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En las luchas Revolucionarias en materia de Comunicación y en las
Revoluciones Sociales que avanzan en Latinoamérica,
transita una crítica profunda a la falsedad de la democracia burguesa y a todas
sus estratagemas hipócritas para ofrecerse como garante de la “igualdad”, de
los “derechos humanos” y de la “libertad”.
Esa fuerza Revolucionaria ha sabido entender los peligros y engaños de la “democracia burguesa” como una amenaza
real contra los pueblos. Por eso se orienta hacia la Democracia Socialista y sabe bien qué papel juega el cuerpo de las
nuevas Constituciones Políticas que emergen en cada país, con sus leyes y
reglamentos, y cómo debe predominar en ellos el interés del pueblo. Es decir, que la Constitución, las leyes y
los reglamentos, sean escritos con la mano de la lucha… misma que elige un
Estado y un gobierno democrático y representativo de los intereses populares
como forma de construir la justicia, la libertad verdadera y la democracia
verdadera. Sin intermediarios. La lucha en materia de
Democratización de la Comunicación, y de la información, ha dejado
en claro que se debe construir un poder comunicacional de nuevo género, para la
mayoría y por la mayoría, dirigido sistemáticamente a resolver los problemas, las necesidades materiales y espirituales
propias de la nueva situación revolucionaria que es, por definición, una
manifestación de la democracia socialista, aun incipiente, en la que se
plantea, como parte de su tarea, luchar por una sociedad plena de igualdad social, sin diferencias de clases.
Es esto lo que tensiona y
desespera tanto a los monopolios mediáticos y a los poderes oligárquicos que
miran cómo, a diario, surgen iniciativas rebeldes, cargadas con creatividad y con
inteligencia resueltas a no ser más
esclavas de la voluptuosidad consumista ni del capricho esclavizante de los
negociados burgueses. Proliferan las certezas de que el cambio de raíz es
posible no por voluntarismo sino por experiencia organizativa que, entre sus
dificultades y limitaciones, vence desafíos diariamente. Todo medio es útil
desde la palabra hasta lo “digital”. El objetivo es el mismo. Y está a la vista
creciente y madurado.
En los procesos revolucionarios más avanzados de América Latina hoy
se ha recuperado el programa Socialista y el Comunista,
como expresión suprema de la realización plena del “buen vivir”, con todas sus exigencias materiales y subjetivas. De
ahí el despliegue de estrategias nuevas para el desarrollo de las fuerzas
productivas con apoyo en la ciencia, en la tecnología y en la organización de
los trabajadores hacia un marco de
relaciones de producción con desarrollo cultural, anti-colonial y de
liberación de los caudales expresivos plenos de riquezas, estéticas y éticas,
consustanciales a la realización de la democracia
socialista. En ese marco están las propias herramientas de comunicación al
servicio de la Revolución bajo el poder colegiado de los pueblos. Hay cientos
de casos nacientes. Y, por eso, el
trabajo de las corporaciones
transnacionales dominantes y sus alianzas con fuerzas mediáticas locales,
constituye un frente muy poderoso de agresión sistemática. Es preciso
comprender las operaciones de ofensiva de los “medios de comunicación” burgueses como una fuerza activa,
desesperada, contra la clase trabajadora. Un poder de agresión, por otra parte,
sólo comprensible a través de sus conexiones con otras partes de la estructura
económica del capitalismo cargado con odio de clase. Eso produce la ideología dominante que es también una formación social,
y que ocupa un lugar específico en la variedad de insultos, descalificaciones y
atentados contra las Democracias
nacientes y es odio determinado por la estructura social e histórica de esa
sociedad decadente. No hay duda que valga, siempre existe una relación
dialéctica entre la estructura y la ideología: la “guerra mediática” contra Rafael
Correa, Evo Morales, Cristina Fernández, Hugo Chávez, Nicolás Maduro… tiene
base material de las relaciones de la producción que determinan la ideología de
la agresión y, a la vez, indefectiblemente, la ideología también determina de
manera, desigual y combinada, la estructura
objetiva del mensaje. Hay que ver los delirios del Grupo “Prisa” y CNN en su locura.
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COMUNICACIÓN EN
DEMOCRACIA Y DEMOCRACIA EN COMUNICACIÓN.
El problema de
la Democracia es también un problema de Comunicación.
*****
Fernando Buen Abad
Domínguez.
Rebelión jueves 15 de
julio del 2013.
Diagnóstico
No hay duda. Uno de los
frentes que mejor expresa la lucha por la Democracia en Latinoamérica, no sin
tropiezos, limitaciones y debilidades aun, es la democratización de las
herramientas de “Comunicación”. No se lucha por cualquier Democracia ni por
cualquier Comunicación, se lucha por una Democracia
participativa y socialista y tal lucha recorre el continente. Mientras,
unos cuantos que son mansos y serviles se aferran al modelo imperial de democracia burguesa y comunicación
mercantil; las mayorías elevan con dignidad, de manera desigual y
combinada, el mandato democratizador de los pueblos. Especialmente en los
escenarios de lucha jurídico-política, más recientes, se ve con plenitud, ese
punto transicional en el que lo nuevo no acaba de nacer y lo viejo no termina
por morir. Destacan Ecuador, Venezuela,
Bolivia y Argentina. Otros avanzan en su dirección. Esto es hoy, en
Latinoamérica, parte insoslayable de una agenda que recorre a todo programa
político emancipador. La Revolución latinoamericana tiene que resolver una
ecuación magnífica entre Comunicación en
Democracia y al mismo tiempo Democracia
en la Comunicación, dilema continental en todas sus circunstancias y
complejidades. Y en eso estamos.
