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Las
consecuencias humanas de la austeridad son ineludibles y bien conocidas: los
jubilados rebuscan en los contenedores de basura a mitad de mes esperando
encontrar algo que llevarse a la boca; los
y las jóvenes de talento y con formación de Italia, Portugal y España huyen de su país mientras la tasa de desempleo para su grupo de edad
alcanza el 50 por ciento; a las familias se les impone una carga insoportable; la violencia contra las mujeres aumenta
con el incremento de la pobreza y la angustia; los hospitales carecen de
fármacos básicos y de personal; las
escuelas y los servicios públicos se deterioran o desaparecen. A la naturaleza también se le pasa
factura: no se invierte nada en revertir la crisis climática ni en poner fin a
la destrucción del medio ambiente. Es demasiado caro. Como sucede con todo lo
demás, ahora no nos lo podemos permitir. Conocemos bien las repercusiones, el
resultado de lo que la Canciller alemana Angela Merkel denomina políticas de ‘austeridad
expansionista’.
Según esta teoría neoliberal, los mercados ‘se
tranquilizarán’ con políticas estrictas y volverán a invertir en los países
disciplinados. Pero esto no ha sucedido. Y por todo el sur de Europa están
empezando a aparecer imágenes de Merkel decoradas con esvásticas. Muchos alemanes piensan que están ayudando
a Grecia y quieren dejar de hacerlo. En realidad, casi todo el dinero del
rescate está siguiendo un circuito cerrado: las aportaciones de los Gobiernos de la UE realizadas a través
del Mecanismo Europeo de Estabilidad
se han vuelto a canalizar a través del Banco Central y los bancos privados de Grecia hacia bancos británicos, alemanes y
franceses que habían adquirido eurobonos griegos para obtener un
rendimiento más alto. Sería más sencillo entregar el dinero de los
contribuyentes europeos directamente a los bancos, si no fuera porque los
contribuyentes podrían darse cuenta del truco. ¿Por qué montar un drama
psicológico en torno al dos por ciento (Grecia)
o al 0,4 por ciento (Chipre) de la economía europea? Un cínico podría contestar: ‘Muy sencillo. Para
asegurar la reelección de la señora Merkel en septiembre’.
La
Dra. Susan George, en el presente artículo con relación a la crisis económico-financiera,
social y política escenario de las clases y la lucha de clases - que devora
la Unión Europea, que destruye las principales instituciones otrora básicas
y fundamentales en el sostenimiento político de la Democracia, cuyas
consecuencias más desastrosas e inhumanas hoy las vemos en especial, países de
la zona-euro, crisis, alternativas y propuestas que están
relacionadas al problema central de la deuda –como el epicentro de la
crisis - y el conjunto de políticas que en los últimos 4 años han implementado
los Líderes Políticos y sus socios los banqueros, financistas,
empresarios, prestamistas, corporaciones, etc. Al final nos encontramos en
la obligación profesional – no sólo política, sino también moral - realizar un
balance central de lo acontecido, si superaron y su camino es correcto e
intentan salir de la crisis o por el contrario se encuentran en peores
condiciones económico-sociales y políticas en al momento del inicio de la
crisis. Para nosotros, siguiente el análisis e
interpretación de la crisis europea que han realizado – y continúan
– formulando Académicos y Premios Nobel de Economía, es que hoy aplicar
las políticas neoliberales del Consenso de Washington, de la década del 90´y
qué nos impusieron violentamente en América Latina, todos conocemos que
las sucesivas Cumbres de Bruselas, sede de la Unión Europea – la
Troika –fueron precisamente bajo las ordenes primero del dúo político –
Merkel-Sarkozy – y hoy sólo la Sra Canciller alemana Merkel, son las
mismas “recetas” políticas que fracasaron absolutamente en nuestra América
y sólo generaron pobreza, desempleo, sub-empleo, corrupción, privatización,
descomposición política del Estado, liquidación de los derechos sociales,
-laborales – y políticos de los trabajadores y ciudadanos en general. Hoy la copia – pastiche – vulgar se impone con la misma
violencia en Europa. Con el falso argumento que la crisis sólo
encuentra su origen en la elevada deuda pública de cada uno de los
países – incluso considerando que la deuda privada de los empresarios y
banqueros por arte de birlibirloque, se transformó en deuda pública - al
final el Estado se ve obligado a pagar toda la deuda. Es parte de la crisis.
