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Pilar Calveiro hace también importantes
aportaciones a la comprensión de este proceso de recolonización, especialmente en su libro Violencias de Estado, la guerra
antiterrorista y la guerra contra el crimen como medios de control global,
(Siglo XXI editores, 2012). Aquí sostiene que vivimos en la actualidad una reorganización
hegemónica planetaria basada en una violencia estatal que se despliega
principalmente a través de dos grandes combates, definidos como guerras contra
el terrorismo y contra el crimen; ambas
habilitan el escenario bélico que requieren las dominaciones autoritarias,
facilitando las formas más radicales de la violencia represiva. La guerra
anti-terrorista permite mantener y expandir el nuevo orden global,
mientras la llamada guerra contra el crimen “recurre
a una reorganización jurídica y penitenciaria que conduce al encierro creciente
de personas, en especial jóvenes y
pobres, en aras de la supuesta seguridad interior de los estados. Ambas
guerras se entrelazan, se construyen y se dictan desde los poderes centrales
–ya sean estados-nación u organismos estatales supranacionales, y son
instrumentos útiles para la reorganización global.” Los rasgos más
sobresalientes de esta reorganización
hegemónica son, según Calveiro: el pasaje de un modelo bipolar a otro global, ambos con un fuerte componente
autoritario; en lo económico, acumulación y concentración neoliberal dentro de
un mercado globalizado; en lo político, debilitamiento
de la autonomía del Estado-nación y el desarrollo
de redes de poder estatal-privadas de carácter transnacional, así como la
instauración de democracias
procedimentales; en lo social, la incorporación de tecnología –en
especial de comunicación- que modifica tiempo y espacio; en lo subjetivo, una
individualidad blanda, aislada, en retracción hacia lo privado, como esfera de
consumo de bienes y de cuerpos, todo ello con un uso importante y diferenciado de
la violencia, que se articula con las nuevas formas de lo político, social y
subjetivo.
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El cerro
Tres Picos está ubicado en cercanías del lago Esperanza, sobre la cordillera de
los Andes en el límite internacional con Chile. Es uno de los puntos elegido
por el grupo belga BURCO para hacer el relevamiento y práctica del heliesquí
desde 2004, vertiente de la recolonización del territorio que desarrollaremos
en otro informe.
***
LA RECOLONIZACIÓN
DE LOS TERRITORIOS EN LA GLOBALIZACIÓN NEOLIBERAL.
*****
Gilberto López y Rivas.
En el Volcán.com
Rebelión martes 9 de julio
del 2013.
Ponencia para el Coloquio Huellas y Nuevos derroteros del patrimonio
cultural, a efectuarse los días 11, 12 y 14 de junio, Delegación INAH-Morelos,
Cuernavaca.
Pablo González Casanova ha insistido en que
vivimos un proceso renovado de dominación y reapropiación del mundo; una
recolonización a través de la ocupación integral de nuestros países,
estructurada en el ámbito nacional mediante reformas constitucionales y
legales, y a través de disposiciones de hecho, realizadas todas ellas sin
consultar a la sociedad y a los ciudadanos en particular. En el caso de México,
se destacan, como ejemplos dentro de las primeras, la reforma al artículo 27 de
la Constitución y sus leyes secundarias, que pusieron en venta las tierras
ejidales y comunales, abrieron los territorios a corporaciones extranjeras y
constituyen, en los hechos, la ruptura de la alianza social y el pacto político
producto de una revolución armada que da lugar a la Carta Magna de 1917 y que
costó al país un millón de muertos. De las segundas, tenemos al Tratado de Libre Comercio (TLC), la
Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (ASPAN), y la
Iniciativa Mérida, que dañan gravemente la soberanía económica y política de la
nación, sin que estos tratados y mecanismos injerencistas hayan sido
sancionados por el Congreso de la Unión, ya ni que mencionar nuevamente a la
ciudadanía afectada por los mismos.
