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Dado que no existe un partido que públicamente
asuma una ideología neoliberal (y seguramente nunca vaya
a haber un
“partido neoliberal” como tal), este modelo llegó a las democracias
occidentales de la mano de partidos políticos de los más diversos colores
ideológicos. Partidos de tradición
conservadora o socialdemócrata, formaciones de nueva creación, espacios
históricamente vinculados al movimiento obrero y sindical o bien coaliciones de
partidos. Teniendo en cuenta que las recetas neoliberales han afectado y afectan
necesariamente de forma negativa a amplias mayorías sociales, resultan
impopulares. Un asunto que no pasa desapercibido para los expertos en marketing
político y propaganda. ¿Quién sería capaz de incluir en su programa electoral
medidas que van a perjudicar a la mayoría de la población? En
todos los casos, estos partidos llegaron al poder con los países en situación
de crisis financiera, desempleo, deuda pública o inflación elevados, y por
ende con un grado de descontento social. Las promesas electorales durante las
campañas se centraron en ofrecer soluciones a estos escenarios, omitiendo la
concreción de cómo se llegaría a éstas. Ninguno
de los entonces candidatos habló de recortes de inversión pública, de
abandono de la tutela social del Estado, de privatizaciones de bienes y
servicios públicos, de reducción de puestos de trabajo y achicamiento del Estado
o de mercantilización de derechos sociales.
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El Discurso neoliberal, la democracia liberal representativa ( de espaldas al pueblo que los eligió y al pleno y absoluto servicio de los poderes facticos globales) presente oficialmente en América Latina .
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COMUNICACIÓN POLÍTICA
EN CONTEXTOS NEOLIBERALES.
Discursos que
anticipan el estallido.
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Rodrigo Miranda.
Alba Sud. Rebelión lunes 22 de julio del 2013.
“La ideología neoliberal colma de tranquilidad a los más pudientes”
(Jean Ziegler)
Más allá de sus
implicaciones sociales, políticas y económicas, la implementación del
neoliberalismo tiene también connotaciones en el ámbito de la comunicación.
Analizando algunas experiencias históricas del modelo, ¿cómo se configuran los
discursos de los representantes públicos antes, durante y después de la puesta
en marcha de estas políticas?
Desde finales de los años
70 distintos Gobiernos de democracias occidentales iniciaron la aventura
neoliberal, tanto en países centrales como periféricos. La puesta en marcha del
recetario (un paquete simple y homogéneo de medidas que no necesita adaptarse a
los diferentes contextos a los que se aplicaba) supuso en todos los casos
importantes esfuerzos de comunicación.
Un análisis de la
comunicación política en contextos de neoliberalismo podría comenzarse unos
años antes, en las dictaduras de Augusto Pinochet en Chile (1973) o la Junta
Militar en Argentina (1976). No obstante, a estos gobiernos
cívico-militares no les fue necesario utilizar el arte de la persuasión
política para aplicar o justificar las medidas neoliberales: la sistematización
de asesinatos, persecuciones, secuestros, torturas y demás formas de terrorismo
de Estado impedían toda crítica a sus programas y hacían vano el uso de
cualquier argumento.
Por lo tanto, se tomarán
como punto de partida los Gobiernos de Margaret Thatcher y Ronald
Reagan a finales de los 70 y la década de los 80 en Inglaterra y Estados
Unidos, continuando en algunos países de América Latina durante los años 90 y
principios de 2000, y finalizando en la actualidad en el sur de Europa.
A partir del ensamblaje de
algunas piezas clave de los discursosde los principales responsables políticos
en estos distintos momentos históricos, se puede ilustrar cómo se modula y
articula el discurso del poder en contextos neoliberales. Un esquema discursivo
coherente, integrado por un puñado de ideas repetidas hasta el hartazgo.
Relatos que, por su reiteración y simplificación, pueden alcanzar un fuerte
grado de interiorización social, incorporándose al “sentido común”.
Medidas que no se anuncian: en campaña nadie
es neoliberal.
Dado que no existe un
partido que públicamente asuma una ideología neoliberal (y seguramente nunca
vaya a haber un “partido neoliberal” como tal), este modelo llegó a las democracias
occidentales de la mano de partidos políticos de los más diversos colores
ideológicos. Partidos de tradición conservadora o socialdemócrata, formaciones
de nueva creación, espacios históricamente vinculados al movimiento obrero y
sindical o bien coaliciones de partidos
(1).
