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BRASIL: DILMA RECONOCIÓ LA
VOZ DE LA CALLE. Primero unos cientos
de ciudadanos brasileños, pasan los días ahora son miles y en varias ciudades en el mismo día. No
sólo es una protesta por la suba de un real o centavos de real en el pasaje
urbano. “es la chispa que está
encendiendo la pradera”, bastó que solo (in)surja un problema – el transporte - en el inmenso y complejo abanico de
derechos, necesidades, reivindicaciones de poblaciones postergadas u “olvidadas” de cada una de las ciudades
del gigante Brasil y con el transcurrir de la lucha se
vienen presentando un múltiple “ramillete” de reclamaciones, por años cerrados –olvidados
- en los, portafolios de Administraciones Políticas anteriores, protestas y
movilizaciones en un clima político cuyo telón de fondo es
la INDIGNACION
CIUDADANA frente
a la corrupción política e institucionalizada, el rechazo absoluto a la expropiación,
a la desposesión de bienes públicos en beneficio de grandes corporaciones
metidas en trabajos y construcciones para el Mundial 2014 y las
Olimpiadas 2016. Están expropiando grandes extensiones del espacio público urbano, - presente el boom inmobiliario – llegó a las grandes ciudades el antiguo y
tradicional modelo extractivista – Barrios de pobres – las Favelas
- plazas públicas, parques, avenidas,
están siendo expropiadas, la
desposesión en políticas urbanas –
robo, expropiación, despojo y pillaje – de las grandes corporaciones, llegó a la “gran y mega ciudad” –manifestación
concreta de la “Ciudad global” está
ahora en todo América latina, no hay una sola capital o ciudad importante
donde hoy no esté presente esta nueva forma, el nuevo modo de acumulación del
capitalismo mundial, el despojo, la expropiación, la desposesión en general del extractivismo urbano inmobiliario.
Ahora emergen grandes y
graves problemas no resueltos, social
y políticamente –
pobreza, educación y salud de pésima calidad, falta de servicios públicos,
desempleo, salarios bajos, inseguridad ciudadana generalizada, corrupción,
violencia, es decir se profundiza y extiende la desigualdad económico-social- muy a pesar de ser hoy la sexto economía mundial. La
Presidenta reconoce
la protesta como la “voz de la calle”, que
se respeta, pero es necesario todo un Programa Político, de carácter masivo, inclusivo,
participativo, democrático – a
la vez que se lucha contra la corrupción pero con políticas efectivas y
viables, la pobreza y la violencia – el gobierno asume con responsabilidad de respetar por más mundiales u
olimpiadas a realizarse, que la voz de la calle y de la plaza pública en defensa del espacio público,
simplemente no se le puede expropiar, despojar, porque ese ciudadano presente en la “revuelta pública” hoy es la voz del nuevo poder
emergente, la sociedad civil que lucha por la solución de los
principales y centrales problemas, donde la política y la gobernabilidad - en varios idiomas - en minutos se
fue al despeñadero político y hoy en el epicentro de la protesta y violencia, no tiene significación alguna y
menos constituye algún puente para forjar algunas políticas de consenso y diálogo, necesarios y fundamentales en este
momento, en el escenario de un
país aún atenazado por la pobreza, la corrupción, la
violencia, la desigualdad económico social y fundamentalmente la desconfianza
política. Miércoles 19 de junio del 2013. (Expresamos en la fecha
indicada, opinión que se incrementó posteriormente).
La lucha contra la pobreza, en la coyuntura del escenario y su complejidad mundial, no aparece en las plataformas de lucha y menos en las negociaciones directas. Parece que la crisis económica - hoy poli-crisis mundial, la propia crisis sistémica de la democracia y la "clase política" terminaron por invisibilizarla y en apariencia haber ganado "la guerra" contra la pobreza.