Ya sabíamos muchas cosas.
Por ejemplo, desde el informe MacBride “Un solo mundo, voces múltiples”
(1980), contábamos con advertencias sobre un acelerado, e impune, proceso de
monopolización de “medios”. Eso era, ya desde su advertencia, un peligro
clarísimo para los Gobiernos y un foco anti-democrático que vimos crecer en
nuestras narices. Hoy existe una emergencia política y estratégica dispuesta a
corregir semejante monstruosidad en una batalla asimétrica y compleja, en la
medida en que se perfeccionan las “armas
de guerra ideológica burguesa” camufladas de “mass media”.
En su conjunto, los
grandes debates, que en materia de “Comunicación”,
se han desarrollado por décadas, en América Latina, han recorrido agendas
relativas a la “diversidad de las
voces”, a las “políticas de
inclusión”, al “riesgo de la
monopolización” y a la “democratización
de las herramientas de comunicación”; hoy se agrega una categoría que
debiera ser ineludible en esa agenda de debates y es el problema
de la comunicación como un “problema de
seguridad nacional” y como “problema de seguridad regional”. Los Estados
no pueden seguir siendo sometidos a ninguna estratagema de “polarización” que
pretenda poner en “igualdad de condiciones” los intereses mercantiles frente a
los intereses comunes de la inmensa mayoría de los pueblos. Llega a ser
irracional el hecho de que los Estados deban mantenerse a la defensiva
ante ataques organizados por las corporaciones mediáticas, muchas de ellas
monopólicas, mientras los Estados democráticos tienen mandatos y tareas
concretas -y urgentes- para desarrollar políticas de comunicación
emancipadoras, atentas a las necesidades históricas de los pueblos. Hay guerras burguesas desde los
“medios” contra la democratización integra de la sociedad, en su sentido más
amplio, y en particular contra la democratización de las herramientas de comunicación.
Eso ha sido motivo, incluso, de golpes de estado. Abundan los ejemplos.
A
contrapelo del deseo de las burguesías, y
para su impotencia y derrota, está naciendo en Latinoamérica una Doctrina Emancipadora en materia de Comunicación, teórico-práctica,
necesaria, que exige seleccionar, con precisión científica, la calidad y la
cantidad de acción política con que desarrollarán las nuevas Formas de la
Comunicación que no pueden ser otra cosa la continuación del Contenido
Revolucionario. Esa Doctrina de la Comunicación Revolucionaria no acepta
autoridad alguna de esa Comunicación si no expresa, con suficiente claridad, la
luz de la historia y las fuerzas emancipadoras. Tal Doctrina no está siendo
escrita por plumas sabihondas sino desde las luchas.
Debemos ser muy cautelosos
cuando hablamos de una Doctrina de la
Comunicación Revolucionaria para combatir a la ideología de la clase
dominante que nos ha inoculado su falsa consciencia disfrazada de todo género
de filantropismos limosneros, reformismos academicistas y demás cháchara
erudita, edulcorada con palabrería cientificista. A no confundirse, una
doctrina de La Revolución Comunicacional, con su tareas indispensables en este
momento, está siendo escrita rigurosamente en la realidad y es la producción de
sentido que genera la lucha y que se expresa en el programa que, al abordar el
problema de la Comunicación Revolucionaria, pretende, él mismo, ser un
ejercicio de Comunicación Revolucionaria.
Sin atenuantes, esta
Doctrina está siendo redactada, por la mano de la lucha y desde la perspectiva
de las víctimas de la alineación generada por la ideología de la clase
dominante que usa sus máquinas de guerra ideológica para esclavizar la mano de
obra y la conciencia. Se trata de una Doctrina Revolucionaria de nuevo tipo que
ahora también hace uso de armas comunicacionales, políticas, jurídicas y
organizativas. Se trata de una situación Revolucionaria desarrollada por las
bases para impedir, a toda costa, que la burguesía deprede a sus anchas, y
actúa, no sin peligros empiristas, mientras se logra su total extinción. No hay
equívocos.
Lo que esta Doctrina “en
pleno desarrollo” tiene en su conciencia, es que la acción real de una
Revolución social también se desarrolla una Revolución Democrática y
Comunicacional expresada, históricamente, en la lucha de clases. Se acrecienta
la toma de conciencia y todo lo que aparece como un avance de la Revolución, al
mismo tiempo, es avance del saber colectivo. No nos alcanza, desde luego, con
la conciencia particular del revolucionario, de lo que se trata es de saber
entender cómo, con esa Doctrina de la Comunicación Revolucionaria naciente,
crece un programa de todos empeñado en hacer visible que la Revolución es,
también, producción de sentido transformador y permanente.