Teniendo en cuenta que las
recetas neoliberales han afectado y afectan necesariamente de forma negativa a
amplias mayorías sociales, resultan impopulares. Un asunto que no pasa
desapercibido para los expertos en marketing político y propaganda. ¿Quién
sería capaz de incluir en su programa electoral medidas que van a perjudicar a
la mayoría de la población?
En todos los casos, estos
partidos llegaron al poder con los países en situación de crisis financiera,
desempleo, deuda pública o inflación elevados, y por ende con un grado de
descontento social. Las promesas electorales durante las campañas se centraron
en ofrecer soluciones a estos escenarios, omitiendo la concreción de cómo se
llegaría a éstas (2). Ninguno de los entonces candidatos habló de
recortes de inversión pública, de abandono de la tutela social del Estado, de
privatizaciones de bienes y servicios públicos, de reducción de puestos de
trabajo y achicamiento del Estado o de mercantilización de derechos sociales.
De esta forma, con
propuestas abstractas, una fuerte inversión publicitaria y valiéndose de los
errores de sus predecesores, Thatcher, Reagan, Menem, Fujimori,
Sánchez de Lozada, Rajoy o Samarás, entre otros, se
alzaron con el poder del Estado. Recién en ese momento, las buenas intenciones
y la abstracción de los programas dieron paso a la aplicación del recetario
neoliberal.
Fue Margaret Thatcher
quién inmortalizara en 1979 la frase “no
hay alternativa”, en relación a que el neoliberalismo era la única
opción posible, dadas las circunstancias sociales y económicas por las que
atravesaba Gran Bretaña en ese momento.
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Empezando a mostrar las cartas: “no hay
alternativa”.
Fue Margaret Thatcher
quién inmortalizara en 1979 la frase “no hay alternativa”, en relación a
que el neoliberalismo era la única opción posible, dadas las circunstancias
sociales y económicas por las que atravesaba Gran Bretaña en ese momento. Una
frase tantas veces repetida por la Dama de Hierro que desde entonces comenzó a
utilizarse como sigla, TINA (“There Is No Alternative”).
En el inicio de la puesta
en marcha de un programa neoliberal, esta consigna es una de las claves en la
comunicación política. El presidente del Gobierno español decía en 2012 que
"el Gobierno ha tenido que hacer cosas que no le gusta hacer para salir de
la grave situación en la que se encuentra". Dicho de otra forma, “ya nos
gustaría poder hacer otra cosa, pero con la herencia que hemos recibido, no
tenemos otra alternativa que hacer esto”.
El argumento que justifica
el ajuste estructural del Estado es la necesidad de reducción del déficit
público, ocultando la fuerte transferencia de riqueza desde el sector público
hacia el privado concentrado. Siguiendo con el mandatario español, “corregir el
déficit es una obligación y algo imprescindible para España”, o"recortar
(...) es imprescindible porque en este momento no hay dinero para atender a los
servicios públicos".
En este punto, y para
apoyar esta idea, suelen usarse sobre-simplificadas explicaciones del funcionamiento
económico. Margaret Thatcher aclaraba décadas atrás “esta verdad
fundamental: el Estado no tiene más dinero que el dinero que las personas ganan
por sí mismas y para sí mismas. Si el Estado quiere gastar más dinero, sólo
puede hacerlo endeudando tus ahorros o aumentando tus impuestos. No es correcto
pensar que alguien lo pagará. Ese «alguien»eres «tú». No hay «dinero público»,
sólo hay «dinero de los contribuyentes»”.
Otros ejemplos de lo mismo:
un referente del neoliberalismo en Argentina, Domingo Cavallo (3),
mientras anunciaba como Ministro de Economía en 2001 el enésimo ajuste del
gasto público, afirmaba que “hay que ir a déficit cero y dejar de vivir de
prestado”. También Rajoy arrojaba luz sobre esta cuestión en 2012
asegurando que “lo que no se puede gastar es lo que un país no tiene”.
Como puede verse, resulta
curioso que la comunicación de la economía neoliberal, según sea conveniente,
puede apoyarse en modelos inteligibles sólo para un selecto grupo de “expertos”
(ocultación) o, por el contrario, puede ser tan simplista como las afirmaciones
anteriores (reduccionismo). “La teoría económica convencional acostumbra a
practicar, no se sabe muy bien si a partes iguales, la ocultación y el
reduccionismo desvirtuando el carácter y la percepción de la economía” (Martinez González-Tablas & Álvarez
Cantalapiedra, 2013).
