entente en la que el viejo régimen reivindica para sí el poder político, aderezado, eso sí, con figuras opositoras dóciles, y ofrece a cambio mezquitas a la depauperada y devota población islamista: «No hagáis política. A cambio os financio (con dinero saudí) vuestra fe». Alguien replicará que es un escenario de ciencia ficción. Igual de improbable parece el dibujado por sectores de la izquierda egipcia y mundial, que han saludado el «no golpe de Estado» y el regreso oficial -realmente nunca se fueron- de los militares al poder y sueña ahora con que un nuevo y futuro levantamiento popular desbanque definitivamente al viejo régimen e instaure una verdadera revolución social en Egipto. ¿Podrán mantener esta suerte de movilización permanente y revertir la tendencia que les condena siempre a la derrota? ¿Les dejarían, en todo caso, los militares? Me temo que estos últimos preferirán, en todo caso, un pacto con los salafistas. «Con la revolución en el cielo»”. Rebelión. Dabid Lazkanoiturburu. Lunes 15 de julio del 2013.
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La decisión de las Fuerzas Armadas provocó olas de festejos en las calles egipcias. Foto: AFP
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“Las Corporaciones Transnacionales y la simetría en los Golpes de Estado”.
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Juan Francisco Coloane (especial para ARGENPRESS.info)

Lunes 15 de julio del 2013.

Una diferencia de tiempo de 40 años en los ciclos del capitalismo global aparece como una minucia al observar el poderío de las corporaciones transnacionales y su rol en el manejo político interno y externo de las naciones. El golpe de estado que destituye al Presidente Mohamed Morsi en Egipto, en este sentido exhibe cierta similitud con el golpe de estado de 1973 en Chile que destituye a Salvador Allende.

Con una diferencia de 40 años, la semejanza mayor reside en el contexto de una crisis económica mundial y el rol del capital transnacional para enfrentarla. La otra por cierto es el derrocamiento de un gobierno democráticamente elegido bajo un cuestionado requerimiento de la sociedad civil para la intervención de las Fuerzas Armadas.

Mohamed Morsi pertenece a los islamistas moderados de los Hermanos Musulmanes y en su conducta política demostraba capacidad y autoridad. Algo sucedió bruscamente en el ambiente interno que cualquiera de sus propuestas por reconstruir un país institucionalmente diezmado por décadas de dictadura, era rechazada por ser interpretadas como la incorporación del islamismo en la conducción del estado.

La Hermandad Musulmana, la agrupación política que respalda a Morsi y que hoy reclama su regreso como presidente, había captado un clima de gran expectativa popular por reformas. El alto grado de corrupción institucional, la violación de las leyes y los derechos humanos, el aumento de la pobreza y el manejo económico equivocado de Hosni Mubarak abrieron la crisis institucional que derivó en su elección como presidente.

El descalabro económico y social comenzó a ser vinculado con el rol penetrante del capital transnacional en el corazón estratégico de la nación.
En Egipto las Fuerzas Armadas constituyen el principal cliente y operador de las Corporaciones Transnacionales (Marshall-Stacher.2012). Egipto además ha sido un actor clave en los equilibrios políticos de la región e intermediario importante, sino decisivo, en las negociaciones entre el Gobierno Palestino e Israel. Con esta gravitación no puede experimentar inestabilidad por ningún motivo.

Estabilidad y moderación son dos situaciones que el gobierno de Mohammed Morsi no estaba asegurando y el escenario aparecía imprevisible. Es así que la decisión del golpe de estado, más allá de las manifestaciones populares, haya contado con el apoyo de las compañías trasnacionales, hoy por hoy, los dueños de la mayor parte del capital que fluye en los productos internos de las naciones.

Esa preponderancia del capital de las corporaciones transnacionales estaba asociada a la corrupción en el gobierno, incluyendo al ejército, el actor clave que tiene las riendas del poder. Al levantar el grueso velo, la presidencia de Morsi tenía los días contados.

El clima económico y social exige que las corporaciones transnacionales formen parte del diseño de políticas públicas en un modelo de interacción más agresivo del que se ha constatado hasta el momento. Es la hora de la reactivación del lánguido capital y de la profunda reforma institucional que requiere el modelo privatizador ultra abierto, sin asfixia estatal y de libre competencia desregulada implantado en la década de 1980.