“La comunicación es el derecho que da la voz
a todos los otros derechos” J. Assange
En las luchas
Revolucionarias en materia de Comunicación y en las Revoluciones Sociales que
avanzan en Latinoamérica, transita
una crítica profunda a la falsedad de la democracia burguesa y a todas sus
estratagemas hipócritas para ofrecerse como garante de la “igualdad”, de los
“derechos humanos” y de la “libertad”. Esa fuerza Revolucionaria ha sabido
entender los peligros y engaños de la “democracia
burguesa” como una amenaza real contra los pueblos. Por eso se orienta
hacia la Democracia Socialista y sabe
bien qué papel juega el cuerpo de las nuevas Constituciones Políticas que
emergen en cada país, con sus leyes y reglamentos, y cómo debe predominar en
ellos el interés del pueblo. Es decir, que la Constitución, las leyes y los
reglamentos, sean escritos con la mano de la lucha… misma que elige un Estado y
un gobierno democrático y representativo de los intereses populares como forma
de construir la justicia, la libertad verdadera y la democracia verdadera. Sin
intermediarios.
La lucha en materia de
Democratización de la Comunicación, y de la información, ha dejado en claro que
se debe construir un poder comunicacional de nuevo género, para la mayoría y
por la mayoría, dirigido sistemáticamente a resolver los problemas, las
necesidades materiales y espirituales propias de la nueva situación
revolucionaria que es, por definición, una manifestación de la democracia
socialista, aun incipiente, en la que se plantea, como parte de su tarea,
luchar por una sociedad plena de igualdad social, sin diferencias de clases.
Es esto lo que tensiona
y desespera tanto a los monopolios mediáticos y a los poderes oligárquicos que
miran cómo, a diario, surgen iniciativas rebeldes, cargadas con creatividad y
con inteligencia resueltas a nos ser más esclavas de la voluptuosidad
consumista ni del capricho esclavizante de los negociados burgueses. Proliferan
las certezas de que el cambio de raíz es posible no por voluntarismo sino por
experiencia organizativa que, entre sus dificultades y limitaciones, vence
desafíos diariamente. Todo medio es útil desde la palabra hasta lo “digital”.
El objetivo es el mismo. Y está a la vista creciente y madurado.
En los procesos
revolucionarios más avanzados de América Latina hoy se ha recuperado el
programa Socialista y el Comunista, como expresión suprema de la realización
plena del “buen vivir”, con todas sus exigencias materiales y subjetivas. De
ahí el despliegue de estrategias nuevas para el desarrollo de las fuerzas
productivas con apoyo en la ciencia, en la tecnología y en la organización de
los trabajadores hacia un marco de relaciones de producción con desarrollo
cultural, anti-colonial y de liberación de los caudales expresivos plenos de
riquezas, estéticas y éticas, consustanciales a la realización de la democracia
socialista. En ese marco están las propias herramientas de comunicación al
servicio de la Revolución bajo el poder colegiado de los pueblos. Hay cientos
de casos nacientes.
Y, por eso, el trabajo de
las corporaciones transnacionales dominantes y sus alianzas con fuerzas
mediáticas locales, constituye un frente muy poderoso de agresión sistemática.
Es preciso comprender las operaciones de ofensiva de los “medios de comunicación”
burgueses como una fuerza activa, desesperada, contra la clase trabajadora. Un
poder de agresión, por otra parte, sólo comprensible a través de sus conexiones
con otras partes de la estructura económica del capitalismo cargado con odio de
clase. Eso produce la ideología dominante que es también una formación social,
y que ocupa un lugar específico en la variedad de insultos, descalificaciones y
atentados contra las Democracias nacientes y es odio determinado por la
estructura social e histórica de esa sociedad decadente. No hay duda que valga,
siempre existe una relación dialéctica entre la estructura y la ideología: la
“guerra mediática” contra Rafael Correa, Evo Morales, Cristina Fernández, Hugo
Chávez, Nicolás Maduro… tiene base material de las relaciones de la producción
que determinan la ideología de la agresión y, a la vez, indefectiblemente, la
ideología también determina de manera, desigual y combinada, la estructura
objetiva del mensaje. Hay que ver los delirios del Grupo “Prisa” y CNN en su locura.
Debemos insistir, es la
oligarquía, con sus banqueros, empresarios, terratenientes e iglesias…
acaparadores de la riqueza, quien también es dueña de un arsenal enorme con
armas ideológicas para atacar a la clase trabajadora, son armas materiales,
militares, mediáticas y políticas para imponer su modo de ver e interpretar la
realidad toda. Semejante poder emana del hecho de que son ellos los que dirigen
la economía y parte del Estado. Mientras la burguesía siga gozando de ese poder
económico la estructura mediática servirá, fundamentalmente, aunque no
exclusivamente, para encubrirlos. La única Democracia real y posible se logrará
expropiando a los grandes millonarios, es decir arrancándoles la base material
de toda su fuerza. Hay que arrebatarles, democráticamente, todas las armas con
que atacan a los pueblos. Incluidas las armas mediáticas. Los pueblos
decidirán, democráticamente, cuando. El capitalismo no es sólo un sistema de
producción de mercancías, es además un sistema que produce cultura, valores éticos,
morales y estéticos ideados para consolidar las condiciones materiales de
existencia burguesa, la propiedad privada de los medios de producción y la
explotación de la fuerza de trabajo. La lucha democratizadora, tan pronto
democratice las relaciones de producción, debiera propender a la terminación
definitiva del régimen de “propiedad privada” de los “mass media”... y
eso es un debate vivo también por la creatividad Socialista en materia de
Democracia.