Estas políticas, acciones y
transformaciones legalizadas o fuera de la ley, impuestas por los gobernantes,
al profundizar y extender la ocupación, han refuncionalizado nuestras naciones,
sus territorios, sus recursos naturales y estratégicos, así como al patrimonio
cultural de nuestros pueblos, al proyecto transnacionalizador y hegemónico del
“imperialismo colectivo” encabezado por Estados Unidos ,
sus fuerzas dominantes y los sectores que dentro de nuestros países establecen
gobiernos de traición nacional, que Marx identificaba como aquellos que
ante una invasión extranjera, sacrifican el deber nacional por el interés de
clase.
Por su parte, Camilo Valqui, en su libro Marx vive: Derrumbe del capitalismo, complejidad de
una totalidad violenta, propone el concepto imperialización para
describir esta reconfiguración mundial que conlleva la
transnacionalización neoliberal. Esta imperialización es definida como el
predominio económico, político, ideológico y militar del capital monopólico
transnacional, que se extiende y profundiza: 1) en los recursos naturales y estratégicos del globo, 2) en la mega producción y los mega
mercados, 3) en los flujos
financieros, 4) en la investigación
científica y tecnológica, 5) en las
armas de destrucción masiva, 6) en
los medios de comunicación masiva y 7)
en las organizaciones internacionales, como el Consejo de Seguridad de la
Organización de Naciones Unidas (ONU),
por ejemplo. Pero, paralela y dialécticamente a este predominio, también
debemos tomar en cuenta su contraparte, esto es, el carácter pluridimensional
de la crisis capitalista actual: económica, social, militar, política,
geopolítica, moral, epistémica, cultural, intelectual, de alimentos, de materias primas, de energía y del ambiente.
Esta imperialización mantiene una dimensión
militar, que en un trabajo reciente de mi autoría, Estudiando la
contrainsurgencia de Estados Unidos: manuales, mentalidades y uso de la
antropología, denominó como terrorismo global de Estado, para
caracterizar la política de violencia perpetrada por aparatos estatales
imperialistas en el ámbito mundial contra pueblos y gobiernos con el propósito
de infundir terror y en violación de las normas del derecho nacional e internacional.
Sostengo que en el estudio y análisis del terrorismo se ha enfatizado el
terrorismo individual y el de grupos clandestinos de todo el espectro político,
obviando y dejando a un lado el papel del imperialismo estadounidense y los
estados capitalistas en la organización del terrorismo interno y en el ámbito
internacional. El terrorismo global de
Estado violenta los marcos legítimos, ideológicos y políticos de la
represión 'legal' (la justificada por el marco jurídico internacional) y apela
a 'métodos no convencionales', a la vez extensivos e intensivos, para aniquilar
a la oposición política y la protesta social a nivel planetario.
Valqui considera que la
devastación mundial de seres humanos y naturaleza es propia del capitalismo
desde su surgimiento, pero que en pleno siglo XXI, con la transnacionalización
actual, se ha exacerbado exponencialmente la violencia sistémica y el anti
humanismo que le caracteriza; sostiene que los procesos de reproducción del
capital y su búsqueda insaciable por la ganancia son incompatibles con la vida
tanto humana, como de la propia naturaleza, que este sistema destruye de manera
integral. Así, el capitalismo transnacional es descrito como expoliador,
despótico, depredador, genocida y terrorista, y se vive como una verdadera
tragedia social, como lo podemos constatar en nuestro país. Esto es, el
capitalismo en esencia fue, es y será violencia sistémica. En esa dirección,
las descripciones que hace Valqui del
extractivismo minero, con su destrucción del medio ambiente, ríos, lagunas,
flora, fauna, vida humana, biodiversidad, para el caso del Perú, México, Chile,
etcétera, constituyen un material riquísimo para fundamentar las luchas contra
la minería abierta que, como en Morelos, amenaza los territorios, especialmente
los indígenas, acorde a las investigaciones realizadas por nuestro colega
Eckart Boege.