***
El Movimiento Ciudadano
global, en plena protesta, forja y construye un Programa de cambio
y transformación revolucionaria. Paralelamente están realizando un trabajo
heroico. Limpiar la basura y el estiércol que por más de dos décadas sembró la
codicia neoliberal. Piensen en el odio y rechazo que existe en la juventud hacia la política, los políticos y
sus partidos. Deben superar el inmenso daño que sigue causando la
Poli-crisis mundial estructural – el sistema se hunde y se destroza en pedazos
por la codicia de banqueros y políticos mentirosos y corruptos -. Hay que
superar la terrible descomposición moral que origina la crisis política, la corrupción de la "clase
política". Por el carácter de la lucha, la Mundialización de la
Indignación, la globalización del
descontento frente a la indiferencia sistémica, la insatisfacción postergada o “escondida”
con la mentira y la farsa política (la mundialización de la desigualdad
económico social, aún no aparece en la Plataforma de Lucha – la pobreza, el desempleo, sub-empleo, salarios subterráneos – o nuevos
esclavos asalariados – empleos precarios, eliminación de derechos laborales,
etc.), la lucha frontal contra la
corrupción, la pérdida de Confianza ( el mal social y político del siglo XXI)
que continua destrozado Instituciones,
Políticas, Ideologías, Programas, Alternativas, etc,. (In)surge la Juventud, con
Nuevos Líderes, Nueva Ciudadanía Cívica, Moderna, Informada. Republicana.
Regresa la calle y la plaza
pública, ( El Ágora griega, como hace 25 siglos regresa entre nosotros) producto
del progresivo y combativo enfrentamiento diario – escenario de las clases y la lucha de clases - por recuperar el espacio público, que nos fue arrebatado
en la década del 90’ por las políticas violentas, salvajes e inhumanas del
neoliberalismo --. Un nuevo poder local, está hoy presente en la Nueva Sociedad
Civil. Luchamos conjuntamente – aunque hoy aún separados, fragmentados, pero el
objetivo estratégico es el mismo - por una nueva Democracia Directa, Participativa, Ciudadana, Intercultural de
pleno respeto a nuestra Madre Naturaleza, todo producto para nosotros del “Cambio de Época,
Histórica” y el nuevo proceso de acumulación mundial del capitalismo
– el capitalismo del despojo, de la desposesión de los recursos naturales – materias primas, minería, gas, petróleo, agro-exportación,
madera, pesca, etc. Biodiversidad –
agua, tierras de cultivo y nuevas formas de feudalización, alimentación; así
como los Conocimientos Ancestrales), recursos naturales hoy ubicados en los
territorios de nuestra América, donde los pueblos originarios y las comunidades
históricas – campesinos – desarrollan diariamente en sus comunidades acosadas
por la codicia neoliberal, nuevas formas de lucha, surgen nuevos Líderes y nuevas Plataformas
de Lucha que expresan directamente el quehacer cotidiano de su población,
la complejidad social y polarización – económica, cultural, ambiental, social y
política – de los pueblos originarios, hoy todos están en proceso de lucha, organización y
movilización, por la forja de una América Nueva en un Mundo Nuevo.
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Brasil. El escenario de escenarios de las clases y la lucha de clases. El Movimiento Ciudadano, La Juventud y los Indignados ponen en grave riesgo no sólo la Democracia sino el propio sistema. Las reformas de las reformas no dieron los resultados políticos que el "viejo reformismo parlamentarista" deseó conseguir con simples Políticas Públicas dentro del propio neoliberalismo.
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ISABEL RAUBER:
En las movilizaciones sociales germina una política joven anclada en la participación.
Indo-afro-latinoamericana.
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Isabel Rauber.
Rebelión. Domingo 4 de
agosto del 2013.
Indo-afro-latinoamericana tiene
rostro de pueblos en luchas y resistencias, parapetados en barricadas y en
rutas cortando el paso al saqueo, a la exclusión y a la muerte, defendiendo la
vida en todas sus dimensiones. Así ha sido por siglos y así es en el presente.
Pero no siempre en las mismas condiciones, ni situaciones, ni con las mismas
tareas o desafíos.
El siglo XX puede
definirse como el siglo dictatorial marcado por represiones y muertes de
militantes del campo popular. Las organizaciones sociales se desarrollaron
entonces en gran cercanía con las organizaciones políticas revolucionarias, y
no pocas veces, nacieron bajo su inspiración o labor de base. Lo
conspirativo-defensivo marcó el estilo de hacer política, la organización de
sus actores y las interrelaciones entre ellos. Pero el tiempo de dictaduras
saltó por los aires con las luchas de los pueblos que hicieron posible las
aperturas democráticas. La caída del sistema socialista, abrió un período de
confusión y desasosiego en las filas de gran parte de la izquierda político
partidaria que fue aprovechado por el neoliberalismo triunfalista para impulsar
sus feroces y regresivas políticas de saqueo prometiendo el advenimiento de un
dulce y prospero futuro luego de la
“necesaria” etapa inicial de “dolor y dureza”.