La dirección de la
Revolución tiene también, hoy por hoy, avances en el campo de la legalidad que
se impulsa con la fuerza de las movilizaciones, de acción directa, en todas sus
variedades. Es el caso de Argentina, de Brasil, de Venezuela, de Bolivia y de
Ecuador por mencionar algunos casos muy claros. La única manera de hacer
triunfar la Democracia naciente y sus potencias comunicacionales, es saliendo
luchar en las calles, en las asambleas, en las aulas, en las ciencias, en las
organizaciones sociales, campesinas, indígenas, obreras…. y luchar, con marchas,
pero sobre todo con el método de la organización consciente del momento preciso
y su contenido transformador. Para ello debemos consolidar la Revolución de la
Comunicación y la Comunicación de la Revolución, que los pueblos pusieron en
marcha, con aliento democrático siempre.
Esta es la seudo
democracia que impone el imperio en todo el mundo. Es su propio interés por la
libertad. Es la democracia sin comunicación pero con absoluta condena a los
movimientos sociales.
***
Los funcionarios de las Democracias
Revolucionarias
También nace una
oportunidad magnífica de lucha contra el burocratismo. Esa democracia
revolucionaria y socialista, con el Estado en manos de los pueblos, debe
avanzar exponencialmente encarnada en sus “funcionarios” de toda escala y en
todos los sujetos de la acción revolucionaria como pensamiento y acción, como
pasión y metodología, como arte y como ciencia. Es preciso derrotar al
burocratismo y al reformismo. Las nuevas camadas de trabajadores al servicio de
las democracias nacientes deben expresar su tarea militante, su esfuerzo
permanente y su irrenunciable compromiso con la transformación de la realidad.
El pensamiento democrático revolucionario en América Latina no puede entraparse
en los viejos vicios que los pueblos tanto odian y debe superar la palabrería
nacionalista porque su espíritu ha de ser internacionalista sin negar lo
propio.
Se trata de una
oportunidad muy rica con multiplicidad de fuentes legítimas que en su
dialéctica asimila las raíces históricas de las luchas por estructuras de
gobierno ágiles, transparentes y útiles a toda costa. Todos los intentos
heroicos por democratizarla con las acciones más diversas de la organización
política expresadas en sus gobiernos en manos de los pueblos, hoy pueden tener
la fuerza de los pueblos originarios, por ejemplo, basadas en sus formas de
organización más avanzadas y considerando siempre la alianza estratégica entre
indígenas, campesinos y obreros en unidad para los cambios gubernamentales que
debe ser una de las tareas supremas que democraticen al Gobierno mismo.
El Gobierno como motor de
comunicación democrática y democratizadora debe ser capaz de desplegar hoy su
rol histórico, rescatándose primero de su “desprestigio”, ganado a pulso por no
pocas degeneraciones y desviaciones y ganado, también, por las operaciones de
guerra psicológica burguesa concentradas en distanciar a los pueblos de la
acción política organizada desde las instituciones populares.
La tarea de la revolución
democrática y socialista en el seno mismo del Gobierno tiene mucho que hacer en
materia de creatividad, alegría de la lucha y respuesta concreta al malestar
generalizado de los pueblos. La agenda es muy amplia y las debilidades son
muchas. Entender la revolución como emancipación multidimensional, además de la
cancelación de la explotación, y de las clases sociales, tiene en sus
estructuras gubernamentales tareas de la revolución democrática y socialista en
Comunicación y deben aprender que el poder, que hay que construir
permanentemente, está en los movimientos y organizaciones sociales y no en las
burocracias. Eso también requiere de una fuerza comunicacional poderosa
comprometida al máximo con un proceso revolucionario que le obliga a poner todas
sus energías en su tarea desalienadora-concientizadora.
Sin atenuantes. Es
impostergable que la Democracia en
Comunicación y la Comunicación en Democracia superen las condiciones en que
opera el Gobierno y todos sus funcionarios. Y eso depende de que los pueblos
logren expresar en un nuevo programa histórico con nueva racionalidad, nueva
ética en el marco de nuevas relaciones de producción esta vez sin amos. Y ser
capaz, entre otras mil tareas de imaginarlo y construirlo. La realidad aguarda.