La imperialización, por otra parte,
constituye una forma nueva de reparto del mundo entre Estados Unidos, Japón,
Alemania, Rusia y China que puede llevar a guerras inter-imperialistas. No
obstante, Estados Unidos, como poder hegemónico, ha instaurado en todo el
planeta la barbarie como proceso devastador del género humano y la naturaleza. El terrorismo global de Estado o terrorismo
trasnacional, cuenta con la complicidad de la ONU y los gobiernos
supuestamente democráticos, que establecen, paradójicamente, una democracia
despojada de todo contenido participativo, con violaciones permanentes a los
derechos humanos, lo que viene a demostrar que históricamente capitalismo y
democracia son incompatibles. La democracia tutelada por el
capitalismo establece, asimismo, como principal soporte ideológico, una dictadura
mediática, que impone un pensamiento único y un imaginario social que
estimulan la reproducción de consumidores compulsivos, gente dócil y opacada,
obediente, competitiva, conformista, individualista, narcisista.
En el análisis de esta reconfiguración mundial existen coincidencias con Valqui
en otros rubros: por ejemplo, considerar al crimen organizado, a la economía
mafiosa, ilícita, criminal, como otras formas de acumulación del capital
trasnacional parasitario, a la que se le atribuye el 5 % del PIB global. El
dinero denominado sucio va a parar a los grandes megabancos y empresas financieras. En el trabajo mencionado,
he destacado que el narcotráfico es un arma contundente de recolonización y de
imposición del terrorismo del imperialismo mundial, por otras vías distintas a
las guerras neocoloniales. Por ello, estamos de acuerdo en asumir lo que Valqui denomina dialéctica de la
totalidad capitalista, para descifrar como se entroncan las lógicas de
acumulación de los capitales trasnacionales del narcotráfico con los grandes
intereses geopolíticos de las oligarquías imperialistas en estas guerras de
recolonización, como en los casos de Afganistán e Irak. También, hemos venido
insistiendo en la participación de la CIA,
la DEA, y otros organismos de inteligencia, en el tráfico de drogas.
La reconfiguración mundial
otorga un papel preponderante al Estado. En el ámbito de la metrópolis
capitalistas, como instrumento de la oligarquía para mantener el complejo
militar-industrial imperialista, los ejércitos, arsenales atómicos,
bacteriológicos, químicos, sísmicos, genéticos, electrónicos, informáticos,
complejos de seguridad, inteligencia, espionaje, fuerzas policiales, grupos
paramilitares y comandos de despliegue rápido para enfrentar guerras de
intensidad diferenciada, entre las que no se pueden excluir, reitero,
conflictos militares entre súper potencias occidentales, y con China y Rusia, en competencia. En el
nivel local del proceso de imperialización, si bien los Estados nacionales son
reducidos en el ejercicio de su soberanía, no desaparecen, como afirman los
ideólogos sistémicos. Estos simplemente ajustan su actuación para prestar un
servicio más eficiente a las corporaciones transnacionales. El imperialismo
actual produce en escala planetaria democracias subalternas puestas en manos de
oligarquías locales.
Pilar Calveiro hace también importantes
aportaciones a la comprensión de este proceso de recolonización, especialmente
en su libro Violencias de Estado, la guerra antiterrorista y la guerra
contra el crimen como medios de control global, (Siglo XXI editores, 2012).
Aquí sostiene que vivimos en la actualidad una reorganización hegemónica
planetaria basada en una violencia estatal que se despliega principalmente
a través de dos grandes combates, definidos como guerras contra el terrorismo y
contra el crimen; ambas habilitan el escenario bélico que requieren las
dominaciones autoritarias, facilitando las formas más radicales de la violencia
represiva. La guerra anti-terrorista permite mantener y expandir el nuevo orden
global, mientras la llamada guerra contra el crimen “recurre a una reorganización jurídica y penitenciaria que conduce al
encierro creciente de personas, en especial jóvenes y pobres, en aras de la
supuesta seguridad interior de los estados. Ambas guerras se entrelazan, se
construyen y se dictan desde los poderes centrales –ya sean estados-nación u
organismos estatales supranacionales, y son instrumentos útiles para la
reorganización global.”