Además de querer minimizar
la pérdida inexorable de apoyo popular, la idea de la inexistencia de
alternativas al neoliberalismo también tiene como trasfondo un intento de
des-ideologizar el modelo, queriendo instalarlo en la opinión pública como si
fuera una cuestión referente a las ciencias puras. “No nos gusta lo que estamos
haciendo (no elegimos, no es ideología), pero no tenemos opción (es una
decisión científica)”.
Además de su inevitabilidad
y su carácter científico, existen otras cartas de presentación del modelo. La
primera, como una “modernización” de las instituciones democráticas y el
aparato productivo. Cavallo afirmaba que “vivimos una época de modernización de todo el aparato productivo
después de que Argentina había quedado rezagada en todos los sectores”. La
segunda, que existe una suerte de consenso global sobre la adopción de este
tipo de medidas. “Hay que recuperar la confianza de los mercados” o “hay que
estar insertado en el mundo” son frases utilizadas repetidas veces por la
primera línea del Partido Popular español.
Ya puesto en marcha el
recetario neoliberal, parte de la sociedad, el periodismo y la oposición
parlamentaria exige a los Gobiernos explicaciones por la incoherencia entre las
propuestas plasmadas durante la campaña electoral y las medidas de política
real que se implementan.
En este punto, se pueden
ver dos estilos diferenciados de un particular mea culpa. Uno más
pragmático: Mariano Rajoy afirmaba en 2013 que “quién me ha impedido
cumplir mi programa es la realidad” o “dije que bajaría los impuestos y los
estoy subiendo (…) han cambiado las circunstancias y tengo que adaptarme a
ellas”. Otro estilo, impunemente “sincericida”: el ex presidente Carlos Menen
declaraba meses después de comenzar su andadura neoliberal en la Argentina que
“si yo hubiera dicho lo que iba a hacer, nadie me hubiera votado”.
Miles de trabajadores del servicio público, del Estado peruano se movilizaron contra la Ley del Servicio Civil, de profundo contenido neoliberal y fiel reflejo de las políticas del Consenso de Washington de los 90`, (la flexibilización laboral) ya en desuso y muerte natural, pero en nuestro país ahora buscan imponerse.
***
Primeros impactos: “Estamos mal, pero vamos
bien”.
Cuando los impactos de las
medidas neoliberales, en lugar de atenuar la situación de dificultad e
insatisfacción que sufrían distintos sectores sociales antes de su puesta en
marcha, evidencian un rápido empeoramiento de sus condiciones de vida, un
retroceso de sus derechos sociales y un aumento del descontento social, la
retórica de los representantes políticos y portavoces del poder debe dar un
nuevo giro.
Cuando las cosas empeoran
para la mayoría, se intenta transmitir el hallazgo de “brotes verdes”,
de una ilusoria “luz al final del túnel”. La idea es que los
“sacrificios” que viene haciendo el grueso de la ciudadanía bajo el yugo del
libre mercado y sin tutela del Estado están empezando a dar sus frutos. Aunque
éstos todavía no sean visibles para los sacrificados por el modelo.
En un discurso en 1996, Menem
sentenciaba que "estamos mal, pero vamos bien". En la misma
dirección, Rajoy afirmaba en 2013 que “aún no podemos decir que España
va bien, pero va mejor y el rumbo marcado es el correcto”. Este intento por vender
esperanza e ilusión a sus votantes tiene como fin seguir pidiéndoles “sacrificios”.
Otra línea argumental
consiste en incidir en que las decisiones que adopta el Gobierno son
responsabilidad de otros actores o circunstancias. Principalmente, los
resultados de las políticas de sus predecesores: afirmaba Mariano Rajoy,
con el país plagado de protestas y movilizaciones como consecuencia de las
medidas de su Gobierno, que "el PSOE carga con una culpa histórica.
Hay que decirlo alto y claro". Thatcher
decía que “curar la enfermedad de Gran Bretaña con el socialismo es como
intentar curar la leucemia con sanguijuelas”. Y Menem, incluso hasta el
último año de su década de mandato, no desistía en señalar “la pesada herencia”
dejada por su antecesor.
La culpa de la política y de lo público.
El debilitamiento y la
denostación de la política y lo público son condiciones sine qua non
para la implementación del modelo neoliberal.
Desacreditar a la política
como un instrumento de transformación a disposición de las mayorías promueve la
desafección y, de esta manera, facilita que ésta pase a ser de dominio del
poder económico concentrado. Ronald Reagan dejaba a las claras su visión sobre
la política. "Se supone que la
política es la segunda profesión más antigua de la Tierra. He llegado a la
conclusión de que guarda una gran semejanza con la primera".