Sin esperar por los
partidos de izquierda y sus directivas, los sectores populares, además de los
siempre presentes movimientos indígenas, se levantaron prontamente para
denunciar y resistir a tales políticas; en algunos territorios nacieron,
crecieron y se consolidaron amplios y poderosos movimientos en campos y
ciudades. En sus luchas construyeron articulaciones, experimentando la
potencialidad de un actor colectivo capaz de constituirse en sujeto político de
los cambios.
En las resistencias de las
poblaciones de los barrios periféricos de las grandes ciudades (Santo Domingo
1984), en el levantamiento de Chiapas (México, 1994), el Caracazo (Venezuela,
1989), la “guerra del agua” y las “guerras del gas” (Bolivia, 2000 y 2003), los
levantamientos indígenas de (Ecuador, 2000), la constante recuperación de
tierras por el MST (Brasil), el surgimiento de la central de Trabajadores
Argentinos y los posteriores levantamientos piqueteros (Argentina 1991-2002),
entre muchos otros ejemplos, germinaron nuevos sujetos socio-políticos y
también una nueva dimensión de la política enraizada en lo social y sus luchas,
con capacidad para cuestionar el poder establecido y disputarle la hegemonía
política y cultural.
Lo reivindicativo revela su contenido político.
Como nunca antes, las
luchas reivindicativas mostraron en este período su rostro raizalmente
político, es decir, cuestionador del sistema político, económico y social desde
abajo. Pero en las filas de la izquierda partidaria faltó capacidad y
sensibilidad para captar esta cualidad política revolucionaria presente en las
luchas sociales; no era su práctica. Ello les impidió sumarse desde el inicio a
la gesta de los movimientos, descubrir y poner de manifiesto los nexos comunes
entre las distintas problemáticas y luchas sectoriales en aras de promover la
articulación (convergencia) de las problemáticas sectoriales y de sus actores.
La convergencia supone, a
la vez, la construcción de una subjetividad colectiva común, que es la que –en
determinado momento, posibilita superar lo sectorial-corporativo y obrar
colectivamente por objetivos sociales. Así ocurrió, por ejemplo, en Bolivia,
con la formación del MAS, concebido por un conjunto de movimientos indígenas y
sociales como su instrumento político para viabilizar las propuestas sociales,
convertidas en agenda colectiva en las articulaciones y convergencias
construidas por los diversos actores sectoriales en interacción permanente en
jornadas de resistencias y luchas y en la elaboración de propuestas superadoras
del estado de cosas.
Desde abajo, es decir,
desde la raíz de los problemas reivindicativo-sectoriales, intersectoriales o
sociales, con el protagonismo de los propios actores sociales emergía con
fuerza una acción política nueva, no dicotomizada de lo social sino
integradora, con clara vocación re-totalizadora de la sociedad fragmentada.
Los Sindicalistas, en Europa, ingresaron a la lucha social y política en defensa de sus derechos sociales y laborales, atacados directamente por las políticas salvajes, violentas y fascistas de la Troika Europea y la "unidad" inmoral que forjaron banqueros y políticos farsantes. "La bancocracia".
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Un nuevo tiempo político: marcado por la emergencia de
gobiernos populares y revolucionarios.
Así fue como en diversos
territorios de este continente los pueblos en lucha y sus movimientos abrieron
posibilidades políticas para disputar y ganar gobiernos participando en
elecciones, inaugurando con ello un nuevo tiempo político: el de la emergencia
de gobiernos populares y revolucionarios, con las nuevas responsabilidades y
tareas que ello implicaba e implica para movimientos, partidos y ciudadanía.
En su corta trayectoria,
las experiencias en curso evidencian que el acceso al gobierno nacional puede
dotar a los pueblos de una herramienta política clave para
desarrollar/estimular procesos de empoderamiento colectivo capaces de impulsar
el proceso socio-transformador. Pero también pone de manifiesto la posibilidad
de quedar atrapados por la lógica superestructural y técnica.
Un
gobierno revolucionario no puede limitarse a hacer una “buena administración”
Participar de las elecciones para
acceder a espacios/fracciones del poder existente, limitándose luego a
ejercerlo “correctamente”, ocupando los espacios parlamentarios o
gubernamentales correspondientes nacionales o locales , sin hacer de estas
instancias institucionales herramientas puestas en función del cambio social y
del poder, reduce –hasta anular la perspectiva transformadora.