En su mapa continental, la
lucha democratizadora de la Comunicación, también democratizadora de los poderes del Estado y el Gobierno, en
transición, apunta un desafío clave de la Democracia que insiste en que la
sociedad, sin terminar de salir del capitalismo, arrastra inocultablemente
todos sus vicios: en el económico, en el moral y en el intelectual. Eso incluye
la anti-democracia con que están infectadas las instituciones gubernamentales
tanto como los medios en su interior. Los trabajadores del Estado unidos a
todas las nuevas experiencias comunicacionales en Latinoamérica, deben avanzan
hacia un plano de contenidos y de práctica cada vez más orientados a la
democratización del poder político que garantiza los derechos de los pueblos
para hacer más democrático el poder del Estado,
en sus manos, y por elevar el nivel de vida a la “máxima felicidad posible”. No
son slogans.
Pero hay infiltrados. No
es noticia que algunos “medios independientes” burgueses, disfrazados de “progres”,
hagan su tarea desorganizadora, siembren rentablemente palabrería
desorientadora, desalentadora... desmoralizante. Como la SIDE. No es noticia
que esos “medios de comunicación”,
claramente reaccionarios, auto llamados “independientes” o “autónomos”, con su
camuflaje salivoso, hagan tareas desmovilizadoras, anden con sus petardos en la
búsqueda de negociar canonjías y se silencien con becas o sueldos. Como la CNN
en español. Tampoco es noticia que muchas iniciativas comunicacionales de
“izquierda”, más ultras o menos, sean incapaces de sumarse o auspiciar la
organización política necesaria para dar una batalla internacionalista, como
trabajadores con conciencia de clase, contra toda forma de bloqueo mediático,
contra la alienación y en la búsqueda de los lenguajes revolucionarios nuevos. Reina en esos campos el
individualismo, el sectarismo y la burocracia. Y los funcionarios del Estado
democrático no pueden ser parte del problema sino de la solución que la nueva
Democracia construye continentalmente. Eso involucra a jueces, a directivos, a técnicos,
a ministros, a asesores, a docentes… a todo aquel que lucha por un Gobierno
democrático en serio.
Muchos gobiernos,
complacientes con esos monopolios, -no pocas veces rehenes suyos- han ideado,
históricamente, “leyes” de todo género para garantizar la operación de las
estrategias de control inventadas para enajenar a la clase trabajadora. El
repertorio de los excesos y canalladas jurídico-políticas cometidas por los “mass
media” y los gobiernos cómplices es realmente una monstruosidad. Por otra parte,
algunos gobiernos, con vocación democrática, han impulsado leyes e
instituciones que, no sin limitaciones, constituyen avances parciales. En
general no se toca la “propiedad privada” ni el modo en que se despliega la
guerra ideológica burguesa aunque se facilite, en grados diversos, una mayor
participación de “medios alternativos y comunitarios”, medios públicos y medios
gubernamentales. Grandes avances a paso lento.
Las Herramientas de producción y La
dependencia Tecnológica.
Artículo 17.- “ El
Estado fomentará la pluralidad y la diversidad en comunicación, y a tal efecto:”
Sección 2 “Facilitará
la creación y el fortalecimiento de medios de comunicación, públicos, privados
y comunitarios, así como el acceso universal a las tecnologías de la información
y la comunicación en especial a las personas y colectividades que carezcan de
dicho acceso o lo tengan de forma limitada”. (Constitución Política del
Ecuador).
Necesitamos un “motor” de información permanente que
nos permita saber, en “tiempo real”, el monto y la velocidad del gasto
continental en materia de “Tecnología
para la Comunicación”. Dada la dependencia tecnológica y el costo de la
transferencia, sigue siendo un problema para la Democracia saber cómo se gasta
y cuánto, permanentemente, en adquisición de las herramientas para la
comunicación. Nuestra dependencia tecnológica es pasmosa; la cantidad de
recursos que transferimos en la adquisición de micrófonos, cámaras, es
demencial… ojala pudiéramos un día hacer una cálculo riguroso y sacar las cuentas
para ver cómo nos hemos vuelto un caño, un tubo, un drenaje a través del que
circulamos sumas exorbitantes de dinero para adquirir herramientas de
comunicación.
La
Democracia en Comunicación y la Comunicación en Democracia
como ecuación de doble vertiente yuxtapuesta y combinada, exige un programa
científico para el desarrollo teórico-práctico de la planificación en materia
tecnológica y su praxis dialéctica en los problemas más candentes del “Cambio de Época”. Adquirir tecnología
es uno de los grandes trabajos y eso exige especialidades en planificación.
Reclama una nueva concepción de la democracia y de la política, en la cual se
puede situar el paradigma de la democracia participativa en la planificación y
de la asunción dinámica de las responsabilidades sociales. Tornillo por
tornillo. De lo que se trata es de redimensionar la democracia, desde su raíz,
contra las dependencias de la burguesía y someter las estrategias de la
adquisición y propiedad de herramientas a los mismos mandatos radicales de la
democratización para despojarla del fardo ideológico burgués con que se la ha
instrumentalizado la Comunicación. Y en esta democratización radical de las
herramientas, juega un papel central el desarrollo
intelectual de los pueblos en materia de planificación propia de su
revolución cultural emancipadora. Contra la ideología y de la clase dominante
que hace de su tecnología fetiche costosísimo.