Más allá en la profundidad estructural encontramos la corrupción
institucionalizada, el fracaso de las políticas gubernamentales en relación
con la educación, la salud, el empleo, salarios, la vivienda. No ha existido
políticas de Gobierno claras y definidas en relación al boom inmobiliario –
y como explotó la primera burbuja hipotecaria -.
EUROPA: LLEGÓ SU TURNO. DEUDA, AUSTERIDAD
Y DEVASTACION.
“La crisis final del neoliberalismo”.
*****
Susan George.
TNI. Rebelión sábado 24 de agosto del 2013.
Al igual que la peste en el siglo XIV, el azote de
la deuda ha ido migrando paulatinamente del Sur al Norte. La Yersinia pestis
del siglo XXI no se propaga a través de las ratas infestadas de pulgas, sino
del letal fundamentalismo neoliberal, infestado de ideología. Antes, sus
adalides tenían nombres como Thatcher o
Reagan; ahora suenan más bien a Merkel
o Barroso. Pero el mensaje, la mentalidad y la medicina prescrita son
básicamente los mismos. La devastación provocada por ambas plagas también es
similar. Sin duda, se registran menos muertes relacionadas con la deuda en
Europa hoy en día que en África hace tres décadas, pero seguramente se está
causando un daño más permanente a lo que en su día fueron las prósperas
economías europeas.
Los fieles –y más veteranos– lectores de la revista New Internationalist recordarán la temida expresión ‘ajuste estructural’. ‘Ajuste’ era el eufemismo para el paquete de recetas económicas impuestas por los ricos países acreedores del Norte a otros menos desarrollados en lo que entonces llamábamos ‘el Tercer Mundo’. Una gran parte de estos países había pedido prestado demasiado dinero para demasiados fines improductivos. A veces, los líderes se limitaban a ingresar los créditos en sus cuentas privadas (recordemos a Mobutu o Marcos) y endeudar aún más a sus países. Devolver los préstamos en pesos, reales, cedis u otras ‘monedas raras’ era inaceptable; los acreedores querían dólares, libras esterlinas y marcos alemanes.
Los fieles –y más veteranos– lectores de la revista New Internationalist recordarán la temida expresión ‘ajuste estructural’. ‘Ajuste’ era el eufemismo para el paquete de recetas económicas impuestas por los ricos países acreedores del Norte a otros menos desarrollados en lo que entonces llamábamos ‘el Tercer Mundo’. Una gran parte de estos países había pedido prestado demasiado dinero para demasiados fines improductivos. A veces, los líderes se limitaban a ingresar los créditos en sus cuentas privadas (recordemos a Mobutu o Marcos) y endeudar aún más a sus países. Devolver los préstamos en pesos, reales, cedis u otras ‘monedas raras’ era inaceptable; los acreedores querían dólares, libras esterlinas y marcos alemanes.
Además, los
líderes del Sur habían suscrito los préstamos a tipos de interés
variable, que al principio eran bajos pero que subieron a niveles astronómicos
a partir de 1981, cuando la Reserva
Federal de los Estados Unidos puso fin a la era del dinero barato. Cuando
países como México amenazaron con no pagar la deuda, cundió el pánico entre los
ministros de Economía de los países acreedores, los grandes banqueros y los
burócratas internacionales, que se pasaron unos cuantos fines de semanas sin
dormir, alimentándose con comida para llevar e improvisando planes de
emergencia.
Plus ça change, plus c’est la même chose.* Pasadas unas décadas, aún se suceden las reuniones
de crisis, esta vez en Bruselas y,
pese a algunas variaciones, la respuesta es idéntica: solo consigues un rescate
si te comprometes a seguir una serie de estrictas exigencias. En su día, estas
se hacían eco del neoliberal ‘consenso de Washington’; ahora se denominan, más
acertadamente, ‘paquetes de austeridad’, pero ambas requieren las mismas
medidas. Firme aquí, por favor, con sangre.