Es central tener presente
que esta opción no constituye el camino electoral para la “toma del poder”, es parte de una nueva
concepción (y prácticas) de transformación social. De ahí la importancia que en
estos procesos tiene la participación popular desde abajo, dentro y fuera de
las instancias gubernamentales y estatales. Puede afirmarse que las
revoluciones democráticas culturales en marcha son proporcionalmente idénticas
a la participación protagónica de sus pueblos en ellas.
No se avanza con una
sumatoria de medidas superestructurales por muy justas y razonables que estas
sean. Hay que construir protagonismo popular como base política
(auto)constituyente del sujeto político colectivo y esto solo puede lograrse
forjándolo a cada paso y en cada paso. El aprendizaje como la enseñanza
comienza en las prácticas cotidianas. Educar en lo nuevo comienza por
desarrollar nuevas prácticas, dando el ejemplo; clave pedagógica vital de las revoluciones desde abajo.
Impulsar revoluciones
desde los gobiernos pasa por hacer de estos una herramienta política
revolucionaria: desarrollar la conciencia política, abrir la gestión a la
participación de los movimientos sociales y sindicales, de los movimientos
indígenas, de los sectores populares, construyendo mecanismos colectivos y
estableciendo roles y responsabilidades diferenciados, para cogobernar el
país. La fortaleza de los gobiernos populares radica en su profunda y
creciente articulación con los pueblos, con los actores sociales, construyendo
de conjunto mecanismos que acorten las distancias entre representación política
y protagonismo social. Esta es la verdad que cristaliza en las calles, marcando
la presencia de la conciencia sociopolítica popular hoy: no basta con acuerdos
superestructurales para gobernar (Brasil),
no basta con que las decisiones sean correctas (Bolivia), no hay que someterse a los designios del mercado (Chile), no se aceptará la mentira como
verdad (México)… Los movimientos
sociales y particularmente los jóvenes
del continente, ponen sobre el tapete la impronta política de este tiempo: la participación.
Se trata de avanzar hacia
nuevas institucionalidades, modos y vías de ejercerlas; abrir las puertas del
gobierno y el Estado a la participación de las mayorías en la toma de
decisiones, en la ejecución de las mismas, y en el control de los resultados,
en la medida que la construcción política y la transformación de las bases
jurídicas de las instituciones estatales y gubernamentales lo posibilite. De
ahí el papel central de las asambleas constituyentes en estos procesos.
Juventud, divino tesoro, esperanza de lucha hoy - no mañana - tienen enormes tareas que realizar en la lucha contra la corrupción, la poli-crisis mundial y la sociedad en riesgo global. Pero también aprender grandes enseñanzas en su lucha por una Nueva Democracia Participativa, Ciudadana, Solidaria e Intercultural.
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El papel
fundamental de las Asambleas Constituyentes.
Resulta central la
realización de asambleas constituyentes. De ellas emana el sustrato
jurídico, político y social para abrir paso a una nueva institucionalidad,
engendrada embrionariamente en los procesos de luchas sociales, abanderados por
la resistencia, el empuje y los reclamos históricos de los pueblos de este
continente (con sus organizaciones sociales y políticas), en primer lugar de los pueblos indígenas originarios y sus comunidades.
Obviamente, las asambleas
constituyentes no son el motor
del cambio. Los pueblos han de
prepararse para plasmar en ellas sus puntos de vista, proponiendo y defendiendo
contenidos acorde con sus intereses y su proyección estratégica. Pero en esto,
como en todo, es importante tener presente que el cambio de sociedad es
procesal: Habrá que hacer tantas asambleas constituyentes como lo vaya
reclamando y posibilitando la profundización y radicalización de cada proceso,
marcado en primer lugar por las condiciones específicas y por la maduración
política del actor colectivo.
En las
movilizaciones sociales germina una política joven anclada en la participación.
Sumándose a las
experiencias de las grandes jornadas de luchas populares contra el
neoliberalismo, las masivas movilizaciones recientemente ocurridas en México, en Bolivia, en Brasil, en Chile, en
Colombia, han puesto una vez más en el quehacer político la impronta de la
participación sociopolítica de los movimientos indígenas y sociales, del pueblo
trabajador y de las juventudes en particular. Ellas anuncian claramente la
irrupción de una política joven,
que no puede equipararse con algunos intentos de maquillar la vieja política y
sus estructuras partidarias “con presencia de jóvenes”, aunque estos son sin
dudas un pilar esencial del nuevo sujeto colectivo.