En esta tarea doble, democratizadora, con las herramientas
tecnológicas, las herramientas políticas y las comunicacionales es la clase
trabajadora el sujeto principal de la revolución en alianza estratégica con los
campesinos, con los pueblos originarios, con los estudiantes… capaces de
desplegar una perspectiva más amplia de la revolución y sus métodos tradicionales
para incluir, en la medida histórica en que sea posible y útil, las tareas
democráticas de transición. Con las herramientas, también, emancipadas.
Respecto a las leyes de Comunicación o Leyes de Medios, que
genera el proceso revolucionario, hay capítulos muy importantes que resolver en
materia tecnológica y valorar el costo financiero y político como un amplio
concepto cultural transformador y radicalizado, en su dinámica democratizadora
debe incluir de inmediato la acción directa de las masas movilizadas. La
pasividad, la tolerancia lerda y los focos de reformismo agazapados por todas
partes son un peligro inminente una amenaza de calibre descomunal además de
ser, frecuentemente, grandes negociados. La movilización planificada es parte
del método democratizador que en una Revolución
socialista de base científica que incluye la transformación de cuanto
organismo compete al Estado someter al supremo mandato revolucionario de que
“el Capital no esté por encima de los seres humanos”. Como insiste Rafael Correa. Y tampoco la tecnología.
El objetivo de semejante
tarea también jurídica es democratizar las herramientas de comunicación y
ponerlas al servicio de la revolución socialista, tomado en consideración, muy
especial, al individuo pero nunca descontextuado ni a-historizado. La democratización tecnológica de nuevo
género es un paso crucial en las relaciones sociales, en la organización del
consenso socialista, incluso del sistema parlamentario y de toda la estructura
de seguridad nacional y regional y está condicionado por su práctica directa y
concreta porque esa democracia el consenso socialista se expresará, incluso, en
instituciones que exigen deontología revolucionaria y moral de lucha renovada
permanentemente.
Hay que formar a los nuevos funcionarios revolucionarios
para el dominio de las nuevas tecnologías con una gran revolución deontológica
porque serán responsables de llevar a la práctica las grandes tareas
democratizadores y hay que hacer, de esas tareas, ejercicio de comunicación
democrática cotidiana. Desafío enorme pero no imposible.
La totalidad de los
militantes de esa democracia objetivada
en las instituciones públicas, al servicio sistematizado de la política
socialista y de su Estado en transición, tienen contacto diario con
herramientas tecnológicas que deben expresar el pulso permanente del consenso
de las grandes mayorías, como resultado de la formación política y de la
organización dinámica que se expresa en las tareas y en su auto-crítica y
corrección permanente. Eso produce prestigio y saldo simbólico que debe ser
material que alimenta tareas comunicacionales que refuerzan, en su vida
democrática, también, la dialéctica del ensayo y el error, las aproximaciones
sucesivas y la revolución permanente en la democracia
misma y en sus herramientas de comunicación. Y sus primeros embriones ya
están en buena parte de los corpus de las nuevas leyes democratizadoras
nacientes en materia de comunicación y son los trabajadores su protagonista
central.
Hay avances en superar
falencias democráticas de las leyes de comunicación tales como el registro
sistematizado del mandato comunicacional de los pueblos y el despliegue de una
doctrina revolucionaria en materia de comunicación, una Filosofía Política de la Revolución
Comunicacional. La realidad exige al pensamiento revolucionario
generar categorías socialistas de acción concreta que fundamenten los nuevos
conceptos clave como libertad, justicia, movilización social y democracia. Para
supera la crisis de dirección revolucionaria que nos aqueja seriamente
¿Qué papel juegan los centros de formación?.
“No es posible
democratizar la enseñanza de un país sin democratizar su economía y sin
democratizar, por ende, su superestructura política”. José Carlos Mariátegui
Inexcusablemente la gran Revolución Democrática latinoamericana
debe expresarse en las aulas no sin haber derribado todo bunker que, con
disfraz academicista, incuba e inocula la ideología de la clase dominante, en
materia de comunicación, y el servilismo de la teoría al reino de las
mercancías. Hay episodios de fraude curricular escandalosos y hay tráfico de
tesis, investigaciones y monografías cuando no plagios, extorsiones y
chantajes. No son pocos los mercachifles de puntos académicos “yo te
cito... tu me citas”. Las peores relaciones obrero-patronales en el aula.
Para la gran Revolución
democratizadora de la Comunicación es necesario haber saldado las tareas de
formación de cuadros, capaz de agenciarse un arsenal crítico poderoso y capaz
de arremeter contra todas las taras inoculadas por la ideología de la clase
dominante en los pueblos. Derrotar a las máquinas de guerra ideológica
burguesas también en el campo científico y educativo. Es prioridad de la
ciencia, y de las ciencias de la comunicación, derrotar a la maquinaria
ideológica de la fuerza de la dominación (sus “mass media”) que son
voceros con que el capitalismo fabrica miseria y esclavitud de conciencias.
La sola toma de “conciencia” no conduce linealmente,
necesariamente, a la acción revolucionaria. La sola existencia de Leyes tampoco.