Los rasgos más
sobresalientes de esta reorganización hegemónica son, según Calveiro: el
pasaje de un modelo bipolar a otro global, ambos con un fuerte componente
autoritario; en lo económico, acumulación y concentración neoliberal dentro de
un mercado globalizado; en lo político, debilitamiento
de la autonomía del Estado-nación y el desarrollo
de redes de poder estatal-privadas de carácter transnacional, así como la
instauración de democracias
procedimentales; en lo social, la incorporación de tecnología –en
especial de comunicación- que modifica tiempo y espacio; en lo subjetivo, una
individualidad blanda, aislada, en retracción hacia lo privado, como esfera de
consumo de bienes y de cuerpos, todo ello con un uso importante y diferenciado
de la violencia, que se articula con las nuevas formas de lo político, social y
subjetivo.
Esta autora mantiene que las guerras sucias del
siglo XX, prefiguran ciertos modos represivos del mundo global
actual, con Estados Unidos a la cabeza,
y con la imposición de un estado de excepción que articula una red represiva
legal con otra ilegal, y en la que se va conformando un Estado criminal.
“Ganar la guerra sucia
–afirma Calveiro-- fue una precondición para tener alguna posibilidad en la nueva fase de
acumulación. Así fue como se invirtieron todos los recursos necesarios para
asegurar la derrota de cualquier proyecto alternativo en América, una derrota que fue no sólo militar sino también política.
Se selló entonces el triunfo de una nueva forma de organización nacional,
acorde con la reorganización hegemónica global, que supuso: el vaciamiento de
las economías mediante la imposición del modelo neoliberal, el vaciamiento de
la política con la implantación primero de dictaduras
de shock, pero enseguida de
democracias formales e incluso
autoritarias, producto de la eliminación de todas las formas de organización y
liderazgo alternativos, y por último, el vaciamiento del sentido mismo de la
nación y de la identidad Latinoamericana con la incrustación de nuevas
coordenadas de sentido individualistas, mercantiles y apolíticas.”.
Es en este contexto global
que hemos expuesto, que el patrimonio cultural, en su significado
amplio: natural, tangible e intangible (lenguas, conocimientos o saberes,
técnicas y diversas prácticas culturales de pueblos indígenas y heterogéneas
culturas locales y regionales, las más de las veces subalternas), los monumentos y vestigios arqueológicos
prehispánicos, los históricos coloniales y postcoloniales, los artísticos
muebles e inmuebles, considerados bienes de dominio público y uso común; todo
este legado que constituye la memoria de las naciones, de sus pueblos y
componentes nacionales, regionales y locales, soporte también de sus
identidades, está siendo agredido y amenazado por las privatizaciones,
concesiones, aprovechamientos y disposiciones de particulares, empresas,
corporaciones, desarrolladores urbanos, turísticos, delincuencia organizada,
grupos de poder regional, nacional o trasnacional, que buscan su control,
dominio y apropiación. En particular, se busca destruir el patrimonio
comunitario que da cohesión a mecanismos colectivos que pretenden el
interés general y el bien común, y que constituyen la última línea de defensa y
resistencia de los pueblos frente a la acometida del capital.
La transnacionalización
corporativa neoliberal, reiteramos, trata de imponer su mensaje unidireccional
a través del dominio de los medios masivos de comunicación, la informática y
las llamadas industrias culturales que intentan homogeneizar y uniformar
a la humanidad a partir de su modelo de vida y la mediatización de la fecunda
creación nacida del imaginario popular y del rico patrimonio étnico-lingüístico-cultural
de nuestros países.
Los medios de comunicación masiva conforman,
metafóricamente, las “tropas ideológicas” que intentan someter a la opinión pública con la desinformación,
la contra información y la propaganda abiertamente sistémica; se transforman en
tribunales de facto en los que comunicadores, locutores, editorialistas,
expertos y analistas políticos condenan sumariamente toda oposición al orden
establecido. A esto se ha denominado “dictadura
o terrorismo mediáticos”, y a los mercenarios de los medios, “sicarios
mediáticos”.