Hay avances significativos
en esta dirección, sobre todo en los procesos de Venezuela (Consejos Comunales, Gobierno de Calle), y en Bolivia (revitalización de las
asambleas de base como dinamizadoras de las transformaciones sociales,
rectificación de medidas –aunque justas no comprendidas por una parte de la
población; la construcción desde las comunidades del estado plurinacional intercultural). En el caso de Brasil, las movilizaciones recientes,
las multitudes de jóvenes en las calles pusieron al desnudo las debilidades del
sistema político partidario que asumió el PT,
mezclando viejos dogmas de la izquierda con las exigencias del establishment
y sus tentadoras alianzas y acuerdos por arriba en aras de sostener la “gobernabilidad”. Rechazando esto,
cuando todo parecía brillar y marchar sobre ruedas, la juventud salió a increpar a “la
razón política” imperante haciéndose oír en las calles. Desde allí, la
ciudadanía movilizada recupera socialmente –de hecho la política, anquilosada
en aparatos partidario-estatales-gubernamentales. Con su accionar rebasa a los
partidos políticos tradicionales de derecha, de centro, y también de la
izquierda; los manifestantes expresan claramente: ¡queremos participar! Revitalizan así el corazón revolucionador de
todo proceso de cambio social popular: la
participación de los de abajo en las decisiones gubernamentales estatales y en
la ejecución y control de las políticas públicas.
La Juventud en Egipto recuperó la calles y la histórica Plaza Tarhir en la lucha, primero contra la dictadura del Presidente Mubarak, tiempo después contra los Hermanos Musulmanes del Presidente Mursi. Y Ahora cuál será su posición frente al "golpe de estado" contra la débil democracia?.
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Quitarse las anteojeras.
A pesar de la contundencia
de su realidad y mensaje, el peso de la vieja cultura que asecha la mentalidad
y las prácticas de la izquierda partidaria, se hace presente a la hora de
interpretar los acontecimientos. Son muchos los partidos de izquierda persisten defensivamente en su ceguera
escudados en viejos tabúes de desconfianza porque, según dicen, “nadie los
controla”, “no hay organización ni dirección”. No toman nota que esto es,
exactamente, lo que está mostrando (y reclamando) la juventud en las calles:
Abrir las compuertas de la política y de las organizaciones políticas,
transformándolas, abriéndolas a la participación de los diversos sujetos, es el
anhelo que late en el corazón de los reclamos.
No es un detalle
insignificante que esta historia pueda escribirse apenas mencionando a los
partidos de izquierda entre los protagonistas. Y ello tiene que ver tanto con
las conductas políticas del pasado reciente como con las del presente,
agravadas en este caso, si estas
izquierdas gobiernan o son parte de gobiernos, puesto que –sin dar cuenta
de los cambios- trasladan a estas instancias sus antiguas anteojeras
político-culturales: respecto de la acción política (por arriba), y respecto de
la organización y conducción políticas, sosteniendo criterios vanguardistas que
(auto)otorgan a las élites políticas la capacidad de “saber” lo que hay que
hacer, y dejan a las mayorías “alienadas” o sectorializadas y sus movimientos
las luchas reivindicativas inmediatas. Es el mismo esquema piramidal,
jerárquico y subordinante que la izquierda partidaria sostuvo en el siglo XX,
sustentado en el presente como si nada hubiese ocurrido ni cambiado.
Por mucho que los
representantes de tales partidos evoquen a Lenin
creador del partido revolucionario “de nuevo tipo”, pensado por él en virtud
del sujeto, las condiciones y las tareas de su época , está claro que Lenin se espantaría al ver que, en más
de un siglo, a pesar de los grandes cambios ocurridos en el sistema-mundo ahora
bajo el dominio global del capital, las
“vanguardias” de izquierda no
modificaron los criterios básicos de su organización político-partidaria para
que esta sea convergente con los sujetos, las tareas de este tiempo y las
condiciones (objetivo-subjetivas) de transformación revolucionaria de las
sociedades en el presente. Resulta casi una obviedad decir esto, pero es parte
de la realidad. Y ciertamente, constatar este anquilosamiento es más impactante
aun en este continente, donde las luchas sociales y el quehacer político
protagonizado por diversos movimientos
sociales, indígenas, sindicales, urbanos y rurales, marcaron el rumbo y el
camino de lo nuevo y –con ello, crearon también las condiciones para que la
izquierda partidaria (tradicionalista) modificara sus conductas y
posicionamientos políticos. Es parte de sus actuales retos.