Para el Sur, los contratos rezaban: ‘Limiten la producción de alimentos y dedíquense
a cultivos comerciales rentables. Privaticen
las empresas estatales y abran actividades lucrativas a las compañías
transnacionales extranjeras, sobre todo en el sector de las materias primas y
las industrias extractivas, la silvicultura y la pesca. Reduzcan drásticamente
el crédito, y eliminen los subsidios y las prestaciones sociales. Presenten
propuestas para el pago de la salud y la educación. Economicen y obtengan
divisas fuertes a través del comercio. Su principal responsabilidad es para con
los acreedores, no para con su pueblo’.
Ahora llegó
el turno de Europa. A los países del sur de Europa y a Irlanda no se les deja de repetir: ‘Han estado viviendo
por encima de sus posibilidades. Ahora les toca pagar’. Los Gobiernos aceptan
órdenes dócilmente y sus ciudadanos y ciudadanas suelen asumir que deben pagar
la deuda de inmediato porque la deuda de un Estado soberano es exactamente
igual que la deuda de una familia. Pero no lo es; un Gobierno acumula deuda emitiendo bonos en los mercados
financieros. Esos bonos son adquiridos fundamentalmente por inversores
institucionales, como bancos, que reciben un pago anual de intereses: bajo
cuando el riesgo de impago es bajo y alto cuando dicho riesgo también lo es. Es totalmente normal, deseable e
incluso necesario que un país tenga una deuda que plantee cero problemas y que
genere muchos beneficios si el dinero se invierte con prudencia y a largo plazo
en actividades productivas como educación, salud, prestaciones sociales,
infraestructuras sólidas y similares.
En efecto, cuanto mayor es el porcentaje de gasto
público en el presupuesto de un Gobierno, más elevado es el nivel de vida y más
empleos se crean, incluido en el sector privado. Esta norma se ha visto
confirmada sin falta desde que se apuntó a la correlación entre la inversión
pública y el bienestar nacional por primera vez, a fines del siglo XIX.
Lógicamente, el dinero prestado también se puede
derrochar y gastar sin ton ni son, y los beneficios pueden repartirse
injustamente. La gran diferencia entre el presupuesto de una familia y el de un Estado es que los Estados no
desaparecen sin más, como una compañía en bancarrota. Las inversiones
productivas y bien gestionadas que se financian con el dinero que toman
prestado los Gobiernos deberían entenderse, en general, como algo bueno.
La galería de los Ilustres políticos de la Unión Europea, responsables directos al igual que sus socios los banqueros de la dramática situación de la crisis económico-financiera - hoy poli-crisis - y sus políticas de austeridad, salvajes y fascistas.
***
Los
números mágicos.
En 1992, los países
europeos votaron ciegamente ‘sí’ al
Tratado de Maastricht, que debido a la insistencia de Alemania incluía dos
números mágicos: el 3 y el 60. Nunca dejes que tu déficit presupuestario supere
el tres por ciento; nunca contraigas una deuda pública que supere el 60 por
ciento de tu producto interior bruto (PIB).** ¿Por qué no el 2 o el 4 por
ciento, o el 55 y el 65? Nadie lo sabe, salvo quizá algún vetusto burócrata que
andaba por allí, pero estos números se han convertido en las Tablas de la Ley.
En 2010, dos
famosos economistas anunciaron que, por encima del 90 por ciento del PIB, la deuda
acarrearía problemas a un país y su PIB se contraería. Es algo que suena lógico
porque el pago de los intereses se comería un porcentaje mayor del presupuesto.
Sin embargo, en abril de 2013, un
estudiante de doctorado norteamericano intentó replicar sus resultados y se
encontró con que no podía. Usando las mismas cifras, obtenía un resultado
positivo para el PIB, que aún seguiría aumentando en más de un dos por ciento
al año. El tándem de economistas famosos –y ahora también avergonzados– tuvo
que admitir que había sido víctima del Excel y que habían colocado mal una
coma.
Incluso el
Fondo Monetario Internacional ha confesado errores parecidos, esta vez
sobre el tema de los recortes y las medidas de austeridad. Ahora sabemos
–porque el Fondo ha sido lo bastante sincero como para explicárnoslo–, que los
recortes perjudicarían al PIB dos o tres veces más de lo previsto en un
principio. Europa debería tomárselo con calma, dice el FMI y no ‘conducir la
economía pisando el freno’. El límite
mágico del 60 por ciento del PIB en
la deuda es ahora más sagrado que el límite del tres por ciento para el
déficit; las políticas, sin embargo, siguen siendo las mismas, ya que los
halcones neoliberales aprovechan cualquier atisbo de prueba dudosa que parezca
promover su causa.