Ese modelo de la globalización excluyente requiere de
una humanidad indiferenciada, sujeta a las leyes del mercado, al individualismo
competitivo que proclama la ley del más fuerte (darwinismo social), alienada por el consumismo y el egoísmo
posesivo. El capitalismo neoliberal necesita también de la propagación
generalizada de un cosmopolitismo
que erosione y destruya, si es posible, la
identidad nacional,
la defensa de la soberanía, el derecho a la autodeterminación, la salvaguarda
de los recursos estratégicos y naturales, las autonomías indígenas, las
democracias participativas; todo ello en aras de alcanzar el “paraíso terrenal”
que significa la sociedad del mercado proyectada como el ideal a realizar por
una sociedad de consumidores
desclasados, apátridas y apolíticos. Se pretende que el mundo que ofrece la
mundialización neoliberal en sus variantes estadounidense y europea sea el
único posible, sin alternativa viable, y que la única opción realista debe ser
el conformismo social y la resignación política.
En el V Congreso Internacional de Cultura y Desarrollo, efectuado en La
Habana, se destacó:
“Nueva
expresión de la violencia, la corriente homogenéizante amenaza con ahogar la diversidad cultural y con borrar el
rostro de las naciones y de los múltiples sectores que conviven en ellas...En
el día de hoy, defender la diversidad cultural equivale a contribuir a
preservar el futuro de la humanidad” (V Congreso Internacional de Cultura y Desarrollo. En defensa de
la diversidad cultural. La Habana, Cuba. 11 A 14 de junio de 2007.
Pese a esta maquinaria militar, policial,
económica, cultural, ideológica y política desplegada por las fuerzas del
mercado y sus asociados en el Estado y los poderes fácticos, tiene lugar en el
ámbito planetario —y también en nuestro país— la resistencia de los explotados:
pueblos originarios, afro descendientes, mujeres, homosexuales, jóvenes,
obreros y aun sectores intermedios que conforman el pueblo nación, se
manifiestan contra los efectos depredatorios del neoliberalismo.
En cada uno de nuestros
países latinoamericanos, se han ido constituyendo los pueblos-nación a
través de la participación de los distintos agrupamientos étnico-clasistas,
objetivamente explotados y oprimidos, en las respectivas contiendas
independentistas, contra las intervenciones extranjeras, luchas liberadoras,
anti dictatoriales y de transformación social que fueron conformando a su vez una
cultura nacional popular, por ende, representativa del cúmulo de
rebeldías e insumisiones. Esta cultura nacional popular es el sedimento
de las resistencias y del afán por un futuro donde la diversidad cultural sea
patrimonio de la humanidad.
Sin duda, el complejo de paradojas capitalistas que sustenta, fragua
y perpetúa la violencia de la totalidad capitalista es una verdadera bomba de
tiempo de proletarios y pueblos que estallará y barrerá a los que
dominan el mundo actual. Seguramente, se articularán todas las formas de lucha,
revueltas, protestas, descontentos, agravios, paros, huelgas, movilizaciones,
redes sociales, fuerzas anti sistémicas, insurgencias y movimientos
revolucionarios; se promoverán transformaciones sociales y reformas importantes
para acumular fuerzas estratégicas entroncadas con la revolución.