Son necesarios miles de espacios para la nueva educación en comunicación y para
la nueva epistemología revolucionaria que la etapa nos reclama. Es preciso que
la conciencia en ascenso revolucionario se exprese en la organización y en la
movilización de tareas educativas de todo género y en todos los niveles, como
avances superiores del programa revolucionario y que alimenten la “moral de la lucha” con el arsenal
científico que ella produce y que suele pasar desapercibido, también, por falta
de método comunicacional democrático y revolucionario.
Las consecuencias del
neoliberalismo y de la ideología de la clase
dominante en las “aulas”, que someten a los estudiantes a la esclavitud en
los grandes negocios mediáticos, ha producido ejércitos serviles a la
concentración y monopolización del poder estructural y superestructural. Será
muy difícil avanzar la revolución socialista en las condiciones históricas
actuales si no se atiende este dilema planteado por la falta de cuadros
revolucionarios en comunicación y, por eso, es urgente impulsar las nuevas
escuelas, universidades, talleres, foros… de manera seria y profunda. Escuelas de comunicación emancipadora
capaces de generar un caudal de posibilidades, teórico-metodológicas, para
desarrollar política socialista para una cultura revolucionaria, subordinada al
mandato popular y desarrollar un
proyecto de humanismo socialista que ayude a avanzar con su praxis la
revolución de América Latina contra el capitalismo.
Es que en materia de Comunicación estamos en la muy temprana
infancia de las tareas por realizar. La transformación social del papel de los
medios supone un proceso generalizado de democratización de las estructuras
sociales, incluidas las educativas, sin el cual la democracia comunicacional se
hace falacia. Hay pruebas en diversas experiencias latinoamericanas. México por
ejemplo. Una teoría socialista sobre la Comunicación
y la democracia, involucra al problema de la vanguardia de las bases, al rol
de los sujetos de la acción revolucionaria democrática y al papel de los medios
de comunicación en la dialéctica de lo nacional y de lo internacional hoy,
además, con urgencias científicas de todo tipo. Por eso es preciso solidarizar
con todo avance en la democratización de los “medios”, y de sus contenidos, así como con todo combate a la
concentración monopólica pero creemos que “los medios” deben ser de propiedad
estatal bajo control de los trabajadores y de la comunidad donde operan. El
gobierno, que verdaderamente represente a los trabajadores, debe proveer
gratuitamente los medios materiales: imprentas, papel, equipos de emisión de
radio y TV... y la educación necesaria.
No es aceptable que los
trabajadores y la comunidad no puedan ejercer una activa participación
científica en el diseño comunicacional, en la expresión y en la generación de
información. Por si no fuesen suficientes los “bloqueos mediáticos”, orquestados desde el capitalismo imperial,
contamos además con los “bloqueos” académicos auspiciados por las sectas y las
burocracias “culteranas” que, a diestras y siniestras, “tenemos en casa”. Rescoldos de la alienación burguesa infiltrados
hasta los tuétanos en los centros de estudio.
Algunas leyes y
reglamentos promulgados en Latinoamérica
mantienen la preeminencia teórica de los medios privados. El colmo es que,
también, en el corazón de algunas iniciativas de educación gubernamentales,
especialmente de los países que hoy se reivindican (unos más y otros menos)
antagónicos al capitalismo imperialista, hagan presencia puntual las formas más
odiosas de la investigación mercantilizada, el burocratismo que impide la
generación de conocimiento nuevo, el dispendio, el sectarismo de los
“notables”. Como si se tratara de ínsulas donde habitan académicos que se
sienten reyes y petulantes que se sienten seres supremos con propiedad
exclusiva de las “mejores ideas”. Siempre subestimando a los pueblos, dueños de
una bola de cristal que adivina los tiempos de las becas y de los apoyos
financieros e iluminados con la erudición de sus santuarios librescos. La
consigna, puramente formal, de la lucha por la “libertad” y la “igualdad” tal como la proclaman las fuerzas más
reaccionarias de la intelectualidad de la derecha, es en general, un embuste e
hipocresía de la sociedad burguesa. La Revolución Democrática no pude detenerse
a las puertas de las academias. Urgen las nuevas escuelas de Cuadros en materia
de Comunicación.
Es que el problema de la Comunicación en
Democracia y la Democracia en Comunicación es uno de esos problemas
agudos y polémicos de nuestro tiempo y de las entidades colectivas, contra todo
dogmatismo y toda des-movilización. Es preciso democratizar a la sociedad toda
y eso implica democratizar a la enseñanza
de la comunicación, también, desde sus filamentos más íntimos Esta
problemática es crucial a la Democracia en el redimensionamiento de las tareas
de la Comunicación y de sus palancas científicas.
Perspectivas.
Cabe esperar de la
Comunicación en Democracia y de la Democracia en Comunicación, además de “Leyes de Comunicación” o “Leyes de Medios”…
(o como se las llamen en cada lugar) movilizaciones históricas, técnicas,
científicas y políticas en permanente actualización y ensanchamiento. No
podemos quedarnos con los brazos cruzados a esperar que las tareas incipientes,
por sí solas, transformen al mundo. Cabe exigirnos, en el plazo corto, mediano
y largo, participación directa no sólo para actuar mediáticamente sino para
actuar revolucionariamente. Cabe luchar por que las leyes no se escleroticen ni
se reduzcan a sólo marcos de acción en los “medios” sino que abarquen y defiendan la riqueza comunicacional de los
pueblos en su amplitud y peso sobre el conjunto de las relaciones sociales.
