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Después de la implosión pacífica de la URSS, el
neoliberalismo globalizó el planeta organizando el “nuevo orden mundial” desde una unipolaridad
indiscutida, la de EE.UU. Pero el intento de relanzar al capitalismo como
supuesto “fin de la historia” ha
comenzado a sufrir diversas crisis. Incluso, hace unos años ya que la única
superpotencia viene mostrando signos de un paulatino declive, los que sumados a
otros factores de peso han abonado tendencias hacia una incipiente multipolaridad. Sobre este nuevo reordenamiento internacional que
se está esbozando, encontramos algunos de sus indicadores en el cambio de la política
exterior norteamericana en distintos frentes, el creciente peso del BRIChS, que la principal ruta comercial
mundial se trasladó del Atlántico norte
al Pacífico, el freno de China y
Rusia a una nueva ofensiva de la OTAN
(contra Siria), entre otros. En referencia a nuestro continente, por un
lado, este lento reordenamiento “multipolar”
es apoyado como estrategia política
por varios gobiernos. Asimismo, la creciente China ha desembarcado con fuertes inversiones económicas mientras
que EE.UU. ha cambiado su
posicionamiento regional. En estos últimos años aumentó significativamente sus capacidades de
“disuasión” militar, esto incluye la reactivación en 2008 de la 4ª Flota disuelta en 1950 y
el afianzamiento de un sistema de bases
militares con fuerte pivote en Colombia.
¿Por qué esto? La superpotencia militar ha perdido peso y terreno en lo económico y
político. Entre otras cosas, el noventista Consenso de Washington fue abandonado por gran parte de nuestra
región y el ALCA nunca nació.
También ha crecido el descrédito de la OEA,
y se organizaron
nuevas instancias supranacionales como UNASUR y la CELAC, que incluye a Cuba y
deja afuera a EE.UU. y Canadá.
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DISPUTAS COMUNICACIONALES EN NUESTRA AMÉRICA.
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ALAI. América Latina en
Movimiento.
Julián Lautaro.
Miércoles 21 de agosto del
2013.
El objetivo de esta serie
de artículos que hoy iniciamos es analizar las modificaciones que han surgido
en las reglas de juego mediáticas y comunicacionales en los últimos años en
Nuestra América.
Sin menospreciar el enorme
impacto de las nuevas tecnologías, la irrupción de la disputa por los espacios
y los contenidos no se entendería sin las luchas sociales, políticas y
económicas que atravesaron nuestro continente en la historia reciente, marcando
rupturas o hasta francos antagonismos respecto al hegemónico capitalismo
neoliberal.
Después de la implosión
pacífica de la URSS, el neoliberalismo globalizó el planeta organizando el “nuevo orden
mundial” desde una unipolaridad
indiscutida, la de EE.UU. Pero el intento de relanzar al capitalismo como
supuesto “fin de la historia” ha comenzado a sufrir diversas crisis. Incluso,
hace unos años ya que la única superpotencia viene mostrando signos de un
paulatino declive, los que sumados a otros factores de peso han abonado
tendencias hacia una incipiente multipolaridad.
Sobre este nuevo reordenamiento internacional que se está esbozando,
encontramos algunos de sus indicadores en el cambio de la política exterior
norteamericana en distintos frentes, el creciente peso del BRIChS, que la principal ruta comercial mundial se trasladó del
Atlántico norte al Pacífico, el freno de China y Rusia a una nueva ofensiva de
la OTAN (contra Siria), entre otros.
En referencia a nuestro
continente, por un lado, este lento reordenamiento “multipolar” es apoyado como
estrategia política por varios gobiernos. Asimismo, la creciente China ha desembarcado con fuertes
inversiones económicas mientras que EE.UU. ha cambiado su posicionamiento
regional. En estos últimos años aumentó significativamente sus capacidades de
“disuasión” militar, esto incluye la reactivación en 2008 de la 4ª Flota
disuelta en 1950 y el afianzamiento de un sistema de bases militares con fuerte
pivote en Colombia. ¿Por qué esto? La superpotencia militar ha perdido peso y
terreno en lo económico y político. Entre otras cosas, el noventista Consenso de Washington fue abandonado
por gran parte de nuestra región y el ALCA
nunca nació. También ha crecido el descrédito de la OEA, y se organizaron
nuevas instancias supranacionales como UNASUR
y la CELAC, que incluye a Cuba y deja afuera a EE.UU. y Canadá.