En esta dirección,
compartimos la crítica afilada de Valqui
cuando se refiere a los supuestos marxistas que esperan el fin natural del
capitalismo y el triunfo también natural de la revolución y del socialismo,
haciendo abstracción de los sujetos históricos y de la crítica de las armas,
con un marxismo de cátedra, con los circos electorales como esperanza sexenal,
el cretinismo parlamentario, en suma, la conciliación de clases de una
república amorosa. Valqui, y
coincido con él, no da lugar a ilusionismos reformistas a partir de su crítica
a las izquierdas sistémicas que una vez en el gobierno sirven a las
transnacionales, optando por capitalismos subalternos nacionalistas, por
capitalismos moderados, o capitalismos de “rostro humano”, que en realidad
constituyen mascaras útiles para encubrir la verdadera catadura de la
claudicación a las ideas de trasformación social, como fue el caso de Lula, en el Brasil, y el Partido de la
Revolución Democrática, que con su firma del Pacto por México, no sólo
legitimó un gobierno impuesto por el mercado electoral y los poderes facticos,
sino que está avalando otras contrarreformas neoliberales, como la laboral y la
mal llamada “reforma educativa”.
En los ámbitos de la academia, me sumo a la
crítica de quienes han renunciado a la teoría
marxista del imperialismo, los llamados por Valqui espadachines
ilustrados de la burguesía transnacional, y a quienes han
abandonado los rigores de los análisis de clase, pero siguiendo cabalmente las
advertencias de González Casanova en
cuanto formular las redefiniciones de los conceptos fundamentales. Por ello, él
destaca que no podemos quedarnos en el concepto tradicional de lucha de
clases que conserva un sentido fabril y economicista del que no logra
desprenderse. El concepto de explotación tampoco es suficientemente
comprensivo. Ambos conceptos, el de clases y el de explotación, requieren ser
complementados o superados por el de dominación y apropiación del excedente
y de la riqueza a costa de los trabajadores y de los pueblos, en procesos
de apropiación del plusvalor y del capital acumulado, y en procesos de
distribución y apropiación inequitativa del excedente y de la riqueza. Ambos
conceptos vinculan el poder político,
represivo, informático, cultural y
social con las relaciones de producción. Asimismo, no podemos quedarnos en el
concepto de imperialismo sin señalar que en la etapa de la globalización
las demarcaciones de las “fronteras”, de lo “externo” y lo “interno” (que a los
nacionalistas les sirvieron para ocultar las contradicciones internas
atribuyendo todos los males a las externas) se ha confirmado cada vez más a lo
largo del mundo. En el interior de las naciones está lo exterior. En cada
Estado nación se dan los vínculos y redes con otros Estados-nación, con el
capital multinacional y transnacional, con el Estado global incipiente y con
sus asociados locales. Las luchas tienen que darse en lo local,
lo nacional y lo global, privilegiando unas y otras en forma práctica. Y sin
descuidar ninguna.
Conclusión.
La defensa del
patrimonio cultural pasa, entonces, por tomar conciencia del significado
totalizador de esta recolonización que afecta las bases de reproducción de los pueblos y la sobrevivencia misma de la
especie humana. Las dimensiones de la ocupación afectan todas las esferas de la
vida humana y ponen en peligro los fundamentos materiales y territoriales de
las formas colectivas de convivencia, exacerbando al máximo la polarización
social y profundizando las condiciones de pobreza de millones de seres humanos.
Considero importante
conocer a fondo el sistema de
explotación-dominación que enfrentamos, pero es también fundamental confiar
en la capacidad y voluntad de los pueblos para desarrollar estrategias de lucha
que combinen creatividad con eficiencia, centralidad con autonomía, principios
éticos con construcción de alternativas.
La izquierda actual, después de las experiencias traumáticas de la burocratización del socialismo real y la institucionalización de la izquierdas
dentro de los esquemas de la democracia tutelada, se define en función de que
tanto es capaz de mantener una posición de congruencia ética y coadyuvar a
construir poder popular en formas de democracia participativa que impidan la
utilización de aparatos políticos para el encumbramiento y ascenso social de
unos pocos.
Nuestros enemigos son
poderosos pero no invencibles. Si está en juego la sobrevivencia misma de la
especie humana, confiemos en que las fuerzas de la vida y el valor de la dignidad prevalecerán por
sobre la maquinaria capitalista de muerte y destrucción.
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Gilberto López y Rivas es Doctor en
Antropología, profesor investigador de la delegación del INAH en Morelos.
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