Nos enfrentamos a dos preguntas básicas. La primera
sería por qué aumentó la deuda de los países europeos de forma tan pronunciada
después de que estallara la crisis en 2007. En apenas cuatro años, entre 2006 y
2010, la deuda se disparó en más de un 75 por ciento en Gran Bretaña y Grecia, un 59 por ciento en España y una cifra récord del 276 por ciento en Irlanda, donde el Gobierno anunció que
se haría responsable de todas las deudas de todos los bancos privados del país.
El pueblo irlandés, por lo tanto, asumiría la falta de responsabilidad de los
banqueros irlandeses. Gran Bretaña
hizo lo mismo, aunque en menor medida. Los beneficios se privatizan y las pérdidas
se socializan.
Así pues, los ciudadanos y las ciudadanas deben pagar por la austeridad, mientras que los banqueros y otros inversores que adquirieron los bonos del país o productos financieros tóxicos no aportan nada. Después de la crisis de 2007, el PIB de los países europeos cayó un promedio del cinco por ciento y los Gobiernos tuvieron que compensar. El incremento de los fracasos empresariales y el desempleo masivo significaban también más gastos para los Gobiernos justo en el momento en que estaban recaudando menos a través de los impuestos.
Así pues, los ciudadanos y las ciudadanas deben pagar por la austeridad, mientras que los banqueros y otros inversores que adquirieron los bonos del país o productos financieros tóxicos no aportan nada. Después de la crisis de 2007, el PIB de los países europeos cayó un promedio del cinco por ciento y los Gobiernos tuvieron que compensar. El incremento de los fracasos empresariales y el desempleo masivo significaban también más gastos para los Gobiernos justo en el momento en que estaban recaudando menos a través de los impuestos.
La juventud europea es la más destruida como seres humanos con la crisis y las "soluciones" de austeridad, impuestas por la Troika europea. Representa la alternativa ética y la nueva política hacia una nueva Democracia.
***
La
nueva moralidad.
El estancamiento económico sale caro. El aumento de
los gastos y la bajada de los ingresos se traduce en una única respuesta:
solicitar más préstamos. Rescatar a los
bancos y asumir las consecuencias de la crisis que estos crearon son el
principal motivo de la crisis de la deuda y, por lo tanto, de la dura
austeridad que se impone hoy en día. La gente no estaba ‘viviendo por encima de
sus posibilidades’, pero es evidente que el lema de la nueva moralidad es
‘castiguemos a los inocentes y recompensemos a los culpables’.
Esto no es
una defensa de las políticas ineptas ni corruptas, como las que permitieron que
se inflara la burbuja inmobiliaria en España
o que la clase política griega contratara a un gran número de nuevos
funcionarios después de cada elección. Los
griegos tienen un presupuesto militar hinchado y se niegan,
inexcusablemente, a gravar a los grandes magnates navieros y a la Iglesia, la
mayor titular de propiedades del país. Pero si la bañera pierde agua y la
pintura del salón se está cayendo, ¿qué haces? ¿Quemas toda la casa o arreglas
las tuberías y vuelves a pintar?
Las
consecuencias humanas de la austeridad son ineludibles y bien conocidas:
los jubilados rebuscan en los contenedores
de basura a mitad de mes esperando encontrar algo que llevarse a la boca; los y las jóvenes de talento y con
formación de Italia, Portugal y España
huyen de su país mientras la tasa de
desempleo para su grupo de edad alcanza el 50 por ciento; a las familias se
les impone una carga insoportable; la
violencia contra las mujeres aumenta con el incremento de la pobreza y la
angustia; los hospitales carecen de fármacos básicos y de personal; las escuelas y los servicios públicos se
deterioran o desaparecen. A la
naturaleza también se le pasa factura: no se invierte nada en revertir la
crisis climática ni en poner fin a la destrucción del medio ambiente. Es
demasiado caro. Como sucede con todo lo demás, ahora no nos lo podemos
permitir.