Lo más significativo es que
desde nuestros pueblos hubo distintas resistencias al “neoliberalismo”, y en varios países han irrumpido fuerzas
políticas que fueron desandando los caminos impuestos por el orden hegemónico
mundial, generando una nueva dinámica regional que no se da en ninguna otra
parte del mundo. Ésta se desplegó con mayores rupturas o continuidades respecto
al Consenso de Washington, de
acuerdo a las correlaciones de fuerzas al interior de cada país. Asimismo,
debemos tener en cuenta que, en el marco de las distintas reestructuraciones de
los estados nacionales y el creciente peso de lo regional, en Nuestra América
se han ido consolidando tres esquemas de integración con diferentes miradas y
proyectos. Dos plantean diferencias de modelo sin discutir la hegemonía
capitalista, el tercero incuba una potencialidad contra-hegemónica.
Por un lado encontramos al
Mercosur. Este bloque económico, neoliberal en sus inicios noventistas y
marcado por el enorme peso de Brasil, y su relación con Argentina, tiene como
intención desarrollar un mercado común con cierta autonomía regional en un
mundo que tiende a la multipolaridad.
También son miembros plenos Uruguay,
Paraguay (suspendido tras el golpe a Lugo, y marcando diferencias desde su
nuevo gobierno) y Venezuela; Bolivia espera ingresar próximamente. Desde la
nación caribeña se ha planteado la necesidad de superar el perfil comercial del
bloque, centrado en grupos empresarios locales. Si bien no se abandonan los
perfiles exportadores primarios, sus gobiernos se abocaron a reactivar el
mercado interno como forma de apaciguar el profundo conflicto social precedente,
producido por la aplicación de las “recetas neoliberales” del establishment
financiero mundial (FMI y BM). Sobre
la disputa comunicacional en los países del MERCOSUR, en Argentina la ley de medios sancionada en 2009 está
judicializada y sin aplicación plena desde entonces, y en Uruguay en 2013 fue
presentado un proyecto que se discute en el Congreso.
El bloque económico
“neoliberal” del Eje del Pacífico,
es el esquema de integración más afín a los intereses norteamericanos. Tras el
entierro del ALCA en 2005 y el establecimiento de los TLC, esta nueva ofensiva sub-continental para el “patio trasero”
fue lanzada en 2011. Agrupa a Colombia,
México, Chile y Perú. Centrada en la exportación de materias primas (mega-minería
y agro-negocios), esta alianza es la referencia de los grandes grupos
económicos que conciben al “libre
mercado” como el ordenador de una sociedad de ciudadanos consumidores, en
donde los flujos de capitales, mercancías y personas circulan sin restricciones
estatales. Estas economías exportadoras subordinadas a la lógica financiera del
capitalismo del siglo XXI, funcionan macroeconómicamente con mayores niveles de
desempleo, y necesitan un alto disciplinamiento/desestructuración de las clases
subalternas. En 2013 y con la reforma a la Ley de Telecomunicaciones, México ha
sido el único país del bloque en modificar ese marco legal.