Con Morsi Egipto había adoptado un camino mixto, respetando la demanda de contener el rol del capital transnacional en los asuntos de estado y reivindicando demandas sociales de 40 años.

En Chile, Salvador Allende fue elegido democráticamente con una agenda de reformas centradas en la nacionalización de los recursos estratégicos en manos de corporaciones multinacionales. Su proyecto de inyectar formas autónomas de autosuficiencia productiva significaba una amenaza al predominio de las transnacionales y de ser exitoso el experimento podía expandirse en la región. El resto del proceso se conoce y ha sido medianamente analizado aunque nunca lo suficiente. Lo concreto es que bajo la crisis económica internacional que se avecinaba producto del estancamiento de las economías industrializadas, las medidas de Allende eran anti sistémicas en el contexto global.

El crecimiento promedio anual de los países de la OECD en el área industrial se reduce al 1.7 % entre 1973 y 1979, desde el 5.1 % de 1968-1973 (Arrizabalo, X.Edit.1997), que incita a revisar todo el mecanismo de la ralentización de la inversión y su efecto para la productividad. Es el despertar de la criatura dormida. -el mal llamado modelo neo-liberal-, que le atribuyen a la escuela de Chicago y que siempre estuvo allí al acecho desde la invención del capitalismo y que de liberal no tiene nada, al menos en el concepto del liberalismo con justicia social.

El golpe de estado a Salvador Allende, coincide con el período de gestación del ajuste estructural a las economías en el nivel global que se implanta en la década de 1980, donde Chile surge como historia exitosa en su aplicación al desmantelar al estado en su rol de intermediación entre capital y sociedad. Allende como Morsi, recibe un país institucionalmente frágil y políticamente dividido. Asume en medio de una impasse interna entre los sectores opuestos a la izquierda que representaba. El asesinato del general René Schneider fue la gran señal del síntoma de la enfermedad que se desataría posteriormente: Un país con una ciudadanía desprovista de mínimos derechos.

El golpe en Chile 40 años atrás, fue incubado por las Corporaciones Transnacionales, hecho que forma parte de la tradición escolástica del estudio de la economía global, (Barnett y Muller. The Global Reach.1974).

Frente a la crisis económica mundial de la década de 1970 y que incubaba una mayor en la década de 1980, como queda demostrado por los sucesivos golpes de estado en Chile y en la región, el gran capital transnacional no podía permitir desestabilizaciones; menos de sectores izquierdistas anti corporaciones transnacionales.

En el caso de Egipto, la matriz del problema intrínseco no han sido las rigideces de la Hermandad Musulmana. Frente a la actual crisis económica y política, esa zona debe ser controlada por el capital transnacional y sus recursos formar parte de los activos de la globalización. Mientras más previsible mejor. En Chile no fue diferente en 1973. Las naciones deben constituir unidades estables para la rentabilidad de una fábrica planetaria.

Salvador Allende como Mohammed Morsi se abrió a la negociación. Son contextos locales diferentes. No se está comparando a la Unidad Popular que apoyaba a Allende con la Hermandad Musulmana. Aún así, ambas experiencias son homologables porque la disputa en política ha sido generalmente entre la moderación y el radicalismo en sistemas socioeconómicos que experimentan una crisis aguda. Como la historia ha enseñado en algunos casos, en el fragor de la convulsión social, la línea que separa una desestabilización mayor sin horizonte y una verdadera revolución ciudadana - que al parecer es lo que se está reclamando en muchos países- más que ser delgada, simplemente no puede existir. Especialmente cuando un polo de poder – el del capital transnacional- ha avasallado las expresiones democráticas, absorbiendo en su dominio a los poderes del estado, por la sencilla razón de tener los medios para hacerlo.

En la sociología de naturaleza más abstracta, se recurre con frecuencia a Max Weber para establecer parámetros analíticos que en definitiva derivan en postulados éticos para evaluar las conductas políticas de personas o instituciones. Desde esta perspectiva, si existe una institucionalidad que rompe barreras éticas con una naturalidad pasmosa y muy pocos la enfrentan, esa es la del mundo corporativo de las compañías transnacionales.

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