Cabe iniciar tareas organizativas que enfrenten a las mafias judiciales que
pergeñan permanentemente trampas para frenar el desarrollo y la aplicación de
las leyes democráticas en comunicación y la comunicación misma sobre esas
leyes. Cabe demandar métodos de acción y lucha, permanentemente actualizados,
para evitar que las leyes de comunicación (y todas las leyes) sean letra muerta
rigidizada entre oropeles de saliva mesiánica… cabe esperar que sean, de
verdad, Democracia y Leyes
Revolucionarias hacia el Socialismo.
Por eso es imprescindible
hacer del conocimiento colectivo, los avances democráticos en todos los órdenes
sociales y los avances concretos en materia de Comunicación. Eso es producir
información emancipadora como parte de un proceso de maduración. Las
luchas de nada sirven si se las reduce a decoración de “buenas voluntades”.
No son pocas las generaciones que aportaron esfuerzos a la lucha por una
comunicación para la revolución y no son pocas las deudas que tenemos. Hay que
hacer que se conviertan en carne de la lucha diaria. Por eso es imprescindible
que sean, esas Leyes, un hecho democrático en la comunicación y una conquista
de la Democracia revolucionaria. Sabemos que con las leyes no nos alcanza, que
urge movilización y acción socialista y científica directa, sabemos que urge la
organización y la crítica. Hay que hacer de la Democracia en Comunicación y de la Comunicación en Democracia
también, comunicación comunicando, en verdad, la acción organizadora que vuelva
a las Leyes herramientas de combate cotidiano. Otra cosa es demagogia, otra
ruta es falacia.
No muchas leyes cuentan
con la raigambre histórica, de luchas sociales democratizadoras y de
significados políticos, como la que sustenta las llamadas “Leyes de Comunicación” o “Ley de Medios” promulgadas en los años
recientes de la Revolución Democrática en Latinoamérica. Además de encarnar
voces que durante décadas han bregado por la democratización de los “medios de
comunicación”; además de ser leyes que destierran aberraciones jurídicas
monopólicas y anti-democráticas; además del consenso y la movilización social
que suscitan; además de ser iniciativas soberanas con imbricaciones
internacionales, por su coincidencia jurídico-política con las nuevas
democracias en Latinoamérica… las Leyes
de Comunicación o Leyes de Medios son emblema entre los distintivos de la
etapa política que la región en los años recientes.
Es preciso estar muy
alertas y pasar a organizarse en frentes de todo tipo, hombro con hombro con la
clase trabajadora y en nuestro lugar respectivo en el escenario de la lucha de
clases. Las Leyes de Comunicación y/o
Leyes de Medios, promulgadas en Latinoamérica, en la década reciente, abren
oportunidades y lecciones, de todo tipo, abrieron espacios, de análisis y
acción, inéditos y realmente trascendentales. Por una parte quedó ratificado
que proclamar una ley no implica su cumplimiento inmediato y, por otra parte,
quedó claro que los argumentos legales reclaman argumentos políticos,
movilizados desde las bases, para hacer efectivos los propósitos inmediatos y
ulteriores de las leyes.
Entre una parte y otra,
los avances Democráticos en la región
y las leyes nuevas en materia de Comunicación han padecido repertorios
extraordinario de trampas, elusiones, falsedades y escapismos ensayados por la
derecha que en general hoy se refugia bajo las egidas de los monopolios
mediáticos oligarcas, cada día más amenazantes y renuentes a acatar la
Democracia y las “Leyes de Comunicación”
o de “Medios” aprobadas por los poderes democráticos y por consensos muy
amplios, como producto de las luchas históricas de los pueblos respectivos. Ese
escenario ha ayudado a esclarecer el escenario de la lucha de clases y Latinoamérica ha ganado gran
experiencia en la batalla para la etapa actual democratizadora de todo proceso
social y de la “comunicación” en todos sus ámbitos.
En el corto plazo veremos
el despliegue de mil artimañas y amenazas pero veremos también cómo florece,
organizada, la voluntad democrática
de los pueblos en defensa de sus triunfos y de sus planes nuevos. Hay ya
ejemplos en todo el continente. Están en marcha las voluntades de los
movimientos sociales de toda Latinoamérica que editan prensa, video, radio… la
prensa obrera cuenta con más recursos y con más claridad para sus tareas
democráticas y sus tareas comunicacionales. Los pueblos originarios y el
campesinado del continente sienten ya como indispensables en sus luchas las herramientas de comunicación y, en
suma, tenemos un escenario continental donde avanza, a pasos de gigante, la
liberación de todos los caudales expresivos de los pueblos, hasta hoy,
silenciados por el capitalismo con todas sus variedades de camuflaje y engaño.
Está llegando a su final esa tragedia que expresó en su Discurso Angostura, Simon Bolívar: “Por el
engaño nos han dominado más que por la fuerza”.
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