El otro esquema trasciende
lo meramente comercial, brega por la unidad continental basada en principios
solidarios enraizados en los legados
emancipatorios de Bolívar y Martí. Se trata de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, que
también asume tendencias hacia la multipolaridad. Iniciada en 2004 por Cuba y Venezuela, ha incorporado a
Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Honduras (hasta el golpe de estado de 2009) y tres
países caribeños. Si bien es el bloque de menor peso económico, es muy activo
políticamente y es el más atacado desde la superpotencia militar y a la vez muy
endeudada primera economía mundial. Cuatro de sus países miembro sufrieron
intentonas golpistas: Venezuela, 2002; Bolivia, 2007; Honduras, 2009 y Ecuador,
2010.Cabe mencionar que los países del ALBA han mostrado interés en la economía
social, buscando desarrollar un nuevo modelo productivo. Respecto a la disputa
comunicacional, los tres estados sudamericanos de este bloque han modificado
las reglas de juego: la Venezuela
bolivariana en 2004, la Bolivia plurinacional en 2011 y Ecuador en 2013. Otro
avance inédito y muy significativo, impulsado por éstos países principalmente,
fue TeleSUR. Desde 2005, el canal
multiestatal viene rompiendo fuertes cercos mediáticos y confrontando batallas
de ideas con los medios audiovisuales hegemónicos de los países centrales (CNN,
BBC, TVE, etc.). Su señal abierta satelital está disponible en América, Europa
y norte de África, transmitiéndose por canal de aire en Venezuela, Ecuador y
Cuba. Asimismo, en 2013 Bolivia y Venezuela firmaron un acuerdo para crear una
red regional de radios.
La disputa comunicacional
se extiende por nuestra América. También
en Honduras se encuentra en estado legislativo un proyecto de reforma de la ley
de telecomunicaciones. Y en varios países como Brasil, Nicaragua, Colombia,
Paraguay, Guatemala, distintas organizaciones de las clases subalternas vienen
planteando la necesidad de modificar las reglas de juego.
Para terminar de exponer
este esquema introductorio, es fundamental señalar la fuerte concentración
comunicacional impuesta en nuestro continente. En esto influyó mucho que los
medios audiovisuales de la región fueron organizados sobre una combinación
entre el modelo europeo y el norteamericano, con una mayor influencia de este
último a partir de los años ´70. Bajo la creciente concentración económica y
mediática, el espacio audiovisual quedó en manos de pocas corporaciones, los
contenidos fueron reducidos a mercancías para el entretenimiento masivo, y
estos grandes grupos emplearon a sus medios como plataformas con gran capacidad
de incidencia política. En sus pantallas, “informan” con campañas de miedo, de
criminalización de sectores subalternos, agendas desestabilizadoras contra
gobiernos no afines, y hasta legitimaciones de golpes de estado y sanguinarias
dictaduras. Los marcos legales favorables a estos procesos de concentración
mediática acompañaron los esquemas económicos y políticos implementados en
nuestros países, siempre subordinados al orden hegemónico vigente y sus formas,
como la Alianza
para el Progreso, la Doctrina de Seguridad Nacional o el Consenso de
Washington.
Pero a inicios del Siglo
XXI, tras las crisis de aquellos esquemas en nuestro continente, también
comenzaron a ser discutidos los marcos regulatorios -y confiscatorios- de la
comunicación. Y no sólo debido al desarrollo tecnológico, que ha mejorado las
posibilidades de disputar el espacio mediático. Sino y fundamentalmente por la
activa voluntad política de gobiernos y amplios sectores tan diversos como los partidos políticos, movimientos sociales,
pueblos originarios, organizaciones culturales, universidades, sindicatos,
medios comunitarios, cooperativos, mutuales y pymes. Las coincidencias
fundamentales apuntan a democratizar la comunicación, promover la generación
soberana de contenidos y la distribución equitativa de bienes culturales.
Buscando sistematizar estos procesos, nos enfocaremos en las dinámicas
sociopolíticas que generaron el cuestionamiento del “statu quo” comunicacional
en cada país, las principales características de estas disputas por lo
mediático, las particularidades de cada
nueva ley, a que sectores beneficia y perjudica, y que impacto tienen. Ante
esta realidad abierta en nuestra América, para la economía solidaria se trata
de sumar fuerzas y ganar mayores posiciones en el mercado como también de
discutir críticamente los contenidos y sentidos que impone el orden hegemónico
a escala global. Evitar la batalla de ideas contra ese orden y renunciar a los
esfuerzos integradores y solidarios es condenarse a perder.
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Julián Lautaro, Usina de Medios Argentina.
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