El Movimiento estudiantil en Chile - Educación secundaria y Universidad - han dado y siguen dando una lección de bondad, unidad, y dignidad al mundo. Nos siguen enseñando cómo debe lucharse por conseguir derrotar al modelo neoliberal en la Educación.
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Superar la falsa
dicotomía: “partidos o movimientos”.
Las anteojeras
político-culturales de esta izquierda influyen en las lecturas que hacen de la
realidad social, sus dinámicas y actores, convirtiéndolos en obstáculos para lo
que según sus prejuicios se “debe hacer”. Revitalizando la falsa y vieja
dicotomía entre lo social-reivindicativo-sectorial y lo político, interpretaron
que la irrupción protagónica de los movimientos sociales en Indo-afro-latinoamericana
en defensa de la vida, era una “amenaza” para su condición de “vanguardia”. Ciertamente la ponía en
jaque, pero no por “imponerse”, sino porque reclamaba –de hecho abrir las
compuertas de la política al conjunto de actores sociopolíticos. Sin embargo, lejos de ello, la nueva
realidad abrió cauces a una nueva
fractura: entre los partidos de izquierda y los movimientos indígenas y
sociales, fractura que se expresa en sus articulaciones locales, nacionales
y continentales, y que ha dado lugar a la formación y permanencia, por un lado,
del Foro de San Pablo (sin
movimientos) y, por otro, del Foro
Social Mundial (sin partidos).
Construir un foro
continental de articulación socio-política.
En este sentido, el
desafío es –además de mantener los espacios específicos constituidos, construir
ámbitos de articulación, coordinación y conducción política conjunta entre los
actores sociales y políticos, dando pasos concretos que impulsen los procesos
de conformación constitución del sujeto sociopolítico colectivo, en cada país y
también en el ámbito continental. Y esto poco y nada tiene que ver con la
actual propuesta-invitación del Foro de
Sao Paulo a los movimientos sociales para que se agrupen y constituyan “un
capitulo” en el seno del Foro.
Tanto para partidos de izquierda como para movimientos
sociales es tiempo de superar fragmentaciones y rivalidades estériles. No
se trata de quién es “mejor”. Las
críticas a los partidos de izquierda no persiguen su desaparición, ni su
sustitución por los movimientos; no se trata de una actitud “contra los
partidos”, aunque posiblemente algunos sectores así lo entiendan. Lo importante
en este aspecto es tomar conciencia de que las rémoras emergen de las prácticas
cotidianas de cada sector (político y social) y que, por tanto, es desde ahí
que empieza a construirse el cambio: en las dinámicas e interrelaciones
cotidianas entre partidos de izquierda y movimientos indígenas y sociales,
construyendo conjuntamente, en cada lugar, las convergencias: mesas de trabajo
colectivo, interconsultas, propuestas intersectoriales, coordinaciones, etc. No
hay forma de aprender a articular y coordinar como no sea articulando y
coordinando. Vale decir que este es también el camino de la cimentación de
confianzas mutuas, aspecto que –en el quehacer político actual ocupa un lugar
central.
Perú- zona alto-andina. Las poblaciones de las Comunidades Históricas - campesinos, pequeños agricultores, ganaderos, artesanos, pastores y ciudadanos del Perú Profundo - pertenecientes a una Comunidad, un Pueblo o una Nación, con su cultura local y su identidad cultural colectiva (Ciudadanía Étnico-Cultural), desarrollan diariamente diferentes formas de lucha contra la explotación y despojo de sus recursos naturales, existentes hoy como "tesoro de la reina" en sus territorios ancestrales.
***
El desafío político de la
articulación va más allá de una asignación de roles y delimitación de espacios entre partido y movimientos. Articular
a los diversos sectores y actores sociopolíticos, implica también articular sus
problemáticas aparentemente inconexas entre sí, sus identidades y
subjetividades, sus modos y caminos diversos de participación política, que
nace en el quehacer de las comunidades campesinas y se extiende hasta las redes sociales virtuales. No es una
suma, es una multiplicación. Y ello solo puede lograrse a partir de la
participación plena de todos y cada uno de los actores sociales y políticos.
