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La reelección de Dilma (en dos semanas de
movilizaciones sociales, acaba de perder 21 puntos) dependerá de las
alianzas partidarias y sociales que hará de aquí en adelante, si continúa priorizando las alianzas de
corte conservador, creo que la derecha podrá derrotarla con candidatos que
se presentan aparentando ser lo nuevo, aunque no lo son. Creo que la reelección de Dilma sería más segura si ella escuchara la
voz de las calles y promoviera los cambios sociales que se le reclaman. Si
lo hace, el gobierno realizará una inflexión
hacia la izquierda y consolidaría el apoyo popular para 2014. Frente a eso,
las clases dominantes y sus
portavoces aparecen en la televisión diariamente expresando su gran objetivo, desgastar al máximo al gobierno,
debilitar las formas organizativas de la clase trabajadora, derrotar toda propuesta de cambio
estructural y, todo para, finalmente, vencer en las elecciones y recomponer
la hegemonía total en el comando del Estado, que ahora está en disputa. En las redes sociales controladas por la
derecha he leído que algunos grupos más
fascistas empiezan a ensayar el
fuera Dilma y hacer correr un petitorio para el impeachment. También agitan
el discurso contra la corrupción,
que puede terminar volviéndose contra ellos, porque la burguesía brasileña, sus empresarios y sus políticos son
los mayores corruptos y corruptores. ¿Usted sabe quién se apropió de los gastos
exagerados de la Copa? La Red Globo y las empresas constructoras.
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BRASIL: “La derecha intentó disputar el control
de la calle”
Entrevista a JOÁO
PEDRO STEDILE Líder del Movimiento de los trabajadores rurales sin tierra de
Brasil.
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Darío Pignotti
Desde
Brasilia página /12 domingo 7 de julio del 2013.
La derecha no piensa en
otra cosa que impedir, como sea, la reelección de Dilma Rousseff (acaba de
perder 21 puntos de popularidad) en los comicios de 2014, y a pesar de su
espanto congénito ante la movilización popular, intenta hacer que se convierta
en fuente de caos e ingobernabilidad. De todos modos es improbable que las
oligarquías logren desvirtuar el sentido transformador de la revuelta en curso
desde hace tres semanas, atizada por la bronca ante el derroche de la Copa de
las Confederaciones.
Esta es la imperfecta
síntesis de la entrevista, rica por su densidad analítica, concedida por Joao
Pedro Stédile, líder (aunque él corrija a quien lo llame así) del Movimiento de
los Trabajadores Rurales Sin Tierra.
–Hace un mes, Dilma
estaba reelecta y después de 20 días de protestas esa hipótesis se desdibujó. ¿Qué
debe hacer para retomar la popularidad perdida?
–La reelección de Dilma
dependerá de las alianzas partidarias y sociales que hará de aquí en adelante,
si continúa priorizando las alianzas de corte conservador, creo que la derecha
podrá derrotarla con candidatos que se presentan aparentando ser lo nuevo,
aunque no lo son. Creo que la reelección de Dilma sería más segura si ella
escuchara la voz de las calles y promoviera los cambios sociales que se le
reclaman. Si lo hace, el gobierno realizará una inflexión hacia la izquierda y
consolidaría el apoyo popular para 2014. Frente a eso, las clases dominantes y
sus portavoces aparecen en la televisión diariamente expresando su gran
objetivo, desgastar al máximo al gobierno, debilitar las formas organizativas de
la clase trabajadora, derrotar toda propuesta de cambio estructural y, todo
para, finalmente, vencer en las elecciones y recomponer la hegemonía total en
el comando del Estado, que ahora está en disputa. En las redes sociales
controladas por la derecha he leído que algunos grupos más fascistas empiezan a
ensayar el fuera Dilma y hacer correr un petitorio para el impeachment. También
agitan el discurso contra la corrupción, que puede terminar volviéndose contra
ellos, porque la burguesía brasileña, sus empresarios y sus políticos son los
mayores corruptos y corruptores. ¿Usted sabe quién se apropió de los gastos
exagerados de la Copa? La Red Globo y las empresas constructoras.
–¿La dirección del
conflicto aún está en manos de la izquierda?
–La derecha intentó
disputar el control del sentimiento de las calles para desgastar a Dilma. Al
principio el gobierno de Dilma titubeó, pero creo que ahora está más activo. La
derecha perdió esa apuesta y está asustada. Creo que en general la derecha sale
perdiendo con el pueblo en las calles donde el protagonismo ha sido de las
propuestas populares y progresistas. Y además creo que se va a avanzar ahora
que la clase trabajadora anunció su entrada en las movilizaciones, con su
propuesta de una plataforma de luchas que va a paralizar al país el 11 de
julio.