Igualmente prostituido debe
quedar lo público. Un ex ministro menemista, Roberto José Dromi, en
referencia a las políticas de privatizaciones del Gobierno, afirmaba: “nada de
lo que deba ser estatal permanecerá en manos del Estado”. No es un dato menor
que Dromi en ese momento fuera Ministro de Obras y Servicios Públicos
del Estado nacional argentino.
Si la política y lo público
son partes del problema, las soluciones deben pasar por lo individual. En palabras
de Margaret Thatcher “Están
situando el problema en la sociedad. Y «la sociedad» no existe. Hay hombre y
mujeres individuales, y también hay familias. Ningún gobierno puede hacer nada
excepto a través de cada persona, y las personas necesitan mirar por sí mismas
en primer lugar. Es nuestra obligación mirar por nosotros mismos, y después por
nuestro vecino”.
La juventud brasileña en las últimas movilizaciones de gran participación ciudadana, exigen mayores derechos y mejores servicios sociales, que el neoliberalismo les privó desde los 90'.
***
Discursos que anticipan el estallido.
Cambian los momentos
históricos, los contextos mundiales, los territorios y los Estados-nación, las
condiciones materiales de subsistencia de los pueblos, los nombres o las
tendencias ideológicas de los partidos políticos. Pero en los casos analizados
hay al menos tres cosas que no se alteran: las recetas en política económica,
sus impactos sociales y los conceptos subyacentes al discurso de quienes, desde
las instituciones políticas, deben implementarlas y legitimarlas.
Discursos que niegan lo que
van a hacer, lo que hacen, y también las consecuencias de lo que hacen.
Discursos que buscan responsables fuera, desacreditan a la política, injurian
lo público y tiñen decisiones ideológicas de científicas. ¿Lo hacen por
pragmatismo de realpolitik o por vergüenza ideológica?
Más allá de las palabras,
parece evidente que los gobiernos neoliberales hacen lo que quieren hacer y
saben lo que ello implica. Quieren instalar un nuevo “contrato social” que
busque la legitimación de otro régimen de propiedad, con clases dominantes
mucho más dominantes, un desmantelamiento y privatización del Estado, y la
primacía de la competencia y la lógica mercantil en una sociedad
individualista, insolidaria y descohesionada.
Dado que este sistema
político y económico profundiza la desigualdad y la injusticia social,
empobrece y expulsa a grandes mayorías, estos gobernantes, condenados a
recoger el apoyo popular, necesitan un relato fuerte para poder implementar la
versión más voraz que ha conocido el capitalismo en su historia.
Más allá de las palabras,
los gobiernos neoliberales han dejado o están dejando los mismos legados
económicos, sociales y políticos. Los discursos analizados anticipan el
estallido de una crisis social que se va gestando durante todo el tiempo que
duran estas medidas. Más allá de que se repita incesantemente la idea de que
“no hay alternativa”, en última instancia, y como dijera José Saramago: “la alternativa al neoliberalismo se llama
conciencia”.
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Notas:
(1).- Por ejemplo, Margaret
Thatcher llegó al Gobierno desde el Partido Conservador, Ronald Reagan desde el
Partido Republicano o Mariano Rajoy desde el Partido Popular. Por su parte,
Alberto Fujimori ganó las elecciones generales peruanas con formaciones nuevas,
como Cambio 90 y Nueva Mayoría; Carlos Menen se alzó con el poder desde el
Partido Justicialista, Fernando De la Rúa fue electo presidente argentino con
la Alianza, y Antonis Samarás fue nombrado Primer ministro griego con Nueva
Democracia en coalición con PASOK y DIMAR.
(2).- Algunos eslóganes de estas
campañas coincidieron en sus ideas abstractas. “Amanece en América” o “América
ha vuelto” (Ronald Reagan, EEUU); “Revolución productiva y salariazo” (Menem,
Argentina); “El laborismo no funciona” (Thatcher, Inglaterra); “Perú, país con
futuro”(Fujimori, Perú); “Súmate el cambio” (Rajoy, España).
(3).- Cavallo fue presidente del Banco Central durante la Dictadura Militar
argentina (1981), Ministro de Economía durante la presidencia de Carlos Menem
(1991-1996) y también durante la de Fernando De la Rúa (2001).
Bibliografía citada:
Martínez González-Tablas, A. & Álvarez Cantalapiedra, S. (2013). “Aportaciones para una representación compleja y abierta del
sistema económico capitalista”. Revista de Economía Crítica n. 15.
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