Articular alude a reunión,
pero en lo que hace a la construcción de
un sujeto político colectivo, esa reunión supone construir las
convergencias en aspectos claves articuladores, que conjugados ponen al
descubierto el origen social sistémico de los problemas de unos y otros, y
buscan caminos conjuntos para encaminarse a su superación, solución etc.,
impulsando procesos de cambio social. Pero esto no cabe en una concepción que
sostiene criterios y prácticas de relación
vertical y jerárquica, en la que los partidos confunden capacidad de
dirección política, con que sean ellos los que deciden, los que dicen qué y
cómo.
Por eso para la izquierda partidaria el mensaje de las
movilizaciones sociales y la presencia multitudinaria de jóvenes en las calles,
es claro: urge quitarse las viejas anteojeras acerca de la política y sus
actores protagonistas, acerca de los modos y ámbitos de de interrelación, de
creación de conocimientos, propuestas y programas políticos.
Un nuevo tipo de conducción política es necesaria.
Es vital dar cuerpo a
modalidades de interrelación
horizontal entre partidos y movimientos; estas apuntan a transformar
precisamente el viejo esquema jerárquico piramidal. Lo horizontal no alude a
una forma organizativa ni la propone; es un principio de igualdad de
capacidades entre actores-sujetos, en aras de construir una interrelación
dialogal entre pares. Este principio ha sido hasta ahora subestimado y desestimado
por los partidos de izquierda, quienes redujeron el planteamiento de
horizontalidad a una cuestión morfológica y, sobre esa base, la desecharon por
considerarla: basista, espontaneísta,
anarquista, etc., todo, menos pensar en modificar los arcaicos esquemas
partidarios para ponerlos a tono con la realidad de los sujetos
político-sociales, con sus modalidades de existencia y organización, y con las
tareas político-sociales-culturales que reclama la transformación raizal (desde
abajo) de la sociedad capitalista en el presente.
La interrelación plural
horizontal no es el problema, sino la fragmentación, la sectorialización de las
luchas y sus actores, y la transición defensiva de éstos hacia grupos
reivindicativos-corporativos.
Superar la
fragmentación social, política, cultural y de conciencia: construir la
subjetividad política colectiva común.
Las instancias
organizativas articuladoras son importantes, pero trascender la fragmentación (social, política,
cultural y de conciencia) implica la simultánea y permanente construcción de
una subjetividad colectiva que se proyecta políticamente en las propuestas
comunes en función de cambios sociales. Si no se construye simultáneamente con
las articulaciones coyunturales, una subjetividad política colectiva para el
cambio social que sitúe e identifique a todos en un mismo afán político-social,
la fragmentación, las miradas sectoriales y las apetencias corporativas no se
superarán.
Construir el sujeto
colectivo del cambio
Los procesos de cambio
abiertos en Indo-afro-latinoamericana
reclaman articulaciones sociopolíticas de nuevo tipo: horizontales, plurales,
interculturales, dinámicas, como camino de (auto)constitución de los
actores-sujetos en sujeto colectivo. Vale tener presente también la emergencia
o maduración de nuevos actores sociopolíticos y sus demandas, aspiraciones y
propuestas. Por ello reconstruir permanentemente la subjetividad colectiva
común y las articulaciones es una constante en las tareas democratizadoras
revolucionarias.
Todas ellas apuntalan un
objetivo central: la construcción
(permanente) de la fuerza social y política de liberación, sujeto político colectivo de los cambios en procesos de revolución
democrático-cultural hacia un nuevo
modelo civilizatorio. Esto significa, en apretada síntesis, articular una
fuerza político-social de liberación que abarque lo
parlamentario-institucional, pero sin limitarse a ello.
La
conducción política del proceso revolucionario reclama la
articulación unificada, colectiva y común de ámbitos para los quehaceres
parlamentarios y extraparlamentarios: es la fuerza sociopolítica colectiva articulada la que se desdobla y crea
su fuerza político electoral, que es parte del conjunto de fuerzas
sociopolíticas del cambio raizal del mundo y constructora de la nueva civilización, o sea, en este
sentido, la fuerza social, política y cultural de liberación.
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Isabel Rauber. Pensadora latinoamericana. Estudiosa de los procesos
de construcción de poder popular desde abajo en indo-afro-latinoamerica. Profesora
universitaria. Pedagoga política. Doctora en Filosofía.
Rebelión
ha publicado este artículo con el
permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons respetando su
libertad para publicarlo en otras fuentes.
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