–Surgen voces dentro del
PT a favor del regreso de Lula, que según una encuesta tiene 46% de intenciones
de voto, 16% más que Dilma. ¿Puede ocurrir el retorno en 2014?
–Lula ha repetido que no
será candidato a nada, y yo creo que no lo será.
–Si la derecha sueña con
el impeachment de Dilma, ¿qué repercusión tendría ese desenlace en los
gobiernos progresistas de Argentina, Ecuador, Bolivia y Venezuela?
–Creo que ese escenario
es imposible, no hay viabilidad política para que la derecha logre un
impeachment de Dilma porque esto desencadenaría un proceso de intensas
movilizaciones de masas que podría causar un efecto contrario al buscado por la
derecha; es decir, el pedido de impeachment llevaría al gobierno de Dilma hacia
posiciones más populares y de izquierda. Además considero que las
movilizaciones son un factor que está ayudando a fortalecer el carácter popular
de los proyectos que están en curso en los países que usted citó. En el fondo,
las masas juveniles brasileñas criticaron en las calles el fracaso de esta
política de conciliación de clases de la cual Brasil era un modelo. Era un
formato de conciliación en el que aparentemente todos ganaban, pero en realidad
el que más ganaba era el capital.
–Existe una comparación,
tal vez snob, entre las manifestaciones brasileñas y los jóvenes que desataron
levantamientos en el mundo árabe. ¿Qué opina sobre la tesis de que las redes
sociales son la columna vertebral de un movimiento social que prescinde de
partidos y líderes?
–Yo tampoco veo una
relación entre las movilizaciones de la Primavera Arabe y las de Brasil.
Primero porque en cada país del mundo árabe había características diferentes,
en función de la composición de intereses de clase que se pusieron en
funcionamiento. Creo que los casos más trágicos fueron la guerra impuesta por
la OTAN en Libia y la masacre que ocurre ahora en Siria. Los pocos avances que
hubo en Túnez y Egipto fueron para que se instalaran instituciones burguesas de
la burguesía comercial árabe.
Acá en Brasil, en
cambio, estamos ante un proceso encabezado por la juventud, resultante de una
crisis urbana grave, de ausencia de participación política de la sociedad y de
una crítica latente al modus operandi de los políticos de todos los partidos
que resultó en la formación de una burocracia que se mueve por intereses
propios y en una tecnocracia que existe dentro del gobierno de Dilma.
–El cardenal Claudio
Hummes, amigo de Lula y del papa Francisco (llega en julio a Río), respaldó las
protestas. ¿La Iglesia retoma posiciones progresistas tras amoldarse al
conservadurismo de Joseph Ratzinger?
–La Iglesia Católica de
Brasil siempre tuvo mucha sensibilidad social, y creo que el retroceso
ideológico que hubo en estos años también fue consecuencia del reflujo del
movimiento de masas en general además de que en la sociedad hubo una cierta
hegemonía de falsos valores del neoliberalismo que priorizan el mercado, el
individualismo y el consumismo. Con esa hegemonía ideológica en la sociedad, es
lógico que se hayan fortalecido, dentro de la Iglesia, las visiones religiosas
carismáticas, que apuestan todo en la salvación individual y en prácticas
religiosas alienantes. Creo que con estas movilizaciones juveniles puede llevar
un ascenso del movimiento de masas, y todo esto puede traer oxígeno a las
prácticas de la Iglesia.
–La FIFA presionó para
que el ejército se involucrara en la seguridad de la Copa, la prensa publicó
que el ejército se reunió para analizar las manifestaciones. ¿Usted descarta
que las fuerzas armadas sean convocadas para actuar en la seguridad interna?
–El riesgo de que eso
pase siempre existe, porque lamentablemente aún hay muchos gobiernos
provinciales, como los de San Pablo y Río de Janeiro, que son conservadores, y
podrían solicitar el refuerzo militar. En Brasil las policías están bajo
control de los gobiernos estaduales. Creo que esto causaría un desgaste
institucional a los militares.
Las fuerzas armadas
están para defender la soberanía nacional y no para reprimir al pueblo.
–La repulsa ante los
gastos de la Copa crece, ¿existe algún margen para que Dilma decida no
realizarla?
–Considero
que esa posibilidad no existe porque el gobierno no quiere y no tiene fuerza
para romper su contrato con la FIFA, después de todas las inversiones que se
han realizado, y hasta porque el pueblo quiere que se haga la Copa en Brasil, y
al mismo tiempo la
gente quiere saber quién se quedó con tanto dinero y si hubo hechos de
corrupción que se penalice a los culpables.
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