Conocemos bien las repercusiones, el resultado de
lo que la Canciller alemana Angela
Merkel denomina políticas de ‘austeridad expansionista’. Según esta teoría
neoliberal, los mercados ‘se tranquilizarán’ con políticas estrictas y volverán
a invertir en los países disciplinados. Pero esto no ha sucedido. Y por todo el
sur de Europa están empezando a aparecer imágenes de Merkel decoradas con
esvásticas.
Muchos alemanes piensan que están ayudando a Grecia y quieren dejar de hacerlo. En
realidad, casi todo el dinero del rescate está siguiendo un circuito cerrado:
las aportaciones de los Gobiernos de la
UE realizadas a través del Mecanismo Europeo de Estabilidad se han vuelto a
canalizar a través del Banco Central y los bancos privados de Grecia hacia
bancos británicos, alemanes y franceses que habían adquirido eurobonos griegos
para obtener un rendimiento más alto. Sería más sencillo entregar el dinero de
los contribuyentes europeos directamente a los bancos, si no fuera porque los
contribuyentes podrían darse cuenta del truco. ¿Por qué montar un drama
psicológico en torno al dos por ciento (Grecia)
o al 0,4 por ciento (Chipre) de la economía europea? Un cínico podría
contestar: ‘Muy sencillo. Para asegurar la reelección de la señora Merkel en
septiembre’.
La segunda pregunta básica es por qué seguimos
aplicando políticas que son perjudiciales y no funcionan. Esta catástrofe de
creación propia puede verse desde dos puntos de vista. Economistas laureados y de renombre como Paul Krugman o Joseph Stiglitz
opinan que los líderes europeos sufren de
encefalograma plano, muestran una total ignorancia en materia de economía y
están abocados a un innecesario suicidio económico. Otros analistas apuntan
que los recortes se ajustan perfectamente a los deseos de entidades como la Mesa Redonda Europea de Industriales y
BusinessEurope: recortar salarios y prestaciones, debilitar a los
sindicatos, privatizar todo lo que se ponga a tiro, etcétera. A medida que han
ido aumentando las desigualdades, a las elites no les ha ido nada mal. En estos
momentos, hay más ‘particulares con un elevado patrimonio neto’ y con una
fortuna colectiva mucho mayor que en el punto álgido de la crisis en 2008. Hace
cinco años, se contabilizan en todo el mundo 8,6 millones de particulares de este tipo, con una liquidez conjunta
valorada en 39 billones de dólares
estadounidenses. Hoy en día, este grupo llega a los 11 millones de personas, con activos por valor de 42 billones de dólares. Las pequeñas
empresas caen en tropel, pero las grandes compañías disponen de ingentes sumas
de efectivo y están sacando el mayor partido posible de los paraísos fiscales.
No ven ningún motivo para dejarlo ahí.
Esta crisis no está afectando a todo el mundo y los
líderes europeos no son más necios que sus homólogos en otros países. Si que
están, no obstante, totalmente sometidos a los deseos de las grandes finanzas y
las grandes corporaciones. Sin duda, la
ideología neoliberal desempeña un papel clave en su programa, pero sirve
especialmente para emitir densas cortinas de humo y falsas explicaciones y
justificaciones, con el fin de que las personas crean que ‘no hay alternativa’. No es cierto: los bancos se podrían haber
socializado y transformado en servicios públicos, del mismo modo que cualquier
otro organismo que funciona con dinero público. Se podrían haber cerrado los
paraísos fiscales, aplicado impuestos a las transacciones financieras y
adoptado muchas otras medidas. Pero estas propuestas, a ojos del
neoliberalismo, son una herejía (aunque 11 países de la eurozona empezarán a
gravar las transacciones financieras a partir de 2014).
Soy una
ferviente europea y deseo que Europa prospere, pero esto no es Europa. En contra de nuestra voluntad, se nos
ha arrastrado a una guerra de clases. La única respuesta que le queda a la
ciudadanía está en el conocimiento y la unidad. Lo que ha impuesto el 1 por
ciento puede ser revocado por el 99 por ciento. Pero más vale que nos demos prisa: el tiempo se
está agotando.
*
‘Cuanto más cambian las cosas, más permanecen igual.’
*****
** La deuda pública es dinero que un Gobierno debe en forma de préstamos obtenidos en los mercados financieros más que mediante otras modalidades de empréstito.
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